Disclaimer

Nombres y personajes de esta historia son propiedad de Stephanie Meyer (menos los que no salieron en la saga original). Lo único mio es la historia que va uniendo a tan maravillosos personajes.
Esto es un homenaje a una de mis sagas favoritas, sin fines de lucro, por mera distracción.

miércoles, 27 de enero de 2010

----Próximamente----

Si el fuego se combate con fuego....
¿El mal se combate con maldad?
Próximamente.....

domingo, 24 de enero de 2010





El 25 de Enero de 2009, nació este blog. Después de estar dando enemil vueltas a la cama, contar como dos mil borreguitos y ver los mismos videos de MTV, salté de la cama, prendí la laptop y empecé a escribir lo que fue el primer capítulo de una historia que pensé que sería bastante corta. Le di un montón de vueltas a la idea hasta que me atreví a publicar exactamente a las 20:29 horas lo que durante la madrugada había escrito.

Todo comenzó con "El regreso" y de ahí, para adelante. Así, doce meses después, con casi 130 mil visitas y un montón de amigos y amigas nuev@s, aquí estamos.

Quisiera decirles muchas cosas, pero creo que la palabra que mejor resume lo que siento es GRACIAS!!!! Gracias por leerme, gracias por acompañarme en este viaje que empezó como un alivio para una terrible época de pérdidas e insomnio. Gracias por seguir aquí, por sus comentarios, sus críticas y por su paciencia para esperar los capítulos (cuando yo misma me desespero por no subirlos tan rápido como quisiera).

Un abraz@ a todos y a darle!! Que todavía nos falta mucho que contar en esta historia...



PD
Bueno, ya saben que no me gusta adelantar nada porque a veces ni siquiera sé cómo va a seguir la historia sino hasta que me siento a escribir. Pero supongo que cumplir un año merece que por una vez me exente la regla, así que aquí va:
*La acción se trasladará a Europa... pero antes de llegar a Italia, haremos una parada en Praga.
*Emmett y Neema vuelven a nuestra historia, y no llegan solos. Un nuevo clan hará su aparición para hacerle frente a los Vulturi.
*Los quileutes no son los únicos cambia-formas allá afuera.



domingo, 17 de enero de 2010

TRAICIÓN


¿Dónde estás?”, pregunté para mis adentros sin dejar de mirar ansiosa por la ventana desde el sillón de dos plazas de la sala. Lo único que se extendía hasta donde me alcanzaba la vista era nieve y árboles cubiertos por ésta. Inconscientemente, traté de estirar el cuello un poco más, como si con eso fuera posible ver más allá de lo que mis ojos percibían.

Con el movimiento, de alguna forma terminé dándome un buen jalón de pelo, recordándome que eso de andar cómodamente con una melenita tipo “bob” se había acabado. Sentía la cabeza un tanto adolorida y me pregunté una vez más cómo era que me había dejado convencer por tía Alice.

Tienes que pasar desapercibida. Y como hacerte cirugía plástica no es viable, entonces, hay que atenernos a la solución más a la mano”, me había explicado con el mismo tono de voz que siempre utilizaba cuando estaba más que dispuesta a salirse con la suya.

La gran solución a para nuestros problemas con la ley, consistían en un cambio de look express (o por lo menos para mí). Sabrá el cielo de dónde habría sacado todo (alguna vez había llegado a creer que poseía una varita mágica), pero el caso es que la tía había llegado la tarde anterior a la cabaña con cinco cajas de tinte en tono 6.70 rubio oscuro chocolate y dos series de extensiones de cabello.

Me había sometido a la tortura de, no sólo teñirme el pelo, sino además, tuve que aguantar lo que me parecieron horas mientras trenzaba mi cabello para poder fijar con precisión las extensiones. La experta en cabello siempre había sido tía Rose, y aunque Alice hacía un trabajo que podía considerarse como bueno, no se comparaba. Me había trenzado tan fuerte que ahora tenía un permanente dolor de cabeza, y temía que de un momento a otro empezaran a brotarme llagas en el cuero cabelludo.

“Lo siento, la gente elegante se aguanta, y los fugitivos de la ley con mayor razón”, había expresado con sorna mi tía la quinta vez que me había quejado de los jalones que me estaba prodigando al estarme poniendo las extensiones.

Y así fue que doce horas después, me encontraba con el cabello oscurecido (pero nada comparable con el cabello broncilineo de los Masen) y de un largo que me llegaba a media espalda.

–¿Cómo estás? –pronunció mamá de repente, desde el umbral que separaba lo que era la sala y comedor de la cabaña, con la cocina.

–Salvo por sentir adolorida la cabeza, pues bien –suspiré sin poder evitar la nota de melancolía con la que le respondí a mi madre. El clima y estar a una semana de navidad me ponían así. Llevaba dos días encerrada en la cabaña, gracias a tormenta de nieve de proporciones casi bíblicas que estaba cayendo sin cesar sobre todo el Olympic.

Bueno, no era sólo el clima y las fechas lo que me tenían así, sino que no hubiéramos avanzado mucho con respecto al paradero del abuelo y a la especie de ley de hielo que Stan había decidido aplicarme. Después de que me atrapara besando a Jacob, Stan me había condenado al ostracismo; yo hacía como que no me importaba, no permitía que nadie se diera cuenta que el silencio de Stanislav me dolía. Mi orgullo me impedía demostrarle a todos, pero sobre a todo a él, que el que me tratara con fría indiferencia me hería hondo.

Había contado las palabras que me había dicho en los últimos dos días. Cuatro, dos de las cuales habían sido “Con permiso” cuando me había parado frente al inmediatamente después de que me separara de Jacob. Las otras dos habían sido “Déjame pasar”, cuando había tratado de cortarle el paso nuevamente para obligarle a hablarme. Había tratado de explicarme, pero Stan me brindó una dura mirada, esquivándome y entrando a la cabaña como alma que llevaba el diablo.

Sí, en los dos últimos días, para Stan, una pared, el aire y yo teníamos el mismo valor e importancia.

