Disclaimer

Nombres y personajes de esta historia son propiedad de Stephanie Meyer (menos los que no salieron en la saga original). Lo único mio es la historia que va uniendo a tan maravillosos personajes.
Esto es un homenaje a una de mis sagas favoritas, sin fines de lucro, por mera distracción.

miércoles, 18 de marzo de 2009

NUEVOS ENEMIGOS



Una semana después….
–Bien, princesita… –pronunció socarrón después de recibir mi golpe
–Deja de llamarme así –mascullé agriamente.
–¿Prefieres “Su Alteza”?
–¿Por qué eres tan pesado, Stanislav?
–¿Pesado? Vaya, pensé que estaba siendo odioso. Supongo que estoy perdiendo mi toque –dijo mientras se encogía de hombros.
Lo miré furiosa. No entendía por qué era así conmigo. No le había hecho nada… o por lo menos nada que yo recordara.
–¿Te mandé al demonio?
–¿? –frunció el ceño confundido
–Sí, que si te dí un “cortón”…. ¿te desprecié por Apolo?
–¿¡Qué!? –No supe si su mueca era de diversión o de asombro, o una mezcla de ambas.
–¿No? Entonces, ¿qué hice?
–¿Crees que estoy molesto porque me dejaste plantado por el payaso de Aw… de Apolo? –inquirió asombrado y después, tronó a reírse a carcajadas.
“Vaya, es la primera vez que lo veo sonreír. Debería hacerlo más seguido porque así da menos miedo”.
Siendo objetiva, no estaba tan mal físicamente. Stanislav era altísimo, podía apostar que rondaba los dos metros de altura. Tenía el pelo negro corto, casi a rape. Su nariz era recta, aunque en la parte del puente parecía como si hubiera recibido algún golpe, pero más que afearlo, le daba un toque bastante interesante; sus ojos eran almendrados, cubiertos por unas gruesas cejas negras; sus labios eran medianos pero perfectamente delineados. Usaba una barba de tipo candado; parecía sacado de algún cuento ruso. Su piel era pálida y fría y su cuerpo era fibroso.
–Niña, tienes mucha imaginación, hay que reconocerlo.
–¿Entonces? –me crucé de brazos, algo molesta de que se estuviera riendo a costa mía.
–¿Entonces? Entonces me revienta estar jugando a la niñera de una mocosa cuando podría estar haciendo cosas más importantes.
Le lancé una mirada furiosa
–Pues nadie te está obligando. Puedes largarte cuando te de la gana; no necesito ninguna niñera, mucho menos una tan odiosa e insufrible.
–¡Claro que algo me retiene! –dijo socarronamente –Aro. Él fue quien expresamente me ordenó entrenarte y cuidar de ti. Aunque no entiendo por qué, tu noviecito se puede encargar perfectamente de ti.
–Si tanto nos desprecias a Apolo y a mí, ¿por qué estás aquí?
–Porque son los hijos de los jefes. Y mientras los jefes manden…
–Vaya, así que después de todo, tienes tu precio.
–Todos lo tenemos, ¿no? Sería interesante saber cuál es el tuyo.
Lo miré resentida y en un impulso, agarré un pequeño jarrón de porcelana que estaba a mi alcance y lo arrojé en dirección de su cabeza. Al instante siguiente, quedé boquiabierta.
El jarrón se había quedado como flotando, medio estático, a unos treinta centímetros de su objetivo. Stanislav sonrió y al segundo, el jarrón caía estrepitosamente contra el piso, haciéndose añicos.
–Mmm..., es una verdadera lástima que escogieras como arma una antigüedad como esa. Conozco un par que se desmayarían al saber que destruiste un tesoro de la dinastía Ming.
Habíamos estado entrenando en un amplio salón sin muebles, pero rodeado de antigüedades en varios anaqueles. Me había parecido extraña la elección, pero al parecer, lo de salir a un jardín o al patio trasero del imponente palazzo no estaba a discusión.
–¿Co-co-co…?
–¿Ahora imitas a una gallina?
–¡Grr! ¡Claro que no!, lo que quiero decir es ¡¿cómo demonios hiciste eso?!
–Fácil: telekinesis
Abrí los ojos como plato
–Tienes qué estar bromeando…. Sí, eso es…
–¿El qué?
–Una broma… es eso o estoy completamente loca y nada, absolutamente nada de lo que he visto o escuchado en estas semanas es real.
