Disclaimer

Nombres y personajes de esta historia son propiedad de Stephanie Meyer (menos los que no salieron en la saga original). Lo único mio es la historia que va uniendo a tan maravillosos personajes.
Esto es un homenaje a una de mis sagas favoritas, sin fines de lucro, por mera distracción.

lunes, 19 de julio de 2010

++aclaración++

Hello, hello!! ¿Cómo stan? Yo rendida después de 12 horrendas horas en el banco y sin parar =S

Pues aquí ando, tratando de que el cansancio me deje seguir escribiendo; entre tanto, me di una vueltecilla por los comentarios del post anterior y creo preciso aclarar lo siguiente.

1. GRACIAS por sus críticas, tanto a favor como en contra. Respeto mucho el punto de vista de cada uno de ustedes y lo acepto, porque al exponer mi trabajo al público, debo aceptar que habrá a quienes sí les guste lo que hago y habrá a quienes no. Gracias por leerme y ayudarme a ir mejorando mi trabajo cada día.

2. Mi historia es un mero hobbie SIN afanes de lucro, simple distracción para una imaginación bastante desbordada. Siento que haya quien se sintiera incómod@ por andar "jugando" con la mitología de Stephanie Meyer, pero supongo que por mi edad y lo que he ido viviendo, los "romances rosas" ya no me pegan tanto.

3. Hubiera sido bastante fácil (y el doble de aburrido) hacer de "Renesmee" una copia casi al carbón de la personalidad de "Bella", y hasta que Stephanie no le haga su propia historia y nos cuente cómo es la personalidad de esta chica semi-vampiro, creo que es válido que todos hagamos suposiciones de cómo podría ser su personalidad. Digamos que una característica que tienen las heroínas de mis historias, es que distan de ser "románticamente perfectas", por el contrario, creo que es mucho más divertido escribir sobre "alguien" con virtudes, defectos y flaquezas. La única vez que escribí una historia con una protagonista "tóxicamente buena", la "maté" en el tercer capítulo. Y si me permiten "balconearme" un poquito, confieso que tuve mi periodo de "wild girl", así que algunas de las "aventuras" de la "renesmee" de mi fanfic están ligeramente basadas en mis propias experiencias.

En fin, como siempre he dicho: GRACIAS por leerme y por sus comentarios. Acuérdense que esto es por puro ocio y para "echar relajo". De verdad, lo último que quisiera es causarles molestias al prójimo con lo que escribo, pero tampoco puedo traicionar a mi imaginación, porque entonces esto no serviría, cada palabra sería hueca.

**avance**

Hello, ¿cómo están?
Estoy trabajando en el siguiente capítulo. He tenido bastante trabajo en el banco, así que me atrasé y no alcancé a terminar el capítulo para este fin de semana.

Les dejo un pequeño avance de lo que viene. Me dicen qué les parece, ¿va?
Saludos y les dejo, porque quiero avanzarle más antes de las 12:30 de la mañana.