Debo confesar que había temido que él se abalanzara sobre Jacob y se enzarzaran en una nueva pelea. Había “sentido” la rabia, los celos y el dolor de Stanislav, pero para mi sorpresa, simplemente nos dejó ahí de pie, dándonos la espalda. El gesto fue mucho más contundente que un millón de palabras airadas o un montón de certeros golpes.

Y tampoco me sentía muy bien conmigo misma con respecto a Jacob.

“¿Qué va a ser ahora, Nessie?”, había dicho, pero no con un tono esperanzador; oh, no. Ese “¿Qué va a ser ahora, Nessie?”, era más bien del tipo “¿qué más daño quieres hacerme?”.

Había respondido su beso, esa era la verdad. Tal vez hablar del pasado, tener tantos sentimientos a flor habían contribuido a ello, pero eso no era una excusa suficiente para haber sucumbido. No tenía derecho a hacerle eso a Jacob, no podía seguir jugando con sus sentimientos de esa manera; no lo merecía.

­–Deberías hablar con Stanislav. –Soltó sin más mamá, tomándome por sorpresa y sacándome de mis pensamientos.

–Lo haría… pero primero tengo que lograr que él se quede en la misma habitación que yo. –Con mamá no tenía sentido fingir que realmente estaba bien. Me conocía perfectamente como para leer mis estados de ánimos con una simple mirada.

–No me gusta verte así.

–Lo siento yo… voy a estar bien, de verdad. Es sólo que….

–Es sólo que Stanislav no es el único cabezota por aquí. –Atajó mamá con suave voz mientras yo arqueaba la mirada. –Vamos, cariño, tienes que reconocer que cuando quieres, eres terriblemente terca y orgullosa.

–Gracias, mami por el apoyo –pronuncié un poco sarcástica. ¿Dónde estaba la solidaridad femenina cuando se necesitaba?

–Hija… –Mamá se sentó a mi lado izquierdo en el sofá donde estaba sentada en “flor de loto”. –No me gusta verte así, con la mirada triste, perdida… Con esa aura de soledad y desolación.

–Claro que no, sólo estoy… sólo estoy contemplando el paisaje… y leyendo un libro.

Ajá, contemplando el paisaje… No te engañes a ti misma, que lo que estás haciendo es esperar el regreso de Stan. Hace horas que salió y temes que no regrese”, pronunció mi vocecita interior haciendo eco de mis terrores.

–¿Checo para Dummies? –Leyó en voz alta antes de arquear las cejas y mirarme de una forma bastante peculiar. Esperé que dijera algo más al respecto, pero sólo es limitó a lanzarme una larga mirada antes de dejar a un lado el libro y continuar. –No intentes engañarme, señorita. Soy tu madre y te conozco mejor que nadie. –Mamá estiró su mano y enlazó sus dedos con los míos, dándome un ligerísimo apretón –¿Por qué, Renesmee? –continuó mi madre acariciando mi mejilla con su mano. –¿Por qué te castigas de esta manera?

–¿A qué te refieres?

–A que no te permites ser feliz. Es como si estuvieras decidida a auto-flagelarte por toda la eternidad. ¿Por qué?

–Ma… no sé de qué hablas… Yo… yo… –exhalé frustrada al contemplar en el rostro de mi madre que no me dejaría salirme por la tangente. Estaba decidida a llegar al fondo del asunto –Mamá… es sólo que… –me tallé la frente con el dorso de la mano de forma nerviosa –Sólo que me he equivocado tanto, he hecho tanto daño que simplemente… creo que si alguna vez tuve derecho de se feliz, lo he perdido por completo. Tengo demasiados pecados encima.

–¿Lo dices por Claire y por lo que pasó con tu bebé? Renesme…

–No… sí… es, no sé… Es por ellos, por Jacob, por la familia, los lobos…. Es como si le hubiera ido arruinando la existencia todo aquél que se cruzara por mi camino. Y al hacerlo, creo que perdí cualquier oportunidad de ser feliz.

–Hija, eso es una locura. Todos, escúchame bien, todos tenemos el derecho y la obligación de buscar ser felices.

–Tal vez… o tal vez aquellos que no tenemos alma estamos excluidos de ello.

–¡Eres igualita a tu padre! –murmuró con gesto exasperado. Durante años, en lo único que mis padres diferían, era en el concepto de si los vampiros tenían o no alma. –A tu alma no le pasa nada malo, sigue ahí como desde el primer día.

»Incluso nosotros, tenemos derecho a ser felices. Míranos a tu padre y a mí, o a tus abuelos o a Alice y Jasper. No ha sido fácil, pero lo conseguimos.

–Será que ustedes son casos excepcionales…

–No, nada de eso. Simplemente decidimos luchar por aquello que amamos… No te voy a mentir, por lo menos mi historia con tu padre distó mucho de ser fácil y un camino de rosas; tuvimos que pasar por demasiadas pruebas y obstáculos para poder estar juntos.

»La clave es no darse por rendido, luchar por aquello que quieres. Abrirte al amor, dejar que de lado los temores, ser sincera con el otro.

Enarqué la ceja, escéptica. Ok, todo se escuchaba muy bonito en teoría, pero en la práctica…

–No me mires así. Ya te dije que no es tan sencillo, pero todo el esfuerzo vale la pena. El chiste es encontrar el coraje necesario para dar ese paso.

–Supongo que tienes razón –concedí con aire cansado –Supongo que si alguna vez encuentro a ese alguien por quien dar el paso…

–Mmm…

–¿Mmm, qué?

–Que sabes tan bien como yo quién ese alguien. ¿Es necesario que te deletree su nombre?

–Mamá… si lo dices por… No, no… En estos momentos ni siquiera sé donde estoy parada ni lo que siento.

–Más bien creo que lo que te da miedo es reconocer tus sentimientos.

Desvié la mirada un tanto incómoda. Si había alguien que me conocía bien, que era capaz de saber lo que me pasaba sin esfuerzo alguno, era mi madre. No necesitaba de dones como el de papá o como el que yo poseía, ella simplemente sabía.

–Nena… –mamá posó su mano bajo mi mentón, y con suavidad me obligó a mirarle al rostro –Creo que es más que suficiente con lo que te has castigado durante estos años. Ya basta.

