Disclaimer

Nombres y personajes de esta historia son propiedad de Stephanie Meyer (menos los que no salieron en la saga original). Lo único mio es la historia que va uniendo a tan maravillosos personajes.
Esto es un homenaje a una de mis sagas favoritas, sin fines de lucro, por mera distracción.

sábado, 31 de octubre de 2009

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Update:
PEEEERRRDOONNNN!!! Les había dicho que hoy pondría el capítulo, pero por andar de vaga, no alcancé a terminarlo. Voy llegando a mi casa...
Saben que con "Luna Oscura" estoy tratando de hacer capítulos más largos y que por eso me tardo más en publicar que cuando estaba con "Claro de Luna", así que estoy en un dilema, o publico un capítulo pequeño (lo que llevo escrito) o uno más largo (que me llevaría más días). No quiero quedarles mal, así que tendré que echarme un "volado".

domingo, 25 de octubre de 2009

Huellas

Salí de la casa de Charlie Swan sabrá Dios cómo, pero lo había logrado. Claro, me había costado todos los años de práctica que tenía encima para mantener el férreo control sobre mi temperamento.

No es que la presencia de Alice o de Jasper hubiera podido afectarme. Claro que no, había pasado ocho años al lado de ellos, tiempo más que suficiente para que mi propia naturaleza aprendiera a sobrellevar la convivencia con ellos. Había sido el regreso de ella lo que había hecho que todo hubiera estado a punto de evaporarse; su regreso y que además estuviera al lado de él, la eterna sombra entre nosotros, había estado a nada de borrar de un plumazo el fuerte dominio que poseía de mí mismo.

Subí a mi camioneta, poniendo en marcha el motor con un potente rugido. Quería largarme de ahí cuanto antes. No me detuve a comprobar si ellos se marchaban o no de ahí, simplemente necesitaba irme cuanto antes, estar sólo y poner en orden mis pensamientos.

Enfilé mi pick-up rumbo a La Push, sin estar realmente seguro si ir directo a casa fuera lo más inteligente. Ahí estaría mi padre y dudaba ser capaz de aparentar normalidad delante de él. Tal vez sería un hombre mayor y su salud estuviera mermada últimamente, pero eso no le restaba ni un ápice en inteligencia y astucia. Mi padre era capaz de leer en mí como si yo fuese un libro abierto, y por eso no podía llegar a casa, porque no quería tener que contarle la verdad y alterarlo con la notica del regreso de ella.

Al principio, papá había aceptado lo que parecía ser mi irremediable destino al lado de ella. Ella era mi alma gemela, mi gran amor; ella era mi destino, mi vida, mi presente y mi futuro. Ella era todo: alma, vida, existencia… Ella, ella, ella, no podía ni siquiera pensar en su nombre sin que escociera.

Sacudí la cabeza, impotente mientras hacía alto en uno de los dos semáforos que había en el pueblo.

“Renesmee, mi Nessie…”, murmuró con dolor mi voz interior. Pero tenía que reconocer que ella jamás había sido mía. Lo había creído, lo había deseado, pero lo cierto es que a pesar de todos nuestros intentos, jamás logramos pertenecernos.

Como había dicho antes, mi padre había aceptado nuestra unión ya que según las leyendas de nuestro pueblo, la impronta era algo divino, irrompible e irremediable. Papá no estaba realmente convencido de que dos seres de naturaleza opuesta, de dos razas enemigas desde el inicio de los tiempos, pudieran estar juntos. A pesar de sus renitencias, decidió apoyarme porque “¿quién soy yo para oponerme a las leyes del pueblo?” había dicho. Sólo cuando las cosas se hubieron torcido tanto, fue imposible que él no terminara por recelar de ella.

Y no había sido el único; el resto de la manada había tomado una actitud parecida. Bueno, todos salvo Seth, quien había sido el único que desde un principio se había sentido realmente cómo rodeado de vampiros.

El claxon del auto que estaba haciendo alto atrás de mí me sacó de mis ensoñaciones un momento. Volví a poner en marcha la camioneta, sin molestarme en meterle velocidad.

Vampiros y licántropos, o metamorfos según la explicación de Edward Cullen, sonaba una completa locura pronunciarlo siquiera. Éramos parte de una historia milenaria, dos mundos obligados a permanecer ocultos del resto del universo, siempre enemigos naturales. Entonces, ¿realmente era de extrañar que mi pueblo, mi gente no pudieran aceptarla del todo?

Yo sabía que el hecho de que Nessie hubiera ido a vivir conmigo a La Push había caído como plomo en los miembros de la manda. La toleraban por ser el objeto de mi impronta. Respetaban la ley quileute, pero eso no quería decir que la respetaran a ella.

–¿Po qué deberíamos respetar a la causante de la muerte de nuestros hermanos? – había pronunciado con coraje Paul en medio de una de las tantas discusiones que habíamos tenido en esos tiempos. Aún cuando era el marido de mi hermana, no se quedaba callado ante nada. No ponía ni un reparo para expresar su desacuerdo con mi relación con Nessie; incluso había limitado sus visitas a casa de papá en lo más mínimo.

Ella es el amor de mi vida –pronuncié decididamente, sin dejarme avasallar por el más volátil de mis hermanos.

–¿Cómo puedes preferirla sobre nosotros, tu familia, sobre tus amigos, sobre tu gente?

–¿Cómo puedes hacerme esa pregunta? Tú sabes lo que es la impronta, ¡por Dios! Ella está conmigo ahora así como mi hermana está a tu lado; es parte de mi vida y…

–Pero eso no significa que debamos aceptarla así como si nada. O dime, ¿cómo puedo verla a la cara sin recordar a Sam, a Embry y a Colin? ¿Cómo le hago para no ver en su rostro la causa del sufrimiento de Leah o el de las madres de nuestros hermanos?¡Ella tiene la culpa! Incluso te hizo daño a ti, casi te mata sin misericordia.

–Ella no tuvo la culpa de nada; fue una víctima más en toda esta situación.

–Tal vez ella no haya matado de propia mano a Sam y a los otros, pero eso no quita que ella es tan culpable como el resto de las sabandijas… Es hija de unos monstruos, de unos asesinos. Es lógico que lo lleve en su sangre.

–¿Y eso la convierte en un monstruo?¡Ella no tiene la culpa tampoco de las circunstancias de su nacimiento! –bufé con sequedad. No podía permitir que hablaran así de ella. Podía entender el sentir de Paul y del resto de la manada, pero eso no era excusa para hablar de esa forma de Nessie. Y así se los hice saber.

–Ya, ya… –el tono burlón de mi cuñado empezaba a fastidiarme –Realmente espero que el sexo con ella sea tan bueno como para compensar que nos des la espalda.

No me detuve a pensarlo y le lancé un puñetazo, partiéndole el labio en el proceso.

Todos los demás tuvieron que intervenir para detenernos, pues habíamos estado a punto de entrar en fase y lanzarnos a la lucha como un par de bestias salvajes. El recuerdo aún me estremecía al sólo imaginarme lo que hubiera pasado si nos hubiéramos lanzado de lleno al ataque en nuestra forma lupina. Dos lobos salvajes en medio de una brutal batalla sólo hubiera llevado a que uno de los dos, o ambos, termináramos muertos.

“¿No te cansas de ser el perrito faldero de los Cullen?”, había gritado Paul mientras Jared, Seth y Quil se lo llevaban a rastras de ahí. “¿No estas harto de que crean que te acostumbraste a ser el mantenido de los chupasangre?”.

Las duras palabras de Paul me habían calado hondo; aunque después se había disculpado por perder los estribos, lo cierto es que sus acusaciones dejaron huella en mí. Por eso prácticamente le había prohibido a Nessie hacer uso del dinero de su familia. Tal vez se pudiera pensar que mi actitud era algo machista pero, ¡diablos!, uno tenía su orgullo y quería demostrarle a ella, a su familia y a todos aquellos que nos conocían que era capaz de hacerla feliz y dale una buena vida con el productor de mi trabajo. No importaba si me tomaba cinco, diez o 30 años, pero yo le daría el mundo entero a Nessie y a nuestros hijos…

Hijos. Sólo pensar en la palabra me hacía torcer la boca en un rictus que reflejaban amargura y dolor.

Respiré profundamente mientras tomaba una curva de la solitaria carretera. La nieve apenas caía con suavidad del cielo, pero eso no quitaba el hecho de ser precavido tras el volante. Faltaban unos quince minutos para divisar las primeras luces e la reserva. Quince minutos para recomponer la máscara de fría tranquilidad que había forjado y perfeccionado con el paso de los años.

Hijos… Isaiah, mi pequeño Isaiah. Parecía como si hubiera sido ayer...

El dolor no había remitido ni un ápice; había aprendido a sobrellevarlo, a vivir con ello cada día, pero seguía calando tanto o más como al principio. Nunca había querido hablar del tema con nadie, pues sabía que no podrían entenderme. Y la única persona con la que hubiera podido hacerlo, me había dejado de lado.

Renesmee se había encerrado en su propio dolor, en su propia pérdida, sin dejarme compartirla con ella. Y en cierta forma, eso había producido en mí cierto resentimiento hacia ella ya que Isaiah era también mi hijo, yo también le había amado desde el primer instante, le había esperado con ilusión, y…

Sentí un picor en los ojos al recordarlo, pero bastaba con respirar profundamente un par de veces para controlarlo sin esfuerzo; desde hacía años que mis lágrimas se habían secado... Isaiah había muerto en mis brazos. Apenas había podido sobrevivir unos cinco minutos después del parto, pero esos minutos habían bastado para amarlo incondicionalmente y para que su muerte me desgarrara el alma. Sólo aquellos que han pasado por lo mismo son capaces de entender la clase de dolor que representa perder un hijo.

No recuerdo haber llorado nunca antes, ni siquiera cuando murió mi madre o cuando me dijeron que era poco probable que volviera a caminar otra vez. Pero sentir como mi pequeño exhalaba su último aliento, cómo perdía la batalla aún siquiera antes de comenzarla, me había arrancado el sollozo más desgarrador que alguien pudiera oír jamás.

Esa noche había sido espantosa. Perdí a mi hijo, creí que Nessie también moriría. Y luego, Emma había dicho que aunque mi mujer sobreviviría, la posibilidad de que pudiera volver a embarazarse apenas era de un 5%.

Tendré cuidado al decírselo, te lo prometo… Pero es mejor contárselo cuanto antes… En casos como este, es preferible encarar la verdad de una vez por todas.”, había dicho Emma con el más profesional de los tonos. Pedí ser yo quien le dijera a Nessie lo sucedido, tanto con Isaiah como con lo de no poder tener más bebés.

