Disclaimer

Nombres y personajes de esta historia son propiedad de Stephanie Meyer (menos los que no salieron en la saga original). Lo único mio es la historia que va uniendo a tan maravillosos personajes.
Esto es un homenaje a una de mis sagas favoritas, sin fines de lucro, por mera distracción.

viernes, 20 de agosto de 2010

EXPIACIÓN


–Jacob, espera… –lo detuve justo cuando pisó el último escalón de la entrada de la casa. Él y Seth ya se retiraban después de la reunión con mi familia. Durante los últimos días, había perdido la noción del tiempo, así que no podría decir a ciencia cierta si había durado horas o apneas un par de minutos, pero a mi me había perecido una eternidad, sobre todo porque Jake y Seth se habían puesto del lado de papá y Stan, insistiendo que era una locura exponerme al peligro de las Erinias. Nunca creí que los 3 hombres (por así llamarlos) más importantes de mi vida pudieran ponerse alguna vez de acuerdo en algo.

Después de un estire y afloje incesante, todos concordamos en algo: recurrir a las Erinas era algo estúpidamente peligroso, pero también, irremediablemente necesario. Porque al final, todo se reducía a la necesidad de su ayuda, a que no estábamos en posición de rechazar a nadie.

Quedaba un pequeño detalle por decidir, ¿cómo rayos transportar de un continente a otro a once vampiros, un semivampiro y dos hombres-lobo? Y si hallábamos la manera indicada, ¿cómo hacerlo sin llamar la atención? Ah, porque era imposible que un contingente así pasara desapercibido tanto para vivos como para vampiros, sobre todo los Vulturi que tenían oídos y ojos por todos lados.

Cuando los dos quileutes decidieron retirarse, ya era bastante entrada la madrugada. Ellos tenían cosas qué arreglar antes de partir y mi familia, por lo pronto, vería la manera de transportarnos a la voz de ¡ya!, porque la cita estaba pactada para el día 28, en Praga, y con las diferencias horarias y las distancias, eso nos dejaba menos de 48 horas para maniobrar.

Mientras Jake y Seth estuvieron reunidos con nosotros, traté de pasar lo más desapercibida posible; prácticamente me mantuve al final, casi oculta tras los cuerpos de los demás. No era tonta, aunque no me gustaba la idea de que ellos se vieran envueltos una vez más en una lucha peligrosa, entendía perfectamente que contar a nuestro lado con dos miembros de la manada acortaba la ventaja que los Vulturi tenían sobre nosotros.

Jake ni se molestó en buscarme con la mirada y cuando tenía que pronunciar mi nombre, su rostro se volvía en un gesto duro. Y yo, casi con una morbosa fascinación, no le quité la mirada de encima, esperando el momento en el que en lugar de endurecer las facciones, arrugaría la nariz en señal de asco, como si estuviera oliendo una docena de huevos podridos. Porque podía jurar que después de tanto tiempo y tanto dolor, pensar en mi, hablar de mí, simplemente le provocarían nauseas. Sería injusto de mi parte esperar menos que eso, me lo había ganado a pulso yo solita.

Pero eso nunca pasó, simplemente me ignoró olímpicamente. Aunque en dos ocasiones, nuestras miradas se cruzaron y bastaron ese par de instantes para que yo pudiera detectar en sus ojos una gama de emociones: dolor, ira, anhelo, tristeza, ira de nuevo. Sí, apenas unos instantes me bastaron para descubrir la intensidad y la complejidad de las emociones que Jake guardaba. ¿Y cómo iba a funcionar esta nueva alianza con los sentimientos de Jacob de por medio? ¿Cómo iba a mantener la concentración en medio de la cruenta lucha?

Conocía a Jacob, sabía que cuando empeñaba su palabra, cumplía a raja tabla con ella. Pero también era consciente que no era nada fácil dejar de lado tanta carga emocional. Debía haber una manera de hacérselo fácil, de aliviar de alguna manera el dolor y el pasado, claro sin que eso incluyera mi propia muerte, porque estaba segura que la manera más sencilla de arreglar los daños era si yo dejase de existir.

Stan tampoco había dejado de mirar a Jacob, con el mismo semblante duro que el otro. Pero su mirada se paseaba de un lado a otro, como queriendo desmenuzar el significado del menor gesto o suspiro de Jacob o de los míos. No sé si él también notó lo mismo que yo en la mirada de Jake, pero de lo que sí fue consciente fue de la tensión que irradiaba cada músculo de su cuerpo. Durante el encuentro, Stan y yo estuvimos prácticamente a extremos opuestos de la habitación, pero aún así, su presencia era tan cercana, tan intensa que era como si nuestros cuerpos no estuvieran más allá de un par de milímetros de distancia.

Cuando al fin se despidieron Jake y Seth, prometiendo regresar en un par de horas, justo cuando hubieran hablado con el resto de la manda, sin detenerme a pensarlo siquiera, recorrí los mismos pasos que nuestros visitantes hacia la puerta y mi boca, como si tuviera voluntad propia pronunció temblorosamente un “Jacob, espera…

–Renesmee, no.

La voz cargada de censura de papá resonó a mi espalda. Recordé su petición de que me mantuviera alejada de Jacob, pero no podía hacerlo, o por lo menos no esa noche que ya había tomado una decisión.

Volví el rostro hacia él, intentando en el proceso no mirar hacia Stan, porque entonces no sabría si tendría la fuerza necesaria para seguir adelante; hablar del pasado con Jake sería doloroso, no sólo para nosotros dos, sino también para Stan. Pero debía hacerlo, tenía que empezar a desenmarañar los lazos de dolor, resentimiento y malas decisiones que nos habían llevado a este punto. No había más, debía hacerlo si queríamos luchar en el mismo bando para salvar nuestras vidas.

–No –volvió a repetir mi padre. No era una petición, era una orden rotunda.

Le dirigí una mirada directa, mientras en mi mente resonaron las palabras “No intervengas esta vez, por favor. La última vez que lo hiciste, fue un desastre.

Y antes de que pudiera agregar nada o de que alguien dijera una palabra, me di la media vuelta para salir por la puerta de la casa y cerrarla tras de mí.

–¿Qué sucede? –Pronunció Jacob. Traté de encontrar alguna nota de resentimiento, de odio, de angustia o de cualquier otra clase de sentimiento. Pero no, sonó tan… hueca, del mismo modo que le respondes un “buenos días” a un completo extraño.

–Yo… –carraspeé, sintiendo que los nervios aflojaban mi voz por un momento. Pero no era tiempo para debilidades ni dudas, tenía que dar ese paso de una buena vez y por todas. –yo quisiera hablar contigo… digo, si me lo permites.