–Como si fuera tan fácil –no pude evitar la nota de amargo sarcasmo. –Regresar a Forks ha sido demasiado duro; es revivir en mi cabeza día a día lo que viví aquí, el daño que le hice a Jacob por mi egoísmo, por mi tozudez… por ser el monstruo que soy.

–Renesmee, yo sé muy bien todo lo que has tenido que pasar en estos años; sé que has tenido que luchar contra tu propia esencia, reprimir aquello que eres.

»No sé, tal tenemos la culpa de lo que te ha tocado vivir al estarte metiendo en la cabeza desde niña que ser vampiro es malo, que debes despreciar aquello que está en ti desde el principio. Tú no pediste nacer en las circunstancias en las que lo hiciste y, es un tanto hipócrita de nuestra parte pretender que rechazaras tu propia naturaleza, sobre todo cuando yo misma luché con uñas y dientes por ser parte de ella.

»Pero escúchame bien, tú no eres ninguna clase de monstruo despiadado… Simplemente eres una niña que ha querido dar pasos tan grandes y rápidos que has terminado por tropezarte y hacerte daño. Pero de eso se trata la vida, de caerse, levantarse y seguir adelante. No eres perfecta, es verdad, pero tampoco hay algo malo en ti.

–Lo dices porque eres mi madre.

–Lo digo porque yo también he pasado por ahí.

Guardamos silencio por un momento.

Era extraño escuchar a mamá reconocer que no era perfecta, cuando ella siempre había sido para mi la viva imagen de la perfección.

–Supongo que lo dices por Jacob… –pronuncié al fin. –Después de todo, tú también le hiciste daño al escoger a papá sobre él.

–Renesmme, créeme que jamás quise lastimarlo. Simplemente, no era nuestro destino.

–Lo sé, pero es imposible no pensar que las mujeres Swan no paramos de hacerle daño.

–¿Puedo preguntarte algo?

–Dime.

–¿De alguna forma influyó mi historia con Jacob para que no resultaran las cosas entre ustedes? Dime la verdad, por favor.

–Yo… –me mordí el labio inferior, en gesto de incomodidad. –N-n-no…

–La verdad.

–¿La verdad? La verdad es que… es que nunca hablamos de eso –dije casi con un hilo de voz, carraspeando con molestia. –Era algo de lo que me costaba hablar, o mejor dicho, que aún me cuesta. No quiero pensar en ustedes dos juntos, no sin sentir que se me eriza la piel de… –me detuve antes de que la palabra “repulsión” saliera de mis labios. –Porque siendo sinceros, si papá no hubiera estado de por medio, tú hubieras terminado con Jacob y entonces él sería mi… mi… tú entiendes.

»Tal vez fue un error, pero siempre evité tocar ese tema. Simplemente no puedo… Así que, eso mas un montón de cosas, terminaron por hacer que mi relación con Jacob se fuera al carajo.

–Lo siento…

–¿Por qué? Simplemente… simplemente es lo que nos tocó vivir.

–¿Has hablado con Jacob?

–Un poco… sí.

–¿Y?

–Y… y nada. No hay mucho que podamos decir sin lastimarnos, sin hacerle daño. Hay muchas heridas entre nosotros, mucho dolor.

–Tal vez sea el momento para sanarlas. Si hablaras con él, tal vez parte de tus fantasmas se desvanezcan y puedas seguir adelante. Tal vez encuentres la luz al final del túnel.

–Tal vez… aunque me conformaría con que él pudiera seguir adelante. Es lo mínimo que puedo hacer por él después de todo.

–Suenas como si él no tuviera ninguna culpa en todo esto.

–Y así es.

–Te equivocas, para arruinar una relación se necesitan dos. Deberías de empezar a reconocer que él también tuvo culpa en muchas cosas.

–¿Cómo qué? ¿Enamorarse de mí?

–Como no ponerle freno a las cosas cuando empezaron a pasar demasiado a prisa. Fue bastante egoísta de su parte permitir que te fueras a vivir con él así nada más, dejarte embarazada.

»El amor nos vuelve egoístas y él, siendo más grande y más maduro, debió hacer que te tranquilizaras un poco. Te lanzaste de forma precipita a una relación que no estaba lo suficientemente cimentada para poder sobrevivir a la primera dificultad.

–Creí que el amor sería suficiente. Además, se suponía que era el destino al que estaba irremediablemente ligada.

–Pero no sólo era amor lo que te trajo a Forks en busca de Jacob. También eran los remordimientos y el sentimiento de culpa. Viniste dispuesta a enmendar lo que creías que era tu deuda con Jake, buscabas la manera de compensarle todo aquello que creías deberle.

–Lo traicioné, mamá. Conocí a Stan y perdí la cabeza…. Y para colmo, casi mato a Jake aquella noche. Estuve a punto de condenarlo a vivir en una silla de ruedas.

–¿Ves? Ese fue el problema. Quisiste cumplir un estúpido sentido del deber sin estar completamente segura de que eso era lo que deseabas. Lo hiciste por hacer feliz a todo mundo, pero olvidándote de ser feliz tú también.

–¿Crees que no lo sé? ¡Todas mis buenas intenciones me explotaron en la cara! –Cerré los ojos un instante, mientras exhalaba con cansancio. Deseé poder tener a la mano un cigarro o un buen trago de alcohol, lo que fuera que pudiera relajarme. Pero claro, tía Alice se había asegurado que ninguno de los dos estuviera a mi alcance. Maldije una vez más los intentos de mi tía por rehabilitarme. –Sé que me equivoqué, que no debía hacer o decir muchas cosas, pero ya es tarde para lamentaciones. No hay forma de que borre el pasado… Lo único que deseo es que Jacob sea feliz y que algún día pueda perdonarme.

–¿Crees que él no es feliz?

–No lo sé.

–Tal vez está mal que yo te lo diga, pero él no detuvo su vida. Jacob está con Emma Young.

–Lo suponía.

–¿Por qué?

–¿Recuerdas lo que te conté de cómo nos habíamos reencontrado? Bueno, esa noche recibió una llamada a su teléfono de una tal “Em”, o por lo menos así la llamó. Até cabos y… en fin. Espero que Emma lo haga feliz.

