Disclaimer

Nombres y personajes de esta historia son propiedad de Stephanie Meyer (menos los que no salieron en la saga original). Lo único mio es la historia que va uniendo a tan maravillosos personajes.
Esto es un homenaje a una de mis sagas favoritas, sin fines de lucro, por mera distracción.

jueves, 21 de junio de 2012

CLAIRE



A trompicones, avancé hasta el borde de la acera, casi en la esquina de la calle, y me senté, dejándome caer derrotada.
Enterré el rostro entre mis manos, apoyando mis codos sobre los muslos, mientras lloraba desconsoladamente.
No podía evitar el llanto. Jacob iba a ser padre, iba a tener un hijo que ocuparía el lugar de nuestro bebé, Isaiah.
Era muy egoísta de mi parte llorar porque Jake hubiera seguido con su vida, porque tendría lo que siempre había anhelado: su propia familia, sus hijos de sangre. Pero  no podía evitarlo, me dolía, porque era un recordatorio de que yo era alguien incompleto, dentro de mi no había vida, era tan árido como un desierto.
Me froté la cara bruscamente con mis manos, intentando parar las lágrimas, respirando profundamente una y otra vez; se me hacía tan difícil respirar, me ahogaba con el enorme nudo en la garganta que tenía.
No era como que de pronto, al enterarme de lo suyo con Emma hubiera tenido una especie de epifanía y hubiera decidido que era a Jacob a quien quería como mi compañero por el resto de mi vida; Stan era mi amor, mi vida, mi todo. Pero como le había dicho a mi padre momentos antes, una parte de mí siempre amaría a Jake. La historia que compartimos era demasiado fuerte, muy pesada como para intentar echarla al olvido.
Cuando estuvimos juntos, esperando la llegada de nuestro bebé, una vez me contó que lo que más deseaba era tener su propia familia, con tantos hijos como pudieran caber en la casa.
–Espero que no quieras tener tu propio equipo de beisbol– le contesté entre risas, apoyando mi mano sobre la de él, que reposaba sobre mi enorme barriga –Tres, ese sería el número perfecto.
–Ocho–Respondió, con una sonrisa de oreja a oreja, recordándome al Gato de Cheshire
Cuatro. Y previa negociación.
–Nueve. Y verás que cuando tengas a este pequeñín en tus brazos, me darás la razón.
Sonreí y lo besé con dulzura, intentando distraerlo para que no siguiera subiendo el número de hijos.
¿Por qué quieres tantos? –pregunté después de un rato en pacífico silencio –No me digas que quieres tener tu propia manada Black.
–No, no es eso –dijo, con una sonrisita ladeada –¿Recuerdas que te conté que mamá murió cuando yo era muy pequeño? –asentí, sin decir palabra alguna, esperando que continuara con lo que quería decir –Perderla me dejó un enorme hueco y… No es que tenga alguna queja de cómo nos crió papá; hizo lo que pudo estando solo, con nosotros tres. Pero no fue suficiente para evitar que mi familia terminara alejándose. Ya vez, una de mis hermanas rara vez viene a vernos, la otra, bueno, si no se hubiera imprimado de Paul, probablemente no se pararía por aquí si no fuera por accidente. Básicamente, siempre hemos sido papá y yo, y muchas veces deseé haber tenido más hermanos para no sentirme solo.
–Ahora me tienes a mí. Mejor dicho, nos tienes a los dos.
–Lo sé, y no tienes idea cómo agradezco al cielo cada día que sea así. Pero no quiero que ninguno de mis hijos se sienta solo. Quiero que sean unidos, que sepan que si algo nos pasara a nosotros, se tendrían ellos para apoyarse y cuidarse. Que sientan lo que yo sentí en los primeros días que me uní a la manada de Sam.
»Va a ser difícil que nuestros hijos no tengan el gen licántropo,  y aunque crecerán con otros iguales a ellos, no es lo mismo estar unido por un lazo de sangre que por ser parte de una tradición de nuestro pueblo.
Sacudí la cabeza, intentando despejar ese recuerdo. Jacob compartía con Emma la custodia de los hijos de Sam y Emily, y ahora tendrían su propio hijo. Serían una familia. No, mejor dicho, eran una familia. Pero él no lo sabía. Y de algún modo, la conciencia me decía que era mi culpa.