Seth y Jake me miraron concienzudamente; el primero, con la sorpresa que se desbordaba a través de sus ojos, mientras que el otro con una dureza y frialdad tal vez equiparables únicamente con el cuerpo de un vampiro.

–Por favor... –repetí, con voz temblorosa, dándole una nota casi suplicante a mis palabras.

El tiempo pareció detenerse una eternidad. Seth se dedicaba a mirarnos alternativamente a Jake y a mí, mientras éste se limitaba a lanzarme una pétrea mirada, sin mover ni un solo músculo del rostro. Incluso, era como si se hubiera formado una especie de alto vacío alrededor, alejando cualquier sonido.

–Ejem –carraspeó Seth con torpeza, decidiendo ser él quien rompiera el tenso momento –Creo que olvidé decirle algo a… a… yo voy adentro y… ahí me hablas, hermano. –Acto seguido, salió “volando” hacia el interior de la casa, cerrando la puerta tras de sí.

–¿Y bien? –Dijo al fin Jake, después de otro periodo de silencio. –¿De qué quieres hablar?

–De nosotros.

–¿De… nosotros? –Su voz sonó con insultante incredulidad –Vaya, si mal lo recuerdo, no hay ningún “nosotros” desde hace tiempo. No imagino qué habríamos de hablar.

–Jakey… –sin pensarlo, susurré el cariñoso apelativo con el que lo llamaba en nuestros momentos más íntimos. Tal vez lo hice por el deseo de borrar la dureza con la que se dirigía a mí, tal vez fue una forma desesperada de ablandarlo y hacerle recordad que alguna vez las cosas no habían estado tan torcidas entre nosotros. Pero más que lograr eso, lo que conseguí fue que frunciera una vez más el ceño, como si hubiera alcanzado una nueva cota en el nivel de “ofensas imperdonables para Jacob Black”.

–No le encuentro caso ni creo que sea el mejor momento. ¿Por qué no eres una buena chica y te vas a la cama? Ya es muy tarde como para que estés despierta, ¿no te parece?

–No soy una niña a la que tengan qué mandar a la cama bajo la amenaza de que sino lo hace, Santa Claus no le dejará ningún regalo bajo el árbol. –repliqué un tanto sarcástica, en respuesta al tono paternalista que había utilizado conmigo.

Respiré profundamente, decidida a no perder el temple. Detestaba cuando me hablaban como si me tratara de una niña pequeña y berrinchuda, eso me sacaba de mis casillas. Pero no iba a perder el control sobre mi genio; había algo mucho más importante en juego.

–Jacob, por favor, necesitamos hablar.

–Como te dije, no es el mejor momento. No cuando doce monstruos detrás de esta puerta –indicó con la mirada, mientras se cruzaba de brazos –pueden escucharnos sin ninguna dificultad. Y lo último que quiero es terminar desnudando el alma delante de ellos, mucho menos de uno en particular. –dijo socarronamente.

–Bueno, podemos ir a…

–¿En medio de la nieve? –interrumpió –No, gracias. Lo último que quiero es congelarme el trasero por nada.

–Si mal lo recuerdo, el frío no te afecta precisamente.

–Cierto, pero eso no quiere decir que no sea un engorro.

–Jacob…

–No, gracias.

Guardé silencio ante su tozudez. No pensaba darme ni una sola oportunidad, eso estaba bien claro. ¿Podía culparlo de ello? ¡Claro que no! Máxime que yo jamás le di realmente una oportunidad a él, a nosotros.

–Si es necesario que me hinque y suplique para que me dejes hablar contigo, ¡bien!

Sin más, me dejé caer sobre las rodillas, dándome un buen porrazo en el proceso. Creí escuchar un crujido cuando mi hueso dio de pleno contra el polvoriento piso del porche. Tendría mucha suerte si en la mañana no amanecía con la rodilla inflamada.

–¡Maldita seas, mujer! ¡Levántate! –Y así tan rápido como había caído, así me vi de pie, con sus manazas sujetándome con fuerza por los hombros.

Mi cuerpo empezó a temblar, no sé si por su reacción o si era porque sus manos eran las que se movía con irregularidad

–Jamás, ¿entiendes? Jamás vuelvas a hacer algo así.

Acto seguido, me soltó, como si el simple contacto con mi cuerpo le quemara.

De repente, me pasó por la idea que los que estaban dentro de la casa, probablemente interpretarían mal el jaleo que había armado.

Todo está bien, papá.”, pronuncié en mi mente, con la esperanza de que mi padre estuviera “monitoreando” mi cabeza. “Tranquiliza a Stan, por favor. Sólo soy yo con otro de mis arranques idiotas

–¿Quieres que hablemos? Bien, dispara. Te escucho.

–Yo… –de pronto, me sentí como un balón al que le hubieran sacado de golpe el aire. Ok, sabía que tenía que hablar con él, cerrar círculos en la espiral de dolor y decepción que habíamos bordado a nuestro alrededor. Sí, tenía que hacerlo, solo que ahora no sabía por donde empezar.

Tosí forzadamente, buscando disipar la sensación de tener algo atorado en la garganta que impedía que mi voz saliera.

–Jake, lo siento, no es… fácil. Ni siquiera sé por donde empezar y…

–Oh, no. –Atajó –No tengo tiempo para esto. Me dijiste que querías que habláramos, hiciste toda esta… melodramática faramalla y me sales con que no sabes por donde empezar.

»¿Sabes? Déjalo así. No estoy de humor ni tengo la paciencia para someterme a uno de esos intricados e inmaduros juegos tuyos.

Jacob se dio la media vuelta, dispuesto a alejarse de ahí.

No había dado más de un par de pasos cuando solté:

–Perdón.

Mi voz sonó grave, firme y clara.

–Ajá, está bien –respondió con forzada ligereza, sin volverse del todo –creo que mejor dejamos esto para después.

–No me refiero a eso… Perdón, es lo que debí decirte hace mucho tiempo atrás. Perdón por arrastrarte en mi egoísmo, por dejar que mis deseos de tener una vida “perfecta” nos arrastrara a tanto dolor. Perdón por fastidiarte la existencia.

–Nessie… –esta vez, se volvió por completo para mirarme. La máscara fría había desaparecido, reemplazada por un montón de sentimientos que no estuve segura de reconocer en su rostro.

–Por favor, necesito decirlo, necesito empezar a cerrar esta historia entre nosotros. Necesito…

–Aquí vamos de nuevo… –musitó, presionando con fuerza la quijada– Dime algo, ¿por qué diablos tienes que sacar esto a colación? ¿Por qué ahora? Tal vez tú necesitas hablar del pasado, ¡pero yo no!