Stanislav volvió a reír.
–Piensa lo que quieras, no importa. Lo único que me interesa es que seas capaz de llevar acabo tu misión y terminar de una sola pieza cuando acabe la batalla.
–¿Por qué? ¿Te preocupa mi bienestar? –ahora fui yo quien habló con burla
–Ja, ja, ja. No me gusta fracasar; si terminas hecha pedazos significa que fracasé en mi trabajo, y con los Vulturi la palabra fracaso NO existe.
–¡Ay! Eres… eres… –me sentía bastante exasperada con ese vampiro gruñón que tenía frente a mi –Te juro que quisiera…
Lo señalé con el dedo índice de mi mano derecha y por un breve momento lo toqué en la frente. Eso bastó para dejarlo perplejo.
–¿Así que te gustaría molerme a patadas?– Dijo después de recuperar la fachada.
–¿Cómo sabes lo que estaba pensando?
Sí, en mi imaginación había arremetido a patadas contra Stanislav hasta dejarlo doblado de dolor. ¿Acaso podría leer mis pensamientos? Me dio escalofríos de pensar en el gran poder que tendría mi forzado tutor, si es que era capaz de dominar la telekinesis y la lectura de mentes.
–Me lo mostraste.
–¿Qué?
–Cuando me tocaste, me mostraste tus pensamientos… mmm, interesante.
Lo miré desconfiada, sin saber qué responder.
–Así que ese es tu don.
–¿Mi don?... Espera un momento, ¿quiere decir que todos los… –me costaba pronunciar siquiera la palabra– … que todos los vampiros poseemos dones?
–No, no todos poseemos dones. Y tú, no eres un vampiro completamente.
–No entiendo…
–Que no todos somos fenómenos de circo capaces de hacer un acto de magia –su voz siguió sonando burlona, pero ahora con un tono más grave.
–No me refería a eso exactamente. Más bien a eso de que no soy un vampiro.
–Sí lo eres, pero sólo a la mitad –suspiró y empleó un tono más propio para hablar con un niño de cuatro años que con una mujer bastante crecidita –Tu padre es un vampiro, tu madre era una mortal; digamos que heredaste algunas características de los dos: puedes vivir eternamente, tu cuerpo es más resistente, tus sentidos y habilidades están magnificados; pero también eres vulnerable a heridas graves. Tal vez tus huesos sean más resistentes que el de un humano común, pero eso no quiere decir que no puedan quebrarse. Y lo mismo con tu piel….
–¿Mi piel?
–Tu piel –fue acercándose lentamente hacia mí, como si fuera un tigre al acecho –tu piel es tan suave y sensible al tacto como la de nosotros, pero menos dura, más caliente –se puso detrás de mi y sentí como su frío aliento rozaba mi oreja –Al tocarte, digamos aquí… –posó uno de sus largos dedos sobre mi garganta –es posible sentir tu flujo sanguíneo, el lento y cadencioso bombeo de tu corazón… Tu piel es más resistente a la de un mortal cualquiera, más perceptible a las sensaciones que cualquiera de los humanos –había empezado a recorrer lentamente con su aliento el camino desde el lóbulo de mi oreja hasta la curvatura de mi cuello. No había posado sus labios en mi piel, pero estaba segura que nos separaban apenas unos milímetros; el roce de su frío aliento lo indicaba. Cerré los ojos medio mareada –Pero eso no quiere decir que tu piel no sea inmune a nada. –Algo me raspó ligeramente en el cuello; no necesité voltear a ver qué era ése algo. Sabía con seguridad que eran sus afilados dientes.
–Vaya, así que estas son las clases de combate que le das a… a la pequeña Atena –la voz ligera como la de una campanilla, pero con tintes de crueldad rompió el extraño momento entre Stanislav y yo.
–Así es –contestó él con una perfecta cara de frialdad. Parecía que la única aturdida era yo –Le enseñaba a Atena el lugar exacto en el que tiene que encajar los dientes si quiere hacer verdadero daño a sus enemigos a la hora del combate.
–¿Si? Mmm… digamos que tienes un método de enseñanza bastante… particular. Me pregunto qué diría Apolo de todo esto.