Emma decidió callar a causa de mi regreso a Forks. Ella no quería forzarlo a estar a su lado, no quería que Jake se quedara por obligación. Podía entenderla perfectamente, podía entender sus motivos, pero eso no evitaba que pensara que  ella era una idiota, una egoísta. Emma debía saber lo que para Jake era tener un hijo, ella debió decirle en cuanto lo supo.
–Idiota –mascullé entre dientes, sintiendo un enorme coraje hacia la dulce Emma Young.
Y ahora, ¿qué? Jake debía saberlo, era su derecho saber que iba a ser padre. Yo no podía callarme algo así.
–No. –La voz de papá sonó a mi lado. Me llevé la mano al pecho, estremeciéndome de susto por su súbita aparición.
–¿No qué? –la voz me salió enronquecida por el llanto.
–No puedes decirle nada a Jacob. No nos corresponde ni a ti ni a mí meternos en ese tema.
–¡¿Cómo puedes decir algo así?! –Dije, poniéndome en pie de un salto. –El tiene todo el derecho de saberlo. Que Emma sea una egoísta, no significa que…
–No tienes idea de lo que Emma está sufriendo por no decirle. No puedes juzgarla sólo por retazos que “escuchaste” en mi cabeza.
–¿La estas defendiendo? –pregunté, incrédula.
–No. Sólo digo que hay más de lo que pudiste captar con tu don. –Papá exhaló con fuerza, mientras se mesaba el pelo con la mano derecha, con frustración.
–No podemos dejar que Jake se meta en esta guerra sin saber lo que Emma le oculta.  No sería justo.
–¿Crees que no lo he pensado? Pero este secreto no nos pertenece, no es nuestra decisión.
»Me he quebrado la cabeza pensando si es justo o no que él se entere del embarazo de Emma, sobre todo en estos momentos. Si es sensato decirle o no. Porque si le decimos, ¿cómo va a llegar contra los Vulturi? Conociendo a Jacob, su mente ya no estaría en la pelea, sino en Forks, inquieto, pensando en Emma, en el niño que viene, en si la encontrará una que vez que vuelva a la reserva.  Y sería muy peligroso entrar en esta guerra sin concentración.
–¿Cómo que si la encontrará cuando regrese?
–Emma recibió una oferta de trabajo en un hospital de Seattle. Y está considerando aceptarlo. De ser así, tendría que irse de La Push, llevándose a los hijos de Sam con ella.
–¿Y tampoco sabe eso Jake?
–Ella se lo dijo.
–Papá, tengo qué decírselo. No puedo callarme esto, no puedo verlo y fingir que no sé nada.
–¿Y qué vas a ganar con eso? ¿Su perdón? ¿Su gratitud? –agaché la mirada al escuchar las palabras de mi padre. –Por eso no quiero que Jacob se vea envuelto en la pelea. Que se limite a encargarse de Leah.
–Entonces, ¡dile lo que sabes! Volverá a Forks en un dos por tres.
–Hija, tú y yo lo conocemos lo suficiente como para saber que aún así, él se quedará aquí a pelear contra el clan de Aro. Él fue muy claro cuando dijo que luchará hasta el final si eso significa salvar a su gente de la amenaza que representan los Vulturi.
»Si le decimos lo de Emma, no será capaz de concentrarse como es debido  y eso sería ser muy peligroso para él. El menor descuido podría ser mortal.
–¿Y si le pasara algo? ¿Tu conciencia y la mía podrían con el peso de haber callado algo como esto?
–¡¿Crees que no he pensado una y otra vez en eso?! Me devano los sesos tratando de decidir qué hacer, qué es lo correcto.
–Decirle es lo correcto. –Pronuncié, tozuda.
–Sí, pero no creo que sea lo más indicado. No es el mejor momento para hacerlo.  No puedo permitir que algo les pase a Seth y a Jacob mientras estén aquí. Tengo qué sacarlos con sanos y salvos de esto, tengo que asegurarme que salen de una pieza y regresan a sus vidas en La Push.