–¿Te duele?

–De cierta forma, sí. Porque sé que Emma puede darle todo aquello que yo no pude. Puede darle todo lo que yo perdí… Ella estaba enamorada de él y tal vez, si yo no hubiera regresado por Jake, entonces ellos estarían juntos desde entonces, ahorrándoles tanto sufrimiento.

–¿Ahorrándoles?

–Sí, porque yo sabía que ella lo amaba y en un acto puramente egoísta, decidí que no permitiría que me arrebatara a Jacob. ¡¿Cómo iba a permitirlo si él era mi destino, mi final feliz?!

»Así que ya vez, Emma Young es una más en mi lista de “deudas pendientes

–Renesmee…

En ese momento, el sonido de un celular rompió el silencio de la cabaña.

–¿Es tu teléfono?

–No, mamá. El mío no tiene batería desde hace días.

–Y el mío no suena así… ¿De quién será?

Casi al mismo instante, papá apareció moviéndose a súper velocidad con dirección a la puerta. Sin decir ni media palabra, salió al exterior.

–¿Y eso?

–No sé. Tu padre tiene días medio extraño. No hace más que ir a los alrededores del pueblo y los bosques; dice que está investigando la desaparición de Charlie, pero se niega a decirme algo en concreto. Y no me gusta nada, siento que hay algo malo detrás de todo esto y tu padre no quiere decírmelo para protegerme.

–Lo hace porque te adora.

–Lo hace porque es un testarudo sobreprotector que no entiende que ya no soy una indefensa humana.

»Y hablando de testarudos… ¿Qué pasa con Stan?

–Mamá…

–¿Quiero saber dónde encaja él en toda esta ecuación?

–Pues… no lo sé. Sobre todo porque me evita como si fuera una estaca de plata bañada en agua vendita con aroma a ajos.

–Ja, chistosa… Estoy hablando en serio.

Esbocé una sonrisa torcida. Mamá estaba decidida a no dejarme darle la vuelta al tema.

–No lo sé. No tengo cabeza para ello… pero…

–¿Pero…?

–Pero no quiero que se vaya. La sola idea me duele.

–Tal vez no debería hacerte esta pregunta, pero, ¡qué va! Soy tu madre y por eso tengo derecho a hacerlo.

–¿Qué cosa?

–Preguntarte si estás enamorada de Stanislav. ¿Lo amas?

Sentí como si la sangre se me fuera a los pies. ¡No me esperaba esa clase de pregunta! De pronto era como si todo el aire hubiera sido succionado a mí alrededor, provocándome una sensación de ahogo. Era cuestión de nada que empezara a hiperventilar.

Traté de formular una respuesta coherente, pero lo único que podía era abrir y cerrar la boca torpemente, emitiendo sonidos sordos.

¿Qué iba a responder cuando ni siquiera había tenido el valor de plantearme esa pregunta a mi misma? Lo de Stanislav y yo era algo bastante complicado, demasiado fuerte como para responder a la ligera. Había un vinculo entre nosotros tan fuerte como el que había habido entre Jacob y yo.

–Yo… yo…

–Tenemos que hablar.

La voz de mi padre sonó de repente, haciendo que el corazón casi se me saliera por la boca del susto. Había aparecido prácticamente de la nada, abriendo la puerta de la cabaña de par en par. Atrás de él estaba Stan, y un poco más atrás el abuelo Carlisle y tío Jasper, quienes habían salido desde temprano hacia Seattle con la misión de que J. Jenkins me consiguiera a la voz de “¡ya!” documentos para una nueva identidad.

–Alice, Esme, vengan por favor. –Papá levantó su voz un poco, lo suficiente como para que ellas le escucharan desde donde quiera que estuvieran en el interior de la cabaña.

Había un tono de gravedad en la voz de papá, mientras su rostro y el de los demás era serio. Sin poderlo evitar, el corazón empezó a latirme tan rápido como las alas de un colibrí y me esperé lo peor: que hubieran encontrado el cadáver del abuelo Charlie.

Las lágrimas brotaron, deslizándose torpemente por mis mejillas. Tenía miedo de lo que pudiera oír. De repente me sentí culpable de no haber visto a mi abuelo en tantos años, de haberme perdido tantas cosas, tanto amor…

–¿Por qué lloras, Renesmee?

–Porque creo que lo que vas a decirnos, papá, no va a ser nada bueno… tengo miedo.

Papá guardó silencio, mientras esperaba que los demás se acomodaran en la sala. Ese silencio me pareció un mal designio. Realmente algo iba mal.

El ambiente estaba tenso, tanto que fácilmente se hubiera podido cortar el ambiente con un cuchillo. Mamá se mantenía completamente seria, pero la tensión de sus hombros evidenciaba que ella también temía por lo que pudiera escuchar de los labios de mi padre.

Stanislav se limitaba a mirarme fijamente, con una leve estela de sorpresa en sus ojos. Supuse que no se esperaba mi cambio de look. No había sido testigo del procedimiento así que supuse que tampoco había estado al tanto del plan de tía Alice.

–Stan recibió noticias de Emmett.

–¿Emmett? ¿Cómo…? ¿Ha regresado?–La abuela Esme sonó esperanzada, tal como una madre que escucha por primera vez en mucho tiempo noticias del hijo ausente. La muerte de tía Rose y la consecuente marcha de tío Emmett eran dos huecos enormes en el “corazón” de la abuela. No era necesario ser ningún genio para saber que mi abuela no perdía la esperanza de que él algún día regresara al seno familiar.

–No… él le ha enviado un mensaje de texto.

Supuse que ese había sido el timbre que habíamos escuchado antes. Y por lo visto, papá había olvidado las buenas maneras y se había lanzado a leerlo sin más.

–¿Qué es lo que dice? –agregó el abuelo.

–Dice: “ La desaparición de Charlie apesta a lobo y a Vulturi. Alerta a la familia, los que creíamos nuestros amigos nos han traicionado. Sácalos de inmediato de ahí….Emmett

“¿Qué?” Repasé rápidamente en mi mente una y otra vez el mensaje de tío Emmett. ¿Qué quería decir con que la desaparición del abuelo Charlie apestaba a lobo?