Cuando llegó el momento… fue terrible, aterrador. Vi como nada más pronunciar las palabras, algo en ella iba muriendo. Ese día no sólo había perdido a mi hijo, sino también a mi mujer. Renesmee se encerró en su dolor, dejándome al margen para lidiar con el mío propio. Rechazaba cualquier intento de acercarme a ella; quería decirle que no importaba que no pudiéramos tener hijos biológicos, pues yo le amaba a ella por completo. Ella era más que una matriz dañada o la capacidad para parir. Ella era el amor de mi vida y en el último de los casos, siempre podríamos recurrir a la adopción, tal y como lo habían hecho sus abuelos.

“¿Eres estúpido o qué? ¡Mi bebé no es una cosa que se pueda reemplazar así nada más!”, me había gritado furiosamente, casi rayando en la histeria, negándose a hablar del tema. No sabía qué dolía más, si su silencio o su rechazo, pues rehuía a cualquier contacto de mi parte por más mínimo o accidental que fuera. Se sumía en largos periodos de silencio, con la mirada perdida y la mente sabrá Dios dónde. Nunca quise preguntar o intentar ver a través de sus manos mientras dormía; temía la respuesta.

Si no estaba encerrada en la habitación, se pasaba las horas en el cementerio, sentada contemplando la pequeña lápida de nuestro hijo, al que habíamos enterrado a un lado de la tumba de mi madre.

Supongo que está de más decir que nuestra vida íntima, de pareja se había desvanecido por completo. Era como si una gruesa muralla se hubiera erigido entre nosotros. Y a cada día que pasaba, la muralla se iba haciendo más gruesa y difícil de penetrar.

Había llegado a temer por su seguridad, pues tanto Quil como Leah estaban coléricos por lo sucedido con Claire. Prácticamente me habían exigido en charola de plata la cabeza de Nessie. El resto de la manada se mostraba recelosa, pues si bien la consideraban un peligro para nosotros, ella seguía siendo la mujer del jefe, el objeto de la impronta del macho alfa.

Pensar en el montón de problemas y tensiones a los que había tenido que hacer frente en ese tiempo, aún me provocaban jaqueca. Reconozco que había tenido que echar mano de mi poder como líder para mantener la situación controlada, pero había odiado hacerlo pues la vez que Sam lo había utilizado en mí, había sido por demás humillantemente desagradable. ¿Pero qué más podía hacer? Si cualquiera de ellos le hacía daño, eso significaría que tenía que enfrentarme en una lucha a muerte con agresor y no, jamás podría hacer tal cosa. Incluso contemplé la posibilidad de marcharme con ella, renunciar a mi condición de jefe, dejar una vez más mi pueblo por ella. Aunque había llegado a considerar la idea, tuve que descartarla pues no podía dejar en la estocada a tanta gente que tenía fe en mí. Ya lo había hecho una vez con tal de alcanzar la felicidad, sin importarme el dolor que le había provocado a mi padre. Cuando regresé a la reserva, pensando en que tendría que tomar momentáneamente el lugar de Sam (aunque al final no fue así), comprendí mejor el legado de mis antepasados; empecé a entender lo que significaba ser el descendiente de Eprhaim Black y las responsabilidades que eso conllevaba. Ya no era tan fácil irme, tenía que pensar en toda mi gente.

Semanas después del parto, cuando ella parecía físicamente más fuerte, me abandonó dejándome únicamente una fría nota sobre la encimera de la cocina a modo de despedida.

Jake, lo siento, pero ya no puedo seguir contigo. De verdad lo intenté, creí que podría hacerte feliz, pero no es así. Quise engañarme con el cuento de que tú y yo éramos almas gemelas, la pareja perfecta del otro. Y fue un terrible error.

Espero que algún día puedas perdonarme por todo este desastre, pero sobre todo, espero que encuentres a quién sí pueda amarte como te lo mereces.

No me busques, no pienso regresar. Vuelvo con los míos, a donde pertenezco y donde mi corazón siempre ha estado.

R.

Así de frío y escueto, pero no por eso menos doloroso. Aún recordaba perfectamente cada palabra de esa nota. La había leído miles de veces, hasta que el papel terminó tan arrugado que empezó a deshacerse.

En un tris me había quedado sólo, hundido en un abismo negro de profunda amargura y dolor. Creí que al fin había alcanzado la felicidad y en menos de un suspiro perdí a la mujer que amaba, a mi hijo y nuestro radiante futuro juntos.

Parpadeé sorprendido al darme cuenta que ya estaba en casa. Había estado tan metido en mis pensamientos que no me había dado cuenta que prácticamente había conducido como en una especie de “piloto automático”.

Metí la camioneta en el garaje antes de entrar a la casa. Esa noche habría una buena nevada y si no quería tener problemas con el motor o los frenos, era mejor que guareciera bien mi pick-up.

Seguía viviendo con mi padre, puesto que era un hombre mayor y enfermo. No le había encontrado caso mudarme de ahí, puesto que había seguido soltero durante esos años y no había contemplado la posibilidad de cambiar la situación. O por lo menos así había sido hasta hace un par de semanas atrás.

Metí la llave en la cerradura y entré al cálido interior de mi casa. El taller iba bien y aún cuando no era precisamente millonario, ganaba lo suficiente como para hacerle algunas mejoras al viejo inmueble. La última había sido la instalación de un nuevo sistema de calefacción. No era que yo lo necesitara particularmente (con facilidad podía andar sin camisa en pleno invierno) pero los huesos reumáticos de papá sí. Las bajas temperaturas eran terribles para él.

Como todos los días, me encontré con la lámpara de la sala encendida y un plato con la cena sobre la encimera, listo para meterlo en el horno de microondas en cuanto llegara a casa. Todo gracias a mi hermana Rachel, que se pasaba algunas horas ahí para cerciorarse que papá estuviera bien.

–¿Jacob? –pronunció mi padre con voz fuerte pero algo amodorrada, desde su habitación. Aunque Rachel se encargaba de que a más tardar a las ocho de la noche él ya estuviera metido en la cama, papá pedía que la puerta de su habitación se quedara entreabierta para poder escuchar cuando yo llegara a casa.

No es que quiera vigilarte como un chiquillo, sólo es que soy tu padre y no puedo dejar de preocuparme por ti”, había dicho papá a modo de explicación.

–Sí papá –respondí con calma mientras introducía el plato de la cena en le refrigerador y después sacaba una lata de cerveza. No tenía apetito en lo absoluto, y después de lo sucedido, sentía la necesidad de un trabo bastante fuerte.

No es que fuera aficionado a la bebida particularmente, pero de vez en cuando una cerveza servía para relajarme. –Ya llegué a casa, vuelve a dormirte.

Papá murmuró algo parecido al “buenas noches” y un par de cosas más. Sinceramente no le presté demasiada atención; mi mente estaba en otro lado.

Me dejé caer torpemente sobre una de las sillas del pequeño comedor de la cocina, la cual estaba sumida en una especie de semi-penumbra. Abrí la lata de una Coors Light y empecé a darle largos tragos a la bebida mientras contemplaba la negra noche a través de la ventana.

Sabía que tenía que reunir a los chicos y contarles las nuevas. Imaginé el desagrado con el que recibirían la noticia de que los Cullen y sobre todo Nessie, estaban de vuelta en el pueblo.

Había pasado ¿cuánto?, ¿un año?, desde la última vez que nos habíamos transformado en lobos. Lo cierto es que desde que ella se había marchado, la necesidad de entrar en fase había sido cada vez menor para el alivio de los chicos. Claro, la mayoría ya tenían familia, hijos y la idea de quedarse eternamente jóvenes, viendo cómo sus seres queridos iban muriendo, no era precisamente atractiva. Incluso había quien deseaba fervientemente que el destino de sus hijos no fuera el de un lobo como nosotros. Sabía muy bien que la marcha de Nessie había sido un alivio para todos, porque eso significaba que ya no tendrían que estarse convirtiendo constantemente y, a la larga, llegaría el momento en que dejaríamos de entrar en fase lo suficiente como para envejecer y dejar que el paso del tiempo tomara su curso natural.

¿Por qué había tenido que regresar? ¿Por qué tenía que haber vuelto precisamente con él?

Apreté la lata vacía y prácticamente la convertí en una bola de aluminio. Casi con descuido, la arrojé directamente al bote de la basura y me paré para sacar otra lata del refrigerador.

Sabía que debía concentrarme en el hecho de que Leah y Charlie habían desaparecido misteriosamente, y dado lo que me habían contado los Cullen durante nuestro encuentro en casa del jefe Swan, todo apuntaba a que los Vulturis habían regresado a la carga; y una vez más, los quileutes terminábamos implicados en la guerra entre dos clanes de vampiros.

También era consciente de que debía ponerme a investigar el asunto ese de las fotos publicadas en la revista. Nunca me había sentido particularmente atraído por esa clase de lectura, por eso no me había enterado de nada sobre el asunto, pero aún así, alguien de la reserva probablemente sí lo había visto entonces, ¿por qué no me habían advertido?

Tal vez porque saben lo que ella ha significado para ti”, respondió mi voz interior.

Resople molesto. Ello no habían lanzado ninguna acusación directa, pero yo no era ningún tonto y podía leer entre líneas: realmente creían que alguien de la tribu había estado detrás de las fotos. Y era hasta cierto punto lógico llegar a esa conclusión; las fotos de las que habló Renesmee eran las mismas que estaban en un par de álbumes que había guardado junto al resto de sus cosas, en un par de cajas que había terminado amontonando en el garaje de la casa. ¿Quién podría estar detrás de esto? Era una incógnita, pero de ninguna manera podía creer que alguno de los míos me hubiera podido traicionar de esa manera.

Tal vez alguien se había enterado de lo que estaba sucediendo en Nueva York y había reconocido a Nessie. Y tal vez ese alguien había encontrado con la forma de ganarse un dinero extra a costa nuestra. Incluso se podía pensar que ese alguien también estaba detrás de la desaparición de Leah y Charlie.

–Imposible… –murmuré mientras movía ligeramente la cabeza en forma negativa. Le di un buen trago a la fría cerveza. Claro que era imposible porque si era la misma persona quien estaba involucrada tanto en las desapariciones como en las fotos publicadas en la revista, y si mis sospechas fueran ciertas, ese alguien estaría relacionado con los Vulturis. ¡Y era imposible que un Vulturi pudiera haber estado en la reserva pasando completamente desapercibido!

Vacié de un último trago lo que quedaba de cerveza antes de ponerme de pie. Debía llamar por teléfono a los demás y convocar una reunión de inmediato.