Me llevé las manos a la cintura mientras lanzaba un bufido de frustración.
Entendía el punto de papá. Decirle a Jake lo desconcertaría totalmente. Y no sería capaz de tomar el primer vuelo de regreso a casa No, se quedaría a pelear porque ya había empeñado su palabra en ello, se quedaría para asegurarse de que Leah no sufriera ningún daño y de pasada, terminar con la amenaza que los Vulturi representaban para los quileutes. Pero él tenía el derecho de saberlo. Era algo demasiado grande como para callarlo.
Papá y yo guardamos silencio. Estábamos en el cruce de dos callecitas desiertas, alumbrados por las lámparas que colgaban del exterior de las casas.  Alcanzaba a escuchar el murmullo proveniente de algunas de esas casas. Me imaginé que detrás de esas puertas, habría familias sentadas alrededor de una mesa, disfrutando de la cena, hablando de cómo les habría ido el día. Cosas simples y humanas, y deseé por un segundo que mi familia fuera como una de esas. Todos los Cullen, más mi Stan, sentados en la mesa, riendo, hablando de nimiedades. Una familia normal, y no una escondida debajo de una iglesia, preparándose para una lucha a muerte contra sus enemigos.
–¿Puedo pregúntate algo?
–Claro. Siempre es agradable decirte las cosas en lugar de que las “escuches” en mi cabeza –pronuncié con una mueca torcida.
Papá no hizo caso de mi mordaz comentario, limitándose a lanzar la pregunta.
–¿Por qué saliste corriendo así cuando supiste lo de Jake y Emma?
–¿Qué el por qué del drama? –dije, con un dejo de auto-burla sarcástica.
Papá guardó silencio, limitándose a mirarme fijamente, como estudiando cada uno de mis gestos. Eso, o tal vez estaba dando un paseo por mis pensamientos.
–No es fácil darme cuenta que él pudo seguir adelante mientras yo me hundí en mi propia miseria personal –dije al fin –Yo sé que entre Jake y yo ya no hay más historia qué contar, pero… Es como meter el dedo en la llaga, ¿sabes? Él al fin tendrá todo lo que en algún momento pensamos tener, la vida que soñamos compartir.  Él podrá hacerlo, yo no.
»Me duele y, aunque me avergüence reconocerlo, también me da envidia y coraje. Es como si la vida me recordara todo lo malo que hice y que mi castigo es jamás tener más  hijos. Yo… yo sé que estoy siendo egoísta, irracional y hasta grosera, pero es como si con su nueva vida, con su nueva familia remplazara a Isaiah –empecé a llorar nuevamente, al nombrar a mi hijo– Jake tendrá una familia por la qué preocuparse, por qué velar y lo olvidará… mi bebé estará solo.
–¿Solo?
–¿Quién se acordará de visitar su tumba y llevarle flores? A mi no se me permite la entrada a la reserva. No tengo permitido siquiera ir a llorar al lugar donde duerme mi niño.
»Ni siquiera pude tenerlo un momento en mis brazos. Vivió apenas unos minutos, pero no pude verlo, no pude acariciar su carita y decirle que lo amaba desde el primer día. Cuando dejé a Jake, lo que más me dolía era que ya no se me iba a permitir regresar con mi bebé.
»Todos los días pienso en él, todos los días me consolaba saber que Jacob no sería capaz de olvidarlo, que siempre habría quien dejara flores y cuidara su sepulcro. Pero ahora, con su nueva familia…
–Jacob se ha encargado de llevar cada jueves, tal como lo hacías tú, flores al cementerio. Y siendo como es, aunque tuviera media docena de hijos más, jamás sería capaz de olvidar a mi nieto.
–Lo sé, lo sé –proferí un profundo suspiro –Sé el gran ser humano que es Jake, pero no puedo evitar sentirme así.
Papá se acercó y me rodeó con sus brazos, tratando de reconfortarme.
Duramos un rato así, en silencio, mientras mis lágrimas fueron parando lentamente.
–Estoy medio loca, ¿verdad? –dije, en un susurro, medio burlona.
–No. Loca no, solo un poco perdida. Lamento no haber sido el padre perfecto y que no supe guiarte.
