Disclaimer

Nombres y personajes de esta historia son propiedad de Stephanie Meyer (menos los que no salieron en la saga original). Lo único mio es la historia que va uniendo a tan maravillosos personajes.
Esto es un homenaje a una de mis sagas favoritas, sin fines de lucro, por mera distracción.

domingo, 27 de diciembre de 2009

DESENCUENTROS

–¿Y bien? ¿Qué se supone que tendría qué explicarte?

La voz de Stan sonó casual, pero pude detectar fácilmente la nota de interés oculta mientras aparentaba estar relajado esperado la respuesta.

Sentía la sangre bullir de enojo, con las manos hormigueándome por darle un buen puñetazo en su perfecta cara.

–¿Por qué estás tan enojada?

Me crucé de brazos mientras arqueaba la mirada. Sus palabras no hacían más que atizar mi enojo, recordándome que él podía sentirme, quisiera yo o no.

–Mejor dicho, ¿por qué estás tan cabreada conmigo?

Odiaba que pudiera leer en mí, odiaba sentirme en desventaja ante él. Odiaba sentirme vulnerable en sus manos.

“Por eso es una prueba de fe… confías en que no te hará daño ni abusará del poder que le has dado sobre ti… Al beber la sangre de otro, sabes lo que siente, lo que cree… es como leer su mente, como habitar en sus sentidos.”, las palabras de tía Alice no dejaban de dar vueltas en mi cabeza una y otra vez.

–Alice, déjanos a solas –pronuncié con rudeza y sequedad, sin desviar ni un milímetro la mirada del rostro de Stanislav, completamente tensa, intentando por todos los medios no terminar arrojándole cuanto tuviera a la mano en la habitación.

–Renesmee, no creo que sea una buena idea…

–Déjanos a solas –repetí una vez más.

–Alice… –Stan hizo un suave movimiento en la cabeza, a manera de petición a mi tía. Ellas nos lanzó miradas al uno y al otro repetidamente mientras abandonaba la habitación, y pude leer en su rostro la duda de si sería una buena idea hacerlo.

–¿Podrías vigilar que nadie nos interrumpa, por favor? –pronuncié justo antes de que mi tía saliera por completo por la puerta –Recuerda lo que me dijiste sobre papá.

–Lo sé… Sólo por favor, no vayan a hacer un lío enorme.

No pude pronunciar ni un sí o un no, lo único que quería es que me dejaran a solas con él para enfrentarle.

Stan entró por completo a la habitación, cerrando la puerta tras de sí. Sin mucho esfuerzo, supe de inmediato que no quería que nos escucharan; claro, algo sumamente difícil con la agudeza de oído que poseían los vampiros.

Me quedé en silencio, cruzada de brazos y sin quitarle la mirada de encima. Si las miradas mataran, en ese instante Stanislav hubiera caído sin vida.

–¿Vas a decirme qué sucede o tengo que adivinarlo?

–¿No lo sabes o te estás haciendo el tonto? –respondí

–Te recuerdo que el único que puede leer la mente es tu padre.

–Pues ojalá lea la tuya y te de la paliza que te mereces…

–Ven… –con su mano posada en mi antebrazo, intentó acercarme a él, pero yo m zafé de su contacto. No quería que me tocara, temía que si lo hacía iba lograra distraerme por completo y hacer que el enojo pasara a segundo termino.

–¡No, no quiero que me toques!

–Entonces, ¿qué va a ser? ¿Tengo que pasarme toda la noche intentando descubrir qué es lo que te tiene tan furiosa conmigo?

–Precisamente eso, ¡que sepas cuanto te detesto en estos momentos!

Me estaba costando un cielo no ponerme violenta, y cada segundo era peor el deseo de darle un buen bofetón. No iba a perder el papel, no iba a perder el tipo por él. No, no, no. Me habían educado para ser una dama sin importar las circunstancias, pero ¡diablos! No era fácil.

–Mujer, te juro que no tengo ánimos para estar adivinando misterios toda la noche, así que dime de una buena vez qué es lo que te pasa.

–¿¡Qué es lo que me pasa!? Tú y tu maldita manía de imponer tu voluntad, de avasallar sin importarte lo que los demás piensen, ¡eso es lo que me pasa!

–Esa no es una respuesta, no entiendo ni una palabra de lo que dices, así que mejor dime de qué soy culpable, según tú, esta vez.

–¿De qué? –Pronuncié seca y apretando la quijada –De que Alice me ha contado lo del sellamiento… ¡Ya me puso al tanto de la trampa que me tendiste!

–Te equivocas, yo no te he puesto ninguna trampa.

–¿Ah, no? Entonces, dime si es mentira que el que hallamos intercambiado nuestra sangre el uno con el otro no nos traerá ninguna consecuencia. Dime que no estoy “sellada” a ti quiéralo o no.

Stan exhaló un tanto cansado, con un gesto que indicaba claramente que la situación se le antojaba imposible.

–No puedo decirte tal cosa, porque… porque simplemente el intercambio de sangre entre los de nuestra especie no es tan sencillo. Pero lo que sí te puedo asegurar es que no hay nada obscuro ni retorcido detrás de ello, no importa cómo tu cabecita esté interpretando la situación.

–Ah, o sea que yo soy la que está mal, cuando es más que obvio que el único que ha ocultado información eres tú. –Me crucé de brazos, molesta pero intentando controlar el volumen de mi voz. Lo último que deseaba es que mis padres escucharan nuestra conversación mucho antes de que regresaran a la cabaña. –¿Por qué, Stan? ¿Por qué me ocultaste esto, sabiendo que odio que manipulen y me mientan? ¡Confiaba en ti, por todos los cielos!

–Estás mal, estás completamente equivocada en todo este asunto que está empezando a tomar proporciones ridículas.