–No tiene nada que decir, Jane. Nada si tú no le vas con tus intrigas.
La adolescente nos miró con suspicacia el uno al otro, pero cualquier cosa que estuviera a punto de decir se lo calló. Aún así, su mirada algo perversa me llenó de escalofríos.
–¿Y cómo va? ¿Lista para el ataque?
–No está mal, es muy rápida y certera al ataque –me sorprendió escucharle decir algo positivo de mi –Sólo hay que afinar un par de cosas en su técnica de defensa.
–¿Si? Tal vez yo pueda ayudar
Clavó su mirada en mí y de repente sentí que mi cuerpo caía estrepitosamente contra el piso, tiesa pero a la vez, retorciéndome de dolor de una forma insoportable. Era como si el fuego recorriera cada una de mis venas, cada una de mis terminales nerviosas; era una agonía, como si estuviera siendo devorada viva por las llamas. Y quería gritar del dolor, de terror, pero no podía; era como si hubieran puesto un enorme parche de hierro y concreto sobre mis labios.
–¡Basta, Jane! –De alguna parte sonó la voz embravecida de Stanislav –He dicho que pares.
Jane me miró por última vez con bastante intensidad antes de mirarlo a él. Sentí que de repente el dolor abandonaba mi cuerpo.
–Aguafiestas…
–No tenías por qué hacer eso.
–Sólo quería ayudar –dijo un aire de inocencia, como una niña pequeña a la que hubieran pillando pellizcando un pastel –Tiene que entender que lo que se viene encima no es fácil. Lo que podría sufrir si las cosas no salen como lo esperamos no es ni la mitad de lo que acaba de experimentar.
Mi intuición me dijo que había un doble significado en las palabras de la pequeña Jane.
“Lo que podría sufrir si las cosas no salen como lo esperamos no es ni la mitad de lo que acaba de experimentar.”
Lentamente me senté sobre el frío y pulcro piso de mármol blanco, sin estar segura si mis piernas me responderían si quisiera ponerme de pie.
–¿Estás bien? –dijo Stanislav mientra extendía una mano hacia mi. La tomé y él sin mayor esfuerzo, tiró de mi y me puso de pié.
–Sí, creo que estoy bien –no pude evitar lanzarle una mirada de resentimiento a Jane, pero ésta ni se inmutó –Supongo que debería darte las gracias, ha sido una experiencia bastante… ilustrativa.
Jane enarcó la mirada, reconociendo el sarcasmo en mis palabras.
–¿Las gracias de qué?
Apolo hizo acto de presencia de forma sorpresiva. Los tres volteamos el rostro para mirarle.
“¿Es que todos tienen qué aparecer así, como por arte de magia? ¿Ninguno sabrá que hay qué tocar la puerta?”
–Jane me dio algunos tips para mejorar mi defensa –dije improvisadamente. Algo en mi me advirtió de que echarme de enemiga a la “enana malévola” no sería una buena opción.
Mi prometido me rodeó por la cintura para acercarme a él. Era un gesto bastante posesivo que me puso tensa. Si se suponía que había aceptado casarme con él, imaginaba que por lo menos lo quería, ¿no? Entonces, ¿por qué su contacto me repelía? No lograba sentirme ni siquiera un poco cómoda a su lado.
–¿De verdad? Vaya, Jane, entonces debería darte yo también las gracias por ayudar a Atena.
–No hay de qué. Sabes que me gusta ayudar a la familia.
“¿Familia? ¿Eso que significa, qué este pequeño monstruito está emparentado conmigo?”
–¿Y a qué se debe el honor de tu presencia en Florencia, Jane?
–Lo dices como si entre Volterra y aquí hubieran miles de kilómetros de distancia y no apenas 75.
–¿Qué es Volterra? –pregunté curiosa. Estaba segura de haber escuchado ese nombre en alguna parte.
–Es donde viven nuestros padres y la guardia. –Explicó Apolo, con una cara como la que pone un adulto cuando un niño se entromete imprudentemente en la plática de sus mayores.
–¿Y por qué no estamos ahí con ellos?
–Porque tu padre quiere que te recuperes con calma. El ataque que recibiste fue bastante serio y prefiere que tu lugar de descaso sea algo que pocos sepamos.
–¿Por qué?