Descolgué el teléfono y mientras marcaba las teclas del número de la casa de Paul y Rachel, observé el exterior por la ventana. La nieve empezaba a caer con más ritmo e imaginé que la temperatura ya habría bajado por lo menos unos cinco grados más. Eran pasadas las diez de la noche, la mayoría ya estaría en cama con sus esposas, e incluso algunos ya estarían dormidos. Rachel me mataría por sacar a Paul de casa a esas horas y después de un agotador día de trabajo.

Colgué el teléfono, sin terminar de marcar el número. Tenía qué pensar bien las cosas, tratar de darle un enfoque imparcial a la situación. Pero sobre todo, tenía que encontrar las palabras adecuadas para decirles que los Cullen al completo regresarían al pueblo y que era importante que no se lanzaran sobre ellos. La tregua seguía en pie, a pesar de lo que Nessie había hecho con Claire.

Y también, tenía qué pensar en lo que iba a decirle a Emma….

–¡Diablos! –maldije mientras me rascaba la frente en gesto nervioso.

Emma había sido un increíble apoyo durante estos años, ¿cómo decirle que ella había vuelto? Claro, con la naturaleza apacible que poseía, era impensable que Emma pudiera hacerme una escena, pero yo sabía que el regreso de Nessie podía hacerle daño.

Volvía preguntarme una vez más, ¿por qué ella tenía que haber regresado? Y justamente ahora, que mi vida al fin parecía normal; justo ahora que había estado dándole vueltas a la idea de pedirle a Emma que se casara conmigo.

Emma había sido mi amiga desde niños, la conocía tan bien y no sé… después de tantas cosas, creí que lo más natural era estar juntos. Ella era afín a mí en varios sentidos, comprendía quién era yo y lo que significaba ser el líder de la manada. Conocía mi mundo (no por que yo se lo hubiera contado, sino que se había enterado de forma accidental años atrás) y aunque jamás pidió una explicación, lo respetaba y sabía que era algo inherente a mi herencia quileute. Ella era increíblemente tímida y durante nuestra infancia, más de una vez tuve que defenderla de los bravucones que se reían por su forma de ser y por las horas que pasaba entregada a los libros. Se podía decir que Emma había sido una especie de “niña genio”, de la que sus padres estaban orgullosos. Incluso, a los 15 años consiguió una beca para entrar a la Escuela de Medicina de Stanford.

Cuando ella se fue, justo entró en mi vida Bella Swan y de ahí…. mi vida jamás fue la misma. Perdí todo contacto con Emma, pues nuestras vidas habían tomado un rumbo completamente distinto. Y de alguna forma, el destino nuevamente nos cruzó aquella noche, cuando Sam y los demás perdieron la vida; nunca se nos pasó por la cabeza que Sam decidiera nombrarnos a ella y a mí tutores de sus hijos. Algo realmente sorpresivo para todos, ya que dábamos por hecho que la responsabilidad recaería en Leah, quien desde la muerte de Emily Uley, había sido prácticamente una madre para sus dos hijos.

Y cuando creían que tal vez yo no volvería a caminar a causas de las heridas que recibí aquella noche, ella estuvo ahí para apoyarme y no dejarme caer. Jamás permitió que me dejara llevar por la autocompasión, jamás permitió que me sintiera derrotado o que tirara la toalla. Era inflexible y me presionaba hasta el límite, hacía que resurgieran fuerzas en mí cuando creía que ya no podía más; eso sí, jamás se mostró cruel.

–¡Vamos, Jacob! Tú puedes hacerlo… eres mucho más duro y fuerte que esto. No necesitas mi compasión ni la de nadie más, porque no eres un patético pelele que se da por vencido ante la adversidad. Tú pues hacerlo, tú puedes levantarte de esa silla si tú así lo quieres.

Una y otra vez me repetía esas palabras durante las largas y dolorosas sesiones de rehabilitación. Ella no se encargaba de mis terapias, pero siempre estuvo ahí para apoyarme. Y se lo agradecí, porque era la única que no me veía con ojos de angustia y desolación. Ella no era como los demás, que decían “No te preocupes, todo va a salir bien. Ya lo verás”, mientras en sus ojos se leía que no creían en sus propias palabras. Emma siempre tuvo fe en mí, y se lo agradecí.

Incluso, se podría decir que empecé a sentirme verdaderamente cercano a ella. Y tal vez las cosas hubieran dado para más si Nessie no hubiera decido volver y luchar por lo nuestro, o al menos así había dicho ella. Fuera como fuera, el hecho es que cualquier indicio de algo entre Emma y yo murió en el acto, pues ¿cómo fijarme en ella cuando la mujer de mi vida estaba dispuesta a pasar el resto de la suya al lado mío?

Llegué a creer que eran figuraciones mías, pues Emma jamás dio muestras de un corazón herido. Siempre tímida, siempre callada, pero aún así siguió mostrándome su amistad. Incluso, llegó a ser una especie de confidente, cuando las cosas entre la manada no estaban bien a causa de la presencia de Nessie. A Emma podía contarle todo esto, pues lo último que deseaba era preocupar a mi mujer con esas cosas; de por sí ya la estaba pasando bastante mal con el embarazo como para cargarle más mortificaciones por la tensión con los chicos.

Nunca le conté el secreto en torno a Renesmee y su familia, pero Emma era lo bastante inteligente para deducir que había algo inexplicable alrededor de los Cullen.

Jacob, recuerda que amar no es mirarse el uno al otro, sino mirar juntos hacia el mismo lado. Y mientras sea así entre ustedes, los demás se darán cuenta que sus recelos no tienen razón de ser. La aceptarán y toda esta tormenta será apenas un mal recuerdo.

–¿Realmente lo crees?

–Sí.

–¿Por qué?

–Porque tú, Jacob Black, no podrías amar a una mujer que no valiera la pena luchar por ella.

Y cuando mis sueños me explotaron en la cara, Emma estuvo ahí. Luchó por salvar la vida de mi hijo, luchó para evitar que Nessie muriera y después, incluso peleó porque yo no me dejara arrastrar por la desesperación cuando ella se fue. Sí, durante estos años Emma se convirtió en una especie de roca para mí, una amiga incondicional sin esperar nada a cambio.

Apenas meses atrás decidí darme una oportunidad con ella. ¿Por qué no hacerlo si nos conocíamos de tanto tiempo? Ella me conocía aún en mis momentos más negros e incluso compartíamos la responsabilidad de educar a los hijos de Sam. Yo ya había perdido la esperanza de que Renesmee regresara, supuse que era momento de continuar con mi vida o lo que quedaba de ella, y Emma parecía la mejor opción.

Tengo que ser honesto, principio me costaba un mundo no comparar a Emma con Nessie, aún en el más mínimo detalle. Sabía que era una bajeza pero no podía evitarlo, y para colmo, Emma siempre salía mal parada en esas comparaciones. Estaba mal, era consciente de ello pero, era difícil tener a tu lado a tu alma gemela y perderla. Por muchas bondades y virtudes que poseyera Emma, siempre sería un premio de consolación ante lo que había perdido.

Y poco a poco, de alguna forma, dejé de compararlas y empecé a preciar los pequeños detalles que hacían a Emma especial. Había empezado a encontrar encantadora la forma en que se mordía el labio inferior cuando había algo que le preocupaba, o la forma en que jugaba con la montura de sus lentes cuando estaba concentrada en algún caso médico. Era excelente con sus sobrinos, Sam jr y Mary, y con respecto a nosotros, no se mostraba exigente o posesiva. Era dulce y afable, pero eso no significaba que fuera una blandengue o que le faltara carácter. Podía llegar a ser realmente inflexible cuando era necesario.

Sí, había empezado a apreciar esas cualidades. Y por eso, había estado dándole vueltas al asunto de proponerle que nos casáramos. ¿Por qué no? No nos iba tan mal juntos, sus sobrinos me querían y yo a ellos, y… no sé, ella de alguna forma me daba paz y serenidad. Había sido insufrible después de que Nessie me dejara, no sé cómo le hizo Emma para aguantar mis momentos de depresión seguidos de estallidos de cólera.

Papá parecía contento con mi relación. Incluso una vez me dijo que al fin me había fijado en la mujer indicada, una que comprendía quién era y no me exigía hacer sacrificios inútiles.

Sí, yo creía que al fin tenía mi vida normal, que por fin había empezado a asentarme y que estaba listo para seguir adelante. Oh, pero es que la vida es una maldita bruja traicionera, capaz de borrar todos tus planes de un plumazo.

El regreso de ella, de Nessie, lo cambiaba todo. No podía mentirme, verla de nuevo había sido como recibir un golpe seco al corazón. Aunque había puesto mi mejor máscara de frialdad y había tenido que emplearme a fondo para controlar mis impulso, lo cierto es que verla había supuesto poner mi mente y mis sentimientos de cabeza.

Ella había cambiado tanto. Estaba demasiado delgada, su cabello cobrizo antes largo, ahora apenas era una melena rubia platinada. Las ojeras debajo de sus tristes ojos mostraban el cansancio.

Si estaba con él, ¿por qué se veía en ese estado? Claro, durante la charla ella había mencionado su estadía en Nueva York y el lío en el que se había visto envuelta con la muerte de un tal Jordan. Ella no aclaró y yo no quise saber la naturaleza de esa relación, pero era algo que no me cuadraba. ¿El tal Jordan habría sido una especie de venganza contra algo que el vampiro le había hecho? ¿O había sido algo meramente circunstancial? ¿Él la trataría bien? ¿Habría sido capaz de darle la felicidad que no pudo encontrar conmigo?

Estaba seguro que cuando ella me dejó, lo hizo para irse con él. Stanislav Masaryk, ex miembro de los Vulturis y el primer hombre con el que se acostó…

No pude evitar rechinar los dientes. Sí, yo sabía quién era él, aún y cuando jamás nos habíamos encontrado frente a frente antes de esa noche. Yo sabía que había dejado una huella profunda en la vida de Nessie, en su corazón, en su mente. Sí, lo había descubierto de la forma más dura, cuando ella dormía y, a pesar de haber estado en mis brazos, susurraba con desesperado anhelo su nombre.

Trataba de pensar que todo era producto de sus pesadillas, que era algo de su inconsciente que no podía controlar. Cuando soñaba con él, a la mañana siguiente ella parecía no recordar nada y se mostraba amorosa conmigo. Sí, quise convencerme de que no significaba nada, pero un día no pude más, y cuando ella susurró su nombre entre sueños, tomé su mano para posarla en mi mejilla. Y ahí lo vi, vi sus sueños, sus recuerdos o una mezcla de ambos. Y entendí que no eran pesadillas, sino algo mucho más profundo que podía siguiera imaginar.