–No entiendo qué quiere decir eso, Edward.

–Bella… –la mueca de papá era clara, no quería decirle a mi madre lo que iba a decir a continuación –Los quileutes nos han traicionado.

–¡Eso es una locura! Ellos son nuestros amigos.

–No, teníamos un trato que ha terminado por romperse. Tal vez un par de ellos realmente fueran nuestros amigos, pero… Lo siento, Bella.

–No puedo creerlo… ¿Y cómo es eso de que nos han traicionado?

–Que ellos están detrás de las fotos de nuestra hija en la revista; ellos informaron a la policía que Renesmee estaba aquí… Y ellos se han llevado a tu padre.

El silencio cayó como si fuera una bomba en la habitación.

Sentí el corazón desgarrándoseme por la traición… ¿Cómo era eso posible? Ok, reconozco que cualquier cosa que hicieran contra mí estaba más que merecida, pero ¿mi abuelo? ¿Por qué? Charlie era el único realmente inocente en esta locura.

–¿Estás completamente seguro, hermano? –con voz tímida, tía Alice fue la primera en romper el incómodo silencio. –Podría creerlo de cualquiera, pero ¿Jacob?

–¡Exacto! –salté de inmediato, completamente decidida a no dar crédito a lo que decían. Las palabras “Jacob” y “traición” no las imaginaba en la misma oración. –A pesar de todo, Jacob no es capaz de vengarse de esa manera.

–Verán, estos días he pasado los límites del tratado… Me arriesgué a internarme en territorio quileute.

–¿¡Qué hiciste que?! –chilló mi madre, con los ojos un tanto desorbitados –¿Estás loco? Pudieron atraparte y no quiero ni imaginarme lo que hubiera podido pasar…

–Lo sé, lo sé… pero tenía que arriesgarme. Estaban pasando demasiadas cosas que no cuadraban, así que necesitaba llegar al fondo de todo.

–Y no estaba solo –agregó tío Jacob, con un ligero carraspeo –Yo le acompañé.

Al unísono, mi madre, mi tía y la abuela gimieron. Obviamente, disgustadas por la idea de que los hombres estuvieran arriesgándose la existencia de esa manera.

–¿Y sirvió de algo? –añadió mamá con molestia.

–Sí…. Descubrí que la hermana de Jacob ayudó a Leah Clearwater con el asunto de las fotos y el reportaje en la revista.

–¿Rachel? –exclamé yo, con voz aguda. Ok, no se podría decir que era santo de la devoción de la hermana de Jacob, pero jamás se me hubiera ocurrido que hiciera algo así. De Leah no me extrañaba, pero ¿Rachel?

–Sí. Y no sólo eso, ella fue quien le avisó anónimamente a la policía de Forks que tú y Stanislav estaban aquí.

»Al parecer, tanto Billy como ella están dispuestos a lo que sea con tal de que te mantengas lo más lejos de Jacob.

Era de suponerse que Billy Black me quisiera lejos. Yo conocía el secreto que le atormentaba, aquello que le quitaría la careta de rectitud no solo ante el pueblo, sino ante sus amados hijos.

–¿Cómo lo supiste? –era un tanto ridículo preguntarlo, sabía la respuesta.

–Los “escuché”… No fue fácil, pero logré descubrirlo.

–¿Y Jacob? ¿El también está detrás de todo esto o sabe lo que sucede?

–No lo sé con certeza. Tal vez sí, recuerda que nada se le pasa por alto al líder de la manada.

Me quedé muda y con la vista clavada en el suelo de madera, mientras el resto de la habitación se llenaba de las voces de los otros. Estaba tan aturdida, que todo lo de alrededor se convirtió en un incoherente murmullo.

No podía creerlo, no podía ser posible que Jacob estuviera al tanto de lo que Rachel y Leah habían hecho, y se hubiera quedado de brazos. Por ese par de actos llenos de odio, mi vida corría peligro; habían logrado que llamara la atención en exceso, y los Vulturi habían encontrado la excusa perfecta para ir tras de mí sin que el resto de los clanes pudiera poner objeción.

Sí, la forma más efectiva de cortar de tajo cualquier relación entre Jake y yo, era que a mi me mataran los italianos.

Sentí una incisiva mirada sobre mí, así que levanté los ojos para encontrarme con los de Stan. Los demás parecían demasiado enredados en su propia plática como para ignorarme.

–¿Estás bien? –Dejo con un suave susurro justo cuando había recorrido con dos fuertes zancadas la distancia que nos separaba. Me sorprendí un poco, puesto que no me había dado ni la hora durante los dos últimos días.

–No sé… es que no puedo creerlo. No me esperaba algo así de… de los quileutes. Siempre los vi como nuestros amigos.

–¿No esperabas una traición de los quileutes o una de Jacob? –preguntó con interés y sin una sola gota de sarcasmo o burla. Realmente le importaba que yo me sintiera dolida por la traición.

–Supongo que… de ninguno de los dos.

–Lo siento.

–¿Por qué?

–Porque no me gusta verte así. No me gusta sentir cómo te lastima esta situación.

Esbocé una sonrisa triste a modo de respuesta. Stan estiró su mano y acarició con suavidad mi mejilla. No necesitó hacer más, pero en ese breve pero tierno gesto encontré alivio.

–Ok, ok –la voz de mi madre se alzó más que la del resto, acaparando nuestra atención en el acto –Pero la desaparición de Charlie, ¿cómo encaja en esto? Por mucho resentimiento que puedan tener los Black hacia nosotros, Billy siempre consideró a mi padre su mejor amigo, casi un hermano.

–Lo cierto es que en la reserva no saben nada de Leah. Su madre y Seth están realmente preocupados por ella; incluso Rachel, que parece ser su cómplice, no tiene idea de dónde pudiera estar.

–Pero el mensaje de Emmett es claro: los lobos tuvieron algo que ver en la desaparición de tu padre –mencionó Stan, tajante.

–Llámalo para que nos explique bien cómo están las cosas –demandó mamá.

–No es tan sencillo.

–¿Por qué? ¡Si te mandó un mensaje a tu celular, es obvio que Emmett debe tener uno!