–Claro que no. Tú y mamá hicieron lo mejor que pudieron con una hija como yo. Soy capaz de reconocer que yo tampoco se las he puesto fácil; soy demasiado impulsiva, independiente e inconsciente. Y aunque ustedes hubieran tratado de ponerme en una cajita de cristal para que nada me pasara, siendo como soy, de todas formas hubiera terminado haciendo las mismas tonterías y estupideces que me han traído hasta aquí.
Papá aflojó el abrazo, sin contestar. Simplemente me dirigió una de esas profundas y reflexivas miradas tan características de él.
–Será mejor regresar. Hemos estado bastante tiempo fuera y tu madre debe estar preocupada.
Asentí con suavidad.
Papá me echó un brazo alrededor de los hombros y empezamos a caminar a un ritmo pausadamente humano. Me dejé guiar por él, porque realmente no tenía ni idea cual era el camino de regreso a la iglesia.
–Necesito que me prometas que no le dirás nada a Jacob.
–Papá…
–No pienso ceder al respecto en esto, Renesmee. No es nuestro secreto, y contarle a Jacob únicamente hará que pierda la concentración, ya te lo dije.
–Pero si le pasara algo y él no…
–Yo me encargaré de que nada les pase a él o a Seth.
»Emma es quien debe hablar con él. Es algo que únicamente le atañe a ellos dos.
–Supongo que si Jacob se hubiera enterado por alguien más de que yo estaba embarazada, sin darme oportunidad de decírselo, me hubiera puesto cabreadísima –concedí casi a regañadientes. –Está bien, guardaré silencio y no diré nada a pesar de lo que pienso.
»Jake tiene que regresar a La Push, a su vida… con Emma y los niños.
–Y así será. Me encargaré de ello.
–Te ayudaré en la medida en que pueda hacerlo.
–¿Y Stan? ¿Qué pensará él?
–No pienso decirle nada.
–Será difícil que se lo puedas ocultar. Con lo de… eso, él puede “sentirte”, si sabes a lo que me refiero.
–Sí. No puedo ocultarle mis emociones, sólo espero que crea que mi preocupación es por la pelea en general, y no por Jacob en particular.
No fui consiente de que nos encontrábamos a unos metros de las escalinatas de la iglesia. Y justo en la entrada, apoyado en al lado izquierdo del marco de la puerta, Stan estaba de pie, cruzado de brazos, pero con la ansiedad reflejada en el rostro.
Era como si hubiera un imán entre nosotros, pues nada más sentir mi mirada sobre él, sus ojos se encontraron con los míos. Enderezó la postura y en un parpadeo, se puso en marcha en nuestra dirección.  Yo misma me encontré soltándome del brazo de papá para avanzar hacían Stan.
Lo vi bajar la escalinata y unos cinco metros a distancia de ella, me encontré estrechada fuertemente entre sus brazos.
Moje láska–pronunció mientras enterraba su rostro en mi cuello –Estaba preocupado por ti.
–¿Por qué? –dije con dulzura, con el corazón acelerado como las alas de un colibrí, disfrutando la misma sensación que siempre sentía al estar en sus brazos, como si al fin hubiera llegado a casa –Estaba con papá.
–Sentí aquí –dijo, enderezándose para llevarse la palma derecha a mitad del macizo pecho –Angustia, dolor… algo sucedió. –tomó mi barbilla entre sus dedos, estudiando mi rostro con detenimiento –Lloraste.
–Un poco –dije. No tenía caso negarlo. Seguramente tenía los ojos rojos e hinchados.
Stan dirigió su mirada sobre mi hombro, seguramente con dirección a mi padre. Frunció el ceño antes de volver su atención en mi.
–¿Estas bien?
Asentí.
–Los tres tenemos qué hablar –dijo papá, acercándose a nuestro lado. –Lo sé –pronunció significativamente, con la voz en un susurro, viendo directamente a Stan–Y no se puede decir que esté saltando de alegría; fue algo bastante estúpido y precipitado de su parte. Mientras estemos aquí, tendrán que ser excesivamente discretos para que no lo sepan los demás. Ella es demasiado joven para saber en qué se estaba metiendo, pero ¿tú? No hay excusa, sobre todo después de trabajar para Aro,  debías saber que eso es tabú, puede ser peligroso para ustedes si alguno que no sea de nuestra familia lo descubre.