–¿Ridículas? ¡Ridículo es que intentes meterte en mi sistema a fuerzas! No puedo creer que quieras manipularme de está manera, haciéndome creer cosas que no son, inventándote sentimientos que son mera ilusión con tal de tenerme comiendo de la palma de tu mano… ¿Por qué? ¿Por qué tenías que hacer las cosas así? Es que… ¡Arrgh!

Me llevé las manos a la cabeza, enterrando los dedos en mi de por sí revuelta melena en gesto exasperado. Me sentía terriblemente dolida, traicionada, herida. No me había importado cómo habíamos iniciado, pero yo había terminado por confiar casi ciegamente en Stanislav; y ahora, descubrir que se había valido de tretas para intentar manipularme y dejarme prácticamente sumisa a él, era un duro golpe. Por eso era mi coraje, dolía tanto que se convertía en rabia.

–No puedo creer que después de todo lo que hemos pasado, de todo lo que… –continué con la voz estrangulada, un tanto por el dolor, otro tanto por la rabia –No es posible que quieras usarme de esa manera, apoderarte de mí… ¿Qué es lo que pretendías con eso? –Lo miré directamente a su rostro adusto, buscando un pequeño gesto que hiciera que todos esos desagradables sentimientos se extinguieran casi por arte de magia. Pero nada, seguía con el perfecto rostro inexpresivo a la usanza de la guardia Vulturi. Entonces, una idea aún más desgarradora me cruzó por la mente –No, no… –meneé la cabeza negativamente, porque aunque en mi mente la idea iba enraizándose como hiedra venenosa, mi traicionero cuerpo se negaba a aceptarla.

–¿El qué? Suéltalo de una vez –pronunció casi entre dientes, molesto. Era como si el supiera lo que yo estaba pensando, como si pudiera ver lo que mi mente empezaba a creer. –Ya me condenaste mucho antes de permitirme defenderme, así que, sólo dilo.

–Todo este tiempo nos has engañado, nunca has dejado de trabajar para los Vulturi.

Nada más pronunciar las palabras, me arrepentí. La acusación ponía en duda su honestidad, y dudar de la honorabilidad de Stan era un golpe bajo para él.

–Supongo que me acusas de ser una especie de doble agente, de jugar tanto para ustedes como para los italianos –su voz salió con toda calma y naturalidad, como si estuviéramos hablando de algo tan banal como el clima. Pero no me engañaba, podía reconocer la tormenta que se estaba formando debajo de esa fría apariencia; más que reconocerla, empezaba a sentirla – Crees que todo se trata únicamente de tender una complicada y retorcida red alrededor de ti y de tu familia, para darles el golpe final cuando menos se lo esperen… ¡Cuando yo lo único que he hecho es salvar tu maldito trasero una vez más!

–Entonces, ¿no es verdad?

Stan fue quien ahora me dirigió una larga y dura mirada, provocándome la incómoda sensación de que había cometido un terrible error que difícilmente podría reparar. Detestaba esa sensación, puesto que decir “lo siento” jamás había sido mi fuerte.

–¿Sabes? No tiene caso que te responda. No cuando ya decidiste que soy culpable.

–¿Y qué quieres que piense cuando te apareces sin más en mi vida después de cuatro años? No sé por qué regresaste, no dices a qué has vuelto o qué es lo que quieres de mí… Y luego esto del sellamiento. Disculpa si hiero tu sensible ego al sospechar de tus intenciones.

–¿Y qué quieres que te diga? Ya decidiste que soy un hipócrita con motivos ocultos para estar cerca de ti.

–¡Pues explícate! Déjate de misterios, ¡habla de una maldita vez! Si no quieres que crea lo peor de ti…

–Ok, ¿sabes por qué no te dije lo del sellamiento? ¡Porque sabía que te ibas a poner así o más histérica si te enterabas! Y disculpa si mi intento de salvarte de convertirte en una de nosotros terminó siendo una ofensa para ti… Supongo que debí dejar que la ponzoña hiciera efecto, tal vez así no te hubieras sentido tan ofendida.

La forma en que lo dijo me hizo sentir una completa malagradecida. Era cierto que sin la intervención de Stan, en esos momentos estaría retorciéndome del dolor en medio del proceso de conversión vampírica.

Guardamos silencio los dos, mirándonos mutuamente. El ambiente estaba cargado de tensión y un montón de sentimientos revolucionados. Yo me sentía furiosa, herida, triste y arrepentida, todo al mismo tiempo y la sensación no era para nada placentera; y para colmo de males, sabía que Stan estaba igual que yo, lo sentía.

–Tienes razón en algo –pronunció él al fin, rompiendo el áspero silencio de la habitación –Sí hubo un motivo oculto por el cual te di de beber de mi, ¿quieres saber cuál es?

Sentí que el corazón se me arrugó al escuchar sus palabras, así que me limité a encogerme de hombros, como si no me importara realmente si me decía o no ese motivo oscuro.

–Lo hice para nivelar las cosas entre nosotros, porque no quería que estuvieras en desventaja con respecto a mí… Sabía muy bien las consecuencias de beber de ti y la única manera de balancear esta situación era que tú bebieras mi sangre. Sabía que necesitabas alimentarte para recuperarte, así que aproveché y maté dos pájaros de un tiro: sacié tu sed y, al mismo tiempo, yo quedaría a tu merced, te pertenecería en la misma manera en que tú me perteneces a mí.

–Debiste decírmelo cuanto antes…

–Tal vez, pero lo último que quería era que agregarte una carga más... No sé, tal vez pequé de ingenuo pensando que lo mejor era no decirte nada, dejar que con el tiempo este primer lazo fuera perdiendo fuerza.