-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+


Cuando al fin se despidieron Jake y Seth, prometiendo regresar en un par de horas, justo cuando hubieran hablado con el resto de la manda, sin detenerme a pensarlo siquiera, recorrí los mismos pasos que nuestros visitantes hacia la puerta y mi boca, como si tuviera voluntad propia pronunció temblorosamente un “Jacob, espera…”
–Renesmee, no.
La voz cargada de censura de papá resonó a mi espalda. Recordé su petición de que me mantuviera alejada de Jacob, pero no podía hacerlo, o por lo menos no esa noche que ya había tomado una decisión.
Volví el rostro hacia él, intentando en el proceso no mirar hacia Stan, porque entonces no sabría si tendría la fuerza necesaria para seguir adelante. Pero debía hacerlo, tenía que empezar a desenmarañar los lazos de dolor, resentimiento y malas decisiones que nos habían llevado a este punto. No había más, debía hacerlo si queríamos luchar en el mismo bando para salvar nuestras vidas.
–No –volvió a repetir mi padre. No era una petición, era una orden directa.
Le dirigí una mirada directa, mientras en mi mente resonaron las palabras “No intervengas esta vez, por favor. La última vez que lo hiciste, fue un desastre.”
Y antes de que pudiera agregar nada o de que alguien dijera una palabra, me di la media vuelta para salir por la puerta de la casa y cerrarla tras de mí.
–¿Qué sucede? –Pronunció Jacob. Traté de encontrar alguna nota de resentimiento, de odio, de angustia o de cualquier otra clase de sentimiento. Pero no, sonó tan… hueca, del mismo modo que le respondes un “buenos días” a un completo extraño.
–Yo… –carraspeé, sintiendo que los nervios aflojaban mi voz por un momento. Pero no era tiempo para debilidades ni dudas, tenía que dar ese paso de una buena vez y por todas. –yo quisiera hablar contigo… digo, si me lo permites.
Seth y Jake me miraron concienzudamente; el primero, con la sorpresa que se desbordaba a través de sus ojos, mientras que el otro con una dureza y frialdad tal vez equiparables únicamente con el cuerpo de un vampiro.
–Por favor... –repetí, con voz temblorosa, dándole una nota casi suplicante a mis palabras.
El tiempo pareció detenerse una eternidad. Seth se dedicaba a mirarnos alternativamente a Jake y a mí, mientras éste se limitaba a lanzarme una pétrea mirada, sin mover ni un solo músculo del rostro. Incluso, era como si se hubiera formado una especie de alto vacío alrededor, alejando cualquier sonido.
–Ejem –carraspeó Seth con torpeza, decidiendo ser él quien rompiera el tenso momento –Creo que olvidé decirle algo a… a… yo voy adentro y… ahí me hablas, hermano. –Acto seguido, salió “volando” hacia el interior de la casa, cerrando la puerta tras de sí.
–¿Y bien? –Dijo al fin Jake, después de otro periodo de silencio. –¿De qué quieres hablar?
–De nosotros.
–¿De… nosotros? –su voz sonó con insultante incredulidad –Vaya, si mal lo recuerdo, no hay ningún “nosotros” desde hace tiempo. No imagino qué habríamos de hablar.
–Jakey… –sin pensarlo, susurré el cariñoso apelativo con el que lo llamaba en nuestros momentos más íntimos. Tal vez lo hice por el deseo de borrar la dureza con la que se dirigía a mí, tal vez fue una forma desesperada de ablandarlo y hacerle recordad que alguna vez las cosas no habían estado tan torcidas entre nosotros. Pero más que lograr eso, lo que conseguí fue que frunciera una vez más el ceño, como si le hubiera alcanzado una nueva cota en el nivel de “
ofensas imperdonables para Jacob Black”.

domingo, 4 de julio de 2010

Jane

–¿Ha hablado?–

–No, señora. Hemos utilizado todos los métodos de… persuasión y nada.

–¡Maldita sea!

Grité con furia, dando un fuerte puñetazo sobre el antiguo escritorio de caoba que había en la habitación. Aro iba a molestarse al darse cuenta que había destruido el mueble que alguna vez le había regalado la mismísima reina Victoria, pero eso realmente no me importaba. Estaba furiosa, colérica y alguien tenía que pagar por ello. El guardia que tenía delante de mí prácticamente se echó a temblar. Aún cuando era mucho más alto y corpulento que yo, aún así me temía tanto o más que el resto de sus compañeros. Era bastante divertido ver a un hombre de casi un metro noventa de estatura, temerle a una pequeña niña de unos 14 años y que apenas si rebasaba el 1.60 metros de estatura.

Sí, en la vida humana, eso sería bastante cómico y difícil de creer. Sólo que nosotros habíamos dejado de pertenecer a ese mundo mucho tiempo atrás. Yo mucho antes que él, para ser precisa.

Sacudí la cabeza, intentando hacer a un lado esos pensamientos y concentrarme en lo importante.

Un par de noches atrás, habíamos atrapado a un miembro de le résistance, o “la resistencia”, como se hacían llamar los de ese maldito aquelarre. Años atrás habían empezado a darnos problemas; al principio, ni siquiera nos habíamos molestado en prestarles demasiada atención. Aro se había sentido divertido, pensando que eran tan peligrosos como las moscas. Los dejamos pasar de largo, restándole importancia a sus patéticos esfuerzos por molestarnos.

Supongo que pecamos de confiados, porque en poco tiempo, se volvieron un verdadero dolor de cabeza. Sus ataques fueron convirtiéndose más eficaces, más certeros, y lo que alguna vez le había parecido tan gracioso a Aro, como las travesuras de un niño pequeño, terminaron por convertirse en una constante fuente de irritación.

No se si por descuido o si realmente tenían intención de dejarnos saber quiénes eran sus integrantes, pero fácilmente descubrimos que el grupo estaba liderado por Emmett Cullen y que tanto los traidores de Neema y Stanislav habían terminado por unirse a él y su grupo de renegados.