–Sí, pero mira –extendió el teléfono hacia mamá para que observara la pantalla del aparato –dice “Número desconocido”. Emmett y los demás usan un sistema de comunicación altamente codificado. Sé que fue él quien envió el mensaje porque así lo menciona, pero por lo peligroso de sus actividades, cubren muy bien su rastro.

»Tengo una idea de dónde pudiera localizarlo, pero no es seguro que se encuentre ahí. El grupo se mantiene en constante movimiento para evitar se atrapados.

La abuela volvió a gemir con preocupación. Parecía que Stanislav hablaba de una banda de proscritos de la ley.

–¡Pues llama de una vez!... ¡Renesmee, dile que haga algo, por el amor de Dios!

–Mamá, cálmate… Stan, ¿por favor?

–Ok, pero no les prometo nada…

Stanislav empezó a marcar frenéticamente una larga serie de números sobre el teclado del móvil.

Marcó una y otra vez, pero al parecer, nadie respondía del otro lado de la línea.

–No responde nadie… Por la hora, supongo que deben estar camino al nevěstinec.

Papá y tía Alice arquearon la ceja de forma sugerente. Ya había leído la palabra nevěstinec antes, sólo que no recordaba el significado. Recordé que el libro que tía Alice me había dado todavía estaba por ahí, a la vista de los demás. Recé porque nadie se percatara de ello, mucho menos Stan. No podía explicarlo exactamente, pero sabía que me sentiría bastante abochornada si descubrían mi “Checo para Dummies”.

Estuve a punto de preguntar qué era nevěstinec cuando noté la forma en que se iban tensando uno a uno los músculos de papá; era como si estuviera a punto de adoptar una actitud de ataque.

Y no sólo él. El rostro de tía Alice se crispó en una mueca tensa.

–¿Qué sucede? –pregunté nerviosa, con la voz un tanto atribulada.

–Los lobos… Al parecer, vienen por nosotros.

domingo, 10 de enero de 2010

Stan


–Debería irme… debería largarme de aquí de una buena vez.

Murmuré entre dientes, sin apartar la vista de las heladas aguas del río. Llevaba por lo menos unas tres horas ahí parado, sin molestarme el hecho de que la nieve chocaba contra mí sin cesar. Pero no tenía ánimos para regresar a la cabaña y verla mientras mi mente me atormentaba con la imagen de ella en brazos de aquél. Así que prefería aguantar una avalancha si era necesario a regresar allá.

Había estado nevando durante dos días sin cesar, aislándonos de todo en medio del bosque.

Menos mal, eso significaba que los humanos habían tenido que renunciar a cualquier intento por buscarnos, librándonos por un momento de tener que encontrar otro lugar para escondernos. Tal vez con un poco de suerte, una vez que dejara de nevar, la policía reanudaría su caza por otro lado, creyendo que sería imposible que dos personas pudieran resistir la crudeza del invierno en medio de los bosques del Olympic.

Pero claro, no éramos dos personas. Renesmee podía pasar fácilmente como un simple ser humano, pero yo… yo no dejaba de ser un monstruo, a pesar de que había comenzado mi propia lucha por apartarme de la oscuridad de mi propia naturaleza.

¿Realmente vale el esfuerzo?”, me pregunté por enésima vez.

“Lo vale si ella me ama”, me respondí con decisión.

Si ella me ama… El problema es que no lo sabía a ciencia cierta. Quería creer que sí, lo deseaba con todo mi cuerpo, con todo mí ser. Y si tuviera una, se podría decir que con toda mi alma.

Yo estaba más que seguro de mi amor por ella.

Pero de lo que no estaba seguro era de que si ella me correspondiera. Claro, una vez me había dicho que me amaba, pero no sabía si esos sentimientos habían sobrevivido al tiempo; es más, no sabía si realmente habían sido auténticos o sólo un espejismo producto de los días en cautiverio en Italia.

“Ella está confundida, ha pasado demasiado tiempo bajo el poder de ustedes”, eran unas de las tantas palabras que había dicho Edward Cullen en medio de nuestra conversación la mañana siguiente a la lucha contra Awka, Jane y los demás, “Las víctimas de secuestros llegan a sufrir del Síndrome de Estocolmo, ¿lo sabes, no? ¿Quién dice que ella no está pasando por eso? Tal vez crea que te quiere, pero sólo sea una mera ilusión producto del shock de verse a merced de un montón de sanguinarios monstruos…

»No puedes pretender alterar su vida, su futuro por algo que simplemente no es más que un simple espejismo. Si realmente te importa, márchate. Permítele tener la vida perfecta y feliz que ella merece, lejos de una existencia llena de tinieblas al lado tuyo.”

Y eso fue lo que hice. Me marché, con la esperanza de que ella pudiera ser feliz, de que tuviera todo lo que yo jamás podría darle.

Aléjate de ella, rómpele el corazón si es necesario, pero hazlo”, esa había sido la petición expresa de su padre. Sólo que no pude ni quise hacerlo. Llámenme un bastardo egoísta o un patético soñador, pero no podía dejar que la pequeña llama de la esperanza muriera.

No podía quedarme, no podía llevarla conmigo. Tenía que dejarla seguir su camino.

A pesar de los años, a pesar de mi propia lucha, la amaba. Jamás creí que pudiera sentir algo así después de convertirme en vampiro. Era una clase de sentimientos tan abrumadores que a veces se me hacían imposibles de manejar o de entender.

Durante mi vida humana había amado a Maia, mi mujer. Su muerte había sido aún peor que la mía propia; el dolor de perderla me había llevado a la venganza, a cazar a todos y cada uno de los bastardos que habían tenido qué ver con su pérdida.

Pensé que una vez convertido en el monstruo que soy, era imposible que volviera a amar. Creí que cualquier clase de sentimiento se había secado tal y como lo había hecho mi humano corazón.

Sí, eso había creído hasta el día que ella se había cruzado en mi camino.

Sería injusto comparar a Maia con Renesmee. Fueron vidas diferentes, tiempos distintos, historias únicas. Cada una había sido importante para mí; Maía había sido mi vida, pero Renesmee era la razón de mi existencia.