–Porque los que te secuestraron podrían buscarte en Volterra para silenciarte y evitar que nos digas algo.
“¿Quiénes son esos monstruos de los que me ocultan? Deben ser bastante peligrosos como para que un montón de vampiros les teman”
–¿Por qué mi… por qué Aro no ha venido a verme?
–Porque quiere que estés bien para su encuentro. Digamos que no es fácil de ver, o de entender lo que ves cuando lo tienes ante ti.
–¿Pero…?
–¿Podrían dejar este aburrido interrogatorio para después? –pronunció fastidiada Jane
–Lo siento…
–Creo que es normal que Atena quiera saber del pasado que desconoce –intervino Stanislav– ¿No lo crees, Apolo?
¿Por qué de pronto me parecía que había un doble significado en cada palabra? Sentía que decían más de lo que en realidad pronunciaban.
Apolo le dedicó una mirada bastante airada a Stanislav y este se la sostuvo, sin amedrentarse en lo más mínimo.
–Sí, es normal que quiera saber todo de su vida. Pero creo que Jane tiene razón –dijo mientras me tomaba de la mano que tenía libre y me acercaba más a él si era posible. Me empezaba a sentir asfixiada –puedo contarte lo que quieras cuando estemos solos.
Sonreí, evitando demostrar lo incómoda que me había sentido al escuchar eso del “cuando estemos solos”. Desde el día que había despertado, Apolo había tratado por todos los medios que compartiera la cama con él; me había aferrado a la excusa de que no me sentía cómoda ni preparada para algo así, pues por mi amnesia era como un completo extraño. Parecía haberse convencido con la explicación, pero aún así, a la menor oportunidad, se mostraba demasiado efusivo con sus caricias y besos. Yo trataba por todos los medios encontrar la excusa perfecta para no estar a solas con él, pero eso no parecía detenerlo; aún estando acompañados, Apolo no tenía empacho por mostrarse efusivamente ardiente conmigo.
Reconocía que físicamente era atractivo, parecía sacado de uno de los tantos cuadros de Botticelli que estaban colgados en las paredes del palazzo Rucellai, pero aún y con todo eso, Apolo no dejaba de provocarme cierto miedo y repulsa.
La noche anterior había tratado de hablar con él sobre el asunto de la boda, quería de la manera más sutil posible aplazarla o con un poco de suerte, cancelarla; pero se había puesto como una fiera.
–¡Jamás! –había gritado –¡Entiéndelo, eres mía! ¡Me perteneces!
–No soy un objeto del que puedas apropiarte –contesté con calma, tratando de no perder los estribos –Te estoy pidiendo tiempo, nada más.
La mirada de Apolo era por demás atemorizante, pero aún así, me planté dispuesta a no dejarme avasallar.
–Apolo, no pienso dar marcha atrás en mi petición… Quiero aplazar la boda; no creo que esté lista para dar un paso así y menos en un mes, como tú quieres.
–Este… berrinche, empieza a molestarme –dijo hastiado
Abrí los ojos sorprendida; esas palabras ya me las había dicho antes…
“Este… berrinche, empieza a molestarme… Ríndete de una vez y ahorrémonos esto.”
Sí, lo había hecho, pero en un lugar más… más oscuro y… ¡Demonios! ¿Por qué no podía recordar?
–Ya me habías dicho eso –dije involuntariamente…
–¿De qué hablas?
–Ya me habías dicho que mi berrinche te molestaba… y también que me rindiera –paseaba mi mirada de un lado al otro, sin detenerme en nada en específico, más bien mirando al vacío. Sentía su mirada fija en mi, pero no le presté mucha atención –Pero me lo dijiste en un… ¿en un bosque? ¿Qué hacíamos en un bos…? ¡Aaaaaaaaay! –me llevé las manos a la cabeza; repentinamente el dolor que siempre me atacaba cuando algún recuerdo quería salir a flote de la laguna oscura que era mi mente, se hizo presente. Pero esta vez era demasiado intenso, tanto que las lágrimas empezaron a correrme por las mejillas.
–Será mejor que te recuestes.
Pero yo no pude contestarle nada, la oscuridad nubló mi vista y me sumió por completo en ella. Otra vez había perdido el conocimiento.