¿Y que hice yo? Nada, ignorarlo y aparentar que todo estaba bien, impulsado por mi orgullo y mi egoísmo. Ella había decidido estar conmigo, ella llevaba a mi hijo en sus entrañas, ella decía que era a mí a quien amaba, así que ¿para qué echarlo a perder?

A la distancia, puedo ver que fue un error. Sí, un cobarde error al querer eludir las cosas importantes, aquello que no hacía más que agregar piedras en nuestro camino. Aunque yo no fui el único que le dio la vuelta a los asuntos importantes. Ella jamás quiso tocar el tema de Bella y yo.

–No quiero saberlo, no necesito saberlo… Pensar en ti y en mamá, aunque no hubieran… No, no puedo hablarlo sin que me estremezca y... ¡yiuk! Porque por donde lo vea, si papá no hubiera aparecido, entonces tú… ¡yiuk! ¡yiuk!. –Así se había negado una y otra vez cuando quise tocar el tema. Supongo que eso le dio poder para evadir el tema de Stanislav.

Y ahí estuvo él, como una sombra en nuestra relación. Era una almohada para tres, que tratábamos de ignorar, pero que cada vez iba haciéndose más fuerte, más presente entre nosotros.

Por eso siempre tuve la certeza de que me había dejado por él. Y el encuentro en casa de Charlie no hizo más que confirmar mis sospechas. Y dolió, claro que sí; fue como si me abrieran en carne viva. Verla trajo muchas cosas a mi mente, a mi cuerpo… ¿qué iba a hacer con ellas? Mi Nessie me había sacado de su vida.

Mi Nessie. ¡Que tonto era al pensar así de ella! Nunca había sido mía y jamás lo sería. Incluso, me aferraba a pensar en ella, a llamarla “Nessie”, cuando lo cierto es que ella me había pedido que ya no la llamara así, “Eso suena más propio para una niña, y yo ya no lo soy.”, me había dicho. Pero es que yo quería pensar que había vuelto a ser la misma que era antes de que fuera secuestrada. Pero aquella vez que fue a verme al hospital, después del enfrentamiento con los Vulturis, pude detectar que algo había cambiado en ella. Cuando volvió a mi, quise creer que todo podía volver a ser como antes de que todo se torciera para nosotros. A pesar de nuestros anhelos, no podemos ignorar la realidad, porque si intentamos hacerlo, al final terminará por explotarnos.

Tomé una decisión de inmediato, sin detenerme a pesarlo mucho. Agarré las llaves de la casa y sin hacer mucho ruido para no despertar a mi padre, salí en plena nevada; total, a donde me dirigía no estaba lejos.

No tenía frío, pero aún así era incómoda la forma en que la nieve caía sobre mí. Decidí acelerar un poco más el paso, aún cuando mis pies se hundían torpemente entre la nieve.

En un par de minutos llegué a la que alguna vez fue la casa de Sam y Emily Uley, y que ahora era ocupada por Emma y sus sobrinos. Por un momento dudé en llamar o no a la puerta, pues los niños de seguro ya estarían en la cama y no deseaba despertarlos; incluso, Emma podía estar dormida ya. Aunque los fines de semana acostumbraba quedarme a dormir con ella, cuando me llamó hacía rato, de laguna manera había quedado implícito el que esa noche no iría a verla.

Aún así, al final terminé por llamar a la puerta con la mayor suavidad posible. Pude escuchar ruido al otro lado de la puerta y en el fondo recé porque hubiera sido Emma y no alguno de los niños quien hubiera escuchado mi llamado.

–¿Jacob? –Abrió la puerta con cuidado, después de observar por la mirilla. Al parecer, aún no se había dormido, aunque ya llevaba puesta un pijama de franela a cuadros azules y grises. Su largo cabello negro, que me recordaba a las alas de un cuervo, lo llevaba recogido en una coleta, a la vez que todavía traía puestos sus lentes de montura negra. Supuse que habría estado leyendo.

–Hola Emm..

–¿Qué pasa? –noté cierta preocupación en su voz.

–¿Puedo pasar? Hay algo que debemos hablar.

–Sí, adelante. –pronunció mientras se hacía a un lado para dejarme entrar al interior de la casa.

Respiré hondo, dudando si después de todo, sería buena idea soltarle lo que tenía que decir.

jueves, 22 de octubre de 2009

-*-*-*-*-*-

Hola gente!!!
Aquí ando reportándome, después de tantos días medio perdida.

No, no se me han subido los "humos", como por ahí dijeron (y con todo respeto, me dio risita porque ¿de qué se me podrían subir? Ni que me hubiera ganado el Nobel de Literatura), sólo que ya saben que me gusta hacer las cosas bien y estoy escribiendo el siguiente capítulo.

Ya saben que me choca dar spoilers, peeero lo que sí puedo adelantar es que el siguiente capítulo no será narrado por "Renesmee"... a mi me gusta darle voz a todo mundo, así que hay quien necesita contar su versión de la historia desde su punto de vista.

Ahh, que creen? Quiero compartirles una buena noticia (no únicamente compartirles de mis enemil enfermedades y malas rachas). Estoy feliz porque me ascendieron en mi trabajo!! Ea, ea, ea!! Claro que mi nuevo puesto tiene más responsabilidades y menos tiempo libre, pero vale la pena, era algo que estaba esperando desde hace tiempo.


Saludos y trataré de poner el capítulo lo antes posible. Ya sé que quieren leerlo (incluso yo estoy emocionada escribiéndolo y ya quiero terminarlo), así que les pido paciencia y les ofrezco disculpas por la tardanza. Pero ustedes se merecen que las cosas se hagan bien y con calidad.

Besos y abrazos para todos!!!

miércoles, 14 de octubre de 2009

DUELO


–¡Basta! ¡Deténganse! –Grité a todo pulmón una vez más, con tanta potencia que sentí el ardor en la garganta por el esfuerzo. Pero ellos no me hacían caso, parecían demasiado concentrados en su lucha, el uno tratando de hacerle daño al otro. Pude ver cómo el cuerpo de Jacob empezaba a temblar con furia, tal y como lo hacía cuando su cuerpo estaba a nada de entrar a fase. Y yo no podía permitirlo, en primera, porque no quería que Stan o el propio Jake resultaran heridos; en segunda, porque la lucha entre un licántropo y un vampiro bien podía hacer que la casa del abuelo se viniera abajo.

Les contemplé sintiendo que el corazón se me había ido hasta la garganta. Era más que obvio que Stan y Jacob habían dejado de lado su parte racional, empezando a dejarse llevar por la bestia interna.

–Stan, por favor…. Jacob, no lo hagas….

Las últimas palabras salieron atropelladamente de mi boca al oír un nuevo gruñido proveniente de la maraña de golpes y músculos que tenía frente a mí. El castañear al viento de unos dientes sonó, poniéndome los pelos de punta. No supe quién había lanzado el mordisco, pero bajo ninguna circunstancia podía permitir que se mordieran.

–¡Maldita sea! –mascullé por lo bajo, y sin detenerme a pensarlo siquiera, me lancé a intentar separarlos. –¡Yaaaaa basta! ¡Con demonio, háganme caso! –Impulsivamente, traté de meterme entre los dos cuerpos, pero para mi muy mala suerte, uno de los dos o (tal vez ambos) me dio un empellón, lanzándome despedida por los aires a toda velocidad. Creí escuchar un jadeo al estrellarme primero la cabeza contra la cabecera de la cama, para después caer sobre ella, y por la misma violencia del golpe, las patas del mueble cedieron, viniéndose a bajo contra el piso.

–¡Ouch! ¡Ouch! –me quejé en cuanto dejé de ver un fondo negro y pajaritos y estrellitas revoloteando alrededor de mi cabeza. Me llevé la mano a la nuca, sólo para comprobar que no me la hubiera partido por el golpe.

–¿¡Ya vieron lo que hicieron, par de bestias!? –La voz de tía Alice reflejaba tal furia que por un instante compadecí al “par de bestias” al que iba dirigidas sus palabras. Supuse que el golpe me había dejado fuera de combate por unos momentos, pues no recordaba cómo o cuándo había sido que mis tíos habían regresado a la casa. Alguien había encendido la lamparita de noche que descansaba algo inclinada contra la pared y sobre uno de los burós, así que pude enfocar la mirada hacia ellos, que por fortuna habían detenido su lucha.

Entrecerré los ojos con gesto adolorido al notar el tremendo chipote que me estaba saliendo en la cabeza. Bueno, por lo menos no me había desnucado con el trancazo y, había logrado que Stan y Jake dejaran de pelear. La casa del abuelo seguía en pié, aunque no podía decir lo mismo de la vieja cama de mamá.

–¡Alice!

–¡Ay!

Se escuchó dos manotazos secos seguidos de la voz de aquellos. Tía Alice les había azotado tremendo zape a cada uno de ellos.

–¡Par de brutos inconscientes!.... Renesmee, ¿estás bien? –En menos de lo que dura un suspiro, la tía estaba a mi lado, palpando mi cuerpo con sus manos como en busca de algún hueso roto.

–Sí, sólo que… creo que me va a salir un chichón en la cabeza.

–Te voy a matar por esto, maldito perro…

–Inténtalo y verás…

–¡Hey! ¡Ya está bien! –Tío Jasper se había metido entre los dos, intentando poner distancia entre los descomunales cuerpos estirando sus brazos entre ellos. Pude sentir también cómo el tío estaba usando su don en la habitación, buscando bajar los muy caldeados ánimos. Pobre de él, ese día lo habíamos hecho trabajar más de lo normal. Con cuidado, traté de ponerme en pié, aún cuanto me sentía algo atarantada por el golpe.

–Renesmee, espera… Con cuidado. –No supe cómo, pero para cuando me di cuenta, Stan ya estaba a mi lado, impidiendo que me pusiera en pié. Hizo lo mismo que tía Alice, pasar sus manos por mi cuerpo como para cerciorarse de que no tuviera algún hueso roto. Miró mis pupilas, pidiéndome después que siguiera con la mirada la trayectoria de su dedo índice.

–Qué lindo, otro médico en la familia… –la voz Jake sonó con cierta burla, haciendo que tanto Stan como yo giráramos el rostro hacia él. Jacob seguía de pié, visiblemente tenso y mirándonos con el ceño fruncido. Evidentemente, estaba tratando de controlar su naturaleza, remitir la furia que había estado sintiendo momentos antes. Tenía las manos fuertemente empuñadas, tanto que le temblaban. –No sabía que el requisito para ser parte de los Cullen era tener un título médico. Ahí fue donde fallé…

Entendí el significado de la puya, pero decidí dejar pasar de largo el comentario. Stan se limitó a dedicarle una insolente mirada, sin decir palabra alguna tampoco.