–Reconozco que de cierta forma, suena lógica la explicación pero… No puedo evitar sentirme engañada, frustrada. –Respiré profundamente para soltar el aire con violencia. Sentía una sensación de ahogo, como si de tanto me costara incluso respirar con facilidad –Odio la idea de verme atada una vez más a un destino que parece irremediable, sentir que una vez más ya no tengo opción, que no se me ha dado la oportunidad de elegir lo que deseo… No quiero ni puedo volver a pasar por ahí otra vez, ¡No quiero!

–Yo jamás te obligaría a nada, puedes estar tranquila por eso.

–Pero ya estoy atada a ti, quiera o no. Gracias a este lazo, ahora prácticamente habitas en mis sentidos, en mis emociones. Puedes hacer que crea o sienta lo que tú quieras, ya no tengo ni siquiera secretos para ti.

–¿De qué estás hablando? Esto no funciona así.

¿?

–El sellamiento no es ninguna especie de lavado de cerebro ni tampoco se trata de crear falsos sentimientos de la nada.

–¿Entonces?

–Entonces… ¿realmente vale la pena que te lo diga? No creo que tenga caso, ya no.

–¡Odio que hagas esto! ¿Por qué no hablas a las claras? ¿Por qué te callas las cosas y lo complicas más?

–Yo no soy quien complica las cosas, Yo tengo bastante claro lo que quiero, lo que necesito. Eres tú la que sólo entiende y ve aquello que le conviene.

–Debes estar bromeando. No tienes idea de lo que estás diciendo. Claro que me siento confundida y perdida, no tienes idea de lo que he tenido que pasar todo este tiempo que fuiste.

–¿Crees que eres la única que ha tenido que lidiar con un montón de dolor y demonios personales?

Recordé lo que había dicho tía Alice sobre Annie y sentí una tremenda tristeza al imaginar lo duro que debió ser para Stan ver cómo se iba deteriorando la mente de su hija y él no podía hacer nada salvo esperar a que llegara el final.

–Sé que Annie murió, lo siento.

–No quiero hablar de eso.

–Pero…

–¡No quiero tocar el tema de mi hija en estos momentos! No quiero que termines acusándome de usar a mi Annie para conmoverte y distraerte de la atrocidad que según tú, he cometido contigo. No pienso permitirlo.

–¿Qué clase de persona crees que soy? Jamás me atrevería a decirte algo así, cuando sé lo que es el dolor de perder un hijo.

Otro incómodo y denso silencio. No se cómo, pero de alguna manera la pelea parecía estar a nada de salírsenos de las manos.

–Me rindo. Ya no quiero seguir con esto… Es obvio que diga lo que te diga, nada hará que cambies de idea con respecto a mí. Te convertiste en juez y verdugo, sentenciándome rápidamente sin darme una sola oportunidad.

»Y no solamente me refiero a esto del intercambio, sino desde antes. Es más, creo que usaste lo del sellamiento como un pretexto para pelearte conmigo, para alejarme y poder estar nuevamente con el tal Black sin que yo fuera un obstáculo entre ustedes.

–¿De qué estás hablando? ¿Qué tiene que ver Jacob en todo esto? –no podía dar crédito a sus palabras, ¿por qué traer a Jake a nuestra conversación? –Esto es algo entre tú y yo únicamente.

–No, no es verdad… Nunca ha sido algo únicamente tuyo y mío, él siempre estuvo presente aún y en tu amnesia, aún y en tus sueños.

–¡Es ridículo que traigas a colación algo que es agua pasada!

–Ja, ¿ridículo? Entonces dime que no es verdad que verlo de nueva cuenta no ha despertado nada en ti. Dime que su sola presencia no removió nada en tu interior.

–Y si así fuera, ¿a ti qué? No veo por qué tendrías nada qué reclamarme. Hasta donde yo lo recuerdo, ¡tú y yo no tenemos nada qué ver, por mucho que hayamos intercambiado sangre!

La expresión de su rostro era como si le hubiera dado un duro golpe de lleno. Algo que no había cambiado para nada era el hecho de que Stan parecía tener el poder de sacar lo peor de mí. Cada vez que nos habíamos peleado, había logrado que terminara diciéndole palabras duras aún cuando eran mentira o reconocía que estaban mal. Así habían sido nuestras peleas, explosivas y llenas de fuego.

–¡Bien, entonces yo no tengo nada que hacer aquí! ¡Me largo!

–¡Vete! ¡Nadie te ha pedido que te quedes!

Nos miramos con furia, con la respiración acelerada. Lo odiaba, lo deseaba, lo quería, lo repelía… Todo al mismo tiempo, toda esa maraña de sentimientos corriendo por mis venas, sintiendo su furia, sintiendo su deseo enlazados a mis sentidos, aferrados a mi piel.

Me lanzó una última mirada dura con la que me recorrió de los pies a la cabeza mientras esbozaba una seca sonrisa ladeada. Sin más, dio media vuelta y con decisión se encaminó hacia la puerta, listo para marcharse.

Al llegar al marco de la puerta se detuvo, pero no se molestó siquiera en volver el rostro hacia mí mientras pronunciaba unas últimas palabras con una voz por demás fría.

–Por si te interesa, el sellamiento no inventa sentimientos, sino que intensifica aquellos que ya existen entre quienes intercambian su sangre. Nada surge de forma espontanea… es poner cada sentimiento en su estado más puro y sincero.

Quise decir algo, pero él prácticamente se esfumó ante mis ojos, sin darme tiempo de detenerle.

Con el sentimiento de una amarga derrota, me dejé de sentón sobre la cama, segura de que de alguna forma las cosas se habían vuelto contra mí. Había lastimado a Stan, de eso estaba completamente segura, pero lo que no sabía era qué hacer a continuación. Una vez más me hundía en la confusión.



–¿Y Stan?