–Vine a verte porque hay asuntos que tenemos que arreglar para… bueno, tú sabes –la voz de Jane me sacó de mis pensamientos. –Y para avisarles que Aro quiere verlos mañana.
La mención de Aro me sacó por completo de mi ensimismamiento.
–¿Cómo?
–Que tú… papi quiere verte mañana –repitió Jane, pronunciando la palabra “papi” casi con burla.
–¿Tan pronto?
–Pensé que estabas desesperada por verlo –dijo Apolo –O al menos, esa impresión era la que tenía.
–Bueno es que… me sorprende. No había parecido especialmente interesado en verme antes.
–Ya te había explicado por qué… –la voz de Apolo tenía un dejo de hastío.
–Mañana va a haber una especie de banquete en honor de la pequeña heredera –continuó Jane.
–¿Banquete? ¡Oh!
–¿Qué sucede, amor?
Traté de no rechinar los dientes con lo de “amor”.
–Es que no tengo nada apropiado para un banquete –miré con desilusión la playera negra y los jeans de mezclilla que traía puestos. Parecía que a camisetas y jeans era a lo que ese limitaba mi guardarropa. Lo del banquete sonaba con demasiada poma y circunstancia, y no creía encontrar en el clóset algo que me pudiera servir para la ocasión.
Jane entornó los ojos exasperada y Stanislav, que se había quedado en silencio durante casi toda la conversación, lanzó una risita socarrona.
–Tienes muchas cosas en el clóset.
–Sí, Apolo, pero todo es demasiado informal –dije con un mohín. –No creo que ir al reencuentro de mi padre vestida en jeans y una camiseta de algodón sea lo más apropiado.
–¿Y?
–¿Podría ser posible que fuéramos de compras? Además, desde que desperté no he puesto ni un solo pie en la calle. Ya me aburrí que esta especie de mausoleo de mármol sea todo mi mundo.
–No es seguro que andes por las calles.
–¿Por qué, si me da el sol me derrito, exploto o algo por el estilo? –pregunté seriamente. Salvo lo de en qué consistía la dieta vampírica tradicional, desconocía en esos momentos los pros y contras de ser un vampiro. Mi mente parecía haber olvidado incluso esos detalles.
–Deberías prohibirle a tu noviecita ver películas de terror –intervino Jane –Se le meten demasiadas tonterías sobre nosotros en la cabeza.
–Puedo hacer que envíen cosas de algunas boutiques.
–Pero quiero salir a la calle, Apolo.
–No es seguro. Alguno de nuestros enemigos podría verte y tratar de hacerte daño.
–¿Y si me llevas tú? Así estarías tranquilo y yo puedo salir a respirar aire puro y ver algo más que pinturas antiguas y reliquias.
–Tu novio y yo tenemos asuntos qué tratar, así que es imposible que vaya contigo –Jane tomó a Apolo del brazo, como una manera de hacer que la siguiera y dejara el tema de mi salida al mundo exterior por la paz –Vamos, Apolo…
–Espera… –los detuve –¿Por qué no me puedes acompañar?
–Ya te lo dijo Jane, tenemos asuntos que tratar.
–¿Y no me puedes acompañar ya que terminen de hablar? Quiero salir de aquí…
–No, no puede acompañarte –dijo Jane –Tu novio y yo tenemos que salir a Volterra en cuanto se ponga el sol.
–¿Volterra? –dijimos Apolo y yo al mismo tiempo.
–Tenemos visitas.
–¿Qué clase de visitas? –pregunté.
Jane le lanzó una rápida mirada a Apolo antes de responderme.
–Se trata de alguien que alguna vez fue parte de la guardia Volturi.
–¿Un exempleado? –inquirí.
–Algo así… viene de visita con un amigo de él.
–¿Y eso que tiene que ver contigo? –le pregunté a Apolo –¿Es amigo tuyo?
–No, pero imagino que es por precaución…
–¿Precaución?
–Amor, creo que será mejor dejar las preguntas para después, ¿quieres? Si voy a partir con Jane en menos de una hora, hay un par de cosas que quiero ver con ella antes de irnos.
“¿Qué significa eso de que Apolo tenga que ir a Volterra por precaución?”
Jane y él empezaron a encaminarse hacia la puerta del salón, y de pronto, una idea vino a mi mente.
–¡Espera! –lo detuve –¿Y si Stanislav viene conmigo?
Pude escuchar a mi espalda que la idea no pareció entusiasmarle precisamente.
–No creo que sea buena idea…
–Pero, ya son las seis y media de la tarde, el sol no tarda en ocultarse; además, está nubladísimo, no se puede ver ni un solo rayo de luz. Sea lo que sea que les pasa con la luz del sol, no creo que haya problema….
–No creo que…
–¿Por favor?
–Atena…
–¿Si? ¿Por favor? ¿Por fi? ¿Por fis, por fis?
–¡Ay, ya! Déjalos que se vayan. Lo que sea, con tal de que deje de dar lata –Había logrado irritar aún más a la pequeña Jane. Sonreí para mis adentros. –Tú y yo tenemos cosas qué hacer y esta mocosa nos interrumpe demasiado.
Sonreí nuevamente; era bastante irónico que Jane, que parecía años más joven que yo, hablara así de mí.
–Stanilav, llévala a donde quiera ir. Pero recuerda, que cualquier cosa que le pase va a ser completamente responsabilidad tuya.
Apolo abrió su cartera y sacó varios billetes de 100 Euros de ella. Al parecer, a parte de vampiros, éramos adinerados.
Él y Jane se fueron, dejándonos solos a Stanislav y a mí. Me sentía bastante disgustada por tener que aceptar dinero de parte de él; pero había sido mi “berrinche” por ropa nueva la excusa perfecta para poder lograr salir de ahí, me urgía hacerlo; aunque eso significara que tenía que soportar el malhumor de Stanislav, que nuevamente se veía obligado a cargar conmigo en calidad de niñero.
“¿No se cansa de ser el niñero-esclavo de Claire?”
¿De dónde había salido eso? ¿Quién era Claire?
–Bueno, ya lograste lo que querías… Será mejor que nos vayamos de una maldita vez.
La orden de Stanislav me sacó de mis cavilaciones. Me encogí de hombros, decidida a dejar para después mis pensamientos; lo importante ahora era disfrutar de mi pequeña libertad antes de que mi guardián se echara para atrás.