No sé si es porque, como dice Alice, los vampiros sentimos de una manera mucho más intensa que los humanos, pero el caso es que...

Jde o to, já ji miluji tak moc to bolí ...–dije en un susurro mientras lanzaba una pequeña piedra contra las heladas aguas del río Bogachiel.

Exhalé con cansancio, dándole una larga mirada al paisaje nevado que se extendía a mi alrededor.

La nieve se amontonaba por el piso, los árboles y cuanto estuviera alrededor. Desde donde estaba parado podía ver perfectamente la que alguna vez fuera la casa de los Cullen, con visibles rasgos de abandono y descuido. Todo lo que alguna vez había sido el jardín posterior de la propiedad, estaba cubierto por una fría alfombra de nieve.

Según tenía entendido, eran las peores nevadas en los últimos veintinueve años. Debía de se cierto, puesto que a primera vista, el paisaje me había recordado un poco al de mi única visita a Novosibirsk, en Siberia.

Ok, estaba divagando en tonterías, pero era un intento desesperado por poner mi mente en blanco por lo menos un segundo, librándome de la tortura de repasar una y otra vez la imagen de ella en brazos del tal Jacob.

Lo había besado, había estado en sus brazos, y había respondido a su caricia.

El lazo que la unía a mí no era tan fuerte como el que ella tenía sobre mí, pero había bastado para que yo pudiera sentirla. Y por eso sabía que no había sido un beso robado o forzado. Había sido algo surgido naturalmente.

Verla con él había sido tan amargo como la hiel. Me había dolido como mi propia muerte humana, me había llenado de furia y celos, tanto que rayaba en la locura.

Había querido apartarlo de ella, lanzarme sobre él y darle una buena paliza; hacerlo lamentar hasta el día en que nació.

Sí, me había sentido furioso, con un odio que rayaba en la bestialidad. Y por un pequeño instante, había sentido las ansias asesinas de antaño; si me hubiera dejado llevar, me hubiera lanzado contra él hasta matarlo.

Y no lo hice por ella, porque si lo lastimaba a él, a ella le dolería. Simplemente me quedé mirándolos largamente antes de dar la media vuelta y alejarme de ahí.

Ella había tratado de detenerme, interponiéndose en mi camino para detener mi marcha.

Con permiso… Déjame pasar”, eran las únicas cuatro palabras que le había dirigido desde entonces. Me había esforzado por apartarme de su camino, evitarla a como diera lugar.

Me sentía muy dolido y temía que mi maltrecho ego hiciera que terminara por decir cosas de las que pudiera arrepentirme después.

Bueno, supongo que podía arrepentirme de no haberme largado de ahí de inmediato, tal vez tenía una vena masoquista que me hacía quedarme ahí a pesar de que escocía verla al lado del lobo. Pero no podía dejarla, y menos cuando estaban pasando demasiadas cosas a su alrededor. No podía dejarla a merced del peligro que representaban los Vultiri, es más, no podía dejarla a merced de sí misma.

Ella no estaba bien y jamás me perdonaría dejarla en la estocada. Debía de haber una forma de sacarla de esa depresión, de ese camino a la autodestrucción en el que se había lanzado de cabeza.

Quería protegerla, cuidarla, amarla, hacer que estuviera bien. Aunque aún no estaba seguro de cómo hacerlo.

Si supiera que confesarle mis sentimientos iba a ser la tabla de salvación necesaria, lo haría sin chistar. Pero no era el momento, no podía darle una carga más a su de por sí revuelta vida. Sería injusto que en esos momentos en los que estaba tan confundida, hiciera que al mismo tiempo tuviera que cargar con lo que yo sentía por ella.

Aparte, quería que ella me escogiera. Quería que si estaba conmigo fuera por libre albedrío. Hacía cuatro años había dicho que me amaba, pero al final se había quedado con él. Si en ese entonces no hubiera visto en su mirada la resolución de quedarse al lado de Black, entonces tal vez yo me hubiera quedado a pelear por ella. Tal vez hubiera echado en saco roto mi conversación con Edward y me hubiera quedado aquí. Tal vez…

“Tal vez nada. No había forma de que te quedaras, no mientras Annie te necesitara.”

Era verdad. Antes que nada, antes que Renesmee o que yo mismo, mi hija estaba primero. Ese era otro motivo por el que había tenido que alejarme. No podía comprometerme con ella cuando mi Annie me necesitaba; el proceso de su larga enfermedad y agonía habían sido sumamente duros, aún para mí que había sido su padre y la amaba tanto. ¿Cómo pedirle a Renesmee que pasara por eso también? El desgaste emocional había sido demasiado, dudo que una relación entre nosotros hubiera podido sobrevivir a ello.

Y aún después de la muerte de mi hija, había intentado mantenerme lejos de ella. Claro, no sabía de su vida, no sabía todo lo que había tenido que pasar durante el tiempo que habíamos estado separados. Sólo había tenido conocimiento de que ella se había alejado de su familia cuando Jasper me había llamado para preguntarme si Renesmee estaba conmigo. Después de eso, ya no supe nada más; Alice únicamente me había llegado a decir que no tenían noticias de ella, pero se rehusaba a comentar algo más.

Pero había sido apenas un poco más de una semana atrás que Alice me había llamado para contarme de los ataques de los Vulturi; le había agradecido que me pusiera alerta, pero era imposible que pudieran atraparme solo. Desde la muerte de Annie, había estado ayudando al clan que habían formado Emmett, Neema, los rumanos y el grupo de las Erinias. Sólo con pronunciar el nombre de éstas últimas, hacía que se me pusieran los pelos de punta.

Gracias por la advertencia, estaré alerta – había dicho casi con descuido.

No sólo se trata de eso… La he visto. –Había dicho casi frenéticamente Alice e inmediatamente supe de quién se trataba

No puede ser. Tú me has dicho que no puedes verla con tu don al ser mitad humana, mitad vampiro.

Eso es lo que me tiene aterrorizada. La he visto convertida. De alguna forma, los Vulturi han dado con ella y la van a transformar. Te necesito para encontrarla y salvarla. Ella te necesita, por favor…

Eso había bastado para dejar al grupo y unirme a Alice en Nueva York. Antes de partir, Emmett me había hecho prometerle que protegería a su sobrina y a su familia por completo.