–Se ha ido. –Pronunció con suavidad tía Alice sin dejar de contemplar hacia el exterior a través de la ventana de la sala, y al escucharla sentí como si un enorme hueco se abriera bajo mis pies.

Había dejado la seguridad de la recámara, dispuesta a limar asperezas con Stan. Siendo honesta, tenía qué reconocer que si no hubiera sido por él, los Vulturi se habían apoderado de mí. Y si no hubiera sido por su sangre, en esos momentos no sería capaz de sostenerme en pie por mi misma. Su sangre me había puesto más fuerte, me había ayudado a recobrar algo de color y a desaparecer las profundas ojeras que había tenido desde hacía mucho tiempo atrás.

Sí, detestaba el hecho de que me ocultara las consecuencias de ese intercambio, pero debía reconocer que en cuanto al sellamiento, yo estaba en una posición de poder con respecto a Stan. Yo había bebido dos veces de él, ya había dejado mi marca en él, él era más mío que nunca. ¿Por qué lo había permitido? ¿Por qué se había puesto en esa posición ante mí? No quería pensar en las respuestas de esas preguntas, tenía miedo de lo que podía descubrir en ellas….

“…yo no tengo nada que hacer aquí! ¡Me largo!”

“¡Vete! ¡Nadie te ha pedido que te quedes!”

Sentí pánico. Prácticamente lo había echado de ahí. Recé mentalmente porque una vez más, el muy cabezota decidiera no hacerme caso.

–¿A dónde? –pregunté con voz temblorosa

–Ha dicho que regresaba a casa.

–¿Qué? ¿Lo dejaste irse así nada más? ¡Es una locura! Stan no puede andar sólo por ahí en estos momentos, no cuando los Vulturi están cazando no sólo a la familia sino también a nuestros amigos.

–¿Pero es que no es eso lo que querías? –por fin tía Alice pareció dignarse a mirarme. No había reproche en sus ojos, pero sí un brillo un tanto extraño que no supe interpretar. –Tú misma le pediste que se fuera y él supo que era en serio. Él puede sentirte, ¿lo recuerdas?

–No era en serio… sólo estaba demasiado enojada y lo dije sin sentirlo en verdad. No quiero que se vaya y termine en peligro. Mucho menos por mi culpa.

Algo vio tía Alice en mi gesto que hizo que en un santiamén estuviera a mi lado, envolviéndome con sus finos brazos en señal de consuelo.

–Yo sé que no lo dijiste en serio. Y por eso Jasper fue con él, para intentar bajarle los ánimos y evitar que termine haciendo una tontería. Stan nos necesita y nosotros le necesitamos a él.

Supuse que lo decía por aquello de la cuestión numérica. Nuestra familia era pequeña desde la muerte de tía Rose y la posterior marcha de tío Emmett. Si llegaba la guerra (cosa que cada vez se tornaba en algo más tangible), íbamos a necesitar el mayor número de aliados posibles. Sobre todo, cuando algunos de nuestros amigos estaban desapareciendo.

–Al decirte lo del sellamiento, lo último que quería era causar problemas entre ustedes. Lo siento.

–No pasa nada, tía. Es algo que Stan y yo solucionaremos, ya lo verás.

Dije forzando una sonrisa, cuando en realidad no estaba segura de mis propias palabras ni de si tío Jasper lograría detenerlo. Le había asestado un duro y cruel golpe al dudar de su honestidad y su confianza, y para alguien como Stan, eso era algo imperdonable para su ego.

“..el sellamiento no inventa sentimientos, sino que intensifica aquellos que ya existen entre quienes intercambian su sangre. Nada surge de forma espontanea… es poner cada sentimiento en su estado más puro y sincero...

–Tía, sobre el sellamiento…

–¿Si?

–Esto, ¿hace que sientas cosas sin realmente sentirlas?

–¿Cómo? –pronunció perpleja mientras aflojaba el abrazo.

–O sea, que si te hace creer que tienes ciertos sentimientos hacia alguien pero es mera ilusión, un simple espejismo que en realidad no existe.

–Creo que no me entendiste muy bien. El sellamiento no crea amor, deseo, simpatía o lo que sea de la nada. No, el sellamiento vuelve mucho más intensos esos sentimientos, tanto que casi duelen.

»No es algo fácil de explicar lo que sucede, no hay palabras exactas para ello. Es enlazar lo que eres, lo que sientes, lo que piensas con el otro. Lo sientes, lo vives, lo posees. Reducirlo a empatía no es suficiente, se queda corta la palabra.

»Tal vez un poeta podría decir que es enlazar dos almas de manera indestructible, dejando en el otro una parte de la nuestra. Claro, si tuviéramos una, así podría describirse.

–Entonces todo lo que pueda sentir por Stan, ¿es real?

–Sí, sea lo que sea, son sentimientos que ya están en ti. Si lo quieres, lo harás de la forma más intensa y pura que puedas llegar a imaginar. Si le odias, será de igual manera. Por eso el sellamiento es prácticamente un tabú, porque si no sabes controlar los sentimientos, pueden acabar contigo fácilmente.

No supe qué decir, no sabía qué hacer con esa información. Era más fácil cuando creía que cualquier cosa que sintiera era una mera ilusión, era más fácil para mí manejar así la situación, echarle la culpa a Stan, creer que eran manipulaciones suyas. Era abrumante el montón de posibilidades que acarreaba este nuevo descubrimiento.

Tía Alice se envaró repentinamente, mostrando cierta tensión en su cuerpo. La miré un tanto asustada por esa actitud de alerta de mi tía. Digamos que los tiempos no estaban para tomarse las cosas a la ligera tan fácilmente.

–¿Qué pasa? –pregunté con voz temblorosa. Genial, lo último que nos faltaba era que justo cuando estábamos las dos solas, apareciera algún “comando marcial” de los Vulturi y decidiera atacarnos.