–Debemos hacerlo –respondí con urgencia –No podemos irnos contra los Vulturi, habiendo cuentas pendientes entre nosotros. Tenemos mucho qué aclarar, porque ¿crees que realmente podamos ser aliados en esta guerra cuando entre nosotros hay tanto resentimiento? Temo que… esto –pronuncié mientras lo señalaba a él y después a mí con rápidos movimientos de mi mano derecha –pueda afectarnos a la hora de pelear y que… bueno, que no nos permita luchar como verdaderos aliados y…

‒¿Crees que mi odio es tan grande que voy a aprovechar el calor de la pelea para irme contra ustedes, como un miserable traidor? –preguntó con sorna –Bueno, por lo menos esperaba que me conocieras mejor que eso.

–¡No! ¡No! ‒negué con vehemencia ‒ No es por eso por lo que quiero que hablemos. Sé que eres un hombre de honor, Jacob. Y sé que cuando empeñas tu palabra, cumples a raja tabla con ella. Prometiste que pelearías a nuestro lado, y lo harás aunque esta no sea tu lucha.

–Lo es… Por Leah –agregó con celeridad, como si no quisiera que yo malentendiera su motivación para ir con nosotros. –en fin, imagino que tengo que agradecerte que por lo menos veas algo bueno en mi.

–¿Cómo?

–Que tengo que agradecer que por lo menos me consideres alguien honorable. Al fin hay algo en mí que te guste.

–Jake… por favor. Sabes que no sólo te considero una persona honorable, eres un montón de cosas más que eso. Eres fuerte, confiable, protector, tienes un corazón enorme…

–¿Protector? ¿Confiable? Parece que estuvieras hablando de un chucho.

–Jake, por favor…. Podría pasarme horas hablando de lo maravilloso que eres.

–¿En serio? Disculpa si no me lo creo. Digo, porque si soy un dechado de virtudes como dices, entonces no entiendo por qué me botaste como un trapo viejo.

–Yo no…

–¿No lo hiciste? –preguntó con ironía –Entonces, ¿qué demonios fue lo que pasó? Porque si mal lo recuerdo, un maldito día decidiste que yo ya no valía la pena, ni siquiera para que me dijeras adiós de frente, y te limitaste a dejar unas cuantas líneas, huyendo como una ladrona.

–Y te pido perdón por eso… Yo, estaba mal. Se fueron juntando tantas cosas malas que al final, terminaron por consumirme, por hacer que me rindiera. Ya no podía más, no era feliz y te estaba haciendo miserable a ti también.

–¿No eras feliz? –pronunció, como si mis palabras le hubieran asestado un duro golpe. Me mordí el labio, mortificada por el dolor que se reflejaba en la forma en que arrugaba el ceño. Reprimí el impulso de acercarme a él y pasar la mano por su frente, en un intento de deshacer esas tristes arrugas de su gesto.

–Al final fue complicado. Era demasiado lo que tenía que sobrellevar.

–No fuiste la única que sufrió con la muerte de nuestro hijo.

–No… no hablo únicamente de perder a mi… a Isaiah.

»Dejar a mi familia, mi mundo entero; luchar contra la animadversión que sentían hacia mi en la reserva… lo de Claire. Todo eso se me fue juntando; cada día era una cosa más que sumar, era como una enorme bola de nieve que se iba haciendo más y más grande, tanto que terminó por convertirse en una avalancha.

–¿Y por qué nunca me lo dijiste? Habríamos encontrado la forma de solucionarlo, te habría apoyado contra todos.

–Lo sé, y por eso mismo, preferí callar. Lo último que quería era ocasionarte más problemas con tu familia o con la manada.

»Aunque me hubiera quedado, sinceramente… no creo que las cosas hubieran resultado tan diferentes. Tú me hubieras terminado odiando de todas maneras.

–¿De verdad crees que te odio?

–¿Por qué no habrías de hacerlo? –repliqué –¡Yo misma me detesto!

–Renesmee…

–No, no lo digo como una forma de chantaje sentimental ni porque quiera hacerme la víctima. Lo digo porque es la verdad, porque estoy consciente de todo lo malo que hice desde el momento en que decidí regresar a Forks e impedir que me cambiaras por Emma Young.

Jacob enarcó la mirada, como si no estuviera seguro de lo que había escuchado.

–Después de dejar Forks, intenté saber de ti por todos los medios posibles. Tú no querías hablar conmigo y tu padre se negaba en rotundo a interceder por mí, así que…

–Así que te valiste de Seth.

–Como pude, fui enterándome de los progresos que hacías en tus terapias –proseguí, pasando de largo el comentario sobre Seth. No quería meterlo en problemas; a pesar de todo, aún lo seguía considerando uno de mis mejores amigos –quería saber cómo estabas, cómo te sentías… quería estar a tu lado, ayudarte y…

»Lo que nunca esperé saber es que Emma se había convertido en alguien tan importante, tan cercano a ti. ¿Y sabes qué fue lo primero que se me vino a la mente? Que no podía permitir que eso ocurriera, que no podía dejar que me dejaras de lado así nada más. Eras mío, teníamos el futuro perfectamente planificado. Para bien o para mal, tú y yo nos pertenecíamos, así que no iba a dejar que viniera otra a quitarme lo que era mío. Me propuse recuperarte a como diera lugar, aunque tuviera que seducirte y tenderte la trampa más vieja del mundo.

»No me detuve a pensar en que tal vez Emma era mejor para ti, o si tú empezabas a sentir algo más que amistad por ella. Lo reconozco, fui egoísta y en lo único que podía pensar era en que no podía perder a nadie más. Había pasado por un infierno, había perdido familia y amigos en aquella maldita batalla… había renunciado a Stan, lo había dejado marchar porque era lo justo, lo correcto, porque… porque escogerte a ti y la vida que podría tener a tu lado, era lo que se esperaba de mí.

»Creí que aceptando mi destino… que entregándome a lo que ya estaba escrito, así haría felices a los demás, les compensaría por las pérdidas, por la tristeza, la rabia. Todo lo malo que habíamos pasado, todo era culpa mía, así que yo tenía que resolverlo y…

–Y te conformaste. Te conformaste conmigo, con el amor que yo te tenía –pronunció apretando con fuerza la quijada, tanta que pensé que podría hacerse daño. –Parece que únicamente sirvo para ser el premio de consolación.

Guardé silencio, con el cuerpo crispado de tensión y arrepentimiento. Sabía que mis palabras llevaban un cariz amargo y de ingratitud, pero las había pronunciado, no había forma de dar marcha atrás. Me maldije en silencio; no quería hacerle más daño. Pero si quería cerrar esa historia llena de dolor, tampoco podía guardarme nada. Muchos de mis problemas se debían precisamente eso, a quedarme callada pensando que así no lastimaría a nadie, no ofendería a nadie. Pero todas esas pequeñas cosas que fui guardando, que intenté ir ignorando, al final, terminaron por explotar y lastimar a aquellos que alguna vez me habían amado.