Se podría decir que nada más conocerse, Stan y Jacob se detestaban. Era como si hubieran hecho “corto circuito” nada más ponerse un ojo encima.

–¿Ves bien? ¿Te duele la cabeza? ¿Te sientes mareada o aturdida? –preguntó Stan, centrando su atención nuevamente en mí.

–No… con el golpe me quedé viendo estrellitas, pero se me pasó rápido.

–¿Sé puede saber qué te pasa, Jacob? ¿Por qué atacaste así a mi sobrina? –¡Uy!, Tío Jasper estaba enojado. Esperé que eso no afectara la forma en que trabajaba su don porque si así era, entonces íbamos a terminar peleando todos contra todos. Si de por sí, Stan estaba que se lo llevaba el diablo de la furia y los celos.

Fruncí el ceño, confundida. ¿Por qué sabía que Stanislav se sentía exactamente así? No, no era que lo presintiera o que fuera algo que estuviera suponiendo. No, nada de eso; era algo que yo sabía con toda certeza, así como sabía que el cielo es azul o que el amanecer prosigue al crepúsculo.

–No sabía que era ella. –Jacob descansó su peso sobre el pié izquierdo, mientras se tallaba la frente con el dorso de la mano, un gesto que yo conocía bien; era el que hacía cada vez que tenía que dar una explicación cuando él realmente no quería darla. –Vine a echar un vistazo a la casa cuando de pronto noté que había un auto desconocido aparcado allá afuera. Me estacioné un poco más atrás y cuando me acercaba, noté que alguien estaba en la ventana… No la reconocí; no con ese pelo y tan delgada. –Jacob hablaba de mí como si yo no estuviera presente, pero tampoco me quitaba la vista de encima. Stan también se dio cuenta y apretó con más fuerza la mandíbula, mientras yo me limitaba a desviar la mirada, incómoda. –Ha cambiado bastante y cuando entre tampoco reconocí su aroma. Apesta demasiado a ése. – Por la inflexión despectiva con la que pronunció el “ése”, rápidamente adiviné que se refería a Stanislav. Aún tenía agachada mi mirada pero pude imaginarme fácilmente el ceño fruncido y el ademán orgulloso con el que habría movido la cabeza al hablar.

Controlé el impuso de olfatear mis brazos o mi ropa, sólo para comprobar si era verdad o broma lo que decía Jacob. Supuse que era cierto, pues si lo pensaba mejor, desde el amanecer de ese día, prácticamente me la había pasado en brazos de Stan.

–A pesar de todo –continuó Jake –si hubiera sabido que era ella, jamás la hubiera atacado.

Stan masculló algo realmente ininteligible para mi oído. Era como si no creyera ni una sola de las palabras de Jacob.

El timbre de un teléfono rompió el tenso silencio. Jacob se llevó la mano hacia el bolsillo trasero del pantalón y extrajo de ahí el móvil para responder la llamada.

–¿Bueno? Oh, sí, Emm… sí, lo siento, creo que voy a llegar más tarde, ha surgido una complicación de último minuto… dile a los chicos que lo siento y… sí, sí, te lo prometo. Dales un beso de mi parte… trataré de no llegar tarde a casa…. Sí, Emma, yo también…

Aproveché el pequeño lapso que duró la llamada para permitirme observar con detenimiento a Jacob. Estudié cuidadosamente sus facciones, descubriendo que los años parecían haber seguido su curso en él, tal y como esperaba que hubiera sido al dejarle.

Imaginé que quien le hablaba al otro lado de la línea era Emma Young, y no pude evitar suspirar con cierta melancolía. ¿Estarían juntos? ¿Jacob habría seguido con su vida? ¿Sería feliz al fin? ¿Me habría perdonado? O mejor dicho, ¿me habría olvidado? No pude evitar sentirme algo triste, porque si Jake había sido capaz de seguir adelante, si al fin le había dado una oportunidad a su vida junto a Emma, tal vez vivirían juntos, tal vez tendría una familia “normal” al lado de la doctora y sus sobrinos huérfanos. Incluso… incluso podrían tener algún hijo en común, ¿no?

El derrotero de mis pensamientos me hizo estremecer involuntariamente, al tiempo que rodeaba mi cuerpo con mis propios brazos en gesto protector. Pensar en cómo podría ser la nueva vida de Jacob inevitablemente me llenaba de tristeza; me hacía pensar en todo lo que pude tener con él y en todo lo que había perdido. Había cometido muchos errores, había actuado de manera estúpida intentando reparar un error cometiendo otro. Había querido fundir el hielo con el fuego, fracasando estrepitosamente en el intento, acarreando dolor como ola expansiva hacia aquellos que me rodeaban.

Sentí un picor en los ojos, pero respiré profundamente una vez más, decidida a no llorar. Los recuerdos se agolpaban en mi mente de forma agridulce. Si era sincera conmigo misma, tenía que reconocer que el tiempo que pasé con Jacob había tenido sus momentos de radiante felicidad; sí, porque de cierta manera podría decir que me hizo feliz y yo traté de hacerlo a él feliz también. Sólo que… solo qué había habido demasiados obstáculos, demasiadas verdades que preferimos ignorar, demasiados secretos que dejamos pasar de largo, que al sumarlos habían terminado por convertirse en una pesada carga que ninguna relación hubiera podido soportar a la larga.

–¿Qué hacen ustedes aquí? –preguntó por fin Jacob mientras guardaba el pequeño móvil en el bolsillo de donde lo había extraído.

–Esa pregunta deberíamos hacértela a ti –preguntó tío Jasper con voz calmada, pero clara, sin apartar la mirada de Jacob. –¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Charlie?

Jacob nos dirigió una larga mirada antes de responder.

–Charlie desapareció.

–¿Qué? ¿De qué estás hablando? –sin prestarle atención a los brazos de Stan, me puse de pié sin una pizca de gracia para acercarme a Jacob. –¿Qué quieres decir con que mi abuelo desapareció?

Me detuve apenas a un pequeño paso de él, reprimiendo el impuso de poner mi mano en sus hombro y zarandearlo un poco, urgiéndolo a que me respondiera claramente.

–Exactamente eso, que Charlie parece haberse esfumado sin dejar rastro alguno.

–¿Pee.. pero? ¿Qué…? ¿Cómo…? –balbuceé con desesperación, intentando aclara el montón de pensamientos y posibilidades que se arremolinaban en mi cabeza en esos instantes. Empecé a temblar nuevamente, sintiendo como si un enorme agujero se hubiera instalado debajo de mí y amenazara con arrastrarme hacia su siniestro y lúgubre interior.

–Jacob, explícate por favor –intervino tía Alice, consiente de que probablemente mi mente y mi cuerpo empezaban a llegar al límite. Las últimas 48 horas habían sido una completa locura.

–Esta mañana, vine a ver a Charlie; estuve tocando la puerta un buen rato, pero nadie respondía. Me pareció extraño, pues Charlie aún no puede andar bien por su propio pié y Leah se había quedado la noche anterior, así que…

–Para, para… ¿qué quieres decir con que mi abuelo no puede andar bien por su propio pié? –le interrumpí abruptamente.

–¿No sabes? –respondió el, extrañado a su vez –¿Ninguno sabe lo que le sucedió a Charlie?

–Sí, si sabemos sólo que no le habíamos contado nada aún –intervino tía Alice.

–¿¡Me pueden decir qué está pasando?!

Tía Alice hizo el ademán de hablar, pero Jacob tomó la delantera, y con toda la serenidad del mundo, me relató lo sucedido.

–Charlie tuvo un accidente en su trabajo… Verás, hace unas semanas hubo un atraco en el banco y las cosas se salieron de control. Llamaron a la policía, hubo un intercambio de balazos con los asaltantes.

–¿¡Hirieron a mi abuelo?! –la voz me salió en un graznido. Mi pobre abuelo atrapado en el fuego cruzado con unos ladrones. No, no podía ser.

–Charlie salió herido de forma accidental. Una de las balas dio contra el suelo, y en el “rebote” terminó incrustándosele en el muslo derecho. Tuvieron qué operarle… Él ya está perfectamente, sólo que aún no puede caminar bien.

–Por eso mencionaste a una tal Ethel… hace rato dijiste que se supondría que ya tendría que estar en la casa… ¿Por qué no me habían dicho esto?

–Porque no quería agregarte más preocupaciones –la miré con incredulidad. –Claro que pensaba contarte esto, pero… con todo lo que ha estado pasando, no quería… ¡Dios! Sabía que Charlie estaba bien, que la herida no representaba peligro para él, pero conociéndote, si te decía lo que había sucedido, aunque te jurara sobre una Biblia que tu abuelo estaba bien, habrías terminado muerta de la preocupación y de la ansiedad.

–Aún así, debiste decírmelo desde el principio… ¿Y mamá? ¿Sabe qué sucedió con el abuelo?

–Claro que sí… Ella vino brevemente a Forks y fue quien arregló que Ethel cuidara de Charlie durante su convalecencia. –Respondió mi tía. Torcí el gesto al imaginar a mi abuelo pasando por eso solo –Sabes que cada vez es más difícil que tu madre regrese aquí, máxime si los que alguna vez le conocieron la ven hoy en día. No es fácil explicar por qué no ha envejecido un ápice durante estos años o cómo es su vida después de marcharse de Forks.

–Renesmee, Alice, nos estamos desviando del tema… –nos recordó tío Jasper, antes de centrar su atención en Jacob –Dices que estuviste llamando a la puerta y nadie respondió, ¿y después? ¿qué sucedió?

–Recordé la llave extra que guarda Charlie en la roca falsa del jardín, así que la usé para entrar. Abrí la puerta y empecé a llamar a Charlie y a Leah, pero nadie me respondió; al revisar la casa, descubrí que la sala estaba hecha un desastre, como si hubiera habido una lucha en ella.

–¿Por qué Leah estaba aquí? –pregunté de pronto –Se supone que la enfermera del abuelo se llama Ethel, pero dijiste que Leah se había quedado la noche anterior…

–Ethel le pidió a Charlie un par de días para visitar a su hija en Portland, y Leah aceptó cubrirla. –Recordé que Leah había empezado a estudiar enfermería durante el tiempo que había vivido yo en La Push.

–No entiendo… si Leah se quedó a pasar la noche aquí, ¿por qué dices que el abuelo ha desaparecido sin dejar rastro? Ella debe saber qué fue lo que sucedió con él o… no sé. No creo que se haya desvanecido así nada más.

–Leah también ha desaparecido. No sabemos nada de ninguno de los dos.

–¿Qué?

¿Cómo era posible que el abuelo y Leah hubieran desaparecido al mismo tiempo? No entendía, era algo que no podía entrarme en la cabeza.