–Nada, es sólo que alguien se aproxima. Es uno de los quileutes.

¿? –a pesar de todo, aún podían sorprenderme los dones que algunos miembros de mi familia poseían. Supuse que la tía podría haber logrado captar el característico aroma de alguno de los chicos o tal vez hubiera podido escuchar su voz aún y a larga distancia.

–Simplemente he dejado de poder “ver” a mi alrededor –agregó, respondiendo a la pregunta no hecha.

Casi en seguida, unos firmes golpes llamaron a la puerta de la cabaña. Lamenté que mis padres jamás se hubieran decidido a ponerle una mirilla, pero claro, ¿quién se podría imaginar que dos vampiros pudieran tener miedo de alguien? Además, la cabaña estaba tan metida en el bosque que era difícil que alguien pudiera dar con ella tan fácilmente. Aún así, me hubiera encantado saber quién se estaba exactamente al otro lado de la puerta; aún podía recordar la forma en que Quil me había mirado antes en el bosque y seguía estremeciéndome nerviosamente ante la visión.

Respiré profundamente para darme un poco de valor antes de dar el par de pasos hacia la puerta y abrirla. Mentiría si dijera que no me sorprendió encontrarme a Jacob al otro lado del umbral.

–Err… buenas noches.

–B-b-buenas noches, Jake –balbuceé torpemente, sin percatarme de que había utilizado la cariñosa forma en que usaba llamarle durante el tiempo que habíamos estado juntos.

Pude leer en su bronceado rostro que para él también era incómodo esa especie de encuentro; supuse que si así era, debería haber entonces una muy buena razón que lo llevara a aparecerse a la puerta de nuestra cabaña.

–Quisiera hablar con tus padres. –Anunció un tanto seco, sin andarse por las ramas, como decidido a hacer lo más breve posible el encuentro entre nosotros.

No pude evitar sentirme mal, digo ¿a quién le gusta saberse odiada por alguien más? Pero tenía que asumir el hecho de que tantos errores, tanto dolor que le había provocado a Jacob, tenían sus consecuencias.

–No están, salieron.

–Oh, ya veo.

–¿Quieres pasar? Puedes esperarlos dentro. –Jacob arrugó ligeramente el ceño, por lo que me apresuré a agregar:– Sólo estamos tía Alice y yo.

–No creo que sea una buena idea… Será mejor que me vaya.

Jacob dio media vuelta y empezó a alejarse de ahí.

Volví el rostro hacia tía Alice y con un rápido susurro pronuncié “Ahora vuelvo” antes de cerrar la puerta tras de mí y salir al oscuro exterior.

Tenía que hablar con Jake y sabía que tal vez no tendría una oportunidad para estar a solas con él, tal y como era en esos momentos. No dejaba de recordar la última mirada que me lanzó en el bosque, ese brillo de tristeza en sus ojos.

–¡Jake, espera! –grité para detener su marcha.

Él se detuvo, y vi cómo tensaba sus hombros, percibí la forma en que dudaba en volverse a mí o ignorar mi llamado y seguir adelante.

Casi con resignación, se giró en redondo, mirándome fijamente antes de decir con sequedad:

–¿Qué pasa?

–Yo… quiero hablar contigo.

No pude evitar el ligero temblor en mi voz. Temí que el valor que me había impulsado a ir tras él me abandonara, así que respiré profundamente, llenándome los pulmones con el helado aire de la noche, y de paso, llenándome de valor nuevamente.

–¿De qué?

En las escuetas palabras de Jacob noté lo tenso que estaba. Supuse que estaba haciendo un enorme esfuerzo para controlar todos los malos sentimientos y pensamientos que con seguridad mi sola presencia debían de presentarle para él.

–De… de nosotros…. Del pasado.

Una fuerte ráfaga de viento helado nos pegó de lleno. Temblé, sin estar segura si era de frío o de aprehensión ante lo que se venía.

–¿Tienes frío? –preguntó, ignorando deliberadamente mis palabras –Tal vez sería mejor que regreses a la cabaña. En el canal del clima han pronosticado una gran nevada esta noche.

–No, no es necesario. Estoy bien –aún así, me abracé a mi misma, intentando aplacar los temblores de mi cuerpo. Jacob, por su parte, parecía inmutarse en lo más mínimo por el frío.

Claro, ¿cómo hacerlo cuando su temperatura corporal era de unos 42oC en promedio? En esos momentos iba vestido apenas por una ligera camiseta gris oscura de algodón y un par de descoloridos jeans. Aunque yo también tenía una temperatura un par de grados por encima del resto de los humanos, no se comparaba a la capacidad de tolerar el crudo invierno de Washington de los quileutes.

–Entonces… ¿crees que podamos hablar? –insistí.

–Sinceramente, no creo que sea buena idea… no veo el caso, cuando todo está bastante claro.

–¿Sí? ¿Qué es lo que te parece “bastante claro”?

–Durante mucho tiempo me pregunté por qué te habías ido; pensé una y otra vez qué es lo que yo podría haber hecho mal para alejarte de mí.

–Tú no…

–Pero ahora, lo sé. –Jacob siguió hablando, ignorando mi intento por interrumpirle –No es que yo hubiera hecho o dicho algo mal, simplemente no era la persona correcta… o mejor dicho, el tipo de monstruo correcto.

–No te entiendo.

–¿No? –dijo esbozando una sonrisa ladeada, un tanto incrédula, un tanto burlona –¡Vamos, Nessie! Era obvio que yo nunca fui suficiente para ti, yo no era aquél a quien tú querías a tu lado… ¿Cuánto tardaste en darte cuenta? ¿Desde el principio? ¿Cuándo descubriste que esperabas a nuestro hijo?

–Si lo dices por Stan, él no tuvo nada qué ver con que yo me fuera.