–No, no eres ningún permio de consolación. Cualquier mujer mataría por un hombre como tú.

–Cualquiera menos tú.

–Jake, yo no soy buena para ti. Porque seamos honestos, yo… yo no te merezco ni puedo darte lo que tú necesitas.

»Tal vez tengas razón, me conformé. Pero no contigo, porque yo te quise, aún te quiero… Simplemente me conformé con seguir lo que creí que era el camino trazado, no me esforcé por hacer que lo nuestro funcionara; di por sentado que estaban sucediendo las cosas tal como debían de pasar. No me conformé contigo, me conformé con la vida en general.

»Supuse que cualquier problema, cualquier cosita por más irritante que fuera, terminaría por borrarse, ¿así que para qué hacer más lío del necesario? ¿Para qué hablar de lo que me molestaba? ¿Para qué decirte lo que me lastimaba que tu padre y la manada tuvieran tantos recelos de mí? ¿Para qué confrontar el tema de mi madre y tú? Creí que no tenía caso, no quería causar más dolor entre nosotros; supuse que con el tiempo, lo superaríamos.

–¿Y también creíste que el tema de… de ese era algo que se borraría con el tiempo?

–No quería traer fantasmas a nuestra vida, Jake. Éramos tú y yo nada más, esa era mi nueva familia, mi nueva vida. Si te contaba sobre Stanislav, sabía que lo único que lograría era hacerte daño. Stan era un dolor que sólo me pertenecía a mí, era mi infierno y penitencia personal.

»Yo sabría cómo lidiar con eso, o al menos, eso era lo que creía. Estaba decidida a tener mi final feliz, a hacer lo que fuera necesario para que así sucediera. Quería retribuirte todo, quería que no tuvieras ninguna duda de mi compromiso contigo, con nosotros.

–No me debías nada.

–Sí, te debía el tiempo que te alejaste de tu hogar para estar cerca de mí, para ser lo que fuera que yo necesitara. Te debía tu amor, tu futuro perfecto. Y luego lo que te hice aquella noche… casi se te va la vida por mi culpa.

»Me armé de un montón de buenas intenciones y de algunas bastante egoístas, y me fui de casa, decidida a comenzar con la vida que me estaba esperando desde el día que nací. Muy en el fondo sentía que me estaba apresurando, que debía tomarme las cosas despacio, pero me negué a escuchar a mi conciencia. No podía arriesgarme a perder más, tenía que aferrarme a mi futuro, tenía que salir de la tristeza y la amargura que me envolvía. No me importó hacerle daño a Emma, intenté ignorar la animadversión de la manada hacia mí, el resentimiento de Leah, o el de tu padre. Nada importaba, lo único que quería era ser feliz.

Jacob me miró fijamente, guardando silencio. Deseé saber qué era lo que pasaba por su mente en esos momentos, qué era lo que sentía o lo que pensaba. Pero no tenía el don de mi padre, así que me tenía que conformar con esperar su reacción e intentar adivinar el significado detrás de cada gesto, cada mirada.

–El resentimiento de mi padre. –Pronunció al fin –¿Puedo preguntarte por qué? ¿Qué fue lo que sucedió entre ustedes para que él te…? –parecía que le era imposible pronunciar la palabra “odio”, como si no pudiera imaginar que Billy Black pudiera ser capaz de sentir algo así.

¿Y qué podía decirle yo? Obviamente, no la verdad. Porque a mi no me correspondía decirle que Embry había sido su hermano. Gracias a mi don, lo había descubierto de manera accidental, y fue entonces cuando el recelo de Billy hacía mí cambió a una completa animadversión. Sabía que no era odio lo que sentía por mí, sino que mi suegro me temía. Su rechazo, su rencor hacia mí era simplemente producto del horror que sentía al imaginarse que yo podría contarle a Jacob lo que había descubierto. Pero a mi no me correspondía hablar, yo no iba ser quien sembrara la discordia entre padre e hijo. Cuando descubrí las circunstancias de mi nacimiento y que mi padre había intentado que yo no naciera, tuvimos una discusión horrible; el sentimiento de traición fue tan grande que fue como si me arrancaran el corazón. Pasar por algo así, no se lo desearía a nadie, así que ¿por qué habría de causarle un dolor similar a Jake? Si él alguna vez se enterara de lo de Embry, no sería por mí.

–No sé –contesté cortando de tajo mis pensamientos –Tal vez fue que él vio desde un principio el desastre que terminaría acarreando mi presencia en La Push. Porque mi presencia afectaba a la manada, ¿lo recuerdas? Ellos jamás dejarían de entrar en fase mientras yo estuviera viviendo entre ellos, y seamos honestos, lo odiaban; no querían ser eternamente jóvenes mientras sus familias seguían el curso natural del tiempo. Tampoco deseaban que sus hijos siguieran con la “tradición”, o que alguna de sus hijas tuviera que repetir la historia de Leah. Ellos no me querían como catalizador de ese futuro, pero al ser la mujer del jefe, tampoco podían echarme de ahí.

–Lo pasaste mal, ¿no?

–No fue nada que no me ganara por méritos propios.

–Así que después de todo este tiempo, vienes a decirme que todo es culpa tuya.

–Sí. –Respondí con un suspiro.

Jacob se paseó de un lado a otro, mientras se mesaba el cabello. Su semblante seguía siendo duro, pero sin dejarme entrever ni una sola emoción.

–Déjame ver si lo entiendo. –Pronunció al fin, deteniéndose apenas a un paso de distancia – Según lo que me has dicho, que todo se fuera al carajo entre nosotros es culpa tuya y de nadie más. Fuiste egoísta, me manipulaste como un pelele e incluso, te dejaste embarazar para embaucarme más fácilmente, ¿no?

–Jaken, yo…

–¡Esto es increíble! –gritó con sarcasmo

–Lo siento tanto…

–Basta. Dejé que hablaras, ahora escúchame a mí. No puedo creer que aún en tu búsqueda de redención, aún así puedas quitarme mi valor como hombre… Es increíble.

–No te entiendo, ¿de qué hablas?

–De que dejes de minimizarme como hombre, de que dejes de menospreciarme. Tengo mi orgullo, ¿sabes? Y soy perfectamente capaz de reconocer mis propios errores, mis propias faltas y fallas en nuestra relación. ¡Deja ya de compadecerme! No soy ningún mentecato al que haya que estar justificando por sus acciones.

»Hablas de egoísmo, de actuar sin importarte las consecuencias. Pues, ¿adivina qué? Yo también fui egoísta, yo también fue un inconsciente. Y también tengo la excusa de que no quería perderte.