Stanislav…

No pude evitar arrugar el ceño al evocar su imagen. Maldito fuera por habernos traicionado, maldito fuera por despreciarme.

Años atrás yo le había encontrado y lo había deseado desde el primer momento. No había sido el primero ni el único en haber despertado la lujuria en mí, sólo había sido el primero en resistirse a ello.

Aro había conocido su existencia gracias a Neema, quien se había cruzado tiempo atrás con Stanislav; nunca habíamos tenido un telekinético en el grupo, así que Aro lo quiso como miembro de la guardia. Me comisionó ir en su búsqueda y asegurarme que él nos pertenecería; incluso me dio carta libre para utilizar cualquier medio de persuasión.

Casi de mala gana partí según las instrucciones de Aro. Había tomado casi como un insulto la tarea encomendada; creí que cualquier otro de inferior rango, podría encargarse de Stanislav Masaryk sin problema alguno. Me hice acompañar de Félix, porque tampoco era tan estúpida como para andar sola lejos de los dominios de Volterra.

Encontrar a Stanislav fue fácil, pero no convencerlo de que entrara a formar parte de la guardia. Antes de ir en su encuentro, Aro me había proporcionado información que creyó podría ser de utilidad; fue entonces que supe de la hija humana de Stanislav, recluida en una especie de manicomio en Londres. Y aunque al principio se había negado a aceptar nuestra oferta, la simple mención del dinero que estábamos dispuestos a pagar para que su hija estuviera en un lugar mucho mejor, con eso fue más que suficiente para que el checo fuera nuestro.

Me sentí regocijada, no sólo por el éxito de mi misión, sino por haberlo encontrado. Decidí que sería mío el tiempo suficiente hasta que me saciara de él. Estaba segura que se sentiría honrado de que yo, la temida Jane, la preciada “joya” de Aro, hubiera puesto mis ojos en él. Porque todos conocían mi status dentro del clan. Gracias a mi don, era temida y reverenciada por propios y extraños; se podría decir que estaba casi al nivel de mando de Aro, Cayo y Marco, aún por encima de las inútiles de Sulpicia y Athenedora, las esposas de los dos primero.

Pero no contaba con que Stanislav sería un hueso duro de roer. Desde un principio dejó en claro que no se sentía ni halagado ni atraído por mi… propuesta. Al principio, se mostraba tan educado y condescendiente, tal como un adulto le hablaría a un niño pequeño. Y después, cuando decidí ser más agresiva, él muy idiota me despreció.

–Entiéndelo de una maldita vez: No me gustas, no te deseo. Prefiero besar a una serpiente antes de dejarme atrapar por ti.

»Tal vez todos te teman, pero no eres más que una simple chiquilla caprichosa. Y en mi cama, solamente tienen cabida las mujeres que yo elijo.

Eso me había gritado delante de todos, justo cuando nos preparábamos para uno de nuestros habituales “banquetes”. Nunca me había sentido tan furiosa, tan abochornada. Noté que unos habían reprimido las sonrisas burlonas, mientras Aro, Cayo y Marcus se reían a carcajada limpia. Lo peor fue cuando Stanislav, como para darle énfasis a sus palabras, se había acercado a Renata y la había besado con la lujuria que yo había imaginado que me besaría. A partir de entonces, las aventuras amorosas de Stanislav con los miembros femeninos de la guardia fueron bastante conocidas, dejando el claro el desprecio que sentía por mi.

Jamás me había sentido tan dolida, tan avergonzada ni furiosa. Juré que encontraría la forma de cobrarme una a una las afrentas del vampiro checo; lograría atraerlo a mis redes y después, le daría una patada como si de un perro sarnoso se tratara. Le haría pagar sus desplantes.

Pude haberlo sometido a mi don, pero provocarle dolor físico no serviría de nada, no calmarían mis ansias de venganza. Incluso Aro tomó cartas en el asunto, recordándome que dentro de la guardia había reglas y formas que mantener; tenía mejores planes para Stanislav que el del papel de mi amante forzoso. Me prohibió pensar siquiera en tomar revancha contra su hija, y además, decidió enviar a Stanislav al exterior, como una especie de observador de lo que sucedía con los territorios al mando de otros guardias leales a los Vulturis.

Acaté las órdenes de mi señor sin chistar, pero aún así, el deseo que sentía por Stanislav, ni las ansias de vengarme de él murieron. Simplemente quedaron en una especie de letargo a la espera de que llegara la oportunidad de cobrármelas todas por su desprecio; después de todo, ¿no decían que la venganza era un plato que se toma en frío?