–¡Por favor, no mientas! Si quieres hablar, está bien, hablemos. Pero sin mentiras, sin medias verdades… estoy cansado de tantas de esas cosas entre nosotros.

–Lo último que quiero es mentirte o hacerte daño, Jake… O por lo menos no hacerte más del que te he provocado. Lo único que quiero es pedirte perdón.

–¿Perdón? ¿Por qué? ¿Por irte cuando más te necesitaba? ¿Por dejarme por él?

–¡Yo no te dejé por él! Jamás fue él la razón por la que dejé La Push y la vida que habíamos empezado ahí.

–¿No? Disculpa si no puedo creerte. Él siempre fue esa razón por la que no pudiste estar conmigo al cien. Él siempre fue el tercero en nuestra vida, él fue el fantasma que empañó nuestra historia.

–¿Por qué dices eso? Durante el tiempo que viví contigo, que fui tu mujer, te fui fiel. Nunca hubo nadie más que tú. Mi cuerpo y mi mente siempre estuvieron ahí por ti.

–Tal vez tu cuerpo, tal vez te esforzaste en que tu mente consiente estuviera ahí, pero lo más importante, no. Tu alma, tu corazón no estaban ahí. Sí, tenía tu cuerpo, pero tu corazón no latía por mí.

–¿¡Cómo puedes decir eso cuando renuncié a todo por estar a tu lado?! Dejé a mi familia, a mis amigos, mi mundo entero por estar en el tuyo… Me esforcé por ser una digna compañera para ti, luché con todas mis fuerzas por doblegar esa parte de mi naturaleza que tu gente odiaba de mí. Dejé a un lado el mundo de riquezas y comodidades al que estaba acostumbrada, sin importarme en lo más mínimo con tal de demostrarte que estaba dispuesta a todo por estar a tu lado, por seguir el destino que estaba trazado para nosotros. ¡Sacrifiqué todo eso por ti, por los dos!

–Ese fue el problema, que para ti, estar conmigo no fue sino un sacrificio, cuando el verdadero amor no tiene nada qué ver con ello.

–¡Yo no…! ¡Demonios, estás malinterpretando todo...!

–No, no. Sólo estoy poniendo las cosas en claro.

–Estás completamente equivocado… Yo te elegí a ti. Yo me quedé a tu lado.

–Te quedaste, pero en realidad deseabas estar en un lugar muy lejano y con alguien más, ¿o no?

–Insistes en eso.

–¿Cómo no hacerlo cuando no quieres reconocerlo? Por favor, si hasta haz regresado con él.

–Sí, pero no es de la forma que crees… Cuando me fui de aquí, no corrí tras Stan. –Jacob enarcó la ceja, mostrando su incredulidad. –Vagué de aquí para allá un tiempo antes de mudarme definitivamente a Nueva York. Ya te lo había explicado ayer.

–Pero sigo sin creerlo, no puedo. Basta con mirarles para saber qué entre ustedes no hay únicamente una simple amistad.

–No te voy a mentir diciéndote que Stan no ha sido una parte importante en mi vida, pero él jamás tuvo nada qué ver con mi decisión de irme de tu lado.

–Entonces, ¿por qué? Dímelo, quítame esta losa tan pesada que he cargado durante tanto tiempo. ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué destruiste lo que habíamos construido?

–Me fui porque simplemente ya no tenía nada qué darte. Ya no había nada en mí lo suficientemente bueno para poder estar contigo.

–Esa es una estupidez…

–¿Estupidez? Por favor, Jake… ¿Qué podía darte que no fuera dolor, tensión o problemas? Tu gente recelaba de mi mucho antes de lo que sucedió con Claire… Sabía muy bien que estaban esperando en cualquier momento que el monstruo que vive en mí saliera a la luz.

»¿Crees que no sabía que casi toda la manada estaba en contra de que yo viviera en la reserva? ¿Crees que ignoraba las constantes discusiones con ellos y con tu padre por tu decisión de convertirme en tu mujer? Yo sabía lo difícil que era para ti estar en medio de ello, pero siendo tan bueno como eres, hubieras podido seguir así eternamente, consumiéndote en medio de tanta presión con tal de no dejarme. Hubieras sido capaz de dejar nuevamente todo con tal cumplir tu palabra de estar siempre a mi lado, y eso era algo que yo no podía permitir.

–Por favor, no me digas que soy “bueno”; más que un halago, suena como un insulto… Parece que hablaras de alguien patéticamente débil y sumiso.

–No, jamás podría decir algo así de ti. –Tuve que refrenar el deseo de tocar su rostro con mis manos, borrar las ligeras arrugas que se formaban en su ceño. Pero no tenía derecho de consolarlo, era algo que había perdido al dejarlo de la forma en que lo había hecho. –Tú siempre has sido alguien fuerte, decidido, una firma roca en la qué apoyarse en los tiempos difíciles… Eres el sueño de cualquier mujer.

–Pero no el tuyo.

–Jacob…

–Vamos, llamémosle a las cosas por su nombre. No importa cuantas virtudes y bondades puedas encontrarme, pero la verdad es que nunca fui suficiente para ti. Nunca pudiste amarme realmente.

–¡Es que nunca se trató de quererte o no lo suficiente!

–Entonces, ¿qué fue?

–¡Que nunca supe cómo hacerte feliz!. Y eso me estaba consumiendo, me estaba matando lenta y tortuosamente.

Jacob se quedó sin palabras; era como si no se esperara esas palabras.

–Te quiero, te quise y sé que una parte de mi siempre te querrá pero… pero eso no era suficiente, porque yo sabía que no eras completamente feliz a mi lado.