»Cuando regresaste a Forks diciendo que querías estar conmigo, que no querías volver a perderme, estallé de alegría. Había esperado tanto tiempo por escuchar esas palabras de tus labios. Llevaba una vida esperándote, queriéndote con toda mi alma; te había perdido, no una sino dos veces; la primera, la noche de tu fiesta, y después, el día que te secuestraron.

»Y aún cuando regresaste y recuperaste tu vida, no estuve seguro de que volverías a mí. Algo había cambiado, ya no eras mi Nessie. Una extraña con tu rostro, con tu cuerpo había tomado su lugar. Tu corazón ya no era mío, alguien más había ocupado un lugar en él.

»Yo sabía que debía rechazarte, que debía darte tiempo para pensar bien las cosas, para que estuvieras segura de si una vida a mi lado era lo que realmente querías. Pero yo también ignoré la voz de mi conciencia, porque yo también quería ser feliz a tu lado. Yo también quise ignorar todas aquellas cosas que podrían separarnos, ocultarlas y dejar que con el tiempo desaparecieran. Pudo más mi miedo de volver a perderte que todas y cada una de las razones para actuar con sensatez, para tomarnos las cosas con calma. No iba a tentar una vez más al destino; si habías regresado a mí, iba aprovecharlo y a no dejarte ir.

»Así que, como puedes ver, en este desastre tu y yo somos tan culpables.

–Lo si…

–No más “lo siento”. –atajó –Cada vez que pronuncias esas palabras es como ácido para mí.

–¿Por qué?

–Porque cada vez que pronuncias esas dos palabras, es como si me arrancaras parte de mi amor propio, de mi dignidad, de mi valor como hombre. No necesito que nadie me justifique ni se disculpe por mí.

»Cuando te fuiste, me quitaste mi felicidad, mi paz, mi deseo de vivir; me costó un carajo salir adelante, comprender que ya no volverías y que tenía que aprender a vivir sin ti. Tenía que hacerlo, no sólo por mí, sino también por mi gente. No sólo soy el jefe de la manada, en un futuro lo seré de la reserva. Tuve que aprender a anteponer lo que es mejor para mi pueblo que mis deseos. Y si pude hacerlo, fue gracias a mi orgullo; el mismo orgullo que me permite ser lo suficientemente hombre para reconocer dónde me equivoqué, qué fue lo que hice mal… Cada vez que intentas justificarme, cada vez que me pones como el “pobrecito” en esta historia, me revienta.

»Puedo lidiar con el montón de cosas que me quitaste el día que te largaste, lo único que no puedo permitir es que también me quites mi orgullo.

Hizo una pausa, mientras se llevaba una de sus manos hacia la parte posterior del cuello y lo movía ligeramente de un lado al otro. Supuse que era una forma de aligerar la tensión de su cuerpo. Escarbar en el pasado y en sus heridas no era sencillo. Incluso yo, quien había decidido dar ese paso, había estado abrazándome a mi misma de vez en cuando, intentando controlar los erráticos temblores de mi cuerpo.

–Entiendo que quieras aliviar tu consciencia y qué bien que seas lo suficientemente madura para reconocer en qué fue lo que fallaste, pero por favor, déjame asumir mis propias culpas.

»No quiero ni necesito que me pongas en el lugar de la pobre e inocente víctima. Me revienta que hagas eso, porque es como si me menospreciaras, como si me vieras tan débil y patético, incapaz de asumir sus propios errores en esta historia.

Nunca se me hubiera ocurrido pensar que Jake se sentiría insultado al querer yo asumir toda la culpa del fracaso de nuestra relación. Pero no debía extrañarme, él era bastante orgulloso y detestaba que lo victimizaran. Ni siquiera después de mi ataque, cuando no era seguro que pudiera volver a caminar; jamás permitió que lo compadeciéramos o que le tuviéramos lástima. Eso realmente lo sacaba de sus casillas.

–Yo… no sé, creí que serías feliz al escucharme aceptar la culpa, reconocer que fui un fracaso como mujer.

–¿Cómo podría alegrarme, cuando el fracaso es de los dos?– pronunció, mirándome con intensidad. –Los dos cometimos muchos errores,–continuó– los dos nos encargamos de arruinar lo que pudo haber sido una gran historia de amor. Debiste quedarte, debí obligarte a hablar de todas aquellas pequeñas cosas que fueron minando nuestro amor. Debí obligarte a que no me dejaras fuera, obligarte a no encerrarte en tu dolor.

»Debí de hacer un montón de cosas, pero no puedo cambiar lo que pasó.

Bajé la mirada, mordiéndome con nerviosismo el labio inferior, tanto que probé el sabor metálico de mi propia sangre.

Me sentía mal, me sentía nerviosa, miserable al darme cuenta en cuántos niveles había lastimado a Jacob; pero al mismo tiempo, empezaba a notar una especie de alivio, porque la pesada loza que significaba mi pasado como la mujer de Jacob, al fin parecía irse desvaneciendo.

–Siento haberte dado una vida tan miserable, siento no poder haberte dado nada a qué aferrarte.

–Jake, eso no es verdad. Me diste algo por lo que te estaré eternamente agradecida. Me diste a mi bebé –la voz se me quebró, tal y como sucedía cada vez que evocaba a mi Isaiah –Durante esos meses, fui feliz, me sentí llena de paz y tranquilidad… tenía esperanzas, creía que al fin había llegado a mi “y vivieron felices por siempre”.

»Ojalá hubiera podido detener el tiempo en esos momentos, porque a pesar de la tristeza que sentía por estar lejos de mi familia, por lo duro que era tratar de que me aceptara tu pueblo, a pesar de todo eso, te tenía a ti y a nuestro bebé. Era mi pequeña familia, mi mundo perfecto, no necesitaba nada más.

–No es verdad –me interrumpió –Lo necesitabas a él. Pasé muchas noches escuchando cómo lo llamabas entre suspiros en tus sueños. Al principio traté de convencerme de que eran pesadillas, que si lo nombrabas era porque las imágenes que veías ahí eran por demás aterradoras.

»Pero después, ya no pude mentirme a mi mismo… el deseo, la necesidad de tenerlo a tu lado se dejaban entrever en cada frase, en la forma en que pronunciabas su nombre. No tienes idea de lo duro que era competir contra su recuerdo, compartir nuestra cama con su fantasma.

–Lo siento… de verdad que yo no… Nunca quise hacerte daño.

–Me lastimaste tanto como yo lo permití, así que no tienes por qué sentirlo. Fui lo bastante egoísta para retenerte a mi lado aún cuando sabía que no eras mía, que todo había cambiado entre nosotros. Como dije, la Nessie que yo amaba jamás regresó de Italia.

Era verdad. Haber estado bajo el poder de Aro, ver la brutalidad de mi especie, conocer y amar a Stan, eran cosas que irremediablemente me habían cambiado. Incluso, le había pedido a mi familia que dejaran de llamarme “Nessie”, porque me parecía hasta cierto punto infantil y nada acorde a quien era después de mi rapto.