–Aro está con ella ahora. –pronunció el guardia, sacándome de mis pensamientos y recordándome su presencia.

–Creí que nos dejaría encargarnos de este asunto a nosotros –pronuncié con molestia. Que Aro se inmiscuyera en al tarea que me había sido encomendada era una clara señal de que yo no estaba cumpliendo correctamente con el trabajo encomendado. Y detestaba eso.

Desde la noche en que nos enfrentamos a los Cullen y sus malditos perros amaestrados, nada había vuelto a ser lo mismo. Lo más selecto de nuestro clan había sido arrasado por un grupo inferior a nosotros. La única que había sobrevivido a esa batalla había sido yo, y por eso había sido quien tenía que cargar con la vergüenza de la derrota.

–Aro quiso verla. La tocó y…

–¿Y?

–Y nos pidió que los dejáramos a solas.

¡Maldición! ¿Y qué se proponía ahora, Aro?

–Lárgate, déjame a solas –mascullé –Regresa allá y en cuanto Aro termine con ella, regresas y me pones al tanto de todo.

–Sí, señora…

Se quedó parado, como esperando algo más.

–¿Qué? ¿A parte de inútil, sordo? ¡Lárgate!

Como una visión, el guardia se esfumó. Sabía de mis ataques de furia y de lo poco piadosa que me mostraba cuando eso sucedía. Imaginé que no deseaba ser aquél en que descargara mi enojo, así que puso pies en polvorosa. Sonreí burlona, el miedo de los otros era un bálsamo para mi ego.

Deseaba arrancarle de una buena vez y por todas a la vampira todo lo que sabía sobre “La resistencia”, quería tener todas las pruebas suficientes para acabar con los Cullen de una buena vez y por todas. Pero esta vez, su destrucción no debía ser en el amparo de la oscuridad, sino a la luz de todo nuestro mundo. Quería que todos supieran los pecados de aquél aquelarre de desadaptados y que sirvieran de ejemplo a todos aquellos que alguna vez pensaron siquiera volverse contra los Vulturi.

Quería que sufrieran, que su agonía fuera peor que aquella por la que atravesábamos al momento de nuestra conversión de la vida humana a la vampírica. Tenían que pagar por haberme arrebatado no solo la posición de respeto que había gozado antes de aquella pelea, sino también por la muerte de Alec, mi gemelo y el único que me había amado en verdad, tanto en forma humana como vampiro. Nuestra vida había sido una auténtica mierda, con una madre asustadiza y con un exacerbarte fanatismo religioso, mientras nuestro padre era un alcohólico bueno para nada, salvo para golpear a su mujer hasta el cansancio y gastarse las pocas monedas que ganaba en vino y mujeres de mala calaña. Aún en ese entonces, Alec y yo sólo podíamos contar el uno con el otro, no había más. Hasta que Aro apareció y notó las primeras manifestaciones de nuestros dones.

Durante mucho tiempo estuvo observándonos, en la espera del momento perfecto para convertirnos. Sólo que la turba ignorante del pueblo más ignorante aún en el que vivíamos decidió que mi hermano y yo éramos una abominación demoniaca y que si querían evitar que la desgracia cayera sobre los habitantes, tenían que deshacerse de nosotros, quemarnos en la hoguera antes de que fuera demasiado tarde. Ni siquiera nuestros padres intentaron ponernos a salvo, es más, nuestro propio padre fue quien nos entregó a nuestros sicarios. De nada valió nuestros gritos de terror, ni nuestras lágrimas; éramos unos monstruos y como tales debíamos ser sacrificados…. Fue entonces que entendí la crueldad y lo despiadados que podían ser los humanos. Los vampiros, según ellos, éramos seres viles y crueles, pero por experiencia propia, podía decir que ambas especies estaban empatadas. Nosotros matábamos para poder vivir, como el león que hace su presa al ciervo, mientras que los humanos se matan por poder, por riqueza o por simple placer.

Cerré los ojos, intentando borrar aquellos recuerdos humanos. No tenía caso pensar en ello, había sido en otro tiempo, en una vida que ya no era la mía. Aro nos había salvado, nos había puesto a su cuidado y protección; nos había dado todo aquello que habíamos deseado, todo aquello que jamás hubiéramos podido imaginar. Alec siempre había estado a mi lado, siempre me había cuidado, incluso aquella noche en los bosques del Olimpic. Uno de los lobos había decidido ir por mí, y Alec se interpuso para salvarme. Y a causa de eso, él había muerto, al igual que nuestros otros compañeros.