Pero no era esa promesa lo que mantenía en Forks, porque con o sin ella, yo me había quedado para ayudar a los Cullen, para proteger a Renesmee de cualquier cosa que pudiera hacerle daño.

Siendo honesto, llevaba un buen tiempo dándole vueltas al asunto de ir tras ella, aún cuando no tenía ni idea de dónde podría estar. Incluso me había vuelto “vegetariano”, aunque me estaba costando lo indecible adaptarme a ello; pero era un sacrificio que valía la pena si con ello podía convertirme en el hombre, por así decirlo, que ella merecía.

Jamás di por sentado que sería fácil lograr que ella me aceptara a su lado; incluso estaba dispuesto a hacer lo necesario para que volviera a enamorarse de mí. Lo que definitivamente no esperaba es que Jacob Black pesara tanto en su vida.

Había sido su mujer, había cargado en su vientre al hijo de él. Lo había querido, había renunciado a todo por estar a su lado. ¿Cómo competir contra eso? Era obvio que aún había un montón de cosas entre ellos que tenían que resolver, y eso me daba miedo.

Miedo de que ella se diera cuenta de que Black era aquel a quien quería. Sí, tenía miedo de perderla definitivamente, porque eso sería peor que morir mil veces.

Sonreí un tanto burlón. ¿Quién hubiera creído que el duro Stanislav Masaryk terminaría haciendo el idiota por amor? Me había resignado a una existencia llena de maldad y tinieblas, convencido de que la redención no existía para los monstruos como yo. La felicidad, la paz era algo que me había quedado vedado el día que había abierto los ojos a mi nueva realidad, en un inmundo callejón de Praga.

Había perdido la fe, había dejado de creer. Y bastó para que Renesmee llegara a mí con la fuerza de un huracán para voltear mi existencia por completo. A pesar de mi resistencia, a pesar de que me repetía una y otra vez que no era más que una simple aventura sin ataduras ni remordimientos, terminé por morder el polvo por ella.

Mi instinto de supervivencia me decía que sería mejor que me fuera de ahí, que evitara a toda costa salir lastimado si ella decidía que no me amaba, que no había lugar para mí en su vida. Mi ego, mi amor propio me exigían que salvara la cara, que no permitiera por ningún motivo que supieran cuánto la amaba y lo que podría destruirme si ella me rechazaba.

¿Irme sin luchar y evitar exponerme al dolor de perderla definitivamente, o quedarme y jugármela por ella aún si decidiera al final que no me quiere y mucho menos me necesita? La primera opción era la salida más fácil pero también la más cobarde. Y yo podría ser muchas cosas, menos un cobarde.

Me estaba volviendo loco… Si al menos tuviera una certeza de lo que ella sentía por mí.

A veces creía que ella me seguía queriendo, que tenía miedo de reconocer sus sentimientos, pero que su amor por mi seguía ahí. En otras, sobre todo cuando el maldito lobo estaba por ahí, merodeándola como perro rabioso tras su presa, sentía que ella toleraba mi presencia sólo porque sabía que contra los Vulturi iba a ser necesario contar con toda la ayuda posible.

No quería presionarla, quería darle su espacio, evitar que una vez más tomara una decisión apresurada que le provocara una nueva ola de sufrimientos. De eso ya había tenido bastante.

Así que la pregunta era, ¿y ahora qué? ¿Qué hacer o decir?

Todo sería más fácil si pudiera hablar con ella y aclarar las cosas entre nosotros. Pero, no era el momento. Simple y sencillamente había un montón de cosas que teníamos que solucionar antes de sentarnos y hablar claramente. O por lo menos así me lo había pedido su padre.

Edward había hablado conmigo una vez más, pero esta vez no me pidió que me marchara. No, esta vez sólo me pidió tiempo para solucionar la situación tan complicada en la que estábamos metidos.

No pretendo interferir en la elección que haga mi hija, sin importar cuál sea. Lo único que quiero es que ella sea feliz y que no se sienta presionada… Una vez intervine en su vida, pensando en que era lo mejor para ella, pero me equivoqué.

»Sólo te voy a pedir una cosa: dale tiempo, no la agobies con más carga de la que ya trae encima. Tú sabes tan bien como yo que está al borde del colapso y me da miedo de lo que pueda pasar si se le presiona aún más.

»Si realmente la amas, tal como lo he visto en tus pensamientos, sabrás esperar.

Deseé con todas mis fuerzas que pronto encontráramos al abuelo Renesmee y que Emmett neutralizara de una vez por todas al clan italiano. Que todo el caos alrededor de los Cullen se fuera solucionando para poder hablar con ella.

Quería un montón de cosas más, pero sólo había una que realmente anhelaba con locura: que ella me amara a mí.

–¿Stanislav?

La voz de Edward me sacó de mis pensamientos. ¿De qué querría hablar ahora? Casi con desgano me di la media vuelta para mirarle a la cara.

–¿Si?

–Tu teléfono… –mientras lo decía, lo lanzó con fuerza hacia mí.

Lo atrapé velozmente con mi mano derecha, un tanto confundido. ¿Me había ido a buscar para eso?

–No era mi intención, sólo que al ver que era un mensaje de Emmett…

Mientras le escuchaba, presionaba con suavidad la pantalla táctil del móvil para acceder al buzón de mensajes de texto. Rápidamente di con el mensaje de Emmett y al leerlo me quedé bastante sorprendido.

–Supongo que esto cambia las reglas del juego. Es hora de hablar con el resto de la familia; yo también tengo noticias qué darles…. Así que andando. –Pronunció con un ligero movimiento de cabeza, instándome a seguirlo.

La desaparición de Charlie apesta a lobo y a Vulturi.

Alerta a la familia, los que creíamos nuestros amigos nos han traicionado.

Sácalos de inmediato de ahí.

Emmett

Ese había sido el mensaje de Emmett y las implicaciones de él daban un nuevo giro a la historia.

Parecía que la guerra nuevamente caería sobre los bosques de Forks.

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