–¿Y ahora qué?

Fruncí el ceño, sin entender su pregunta.

–Que si ¿qué vamos a hacer ahora? Ya quedó claro que ambos sabíamos que forzamos las cosas al estar juntos. Ambos cometimos errores y como consecuencia cada quién lidió su propio infierno personal, pero ¿y ahora qué? ¿Qué va a pasar entre nosotros? Porque imagino que toda esta charla no es porque quieras retomarlo donde lo dejamos, ¿verdad? –replicó con cierta ironía.

–Yo… no –repliqué en un suspiro, moviendo lentamente la cabeza de un lado a otro.

–Eso pensé. Entonces, supongo que decidiste expiar tu pasado para que no opacara tu brillante futuro junto a tu noviecito.

–No, no es por eso que lo hice. –Suspiré con profundidad, como para darme valor en pronunciar aquello que no dejaba de rondarme en la cabeza desde que sabía que mi abuelo estaba en poder de los Vulturi –De verdad que espero salvar a mi abuelo de las garras de Aro, pero una gran parte de mi me dice que nos va a llevar el carajo al querer meternos a la cloaca de los Vulturi y pelear en su propio terreno.

»Llámame cobarde, pero tengo terror de morirme llevando todo esto en mi conciencia. No quiero darle más motivos a Satanás para que me mande directo a la zona VIP del infierno. –Pronuncié con sorna, forzando una sonrisa ladeada.

–No tienes nada qué temer. Somos capaces de…

–Sí, podremos darles batalla –lo interrumpí con rudeza –pero ganarles… eso es harina de otro costal. Estuve con ellos, viví como una de ellos y sé perfectamente con quién nos estamos enfrentando. No son un grupo de paletos neonatos a los que podamos vencer fácilmente.

–Pero hace años pudimos derrotarlos aún cuando nos atacaron por sorpresa.

–Sí, pero ¿a qué costo? Perdimos seres queridos, y ellos apenas eran la tercera parte de la guardia.

»Vamos a meternos a la guarida de un montón de sanguinarios y retorcidos vampiros; si creemos que seremos capaces de salir de pié y sin perder ni un solo cabello, sería pecar de estúpidos.

–¿Y por qué quieres ir entonces? Agarra a tu vampiro y escóndete en las entrañas de la tierra si es necesario. Temes que los italianos te hinquen el diente, pero por lo visto no te importa que ese te muerda.

¿?

–¿O me vas a decir que eso en tu cuello es porque te tropezaste y caíste sobre sus dientes accidentalmente?

Recordé el chupetón que traía en el cuello y como un acto-reflejo, me llevé la mano sobre la marca, como intentando ocultarla de la mirada acusadora de Jake.

Había olvidado por completo que la tenía; como nadie había hecho comentario alguno sobre ella y me había concentrado tanto en convencer a papá y a Stan de que era necesario ir ante las Erinias y pedirles ayuda, que me olvidé de esconder esa marca en mi cuello.

–No pienso hablar de eso contigo.

–¿Por qué? Creí que esto se trataba de hablar con sinceridad y sin tapujos.

–Bueno, si quieres que hable de Stan, me tienes que hablar tú de lo tuyo con Emma.

Jake frunció el ceño; no se había esperado esa respuesta.

–Olvídalo –pronunció después de un breve silencio. –No me interesa escuchar cuánto quieres a la sanguijuela…

‒No le digas así. Se llama Stanislav.

Jacob se encogió de hombros mientras en su rostro se reflejaba un rictus de desprecio.

‒Sé que no puedo borrar todo lo que te hice ‒pronuncié con tímida voz ‒y que tampoco puedo esperar que me perdones así sin más. Pero de verdad que… no sé, quisiera tener una varita mágica que me ayudara a solucionar las cosas, a lograr que haya paz entre nosotros.

»Quisiera que no me odiaras tanto y…

‒ Es la segunda vez que lo dices, ¿De verdad crees que te odio? ‒preguntó, entornando la mirada, acortando la distancia que había entre nosotros.

Bajé la mirada, un tanto nerviosa, un tanto apenada. No podía esperar lo contrario, no después de haberme portado como lo hice.

‒¿Sabes? Intenté por todos los medios odiarte, intenté arrancar mi amor por ti antes de terminar volviéndome loco por tu abandono; de verdad que lo intenté, pero no pude… simplemente estás tan dentro de mi que aunque mi cabeza quiera odiarte, que aunque sé que es lo más inteligente que podría hacer, simplemente este amigo ‒pronunció señalando su corazón ‒ no quiere dejarte ir.

Guardé silencio, porque ¿qué podía decir después de eso?

‒Pero eso no quiere decir que sea tan estúpido como para lanzarme de nuevo en esa historia ‒continuó ‒Creo que aunque viva cien años, o viva diez vidas, ni aún así podré dejar de amarte. Eres mi alma gemela, el objeto de mi impronta, eso nada ni nadie podrá romperlo, pero el que puedas hacerle la vida miserable a alguien…

‒No significa que debas hacerlo. ‒terminé por él.

‒Así es… ‒respiró con profundidad, mientras se mesaba el negro cabello con la mano derecha, mientras ponía la otra en el bolsillo trasero de sus vaqueros ‒A pesar de mis sentimientos, tuve que encontrar la forma de seguir adelante. Si no lo hubiera hecho, probablemente me hubiera vuelto loco o me hubiera pegado un tiro.

‒Jake…

‒Tuve a Emma a mi lado para lograrlo. Fue mi roca en esos momentos, me ayudó a no dejarme caer en la oscuridad.

‒Es una gran mujer ‒pronuncié casi en un susurro ‒Y es obvio que te adora.

‒Ella me hace bien. Me da paz, me da estabilidad, me hace sentir seguro. El único problema es que ella no es tú.

Jacob profirió un triste suspiro, acorde a la sonrisa ladeada y la mirada apenada de sus ojos. Era como si le lastimara pronunciar esas palabras.

Gracias al cielo que te das cuenta de eso. Gracias a Dios que Emma no es como yo”, resonaron las palabras en mi mente.

Porque Emma Young era mil veces mejor que yo; ella poseía la madurez, la sensatez de la que yo carecía. Ella era capaz de amar a Jake sin dobleces ni medias verdades, pero sobre todo, ella jamás lo lastimaría. Podía hacerlo feliz, darle todo aquello que yo jamás sería capaz de darle por completo.

‒¿Eres feliz? ‒la pregunta salió sin siquiera pensar en ella.

‒No lo sé, Nessie. ‒profirió con un largo suspiro ‒Sinceramente, no lo sé… ¿y tú?

‒No lo era.

‒¿Cómo?