No, a causa de eso no… la causa de haber perdido a Alec, de haber alejado a Stanislav de mí, de mi amargura, de mi rencor tenía nombre y apellido: Renesmee Cullen. Ella era la causa de todo, ella y su maldita familia eran los causantes de alterar mi existencia. Este círculo de odio y rencor había iniciado con la madre de ella, con la tal Isabella Swan, y su pequeño engendro había terminado por alterar el orden de nuestro mundo.

Había veces que no sabía a quién detestaba más de las dos, si a Isabella por ser la primera en salir librada de mi don, por demostrar que había quien podía ser más poderosa que yo. O Renesmee, que me había robado cualquier oportunidad con Stanislav, quien había dicho que no era un pedófilo, pero bien que se había acostado con ella cuando sólo tenía nueve años de nacida. Ok, tal vez tuviera el cuerpo de una mujer, mucho más desarrollado que el mío, pero eso no quitaba que seguía siendo una tonta adolescente. Y junto con Stanilav, por su culpa había perdido a Alec.

La simple imagen de ella me provocaba nauseas, del tipo que nacen del odio y la aberración. Juré hacer caer uno a uno de su familia y aliados, hasta llegar a ella. Renesmee sería la guinda del pastel y conocería el infierno aún antes de la muerte; haría que me suplicara que acabara con ella, y su muerte sería el único acto de misericordia que habría de mi parte.

Estábamos cerca de conseguirlo. La alianza con la loba y su ayuda para atrapar al padre de Isabella nos había puesto en una posición de ventaja. Esta vez no nos apresuraríamos, jugaríamos nuestras cartas con calma, cercándolos, dejándolos indefensos y para cuando se dieran cuenta, nosotros estaríamos sobre ellos, listos para hacer justicia de una buena vez por todas.

Si alguna vez alguien me hubiera dicho que iba a terminar haciendo tratos con una mujer-lobo, me habría reído en su cara. Pero así había sido, el odio que Leah sentía hacia Renesmee y los Cullen eran casi equiparable con el que sentía yo. Después de la batalla, me quedé el tiempo suficiente para merodear y descubrir que el ataque de Renesmee al líder de la manada había alterado los ánimos de sus miembros, y que era precisamente Leah quien más empeñada estaba en hacer que aquella pagara. Llevó tiempo y un montón de espías enterarme de lo que sucedía en aquel pueblo de América.

Así supe de los destrozos que había dejado Renesmee a su paso por La Push, de los constantes conflictos dentro de la manada por su causa, y de la abjuración de la loba; supe que, con las palabras indicadas, lograría que se uniera contra nuestros enemigos comunes. El primer paso fue hacernos del viejo Swan, y gracias a la presencia de Leah en el castillo, sabíamos que estábamos fuera del alcance del don de Alice Cullen. No tendrían forma de adivinar lo que estábamos planeando contra ellos.

¿Qué pasaría con Leah después de deshacernos de los Cullen? No tenía la menor idea, ni me importaba. Aro podría decidir dejarla ir, donarla a un zoológico o hacer una alfombra con su piel, la verdad es que me tenía sin cuidado. Una vez logrado el objetivo, lo demás carecía de importancia.

Venganza. El final… me había obsesionado tanto tiempo con ello que, realmente no me había puesto a pensar qué haría una vez que todo hubiera terminado. Era extraño pensar en una existencia sin tener qué pensar en matar a alguien en específico, sin trazar planes ni visualizar una y otra vez la mejor forma de torturar a tus enemigos. Tal vez, después de que todo pasara, regresaría a lo de antes, dedicarme a vigilar el orden de nuestro mundo, cerciorarme que las reglas que rigen nuestro secreto sean cumplidas. Sonaba fácil, más no estaba segura de fuera así.

–Señora… –la puerta se abrió intempestivamente, sacándome de mis cavilaciones. Si fuera humana, me hubiera pegado un susto de muerte.

–¿Qué? –pronuncié con desagrado, dejando bastante claro que esa entrada casi teatral me había molestado. Odiaba la exageración, el drama. Aquellos miembros bajo mi mando sabían que exigía un comportamiento estoico; supuse que éste no lo había entendido bien, apenas si tenía un par de semanas con nosotros. Es más, ni siquiera sabía su nombre, ni me importaba saberlo.