–Señor, tiene mi palabra de que no pienso poner en riesgo a Renesmee, jamás, bajo ninguna circunstancia.
–Eso espero, de lo contrario, te las verás conmigo. Y esto no se queda así, vamos a hablar largo y tendido, una vez que toda esta locura pase.
–Papá… –pronuncié con cierta nota de advertencia en la voz. No quería que papá volviera a meterse en mi relación con Stanislav.
–No pienso meterme entre ustedes. Es una decisión de mi hija, y si tú eres lo que necesita para ser feliz, que así sea. Solo necesito que entiendan la enormidad de lo que han hecho.
–Soy muy consciente de ello, señor.
Puse los ojos en blanco. Hasta cierto punto, podía ser un tanto cómico ver la forma en que papá y Stan se dirigían entre sí.  Uno un tanto seco y rudo, y el otro, aguantando de forma estoica por mi. Iba a pasar mucho tiempo antes de que llegaran a un punto de acuerdo, de eso estaba segura. Porque de alguna forma, Stan y mi padre tenían muchos puntos en común en cuanto a su carácter. Ninguno era una pieza fácil de roer, y podían llegar a ser bastante obstinados cuando tomaban una decisión. Dios me amparara con este par.
La plaza ya no estaba tan concurrida como cuando habíamos llegado, pero todavía había una que otra persona paseando por ahí, y había notado algunas miradas indiscretas en dirección nuestra.
–Creo que será mejor que vayamos dentro. No se si se han dado cuenta, pero creo que estamos llamando la atención.
–Supongo que tienes razón –pronunció papá –Pero antes, ¿puedes enseñarme la herida que te suturó Stanislav?
Fruncí el ceño, pero no dije nada al ver la determinación en la mirada de papá. Así que rápidamente, enrollé la manga de la blusa y tendí mi brazo hacia él para dejarle ver mi herida.
Papá agarró mi brazo y lo estudió concienzudamente. Esperaba que no prestara demasiada atención al otro corte, más pequeño, que estaba cerca de los puntos. No quería tener qué contarle a papá que había tenido que ofrecer mi sangre como ofrenda a la Señora.
–No están tan mal los puntos.
–Stan estudió medicina –dije, con orgullo –Sabe lo que hace.
–Supongo –concedió secamente –Aunque sospecho que fue hace mucho tiempo. –Claro, papá no iba a impresionarse tan fácilmente. El abuelo Carlisle era un excelente médico, y mi padre incluso había estudiado 6 veces medicina en las mejores universidades de América.
–Así es, pero lo que bien se aprende, jamás se olvida –respondió secamente Stan.
–Tus heridas cicatrizan más rápido de lo normal –dijo, obviando la respuesta de Stan –pero no me gusta que esta parte de aquí –señaló ligeramente el borde bajo de la herida –tiene un ligero tono verdoso, lo notas, ¿no?
–Sí –respondió Stan –y durante el viaje, sentí la temperatura de Renesmee más alta que lo habitual en ella. 
–¿Qué? ¿Significa que se me va a podrir el brazo y a caer?
–Significa, láska, que tendré que ir a conseguir algún antibiótico y un par de cosas más para cuidar tu herida.
–Será mejor que yo vaya –intervino papá –Es preferible utilizar mi American Express en esta ocasión y ya no seguir tomando cosas “prestadas” del vecindario.
»Entren. Dile a tu madre que regreso en unos minutos.
Dio media vuelta y avanzó con paso rápido sobre la plaza. Yo le miré alejarse, con una sonrisa mortificada en mi rostro. Por lo visto, papá no tenía ningún reparo en hurgar descaradamente en la mente de todos nosotros. Y de solo imaginarme qué más podía haber averiguado, me ruboricé hasta la raíz del pelo mientras seguía a Stan al interior de la iglesia.




Cuando llegamos con los demás, me sorprendí encontrarlos en una aparente calma, divididos en grupos esparcidos a través de las catacumbas. Ya no discutían ni estudiaban los planos extendidos en una de las tumbas. Supuse que habían llegado a un acuerdo o habían decidido tomar un receso antes de terminar arrancándose la cabeza unos a otros.