–Eso no lo sabes…

–No era necesario que me lo dijeras de viva voz, bastaba verte cuando estabas sumido en tus pensamientos y creías que yo no te veía. Bastaba con escuchar por accidente conversaciones, o simplemente bastaba con que Leah me tocara para que me mostrara todos tus pensamientos y todos los problemas que tenías por mi culpa.

–Leah… –pronunció entre dientes, con un dejo de molestia.

Leah había sido terriblemente cruel conmigo, sin repararse ante el hecho de que yo estaba embarazada. Gracias a la conexión mental que tenían los miembros de la manada, ella sabía que bastaba tocarme para que mis emociones (desquiciadas por las hormonas del embarazo) echaran a andar mi don. Le encantaba “pasarme” todas y cada una de las discusiones que Jake tenía por mi culpa; todos los comentarios que los quileutes hacían sobre mí.

Pero su parte favorita para atormentarme eran los recuerdos sobre la muerte de Sam Uley y la forma en que yo le había destrozado su vida. Disfrutaba haciéndome ver una y otra vez el recuerdo de la noche que Sam le había propuesto casarse, de la alegría que sintió al saber que por fin tendría una familia al lado del amor de su vida; y después, como toda esa felicidad se convertía en amargura al perderlo definitivamente, al descubrir que los pequeños Mary y Sam jr., ya no serían sus hijos, sino que su custodia iba a parara manos de Emma y Jacob. Leah siempre se había mostrado como una persona de carácter muy difícil, pero a raíz de la muerte de Sam, lo único que pareció quedar en su interior fue amargura, rabia y odio hacia mí y el mundo del que yo provenía.

–Debiste hablar conmigo en lugar de conformarte con hacer suposiciones sobre lo que yo creía o pensaba.

–¿Y me hubieras dicho la verdad? Claro que no –respondí con firmeza –Hubieras callado hasta el día de tu muerte antes de contarme lo que estaba sucediendo.

–No veía caso preocuparte… Esperaba que con el tiempo, las cosas empezaran a mejorar.

–Pero no fue así. Todo aquello que empezamos a guardar y callar terminó por explotarnos en la cara.

–Supongo que en eso ambos tenemos la culpa.

–Supongo… pero, a la distancia, puedo ver que hice un montón de cosas mal, que cometí tantos errores que… Perdóname por todo.

–Yo también tengo mi parte de culpa. Yo también cometí errores y uno de ellos es que jamás debí permitir que regresaras a mi lado, o por lo menos no sin estar segura de qué era lo que realmente querías. Fui un egoísta, lo reconozco, porque lo que más deseaba era tener una vida feliz a tu lado.

»Traté de ignorar mis sospechas de que habías vuelto movida por la culpa de mis heridas. Intenté dejar de lado tu historia con… con ese vampiro. Pero en el fondo no pude, simplemente era demasiado como para dejarlo pasar.

Respiré hondo, tratando de deshacer el nudo que se había formado en mi garganta. Recordar el pasado escocía en carne viva.

–Jamás debí permitir que te apresuraras… –continuó –Aunque… el día que me dijiste que estabas embarazada, que llevabas a mi hijo dentro de ti, fue el día más feliz de mi vida entera.

–Y el mío también… En esos momentos, creí que por fin había alcanzado la felicidad plena. Te tenía a ti, tendríamos a nuestro hijo, nuestra propia familia.

–Pero no lo tenías a él. –Dijo con voz acusadora –Y ese hueco te dolía hasta el alma, aunque quisieras ignorarlo.

–Jake…

–¿Qué tenía él que yo no pude darte? ¿En qué es mejor que yo?

–Estás diciendo tonterías…

–¿De verdad? Entonces dime por qué él nunca dejó de estar en tu mente, por qué nunca abandonaba tus sueños.

Le miré sorprendida. ¿Cómo lo sabía?

–No pongas esa cara de sorpresa. ¿Crees que no sabía que todas las noches, era él quien habitaba en tus sueños? ¡Por favor! Si no dejabas de llamarlo en sueños, a veces con tal desesperación que me desgarraba el alma.

–Yo… no…

–¡No me mientas! No, por favor. –su voz sonó derrotada, cansada.

–No creí que lo supieras… –Tenía razón, no iba a mentirle. El hecho de que Stan jamás hubiera abandonado mis sueños aún cuando estaba comprometida con Jake, era una culpa demasiado pesada. –Siento no haber podido dejarlo de lado, pero… supongo que todos cargamos con un pasado a cuestas.

–Y supongo que hasta en eso también tengo parte de culpa, por nunca hacerle frente. Reconozco que fui algo cobarde al intentar ignorar lo que había pasado durante el tiempo que estuviste en poder de los Vulturis; pero sólo imaginarme que estuviste con otro… ¡Me volvía loco de celos!

–En eso estamos empatados, porque yo tampoco quise hurgar en el tu pasado con mi madre.

–Nessie, Bella y yo nunca…

–¿Nunca tuvieron una relación amorosa? Ok, tal vez no en papel pero eso no quiere decir que no compartieran sentimientos demasiado fuertes. Si ella nunca hubiera vuelto a cruzar su camino con el de mi padre, entonces ustedes estarían juntos, entonces yo llamaría “papá” a otro. ¿Es necesario que te diga quién hubiera sido?

»Acepto que cargué con el recuerdo de Stan pero también acepta que el fantasma de mamá era un peso demasiado grande entre nosotros.

–Ella siempre ha sido una amiga para mí, mi mejor amiga.

–Pero no siempre fue así. Tú deseabas que se quedara para siempre contigo.

–Eso fue hasta que llegaste tú.

Enterré las manos en mi pelo, en gesto de desesperación.

–¿Sabes qué? No tiene caso seguir con esto… Si no lo hablamos antes, cuando importaba, ¿para qué sacar esos fantasmas del pasado? No tiene caso.

–Está bien –concedí –No tiene caso hablar de ello.