‒Que en estos años no lo fui, simplemente me limité a existir de la mejor manera que pude.

‒Pensé que estar con él era lo que querías.

‒Estuve sola en Nueva York ‒repliqué, consiente de que Jacob seguía sin creer que Stan y yo no habíamos estado juntos desde que me marché de La Push ‒Durante cuatro años me alejé por completo de todo mi pasado, cambié mi nombre e intenté desvanecerme de todo lo relacionado con vampiros; eso incluía alejarme de mi familia, amigos y… y de Stan.

‒Pero eso quedó atrás, ¿no? Ahora están juntos. ‒noté una nota de resentimiento en su voz. ‒Espero que esta vez tengas mejor suerte en el amor.

‒Yo… yo no sé que vaya a pasar con Stan y conmigo, es más, ni siquiera estoy segura dónde estoy parada en estos momentos respecto a él. No estoy con él pero tampoco puedo estar lejos de él; no sé si lo logremos, no sé si mañana él se canse y me bote sin miramientos.

»Sea lo que sea que haya entre nosotros, es frágil y probablemente nos lleve un buen hacer que funcione; nuestro futuro, si es que tenemos uno después de enfrentarnos a los Vulturi, es completamente incierto y ¿sabes qué?, me gusta. Por primera vez me siento libre para cometer errores, caerme y volver a intentar todo una vez más.

Las palabras salieron de mi boca como una revelación incluso para mí misma; en esos momentos descubrí que la perspectiva de un futuro incierto era liberadora. Antes había tenido miedo de dar un paso en falso, que con cualquier error que cometiera, no sólo arruinaría mi vida, sino la de aquellos que me rodeaban. Nunca había querido reconocerlo, pero había sido una carga muy pesada tener una vida “perfectamente planificada”, un destino ya trazado; me sentía como el personaje de una obra al que jamás se le permitiría salirse del guión, atrapada desde mi nacimiento en una vida que ni siquiera había pedido.

Había cargado con la historia de la impronta como si se tratara de una especie de deber casi militar, lejos de tomarlo como mi final de cuento de hadas; de cara al mundo, ponía mi mejor sonrisa y repetía una y otra y otra vez lo contenta que estaba de que al fin había conseguido mi vida perfecta, mi “y vivieron felices para siempre”. Traté de convencer a todos, incluso a mi misma, pero lo cierto es que mis sentimientos por Stan, el anhelo por estar con él, siempre estuvieron latentes, esperando el momento en que fueran liberados. Todo eso más un montón de cosas más terminaron por ser como una olla de presión que acabó explotando violentamente.

‒Entonces, las cartas ya están sobre la mesa, ¿no? ‒pronunció, cortando de tajo mis pensamiento ‒ Ojalá hubiéramos hablado con sinceridad años atrás… tal vez así nos hubiéramos ahorrado tanta amargura e infelicidad.

‒No soy tan mezquina como para no reconocer que vivimos momentos buenos.

‒Pero lo bueno no fue suficiente.

‒Lo siento, de verdad que hubiera deseado que las cosas fueran distintas, pero…

‒Pero en el corazón no se manda. Lo sé.

»En fin… creo que será mejor que Seth y yo nos marchemos. Ya es muy tarde y quisiera descansar un poco antes de reunir a la manada para hablarles sobre nuestra marcha a Italia.

‒Jake ‒pronuncié, interrumpiéndolo antes de que pudiera comenzar el silbido con el que pensaba llamar a Seth ‒te voy a hacer la misma pregunta que me hiciste hace rato: ¿y ahora qué? ¿dónde quedamos parados los vampiros y los quileutes? ¿amigos? ¿enemigos?

‒Y te contesto con una de tus respuestas favoritas: no lo sé.

»No sólo es nuestra historia, hay más cosas de fondo antes de poder regresar siquiera a la fría y forzada cortesía que había entre nuestros clanes antes de la llegada de tu madre a Forks.

‒Supongo que entre esas “cosas” está lo que pasó con Claire ‒la voz se me quebró un poco al mencionar el nombre de aquella pobre chica ‒Creo que ni aunque pasara una vida entera Quil me perdonará que la haya atacado.

‒El te atacó a ti también esa misma noche. Y por eso perdimos a nuestro hijo.

‒No. ‒lo detuve en seco ‒Lo de Quil sólo aceleró los acontecimientos. Lo que mató a nuestro hijo fue ser de dos naturalezas incompatibles. Recuerda lo que dijo Emma, que aunque el embarazo hubiera llegado a las 40 semanas, era inevitable que Isaiah no… ‒el picor en los ojos y el enorme nudo que de pronto apareció en mi garganta me hizo imposible continuar.

‒Creí que culparías a Quil de lo sucedido. Incluso te hirió.

De forma automática, me llevé la mano derecha y la posé sobre el brazo izquierdo, justo encima del lugar donde tenía aquellas horribles cicatrices.

‒No fue nada que no me mereciera ‒repliqué ‒El quería salvar a Claire, era lo único que importaba. Y agradezco que lo hiciera, a pesar de lo que sucedió después. Si no hubiera llegado a tiempo, si Claire hubiera muerto por mi culpa… No hubiera podido con ese peso en al conciencia.

»Al menos espero que, después de esa noche, Claire haya aprendido a valorar más a Quil y no portarse tan caprichosa con él.

Jacob no respondió. Guardó silencio y aunque intentó aparentar normalidad, no pudo disimular un leve fruncimiento del ceño ni poner esa mirada que solía utilizar cuando había algo que no quería que yo me enterara. Habían pasado varios años, pero aún podía recordar esos pequeños detalles sobre él.

¿Qué habría pasado con Claire y Quil después de mi ataque? Los días posteriores a la pérdida de mi hijo, me había convertido en una especie de zombie melancólico, intentando apartarme de cualquier ser viviente a menos de 10 kilómetros a la redonda, así nada más saber que Claire no había muerto por mi causa, simplemente ya no quise saber más de lo que sucedía a mi alrededor.

‒Es hora de irnos ‒dijo para después lanzar un largo y sonoro silbido. ‒Volveremos en un par de horas, ¿podrías decírselo a tu padre?

Asentí, sin quererme molestar en recordarle que papá, junto con el resto de mi familia de vampiros tenían tan buen oído que seguramente ya lo habrían escuchado, junto con el resto de nuestra conversación.

Escuché a mis espaldas, cómo la perilla de la puerta de la entrada giraba e inmediatamente después, el altísimo y musculoso cuerpo de Seth salía al frío exterior.

‒¿Listo, hermano? ‒preguntó, mientras Jake simplemente asintió con ligereza ‒Adiós, Nessie ‒pronunció con suavidad, recordándome a mi viejo amigo Seth. Le devolví una sonrisa insegura.