–Aro pide su presencia.

Asentí antes de salir con decisión con rumbo al gran salón. Recorrí los largos pasillos del castillo, con rapidez pero si perder la compostura. No me detuve a ver si el guardia me había seguido o si alguien más había sido convocado y se dirigía a donde mismo. Lo importante era llegar ante Aro cuanto antes.

Llegué hasta la cámara, cuadrando los hombros antes de dar los últimos pasos hasta los dos tronos donde reposaban Aro y Marco. Tras la muerte de Cayo, su trono había sido removido, y aún cuando Athenedora se seguía creyendo con poder, lo cierto es que Aro la había ido relegando poco a poco su papel hasta el de ser un miembro más de la guardia. Había conservado algunos de sus privilegios, pero lo cierto es que ya no era nadie importante en el clan.

–Señor… –incliné el rostro en señal de respeto y reverencia.

–Jane, supongo que estás al tanto de que visité a nuestra huésped¸ la pequeña Kaori.

Vaya, así que ese era su nombre. Ni siquiera eso habíamos logrado arrancarle en nuestros interrogatorios.

–¿Sabes que es, o mejor dicho, era hermanastra de nuestro querido Kaito? –arrugué casi de forma involuntaria el gesto, como lo hacía cada vez que alguien nombraba a alguno de los caídos en la batalla contra los Cullen.

–No, señor.

–Mmm.. es una chica bastante interesante, ¿sabes? Lástima que haya decidido tomar parte de le résistance.

»En fin, no es de eso de lo que quería hablar contigo.

Esperé en silencio, aguardando por aquello que Aro quisiera ordenarme. Oh, porque conociéndolo, estaba segura que algo pensaba encargarme.

–Verás, hay un aquelarre un tanto nómada, una especie de gitanos que van de lado a lado, sin quedarse mucho tiempo en un lugar. Necesito que les hagas una visita y verifiques que todo anda bien, que les recuerdes que, aunque no me he molestado por ellos durante tanto tiempo, eso no significa que les haya olvidado.

–¿Algún mensaje en específico?

–No, sólo mis saludos y… y que tal vez los visite pronto.

–¿Y donde he de encontrar a este aquelarre de…gitanos? Si son errantes, supongo que no será fácil encontrarlos.

–Praga –soltó con suavidad –Ahí los vas a encontrar.

–¿Puedo preguntar si esto tiene algo qué ver con la vampira que atrapamos?

–Querida niña, todo tiene qué ver… Digamos que, estos gitanos tal vez les han estado prestando cierta ayuda a le résistance.

–Entonces tendremos qué demostrarles lo que puede pasarle a aquellos que…

–No. –Me interrumpió tajante –Nada de malos modales ni represalias. Digamos que esto sólo es una visita social, un pequeño recordatorio de que no les he olvidado.

Lo miré, intentando comprenderlo. Desvié la mirada hacia Marco, como esperando encontrar en su rostro alguna explicación de la actitud de Aro. Pero Marco parecía distante, con su eterno rictus de melancolía y tristeza. Estaba segura que no había prestado atención a ni una sola palabra de Aro; era como si estuviera en su propia burbuja de cristal.

–Muy bien. Se hará como usted lo desea… ¿Cuándo he de partir?

–Se de muy buena fuente –sonrió como si se tratara de alguna especie de chiste personal –que están preparando una especie de celebración la noche del 28, el día de los Santos Inocentes –parecía divertido con la elección de la fecha –Ten listo todo para visitarlos ese día. Has que te acompañen un par de guardias.

Asentí, entendiendo en su tono de voz, que daba por finalizado el encuentro. Justo cuando daba la media vuelta y estaba a punto de emprender la retirada, las palabras de Aro me detuvieron.

–Pase lo que pase, veas lo que veas, recuerda: Nada de represalias, nada de ataques.

»Falta poco para que todo acabe, Jane. Pronto tendrás tu oportunidad de acabar con aquellos que nos arrebataron a Alec, no pierdas la concentración. Sólo ten paciencia.

No dije nada, sólo reanudé mi marcha. Empezaba a creer a Aro se estaba ablandando o a punto de perder la cabeza.

“No pierdas la concentración. Sólo ten paciencia”. Paciencia había tendido mucha, pero era verdad, no debía perder la concentración. Mi objetivo estaba cerca, casi podía oler la sangre de los Cullen corriendo por mis manos y mis dientes.

La hora final de mis enemigos se acercaba.

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