Nos quedamos callados, rodeados únicamente por los sonidos propios del bosque. Levanté la mirada al cielo, un tanto para estirar los engarrotados músculos de mi cuello, otro tanto para darme un respiro y acomodar mis ideas. Vi si apenas una solitaria estrella entre el montón de nubes que cubrían el oscuro cielo. Supuse que la tormenta de nieve que había mencionado Jacob realmente sería violenta.

–¿Puedo preguntarte algo? –pronunció Jacob con lentitud, rompiendo el silencio entre nosotros.

–Dime.

–¿Por qué me dejaste de lado cuando perdimos a Isaiah? ¿Qué hice para que me rechazaras de esa manera?

–¿De qué hablas?

–De que dejaste de lado, te encerraste en tu propio dolor que te olvidaste de que yo también estaba sufriendo igual que tú, de que yo también había perdido a mi hijo y no sólo eso, sino que estaba perdiendo a mi mujer.

–Yo nunca quise… no sabía… –sentí el picor de las lágrimas y tuve que detenerme un momento a respirar a profundidad, luchando por no llorar. –Traté de sobrellevar la pena de la única forma que pude. Yo no podía ver más allá de mi dolor, de mis culpas y remordimientos por la muerte de mi bebé.

–¿Culpas?

–Sí, porque sé que es mi culpa que nuestro hijo haya muerto. Si no hubiera atacado a Claire esa noche, si hubiera sido más fuerte y no me hubiera dejado dominar por el instinto… tal vez nada se hubiera torcido, tal vez Isaiah todavía estaría vivo.

Y tal vez, si nunca hubiera deseado por un instante que mi bebé fuera de Stan, tal vez Dios no me hubiera castigado de esa manera”, terminé en silencio. Eran palabras que nunca podría pronunciar en voz alta, no sin causar más dolor del que ya había sembrado a lo largo de mi vida.

–Debiste dejarme acercarme a ti, dejar que te ayudara.

–Nadie podía ayudarme. Era demasiado dolor… me estaba matando y consumía todo lo que me rodeaba.

»Por eso me fui, porque ya no había nada en mí que pudiera darte que valiera la pena. No podía darte una vida feliz, no podía darte ni siquiera un hijo… Lo único que me quedaba por hacer era regresarte tu libertad.

–¿Y quién te dijo que eso era lo que yo quería? Jamás me preguntaste qué era lo que deseaba.

Jacob me aprisionó con fuerza por los antebrazos, zarandeándome un poco en le proceso. Pude sentir la forma en que sus manos temblaban sobre mi piel.

–¿Y qué es lo que querías, Jacob?

–A ti, lo único que siempre quise fue a ti, completa.

No sé en qué momento, no sé como, pero de pronto me encontré entre sus brazos, con sus labios unidos a los míos. Al principio me quedé paralizada por la sorpresa y el desconcierto, pero poco a poco sus ardientes labios empezaros a exigirme una respuesta. Le rodeé el cuello con los brazos, enterrando con desesperación mis dedos sobre su lisa melena negra mientras mi lengua se enlazaba a la suya, en un compás que creí olvidado tiempo atrás.

Tal vez fuera el montón de sentimientos a flor de piel, tal vez fuera él, el caso es que mi don se echó a andar, descargando un montón de recuerdos de su cabeza a la mía. Tantos fragmentos de recuerdos, tanto amor, dolor, desesperación, desilusión… Era abrumador y mentalmente me pregunté cómo había podido con tanto, cómo había hecho para no explotar.

El corazón se me encogió, lleno de angustia. Quería borrar su dolor, quería llenar ese hueco que poseía su alma a costa mía.

Jacob me acercó más a su macizo cuerpo, estrechándome de tal manera como si creyera que yo podría desaparecer de un momento a otro. Recordé lo bien que siempre me sentía en sus brazos, la sensación de seguridad que encontraba en ellos… Y también recordé que a pesar de ello, de esa sensación de tranquilidad y serenidad, mi traicionera mente nunca había podido dejar de lado el recuerdo de Stan.

El recuerdo del vampiro checo fue como un baldazo de agua fría, un brusco llamado a la realidad. Debía parar esta locura, debía dejar de atormentar a Jacob de esta forma tan despiadada.

Con esfuerzo rompí nuestro beso, susurrando un incoherente y débil “no”, prácticamente sobre sus carnosos labios.

–¿De verdad? –susurró él con la voz rasposa, cargada de deseo y necesidad.

Me quedé callada y con los ojos cerrados, apoyando mi frente en su amplio pecho, demasiado aturdida por lo sucedido. Sabía que este beso traería consecuencias y temblé al pensar que serían bastante desastrosas.

–¿Para esto me has pedido que me quede, Jasper? Después de todo, parece que nadie me necesita.

La voz de Stan tronó como un duro látigo. Con un enorme sentimiento de culpa, como si fuera una niña a la que hubieran atrapado haciendo una travesura gravísima, me liberé del abrazo de Jacob al tiempo que giraba el rostro hacia la derecha, justo de donde provenía la voz de Stanislav.

–Yo…

Cualquier palabra que fuera a decir murió en mis labios al observar la dura mirada de Stan. Instintivamente, quise acercarme a él, pero Jake lo impidió, tomándome con más fuerza por el hombro izquierdo.

–¿Qué va a ser ahora, Nessie?

Los miré alternativamente el uno y al otro, con tío Jasper como mudo espectador de una escena digna de cualquier tragedia griega. ¿Qué iba a ser a continuación? No lo sabía… lo único que sí tenía seguro es que una vez más, le estaba haciendo daño a dos seres que me importaban demasiado. Me pregunté con tristeza, si el provocar dolor en los demás sería otro de mis “dones”.

Añadir/Share

Bookmark and Share