Una de las cosas que más lamentaba, era haber dañado mi amistad con el menor de los Clearwater; deseé encontrar la manera de arreglarlo, recuperar a mi amigo.

Me quedé parada, muy quieta observando al par de hombretones retomar sus pasos hacia el bosque y emprender la marcha hacia las tierras de la reservación. Seth fue el primero que bajó los desvencijados escalones del porche; antes de bajar el primer escalón, Jake se detuvo y volvió le rostro hacia mí.

‒No sé donde estamos parados y mucho menos qué pasará entre nuestros clanes una vez que esta locura haya pasado, pero lo que sí puedo asegurarte es que pelearemos a su lado, como iguales para rescatar a Charlie y a Leah.

‒Gracias.

‒No tienes por qué. Una vez dije que sería lo que fuera que necesitaras en tu vida… si no serví como marido, si no funcioné como tu amigo, espero que esta vez las cosas vayan mejor como aliados.

‒Jake…

Pero esta vez no se detuvo. Siguió avanzando con pasos decididos hasta perderse en la oscuridad.

Me quedé ahí de pié, rodeada de sombras, el tiempo suficiente para escuchar muy a lo lejos el aullido de un par de lobos, mientras escuchaba unas pisadas atrás de mí. No necesité volverme para saber de quién se trataba.

‒Deberías entrar. Está haciendo frío y tu madre se pone nerviosa de imaginarte sola aquí afuera. ‒dijo mientras se paraba a mi lado, prácticamente hombro con hombro.

‒Lo escucharon todo, ¿verdad, papá?

‒Intentamos no hacerlo.

‒¿Y Stan?

‒Rumiando un montón de cosas sobre la temporada de caza de lobos, pero se le pasará… ‒detecté cierta diversión en su voz.

‒Pa…

‒¿mmm?

‒¿Por qué me pediste que me mantuviera alejada de Jacob?

Ladeé el rostro hacia él, en espera de su respuesta. Pero papá guardó silencio, con la mirada como perdida en el vacío. Parecía una especie de efigie de mármol y me pregunté si habría escuchado mi pregunta.

‒Hay secretos que no nos pertenecen, verdades que sólo pueden salir a la luz cuando sus dueños decidan hacerlo.

‒¿De qué secreto hablas?

‒De algo que no me corresponde a mi decir. Sólo confía en mí.

‒Pero, ¿por qué no…?

‒Tu mejor que nadie deberías entender sobre guardar secretos ajenos ‒cortó papá.

Abrí los ojos, sorprendida.

¿Sabes que Billy era el padre de Embry?”, pronuncié en mi mente, pues aunque lo susurrara lo más bajito posible, los demás serían capaces de escuchar sin el menor esfuerzo si decía esas palabras.

‒Sí ‒respondió papá un tanto apenado ‒A veces, aunque no lo quiera, es imposible no escuchar tus pensamientos. Lo siento.

Me encogí de hombros, casi con resignación; por lo menos tenía que darle crédito a papá de parecer contrito por escuchar mis pensamientos.

Sin poder evitarlo, lancé un largo bostezo, reflejo del cansancio de un día por demás complicado.

‒Es hora de irte a la cama ‒pronunció papá, con el mismo tono que solía utilizar conmigo de pequeña, cuando eran más de las once de la noche y no quería irme a la cama con tal de seguir viendo la TV o jugar videojuegos con el tío Emmett y el tío Jasper.

‒No tengo sueño, sólo estoy un poquitín cansada.

»Creo que empiezo a abrazar e mi “vampiro interno”; digo por lo menos en aquello de no dormir por las noches.

‒Tal vez debería ir Port Angeles y conseguirte un somnífero ligero; ese insomnio tuyo no me gusta nada.

‒No pasa nada. Estoy acostumbrada a dormir pocas horas.

»Además, todavía nos queda un montón de cosas qué resolver antes de partir a Europa.

‒¿Cómo qué? No creo que no sea algo que no podamos dejar para un par de horas más tarde.

‒No lo creo. Aún tenemos qué resolver la cuestión del transporte.

¿?

‒Sí, porque obviamente, ustedes pueden cruzar a nado y sin problemas todo el Atlántico, pero ¿qué hay de los 3 miembros del batallón que sí respiramos?

‒Eso ya lo tenemos cubierto.

‒¿Sí? ¿Cómo?

‒Irán en avión ustedes tres acompañados de Alice, Stan y Emmett.

‒Se te olvida el pequeño detalle de que Stan y yo estamos boletinados. A menos que queramos que la policía nos eche la mano encima, no podemos aparecernos como si nada en un aeropuerto. Además, es temporada alta y dudo que encuentren tantos asientos disponibles en el mismo vuelo.

‒No va a haber problema; Jasper se está encargando de eso.

‒¿Cómo?

‒Las cosas son mucho más fáciles cuando vuelas en un avión de tu propiedad.

‒¿Tío Jasper se compró un avión? ‒me hizo gracia imaginarme al tío ataviado con el look de Tom Cruise en “Top Gun”.

‒No, no se compró un avión.

‒¿Entonces?

‒Se compró una compañía completa. Por primera vez, una de sus locas inversiones realmente nos servirá de algo.

Abrí la boca sorprendida, tanto que me imaginé que parecía un dibujo animado. Durante los últimos cuatro años había aprendido a vivir como una persona normal, con ingresos regulares, haciendo malabares para ahorrar hasta el último penique y llegar a fin de mes. Había pasado tanto tiempo que había olvidado la inmensa fortuna de los Cullen y lo excéntricos que podían ser al momento de gastar el dinero. Supuse que tendría a acostumbrarme de nuevo al tren de vida de mi familia.

Me pregunté si a parte de los aviones, al tío no se le abría ocurrido comprarse también alguna fábrica de armamento de guerra, porque contra los Vulturi no nos caería nada mal la ayuda extra de una par de bazukas, granadas y armamento nuclear. Eso como mínimo si es que no conseguíamos más aliados a nuestra causa contra el clan de Aro.

“Y si existieran en la vida real, probablemente también necesitaríamos de Super-man, Batman y Van Helsing”, pensé con irónico humor.

Sacudí la cabeza, intentando apartar las tonterías de mi mente y concentrarme en lo importante. Había cosas por hacer y el tiempo se nos venía encima. Algo en mi interior, el sexto sentido por así llamarle, me decía que el encuentro con las Erinias no sería nada fácil; pero ya no podía echarme para atrás cuando había logrado convencer a regañadientes a mi padre de que me dejara ir al encuentro con la líder de ese clan.

Había que ponernos en marcha, sobre todo, cuando la cuenta regresiva había iniciado. No estaba segura cuál sería el resultado de la guerra que se nos venía encima; lo único claro es que esta vez iba a ser el todo por el todo, ganar o morir.

Añadir/Share

Bookmark and Share