Las Erinias se agrupaban entorno a Eros, al fondo. Parecía que se limitaban a estar de pie, observando cuando pasaba, estudiándonos y evaluándonos. Alice y Jasper estaban junto a Emett, Neema y Alejandro, enfrascados en una plática cerrada entre susurros. Mis abuelos se mantenían a un par de metros del grupo de tío Emmett, acompañados de los tíos de Denali. Pero yo buscaba ansiosamente a mi madre. La encontré varios metros más atrás de todos, apartada del grupo pero en compañía de Seth y Jake. Involuntariamente, recordé lo que había descubierto sobre él, y no pude evitar sentir cierto desasosiego.
Si algo le pasara… No, es muy pesado tener qué callar lo que sé. Prometí no decir nada, pero no estoy segura que sea lo correcto
–¿Qué sucede, láska? –Stan me rodeó por los hombros con su brazo izquierdo, y plantó un beso sobre la coronilla de mi cabeza.
–¿Qué pasa de qué? –dije, sin desviar la mirada de mi madre y sus acompañantes
–Algo de preocupa –Stan miró en dirección a donde yo lo estaba haciendo – O mejor dicho, alguien te está preocupando. Demasiado.
–Me preocupan todos. Temo por lo que pueda pasar en Volterra; recuerda que ya perdí a parte de mi familia y amigos hace unos años, peleando contra los Vulturi.
»No es raro que me sienta preocupada, ¿verdad?
Enarqué la ceja, mientras le miraba con fijeza. Tal vez mi respuesta había sonado más cáustica de lo que pretendía, pero tenía demasiado en la cabeza como para además tener que manejar los celos de Stan.
–Nadie dice lo contrario –respondió en el mismo tono –pero te recuerdo que puedo sentirte. Y también, que soy bastante posesivo con lo que es mío.
Puse los ojos en blanco, decidida a dejar el tema.
–Nessie –Mi madre me llamó, con su suave voz. Había notado mi regreso y pude ver cómo su mueca preocupada daba paso a una sonrisa tranquila. Estiró uno de sus delgados brazos en mi dirección, y con la mano me hacía gesto de que nos acercáramos a ella.
–Ven, vamos con mamá.
–Creo que será mejor que vayas tú –pronunció con ceño fruncido. –Yo tengo que hablar unas cosas con Emmett.
–Stan, si es por que ella está con…
–No –cortó de inmediato –Pero es preferible dejar que las aguas sigan calmadas como hasta ahora.–Me dio un rápido beso en los labios. – Ve con ella.
Me di la media vuelta y no había dado ni un paso cuando sentí una palmada en el trasero. Giré el rostro sobre el  hombro, un poco sorprendida.
–¡Hey!
Stanislav tenía una sonrisa bastante pícara pintada en la cara, como la de un niño deleitándose de una travesura bien realizada.
–Lo siento, no pude evitar la tentación. –Era evidente que no sentía ni una pizca de arrepentimiento.
No pude evitar una sonrisita. ¡Hombres! Lo conocía tan bien como pasa saber que era una manera de decir “es mía”. Reanudé mi marcha en dirección de mi madre, con la vista abajo, intentando no ruborizarme. La nalgada no le había pasado desapercibida a nadie, estaba segura de ello.
No me llevó más de veinte pasos llegar hasta donde mamá, Jake y Seth estaban. Nerviosa, me mordí el labio inferior. Era la primera vez que estaba tan cerca de ellos.
–¿Estas bien? –la voz de mi madre reflejaba preocupación.
–Sí –dije, intentando tranquilizarla –Solo necesitaba un buen plato de comida y aire fresco.
–¿Y tu padre?
–Fue a conseguirme unos antibióticos –tres pares de ojos me miraron entre perplejos y confundidos. Supuse que tendría que explicarme –En Praga, me hice una herida que Stan tuvo que coserme.
–¿Herida? ¿Cómo? ¿Por qué no me habías dicho nada?