–Me pareció demasiado extraño que no hubiera rastros de ninguno de los, así que me fui a buscar por los alrededores; incluso me interné en el bosque. Intenté seguir el rastro de tu abuelo, o el de Leah, pero llegó un momento en que fue complicado seguirle.

–¿Por qué?

–Porque hemos recorrido estos bosques innumerables veces a lo largo de los años; es imposible que nuestros aromas no estén impregnados a entre los árboles, las hojas, la tierra misma.

Entendí el punto fácilmente. Era difícil seguir el rastro de una persona cuando su esencia estaba diseminada por todas direcciones y por kilómetros y kilómetros a lo largo del Olympic.

–A ver si entiendo… quiero estar segura de que estoy siguiendo correctamente lo que dices. Ayer a estas horas, mi abuelo estaba aún en esta casa y en compañía de Leah, pero esta mañana, de forma misteriosa ambos han desaparecido sin dejar huella.

–Así es.

–¿Y qué dijo la policía? –preguntó Stan, quien se había limitado a guardar silencio y escuchar la conversación.

–Mmm... Nada. –Respondió Jacob después de un breve silencio.

–¿Qué quieres decir con “nada”? –increpé.

–No hemos dado parte a las autoridades… aún.

–¡¿Qué?! Pe-pe-pero, ¿por qué? ¡Mi abuelo puede estar en manos de sabrá Dios quién y… y ustedes no han dicho nada!

Manoteé al aire, entre desesperada e incrédula.

–¿Y qué se suponía que les iba a decir? ¿Qué probablemente Charlie había sido abducido por algún tipo de monstruo o una legión de marcianos invasores? –le dediqué una mirada furiosa. No estaba para sarcasmos –Piensa, aquel o aquellos que pudieron someter no sólo a tu abuelo sino también a Leah, una cambia-formas extraordinariamente fuerte y aguerrida, no son simples y sencillos seres humanos.

»Salvo por el revoltijo de la sala, en general, fue un trabajo limpio y rápido. No causaron gran revuelo o de lo contrario, alguno de los vecinos hubiera escuchado algo y notificado a las autoridades. Y ese no fue el caso… En cuanto noté que algo raro estaba pasando y me lancé a los bosques para seguir el rastro, llamé al resto de la manada y peinamos la zona con cuidado, tratando de dar con una pista que nos llevara hacia ellos.

»Probablemente piensen que debimos alertar a las autoridades desde el principio, pero si tal y como creo, algo no humano está envuelto en esto… Debo cuidar el secreto de mi pueblo, y de alguna forma, eso significa proteger también el secreto de ustedes. Tengo que estar seguro qué hay detrás de todo esto antes de arriesgar a mi gente.

Froté mis manos contra mi rostro, en señal de ansiedad. Sabía que había lógica en las palabras de Jacob, pero aún así…. Se trataba de mi abuelo, tenía que encontrarle sano y salvo, y si para eso era necesaria la intervención de la policía, la Guardia Nacional o el mismísimo Super-Man, que así fuera.

–Esto me huele mal. –agregó sombrío Stan –Esto apesta a Volturis.

–Yo también lo creo… –asintió tío Jasper con el mismo tono de voz serio de Stan.

–¿Volturis? –La voz de Jacob salió con un dejo de tensión al pronunciar el nombre del aquelarre italiano. –¿Han vuelto a la carga?

–Sí. Es una de las razones por las que hemos venido a Forks… Durante la madrugada, dos de ellos atacaron a Renesmee.

–¿De verdad? ¿Estás bien?

La voz de Jacob sonó con sincera preocupación, tomándome por sorpresa, tanto que únicamente atiné a asentir con la cabeza. Jacob había mantenido una fría distancia hacia mí, digo, no es que esperara que me recibiera con los brazos abiertos y una sonrisa digna de comercial de pasta dental. Oh no, sobre todo por la forma en que había salido huyendo de su lado.

–¿Puedo preguntarles qué es lo que están haciendo aquí, en Forks? –agregó Jacob –Sinceramente, creí que no volvería a verles, sobre todo a ti, Nessie. O por lo menos no después de…

Me mordí nerviosa el labio, consiente del significado de la frase a medio terminar. Jacob había creído que después del desastre que había hecho antes de irme, y la forma en que le había dejado, no tendría la cara dura de poner un pie en Forks. Y yo tampoco lo hubiera pensado siquiera, pero dadas las circunstancias… Mi amado abuelo merecía la pena el trago amargo que estaba pasando en esos momentos.

Sí, porque tenía que reconocer que volver a ver a Jacob después de tres años, cuatro meses y doce días, era algo que calaba profundo. Lo veía y era como observar la vida que pude tener, la vida que creí que era para mí; mi destino grabado a cal y canto. Lo veía y su rostro era el rostro de mis propios errores y pecados; de mis culpas y castigos… Verle era darme cuenta que de todas las cosas que había hecho, la única que realmente había hecho bien era alejare de él.

–Una de las razones para venir aquí fue que, durante el encuentro de Renesmee con los Vulturis, uno de ellos mencionaron que le habían hecho daño a su abuelo. –Respondió tía Alice por mí –Hablé con Carlisle y él está bien. De hecho, viene junto con Esme hacia acá… Así que supusimos que de quien hablaban era de Charlie.

»Traté de “verlo”, pero desapareció de mi radar… Por eso estamos aquí, porque su destino desapareció de mi don y porque, por más que lo intentamos, jamás pudimos ponernos en contacto con él.

–Estuve llamando todo el día, pero nadie contestaba. –Agregué cuando estuve segura de que mi voz no me saldría patéticamente descontrolada a causa de tantos recuerdos –Cuando llegamos, descubrí que la línea está muerta, como si hubieran cortado el servicio telefónico… Incluso llamé a tu casa, pero nadie me respondió tampoco ahí.

–Mmm… –musitó Jake –Dijeron que esa era una de las razones por las que vinieron a Forks, ¿cuáles son las otras?

–Supongo que tenemos que explicarte todo desde el principio –pronuncié con voz cansada. –Será mejor que tomes asiento, porque es bastante largo y complicado de contar…

–¿Nerviosa? –Me preguntó Stan mientras se sentaba a mi lado en el polvoriento piso de la sala de la antigua cabaña de mis padres, enclavada en los bosques de Forks.

Habíamos decidido refugiarnos ahí una vez que terminamos de explicarle lo más claramente posible a Jacob todo el lío en el que estaba mi vida desde la muerte de Jordan y la cobertura mediática a la que me había expuesto al verme relacionada con el caso, pasando por la publicación de mis fotos en el tabloide y rematando con mi encuentro con Afton y Athenedora.

No podíamos quedarnos en casa de Charlie, en primera porque alguien podía vernos ahí y alertar a las autoridades. En segunda, porque si decidían avisar a la policía de la desaparición del abuelo, no ayudaba en mucho que alteráramos “la escena del crimen”, si de por sí y habíamos hecho bastante con medio destruir la antigua habitación de mi madre.

Mis tíos habían salido rumbo a Seattle, pues tía Alice había “visto” la hora en que mis abuelos llegarían procedentes de Dublín, después de una visita al aquelarre de Siobhan. Mis padres llegarían hora y media después de mis abuelos, según tía Alice.

Tío Jasper había decidido que lo mejor era que ni Stan ni yo asomáramos las narices por Seattle y mucho menos por el aeropuerto de la ciudad. Hasta donde sabíamos, Stan y yo éramos algo así como fugitivos, así que debíamos permanecer ocultos para evitar que alguien nos reconociera. Ya era bastante malo que mi rostro hubiera salido en una revista de tiraje nacional, eso sin sumarle que mi foto apareciera también en el noticiero matutino más visto del país.

Habíamos pensado en ir a la antigua casa Cullen, pero la verdad es que la idea se me antojaba poco. A parte de estar completamente vacía y polvorienta, los recuerdos que tenía de ella no eran precisamente los más felices. La otra opción era irnos a la cabaña de mis padres, que gracias al último y breve viaje de mamá a Forks, no esta en condiciones tan lamentables. Aunque sinceramente, eso era lo último que me preocupaba. Lo único que quería era un lugar donde pudiera tener un momento de respiro para tratar de poner bajo control la maraña de sentimientos y pensamientos de mi cabeza.

Tío Jasper no estaba muy conforme con la idea de que me quedara ahí, e incluso, yo había tenido que sacar a colación el hecho de que la última vez que había estado ahí, gran parte de la manada había clamado por mi cabeza, y lo único que les había impedido ir contra mí era por mi relación con Jacob, su líder. Jake había dicho que tendría que hablar con el resto de la manada, pues si eran ciertas nuestras sospechas de que los Vulturi estaban detrás de la desaparición de mi abuelo y Leah, irremediablemente los quileutes iban a tener que involucrarse en el tema.

Te doy mi palabra que ninguno vendrá tras de ti.”, había dicho Jacob con autoridad.

Quedamos de reunirnos nuevamente una vez que el resto de la familia Cullen arribara a Forks. Jacob fue claro al decir que no esperáramos que la manada organizara un comité de bienvenida a mi familia precisamente, pero que daba su palabra de que tratarían de comportarse civilizadamente. Tuvimos suerte de no expresar en voz alta nuestras sospechas de que alguien de la reserva estaba detrás del asunto de las fotos en la revista; conociendo a Jacob, éste se hubiera sentido profundamente insultado con la menor acusación de traición hacia alguno de los quileutes. Hasta que no supiéramos más del asunto, sería mejor guardarnos nuestras sospechas para nosotros.

–Estoy nerviosa, ansiosa, aterrada… estoy hecha un completo desastre. Ver a mi familia después de tanto tiempo es… no sé cómo describirlo. Tengo tantas ganas de verlos, de abrazarlos de… –suspiré agotada, concentrándome en responder a la pregunta de Stanislav – Pero también tengo miedo. Sé que hice mal, ahora empiezo a darme cuenta que desaparecer así, sin darles señales de que estaba bien, de que estaba viva…

Me troné los nudillos de las manos por enésima vez. Tía Alice me había quitado el último cigarrillo, rompiéndolo en minúsculos cachitos y prácticamente obligándome a ponerme uno de los parches de nicotina. Y de verdad que esperaba que el mentado parche empezara a dar resultado, porque me urgía fumar; tenía los nervios hechos nudo, y lo único que podía relajarme en esos momentos era un cigarro.

¿Quieres que te diga cómo se va a poner tu padre cuando descubra que fumas?”, había dicho mi tía cuando protesté por la desaparición de mi último cigarrillo. Nada más imaginarme la reacción de mi padre había bastado para que mis protestas terminaran y accediera a ponerme el parche y recurrir a la goma de mascar en caso de un ataque incontrolable por un Mr. Camel.