–¿Ya podemos regresar? –preguntó por enésima vez Stanislav
–Todavía no compro todo lo que necesito, Stan.
–¡¿Qué?! –su gesto era bastante cómico mientras le echaba un vistazo a las cuatro bolsas que colgaban de sus brazos –¿Y esto qué es?
–Son productos básicos que toda mujer necesita.
–¿Y qué tanto te pude llevar comprar un simple vestido? ¡Por favor, mujer! Tenemos casi dos horas dando vueltas en la plaza comercial y estoy a punto de impacientarme.
–¡Típico de los hombres! No puedo comprar cualquier cosa así porque sí…
–Tienes quince minutos para terminar con esta tontería. Sino, tendrás que conformarte con ver a tu papi en jeans y camiseta, o desnuda.
–Debo decir que como compañero de compras, dejas bastante qué desear, Stan.
–¿Por qué demonios me dices así? Mi nombre es Stanislav Masaryk, no “Stan”
–Pero es más fácil de decir… o imagínate que vengan los malos otra vez por mi y es más fácil gritar “¡Stan, auxilio!” que decir “¡Stanislav Masaryk, socorro!”.
Stanislav puso los ojos en blanco en señal de fastidio. Era bastante divertido hacerlo desatinar.
–Te quedan diez minutos para terminar con esta tontería…
–Dijiste quince…
–Cinco…
Decidida a no tentar más a mi suerte, me metí en una tienda donde había cosas bastante bonitas. No sabía exactamente qué sería lo más adecuado de vestir para el reencuentro de una hija amnésica con el padre que no recordaba y del que con su sola mención no sentía nada, tal vez algo de curiosidad.
Vi un sencillo vestido negro de un sólo hombro, me lo probé y al ver que me quedaba bien, decidí llevarlo. Total, imaginaba que mi padre estaría tan feliz de verme que no repararía si iba vestida con un costal de papas o con un vestido de alta costura.
Salí de la tienda y me encontré con mi guarura sentado en una banca frente a la tienda. Me pareció divertido ver a varias mujeres echarle miradas bastante apreciativas, coquetas otras, pero él parecía inmutarse. Al contrario, parecía que le incordiaba bastante ser el objeto de las miradas femeninas.
–¿Lista?
–Casi…
–Por favor, Rene… Atena –se corrigió de inmediato, tanto, que el error casi me pasa por alto, ¿cómo me iba a decir? –Ya me harté de traer estos lentes de contacto, siento como si me hubiera entrado arena a los ojos.
–Pues no sé de qué te quejas, tú fuiste quien decidió en el estacionamiento ponérselos antes de bajarnos del auto.
–Claro, ¡tonto de mí! Como si tener ojos rojos en lugar de negros, cafés o azules fuera lo más normal del mundo –pronunció con sarcasmo.
–Oye, ¿cómo estuviste a punto de llamarme? –dije, ignorando sus puyas y concentrándome en lo que me había llamado la atención realmente.
–¿Qué?
–Sí, estuviste a punto de llamarme de alguna forma….
–Tantas compras te afectaron más el cerebro…
Si no fuera porque estaba segura de lo que había escuchado, casi podría creer que me había confundido, dado que Stan hablaba con tanta certeza y no se veía para nada nervioso.
–Es hora de irnos a casa, si no quieres que tu novio lance a la guardia en tu búsqueda…
–No va a estar en casa, ¿lo recuerdas? Por favor, ¿podemos quedarnos un rato más? Me aburro demasiado en esa enormidad de casa que llaman palazzo –puse la que imaginé que sería mi mueca más triste y compungida. Por alguna extraña razón, creí que esa táctica ya la había usado antes.
–Está bien. Nos quedaremos, pero sólo quince minutos más… No me gusta estar rodeado de tanta gente, a menos que sea parte del menú de mi cena –dijo en voz baja, sólo para que yo pudiera escucharlo.
Su palabras, más que causarme miedo, me parecieron divertidas. Porque estaba segura que no hablaba en serio, ¿o si?
–De acuerdo.
–¿Qué quieres hacer?
–mmmm…. –miré alrededor, buscando algo que justificara esos quince minutos más –¡Ya! Quiero un helado.
–¿un helado? ¿Eso es lo que quieres? –parecía que le había dicho que pensaba comerme un kilo de lodo, por la cara de desagrado que puso.
Me acerqué con paso ligero hasta el pequeño puesto donde vendían el postre; pedí uno sabor chocolate, y aunque realmente no era fan de la comida en general, lo saboreé con ganas; tal vez estar rodeada de gente normal y no entes que más bien parecían sacados de leyendas antiguas, era lo que me había despertado el apetito. Justo cuando iba por la segunda lamida a mi cono, el llanto de una niña me llamó la atención.
Miré hacia abajo y me encontré con una pequeña de ojos negros y cabellos rizados del mismo color, llorando a todo pulmón. La niña parecía tener unos dos o tres años.
–¿Qué tienes, pequeña?
“¿Qué tienes, nena?”
La niña y su madre me miraron extrañadas, mientras hablaban un idioma que me parecía incomprensible.
–La niña llora porque se le ha caído el helado. –Me tradujo Stanislav, que tenía el rostro más serio y si era posible, más pálido.
–¿Y por qué no le compra otro?
Stanislav le preguntó a la madre, sirviendo como una especie de traductor.
–La mujer dice que ya no trae dinero.
El llanto de la niña me rompía el corazón. Me dirigí al puesto de helados y compré otro para la niña; me agaché hasta quedar a su altura y entregárselo en la manita.
–Pregúntale cuál es su nombre…
“Jacob, esta es Melanie y está triste porque quiere el delfín azul que está allá ¿Crees que puedes hacer algo al respecto?”
–Se llama… se llama Annette… –la voz de Stanislav sonaba bastante afectada. Pero no le prestaba mucha atención, pues la niña y su llanto habían despertado un recuerdo en mi mente; un recuerdo que luchaba por no volver a sumergirse en la laguna oscura de mi memoria.
¿Quién era Jacob? ¿Quién era Melanie?
–Annette… toma preciosa, te lo regalo pero ya no llores. Las princesas hermosas como tú, no deben llorar, sino reír siempre.
La niña me miró con una sonrisa agradecida mientras tomaba el helado. Al parecer, el no entender ni una palabra de lo que le decía era lo que menos le interesaba. La mamá expresó algo que me pareció un “gracias” y ambas se alejaron de nosotros.
Las observé irse, algo temblorosa por el recuerdo que había venido a mi tan fácilmente. ¿Eso significaría que mi memoria estaba recuperándose? ¿Mis recuerdos empezarían a llegar a mi más fácilmente? Esperaba que sí, esto de vivir en penumbras me desesperaba, me hacía sentir desvalida e impotente.
–¿Qué idioma estaban hablando?
–Checo –dijo por lo bajo, como si estuviera su mente en algún lugar lejano –Si ya terminaste de jugar al buen samaritano, es mejor que nos marchemos. –Gruñó Stanislav, mientras emprendía la marcha sin preocuparse si yo lo seguía o no.
Al principio me debatí entre seguirle o no, y al final me resigné a hacerle caso, al fin y al cabo, no conocía la ciudad y no tenía forma de regresar al palazzo. Prácticamente tuve que echar a correr para alcanzarlo en el estacionamiento.
–¡Hey, espérame! –puse una mano en su hombro, para atraer su atención, y de pronto, una serie de lucecitas multicolores empezaron a desfilar por mi mente, uniéndose hasta convertirse en una lluvia de imágenes de una niña muy parecida a Annette, la niña del helado.
Pero era una imagen perteneciente a un tiempo muy lejano; era una niña de ojos y pelo negro, con la piel blanca como la leche. Usaba un vestido gris de peto, unas calcetas blancas y unos gastados zapatos negros; en sí, toda su ropa era bastante usada, pero eso parecía no importar. La niña reía, a pesar de estar en una habitación pequeña y con escaza luz.
–¡Anna! –dijo quedamente la voz de una mujer.
–¡Maminka!
El idioma en que hablaban tenía el mismo ritmo en el que había hablado Stan con Annette y su madre.
Anna y su madre se abrazaban y la mujer empezaba a cantarle una especie de canción de cuna a la pequeña. Y quien las miraba, lo hacía con amor y sonreía; y ese aquel espectador que yo no podía ver, era Stanislav, estaba segurísima.
La visión duró poco, pero aún así me dejó quieta, bastante asombrada de lo que acababa de pasar.
–¿Piensas quedarte ahí parada?
–¿Qué significa “maminka”? –dije ignorando el tono enojado de Stanislav
–Significa “mamá” en checo… ¿Por qué?
Ignoré su pregunta.
–¿Quién es Anna?
El rostro de Stanislav se volvió duro, como si sólo escuchar ese nombre le doliera.
–¡¿Quién te habló de ella?! –me tomó de los antebrazos y me zarandeó fuertemente.
–Yo… yo….
–Escúchame bien, pequeña entrometida –por primera vez sentí miedo de él. Era la primera vez que su furia salía a flote conmigo. –Jamás, ¿entiendes? Jamás vuelvas a pronunciar su nombre, ¿entendiste?
–Stanislav, yo…
–¡Te prohíbo que hables de Anna! Si en algo valoras tu existencia, olvidarás aquello que sabes o crees saber de ella.
Me soltó de golpe, haciendo que trastabillara hacia atrás. Me sobé los adoloridos brazos, casi segura de que al día siguiente tendría por lo menos un buen moretón en uno de ellos.
Stanislav me abrió la puerta del auto, y nada más acomodarme en el asiento, la azotó con bastante furia; tanta que creí que el cristal se iba a romper o por lo menos, rajarse. Arrancó el auto, provocando un fuerte chirrido de las llantas en el pavimento.
Me mantuve en silencio durante el trayecto de regreso, tanto por el miedo que me había dado la reacción de Stanislav, tanto por todo aquello que daba vueltas en mi mente. ¿Quién era ese tal Jacob? Algo me decía que era una pieza importante en mi vida, sólo que no sabía por dónde buscar. Y luego, ¿qué había sido esa visión de la niña, de Anna? Me estremecí al recordar la reacción de Stanislav y su feroz amenaza. Había momentos en que uno tenía que reconocer cuando replegar el ataque, y esa ocasión, era una de ellas.