–Tus padres van a estar demasiado felices de verte como para hacerte algún reproche.

–No lo sé… Aún recuerdo perfectamente la mirada de decepción de papá la última vez que les vi, cuando les conté lo que había pasado con Claire…

Envolví mis piernas flexionadas con mis brazos, mientras apoyaba el mentón sobre las rodillas.

Guardamos silencio, dejando que la oscuridad de la noche nos envolviera. Estaba nevando un poco, haciendo que el frío se colara por la cabaña. En silencio agradecí que a Stan se le ocurriera sacrificar un par de sillas del comedor para encender la chimenea en forma de colmena que estaba en una esquina. Después de todo, el haberme negado a entrar en la inmensa, vacía y oscura casa Cullen no había sido tan mala idea. A pesar de que había sido mi hogar por mucho tiempo, a raíz de la noche de la pelea con parte de la guardia Vulturi, esa casa me producía recuerdos amargos y llenos de miedo. Ya no podía verla como el lugar donde había nacido ni como parte de mi infancia. Para mí era el lugar donde había perdido a mi amada tía Rose, quien se había sacrificado por salvarme de una muerte segura. Era el lugar donde había atacado a Jacob, donde había estado a punto de volverme contra mi propia familia… El lugar donde había tenido que tomar decisiones, el lugar donde le había dicho a Stanislav lo que sentía por él. Y el lugar donde él me había dicho adiós, minimizando mis sentimientos, convirtiéndolos en una consecuencia del tiempo que había pasado cautiva de los Vulturis.

Tal vez lo creas así, pero a la distancia te darás cuenta estabas confundida, que no sentías eso; que fue producto de los días que estuvimos juntos, prácticamente en tu cautiverio. Si mal lo recuerdo, hay un nombre para eso, creo que lo llaman el ‘Síndrome de Estocolmo’ ”, esas habían sido sus palabras exactas. Y por una de esas extrañas vueltas del destino, ahí estábamos nuevamente, uno en compañía del otro.

–No es sólo el encuentro de tus padres lo que te tiene así.

–¿Ah, no? –giré levemente el rostro, apoyando mi mejilla derecha sobre las rodillas. A pesar de la semi-penumbra, podía distinguir el brillo siena de su mirada (había llegado a la conclusión que ese era el tomo al que más se adecuaba el iris de sus ojos).

–También te tiene así el que hayas visto a Jacob después de tanto tiempo… Te removió muchas cosas, ¿no?

Stan quiso darle un tono casual a sus palabras, pero a mi no me hacía tonta. Tal vez estaba tratando de no sonar desmedidamente celoso tal y como lo había hecho cuando me había preguntado por mi relación con VJ. Pero a mi no me engañaba; así como él parecía conocer la forma en que me sentía, de la misma forma yo podía saber lo que él estaba creyendo en esos momentos.

Me estremecí involuntariamente y apreté con más fuerza el abrazo a mis piernas.

–Toma, te estas helando… –Stan se quitó el arrugado saco y lo puso sobre mis hombros. –¿Quieres hablar de ello…?

–No realmente.

–¿Por qué?

–Porque no estoy segura de que hablar de ese tema contigo sea lo más correcto.

Un desordenado mechón de mi pelo cayó sobre mis ojos, mismo que Stan apartó con cuidado, tomándose más tiempo del necesario para acariciar mi piel en el proceso.

–¿Por qué?

–Porque… porque sí. –Contesté esbozando una sonrisa torcida.

Lo cierto es que sabía que había un montón de cosas de las que tenía que hablar con Jacob, disculparme por la forma en que había terminado todo. Pero era algo que tenía que decirle sólo a él, no podía involucrar a nadie más. Era consiente de que nunca le había pedido perdón realmente por lo que había hecho, por el daño que le había infligido, ni por todos aquellos temas que habíamos dejado de lado por miedo a enfrentarlos. Y uno de esos temas era el vampiro checo que me miraba en esos momentos de una forma que hacía que la sangre me corriera más rápido por las venas.

Yo había luchado por dejar de pensar en él, me había propuesto a olvidar hasta su nombre, imaginar que todo lo sucedido entre nosotros había sido una especie de sueño. Me repetí una y otra vez que mis sentimientos por él eran un espejismo, una especie de “Síndrome de Estocolmo”, tal y como el propio Stan y mi padre habían dicho. Alguna vez había escuchado que si repites una mentira diez veces, termina por convertirse en verdad… Así que apliqué lo mismo en relación al tema de Stan, e incluso fui más allá. Jamás me permitía pensar en él, ni dejaba que su nombre fuera pronunciado por alguien más. Si hacía como que no existía, era más fácil olvidarle, o eso había creído. Claro, dicho sonaba sencillo, pero en la práctica era todo lo contrario. Lo cierto es que las primeras semanas fueron bastante duras; intenté por todos los medios no extrañarle, no dejar que cualquier detalle, por mínimo que fuera, me recordara a él. Me consolaba pensando que la decisión que había tomado era la mejor para todos, lo correcto… Incluso me dije que lo más seguro es que Stan ya hubiera encontrado una nueva “distracción”.

Cuando había estado con Jacob, mi historia con Stanislav era un asunto vedado. Había puesto todos los recuerdos en una cajita y la había arrojado a lo más profundo de mi mente. Por respeto a Jake y a la vida que quería con él, jamás permití que el tema saliera a colación, ni siquiera la única vez que Jacob había tratado de hablarlo conmigo.

Él pertenece a un pasado que no me gusta tocar, ni pienso hacerlo… Ese tema representa una pesadilla horrible, un recuerdo de la pérdida de tía Rose y de tío Eleazar, las horribles muertes de Sam, Embry y Colin. Y lo último que quiero es manchar nuestra felicidad con esos recuerdos tan tristes.

Esa había sido mi respuesta a Jacob, y nada en el mundo hizo que habláramos de ello. Jake pareció aceptar mi decisión y no tocó nunca más el asunto; pero lo cierto es que a pesar de mis esfuerzos, en mis sueños Stan seguía presente. A veces despertaba en las madrugadas, con el corazón acelerado y consiente que él seguía arraigado en lo más profundo de mi mente. Por todos los medios traté que Jacob no supiera esto, pues incluso yo lo veía como una especie de traición hacia él. Y Jacob ya había pasado mucho a causa mí, lo mínimo que merecía era mi lealtad en cuerpo y alma.

Cuando pasó lo de mi bebé… de alguna forma lo sentí como un castigo divino, la forma en que la vida me penaba por no ser capaz de olvidar a Stanislav Masaryk. Justamente, la noche anterior a la fiesta de Seth, había soñado que mi bebé no era de Jacob, sino que me había quedado al lado de Stan, viviendo en una casita amarilla de puertas y ventanas blancas con un gran jardín, con cuatro hijos, dos perros y tres gatos, tal como él alguna vez me dijo que de habernos conocido siendo humanos, tal vez así hubiera sido nuestra vida. Me había despertado con una sensación agridulce, porque no había sido una pesadilla, sino un sueño bastante lindo… pero no dejaba de ser una traición para mi nueva familia. Así que cuando perdí a Isaiah, la culpa me pegó de lleno, asumiendo que era una especie de castigo por desear más de lo que ya tenía, por no apreciar suficiente lo que el destino me había dado….

–Odio verte llorar… –no me había dado cuenta que estaba llorando sino hasta que Stan, con su dedo índice recorrió el mismo camino que dejó una lágrima sobre mi mejilla. –Pero supongo que necesitas hacerlo.

–Supones bien. Pero no quiero ni es momento de gastar energías llorando cuando hay un montón de problemas esperándonos detrás de la puerta. Y el primero de ellos es la llegada de mis padres.

–¿Por qué habría de ser un problema?

–A parte de que no sé como me van a recibir...

–Todo va a ir bien, te lo prometo.

–Eso espero… pero a parte de eso, temo la reacción de mi padre cuanto te vea aquí.

–¿Por qué?

–Papá nunca ha sido precisamente tu fan.

–Bueno, supongo que tendré que trabajar en eso. –Stan se encogió de hombros, como intentando de restarle importancia –Supongo que tengo que empezar a ganarme a my v-práva.

–¿Ganarte qué..?

–Nada, yo solo me entiendo. –Pronunció con un brillo travieso mientras me rodeaba por los hombros y me acercaba hacia él, haciendo que recargara mi cabeza sobre su regazo. –¿Por qué no duermes un rato? Imagino que estás agotada. Prometo despertarte en cuanto lleguen los demás.

–¿Sabes? Sí me siento cansada, pero al mismo tiempo, no tengo sueño… No sé, supongo que lo único que necesito es no pensar por un momento en los Vulturis, la desaparición del abuelo o el hecho de que mis amigos y la policía de Nueva York me buscan desesperadamente, pero por razones completamente diferentes.

–¿No le has respondido a ninguno de tus amigos? ¿Ni siquiera a VJ?

–No, ¿para qué? Ya lo pensé bien y lo mejor es que crean que me ha tragado la tierra… De todas formas, había planeado irme de la ciudad este mismo fin de semana, desaparecer misteriosamente del radar. La aparición de los Vulturis simplemente aceleraron las cosas.

–¿Estas segura que es lo correcto?

–No. Pero es lo que tengo que hacer... Supongo que tengo que despedirme de ser Carlie Masen.

–¿Y quién piensas ser ahora?

–No sé… en estos momentos, no sé ni quién soy. –suspiré profundamente –Renesmee, Athena, Carlie. Tal vez tienes razón, y un siquiatra se haría millonario con mi problema de múltiple personalidad.

–Tal vez, has tratado de ser todas ellas, complacer a los demás a través de la máscara de “Athena” o la de “Carlie”, incluso la de “Nessie”, pero no te has tomado el tiempo para descubrir quién es eres tú, la verdadera Renesmee…

–¡Wow! Eso sonó bastante profundo. –Pronuncié con una sonrisa, tratando de quitarle un poco de seriedad a la atmósfera.

–Claro, recuerda que este vampiro tiene más de tres cuartos de siglo de experiencia…

–Oh, si, había olvidado que eres un venerable anciano. –dije con mofa.

–¿Y eso importa mucho?

–¿Qué?

–La diferencia de edades.

–Yo no era la que estaba obsesionada con el tema de la edad… ¿Recuerdas cómo te pusiste cuando Jane te dijo que yo tenía nueve años? ¡Te pusiste insoportable!

–¿Te acuerdas de eso?

–¡Claro! Es imposible olvidar cómo te puedes llegar a poner de pesado… Ah, sin olvidar lo arrogante y autoritario.