9 comentarios:

  1. ayy!! me sigues dejando intrigada... super bien te esta quedando la historia... gracias por subir capitulo tan pronto... ojala no tardes mucho con el siguiente... saludos!

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  2. Excelente rumbo que le estas dando a la historia, sigue escribiendo asi eres super, estoy bien emocionada , ya quiero leer la otra, pero tardate todo lo que quieras Mil graciass!!!

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  3. ya quiero saber lo del enfrentamiento

    entre nessie y los cullen ya quiero saber que va a pasar en esa etapa pero esta estupendo y cada ves se pone mejor

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  4. gracias,,,,, ay ke emocionante,,, me muero porleer lo ke sigue,,, gracias,,

    de verdad deverias dedicarte a esto,,,

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  5. esta genial!!!

    "Stanislav" me encanta! xD no lo puedo evitar JIJ

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  6. awka le interrumpe los recuerdos vdd..??

    ojalaa y no sufra maas renesmee T_T
    excelentee capituloo.. me encantoo
    no pierde su amor por las compraas y la modaa.. jajajaja geniaal !

    ojalaa prontoo subas el prox capituloo..
    qieroo sabeer maas.. jejejeje
    saludoos !

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  7. me gusta muchisimoo la historiaaa. me has provocado todo tipo de emociones. cn este tramo de la historia me has llegado a sentir la desolacion q tienen q tener toda la familia cullen o renesmee al no saber nada.. espero q el capitulo en el q la salven sea espectacular! y cuando se perdone cn jacob! espero q me hagas llorar! =D muchas gracias! espero el siguiente. besos desde españaa!

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  8. Me imagino que tantos pedidos de nuestra parte deben estar volviendote loca. Pero sabes lo que estaria bueno un cap contado desde Aro... Me intriga saber lo que pasa por su mente... Y ya que estamos me gustaria saber que demonios sucede con la familia Cullen, con Charlie, con Jacob, etc.
    Me imagino que la visita de Aro son Eleazar y Carlisle... Pero no entiendo para que demonios necesita a Awka... Sera que quiere nublarles la mente igual que hizo con Renesme?
    La parte de que Awka la quiere en su cama me repugna pobre Renesme lo que tiene que cargar...
    Y Stanislav se me hace se va a pasar al bando de los buenos... Ademas me encanta su personaje!!!
    La historia te esta quedando muy buena!! Y como siempre mil Gracias... No te pido acabes y postees rapido los capitulos porque sino más rapido se me va a acabar la lectura, y no quiero que se termine!!!

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  9. Me encanta la musica que pusiste!!
    Me pasas la lista con las cansiones y el cantante para bajarmelas del ares, esta muy buena la musica. de verdad!!

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