–¿Y sólo eso recuerdas? ¿Mis defectos? –Stan enterraba con suavidad sus dedos en mi pelo, deslizándolos suavemente de arriba abajo. Parecía gustarle hacer eso, y yo lo encontraba relajante. Era una forma de hacer que la tensión de mi cuerpo aminorara.

–No… –pronuncié al fin, después dudar un momento entre cambiar de tema o contestarle con sinceridad. No tenía caso mentir –Recuerdo todo.

–¿Todo?

–Sí… una vez me pediste que intentara olvidarlo todo, olvidarte. Y yo te respondí que jamás podría hacerlo, así que… supongo que es en lo único que no me he equivocado.

–Yo también cumplí mi palabra, yo tampoco te olvidé en estos años. Jamás… Nada ni nadie pudo borrarte de mi mente.

Le dediqué una mirada escéptica, pero no dije nada. Sinceramente, dudaba que hubiera sido así, pues si mi memoria no me fallaba, durante el tiempo que estuve en manos de los Vulturis, había habido por lo menos cinco vampirezas celosas dispuestas a arrancarme la cabeza a causa de él. Él mismo había reconocido que era todo un casanova, lleno de aventuras pasajeras, destinadas a saciar su lujuria; así que cuatro años en absoluta abstinencia, bueno, no me lo imaginaba.

Hubiera querido preguntarle si había habido alguien, pero eso significaría darle pie a que él también me preguntara sobre mi vida. Y no estaba dispuesta a hablar de eso, aún y cuando mi “contador personal” se limitaba a él, a Jacob y a VJ. Ok, había tenido un par de citas y flirteos sin importancia (Jordan podía incluirse en esa categoría), pero no había pasado de ahí.

Nos quedamos en silencio, él jugando con mi pelo mientras yo me perdía nuevamente en mis pensamientos.

–¿Por qué regresaste? –Solté de pronto, sin apartar la vista del fuego. La pregunta salió de mis labios de forma espontánea, sin siquiera pensarlo.

–¿Cómo?

Bueno, ya había abierto la boca, así que más valía seguir adelante.

–La última vez que nos vimos, estabas decidido a desaparecer de mi vida. Era un adiós definitivo, esas fueron tus palabras.

–Sí, lo recuerdo perfectamente… Me preguntaste que si alguna vez me volverías a ver. ¿Recuerdas qué te contesté?, te dije que no sabía pues nuestra existencia puede ser bastante larga y este mundo es demasiado pequeño.

–Pero eso no contesta a mi pregunta, ¿por qué regresaste? Porque la idea de que estés aquí, exponiéndote a tantos problemas sólo por ayudar a Alice y Jasper, no sé… No me cabe del todo en la cabeza.

–Y esa no es la verdadera razón.

–¿Entonces?

–Entonces… – Stan tiró suavemente de mi cabello, obligándome a mirarle directamente a la cara –¿qué dirías si te dijera que si estoy aquí, en medio de un montón de problemas, es únicamente por ti? Porque esa es la única respuesta: tú eres la razón de que yo haya vuelto. Y te quiero conmigo, por completo, para siempre.

Sentí como si me hubiera dado contra un muro de concreto a 100 kilómetros por hora. El corazón dio tumbos alocados dentro de mi pecho, haciendo que la sangre corriera con fuerzas por mis venas. Intenté controlar mi cuerpo, fallando estrepitosamente. Incluso mi respiración estaba descontrolada, como si hubiera corrido desde el Polo Norte hasta Tierra de Fuego sin parar.

Me sumergí en su mirada, encadenándome a sus pupilas. Era como si él pudiera ver hasta mi alma, como si yo pudiera ver hasta lo más profundo de su ser. Traté de ver un tono burlón, un gesto que me indicara que él estaba jugando conmigo; pero no, sólo encontré sinceridad. Lo creía, lo sabía. Y me sentí abrumada.

–No te voy a pedir que me digas nada. Sé que no es precisamente el mejor momento para ello, no cuando te sientes tan confundida y perdida… –quise interrumpirlo, pero él evitó que lo hiciera. –Sé que tienes muchas cosas que resolver y no me refiero únicamente a tu familia, sino también a Jacob.

»Pero quiero que tengas en claro algo: esta vez no te voy a dejar ir tan fácilmente. Pude haberme quedado e intentar pelear por ti, pero no era ni el tiempo ni el momento; así que esta vez, no pienso rendirme, pienso luchar. Y quiero que te quede bien en claro.

–¿Y si yo no quiero? –pronuncié retadora. Esa declaración del tipo “Yo Tarzán, tú Jane” atizó mi espíritu rebelde.

Stan esbozó una amplia sonrisa y haciéndome sentir como si hubiera visto el sol después de un helado día nublado.

Jsi moje a já jsem tvůj. Patříme, tvé duši, naše krev, k věčný dluhopis... –Susurró, acercando su rostro a milímetros del mío. Pude sentir su frío aliento sobre mi piel, provocándome un nuevo y placentero estremecimiento, mientras mi mente traía los recuerdos de esa misma mañana en el motel de Gary. Evoqué la forma en que me alimenté de él, la deliciosa sensación al probar su sangre. Se iba despertando en mí una sed insaciable, no es que estuviera hambrienta era otra clase de sed, otra clase de necesidad. Era un hambre que rayaba más en la lujuria.

–Ya te dije que hables en un idioma que sí pueda entender…

–Y yo, que hay un montón de cosas que no estás lista para oír, pero que yo necesito decirte…

Y entonces, sin previo aviso, empezó a besarme con explosiva pasión, aplastando mis labios bajo los de él una y otra vez, hasta que terminé por rodearle el cuello con mis brazos, aferrándome a él como si fuera mi tabla de salvación, estremecida, con los sentidos alerta, el corazón latiendo a toda velocidad, la mente vacía... Levantando la orgullosa cabeza oscura, Stan sonrió traviesamente antes de alzarme en con rápido movimiento, hasta quedar sentada sobre él, frente a frente.

Con desesperación, me despojé del saco de Stan y lo arrojé con descuido. Sentía la piel ardiendo, necesitaba el contacto con su fría y dura piel. Sin piedad, abrí su camisa, haciendo que los botones salieran despedidos en todas direcciones; pero lejos de molestarse, parecía que disfrutaba con esa necesidad salvaje que parecía haberse apoderado de mí.

–¿Qué quieres? ¿Qué necesitas? –Susurró con voz febril, mientras sus manos recorrían mi espalda bajo la horrible blusa verde.

–Tu sangre… –Acaricié mis filosos colmillos con mi lengua, saboreando incluso mi sangre en el proceso. Y eso me enardeció más, la sola idea de unir su sangre con la mía. Sí, estaba dispuesta a que él bebiera de mí; la herida de que me había hecho Afton todavía estaba fresca, con el mínimo de esfuerzo podía hacer que volviera a sangrar.

Enterré mis dedos entre su cabello, y con brusquedad, ladeé su cabeza, haciendo que la nívea piel de su cuello quedara expuesta hacia mí.

Besé la base de su cuello, saboreé con mi lengua el sabor de su piel. Era todo un ritual, él era mi sumisa víctima, dispuesto a dejarse morder por mí. La sensación de poder era increíblemente excitante.

Abrí la boca sobre su piel, clavando con lentitud mis colmillos sobre su áspera superficie. Su piel era dura, sabía que no lograría a la primera traspasarla y obtener el deseado elixir de ella. Stan emitió un ronco gemido de placer, muy alejado de cualquier signo de dolor.

–¿Te hago daño? –pregunté contra su cuello, en un murmullo que incluso a mí me pareció inaudible.

–Jamás…

Sabía que los escasos gramos de conciencia que aún me quedaba, estaban a nada de esfumarse. Mis sentidos, mis instintos iban apoderándose de mí, haciéndome olvidar de todo aquello que nos aguardaba tras la puerta de la caballa. En esos momentos, el mundo empezaba y terminaba en la dulce prisión de sus brazos.

–Oh, oh… –exclamó de pronto, sujetándome con fuerza por los antebrazos para poner cierta distancia entre nosotros. Rezongué con brusquedad, al verme privada del deseo de satisfacer mi sed. Intenté cerrar la distancia entre nosotros, pero Stan, siendo más fuerte que yo lo evitó. Incluso, para mi perplejidad, casi de un salto nos puso de pié.

–¿Qué…? ¿Pe-pe-pero…? –exclamé atónita y confusa. La reacción de Stan era como un balde de agua helada.

–Detenerme en estos momentos duele más que ser sometido al don de Jane –fruncí el ceño ante la mención de la pequeña malvada vampira. –, pero alguien viene. Escucha…

Al principio no pude captar ni un solo sonido; incluso creí que todo era una excusa para parar lo que estaba sucediendo entre nosotros. Sólo después de que me concentré a fondo, pude captar el suave sonido de un vehículo acercándose a la cabaña.

–Es el auto de Jasper, estoy seguro de ello –agregó Stan. Yo también estaba segura, pero ante a sorpresa no pude esbozar ni una sola palabra. –Al fin a llegado tu familia.

Mi primer instinto fue intentar estirar mi ropa y acomodar revuelto cabello lo mejor posible. Estaba segura que en esos momentos estaba ruborizada hasta el último de mis rubios cabellos, con una cara de culpable difícil de disimular. No iba a ser nada difícil para cualquiera de mi familia saber lo que había estado pasando o a punto de suceder entre Stan y no. Y menos en el estado en el que había quedado su camisa, que colgaba abierta, mostrando sus perfectos y esculpidos músculos del abdomen.

–Tu camisa…

–Bueno, creo que tu padre no se va a llevar la mejor impresión de mí… Supongo que es el destino. –Sonrió suavemente mientras se encogía de hombros.

Empecé a buscar con la mirada entre las penumbras el saco de Stan cuando el sonido del motor auto se hizo más claro para cesar casi de inmediato. Después, el inconfundible abrir y cerrar de las puertas del vehículo, seguido de unos primeros pasos a sobre el camino algo nevado.

–Todo va a ir bien, te lo prometo. Yo estaré a tu lado.

Stan en lazó su mano con la mía, dándome un suave apretón para darme ánimos.

El corazón me latió aprisa, pero nada que ver con la pasión de momentos antes. No, esta vez era de anticipación, de nerviosismo y de dudas. Sí, porque dudaba que mis padres pudieran perdonarme por haberme largado sin decir ni una palabra, sin tomar en cuenta el dolor que les estaba ocasionando.

Los pasos se detuvieron justo al otro lado de la maciza puerta de madera. Una firme mano llamó a la puerta antes de que esta empezara a abrirse lentamente. Y con ella, el anhelo que había albergado en lo profundo, a lo largo de los años.

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