–Ma, no es la gran cosa. Una cortada en el brazo –me hice la loca para omitir el detalle de que había sido gracias a un encuentro nada agradable con un Vulturi que había terminado remendada –Ya sabes que me curo rápido, pero papá y  Sta… –me detuve de pronunciar el nombre, recordando incómoda, quién más estaba con nosotros –y este… ah, sí, papá creé que se ve un poquitito verdoso una parte del corte.
»No debe tardar en regresar.
–Cuando te desmayaste, quise ir con ustedes, pero me convenció que no era necesario.
–Ya te dije, no fue nada. Solo se me había olvidado comer.
–¿Sigues haciéndolo? –me sorprendió escuchar a Jake.
–Si. Cuesta dejar ciertos hábitos.
Se instaló un tenso silencio entre los cuatro. Cuando llegué, mi madre conversaba animadamente con los chicos; mi presencia, había logrado tensar en ambiente. “Bien por mi”, pensé sarcásticamente.
Justo cuando buscaba frenéticamente en mi mente algo qué decir, mamá giró el rostro hacia su derecha.
–Edward.
Papá se acercó a toda velocidad hasta donde nos encontrábamos, estrechando a mi madre entre sus brazos. Era claro que mi madre había estado preocupada por nosotros dos allá afuera, y solo hasta que nos tuvo a los dos de regreso, fue cuando realmente se sintió aliviada.
–Ya estoy aquí. –pronunció en un susurro tranquilizador contra el cabello de mamá.
Ella no respondió, simplemente le abrazó más fuerte.
Pasaron varios segundos antes de que recordaran que no estaban solos. Aflojaron el abrazo, mi madre se puso a un lado de papá, quien la envolvía con su brazo por la estrecha cintura.
–Traje un antibiótico y algo para la fiebre.  –Dijo papá, mientras extendía hacia mí una botella de agua y una bolsita de plástico blanco.
Abrí la bolsa y me encontré dos cajas de medicamentos, un termómetro, una botella de alcohol y una bolsa con algodón. 
–Ponte el termómetro. Quiero saber si tienes temperatura.
Como una niña pequeña, obedecí a papá y me puse el termómetro bajo la axila izquierda. Conté hasta sesenta antes de quitármelo y extendérselo de regreso a mi padre.
–Dos grados más de lo normal. Será mejor que te tomes la medicina.
–Realmente creo que están exagerando, no es para tanto.
–Nena, has caso a tu padre, por favor –pronunció mamá con preocupación.
A regañadientes, hice lo que me pidieron. No me sentía mal… bueno, no taaaan mal. Solo un poco cansada, y tal vez algo acalorada, pero se lo achacaba más al estar encerrada en ese asfixiante lugar. Me eché el par de píldoras a la boca  y le di un largo trago a la botella de agua.
–El antibiótico te lo tomas cada ocho horas.
–Ok…
–Edward, Bella, ¿pueden venir un momento? –tío Emmett llamó a mis padres, moviendo ligeramente la cabeza en señal de que se acercaran hasta donde estaba.
Sonreír forzadamente a Jake y Seth y seguí a mis padres un par de pasos atrás, aún cuando yo no había sido convocada por mi tío. Pero tenía qué alejarme de Jake, porque no me sentía capaz de cumplir con la promesa que le había hecho a papá de no decir nada sobre el embarazo de Emma.
–¿Qué pasa?
–Necesitamos alimentarnos. Queremos salir en un rato más, y como somos un grupo grande, necesitamos coordinarnos para salir de aquí.
–Creo que Bella y yo podemos aguantar hasta mañana para eso.
–No es buena idea. Mañana tenemos que afinar los últimos detalles, y será complicado alimentarnos. Estamos con el tiempo justo, así que lo más viable es que partamos hoy de caza.
Estudié al grupo que me rodeaba. Vampiros con dieta tradicional, vampiros “vegetarianos” y uno en proceso de cambiar de dieta. Sabía que mi familia se inclinaría por buscar animales y beber de ellos. El grupo de las Erinias irían tras sangre humana. Solo el tío Emmett y su elección eran un enigma para mí.
Yo realmente no tenía ganas de salir a cazar. Me sentía cansada y lo único que quería era dormir. Además, ya papá se había encargado de alimentarme con comida humana. No tenía ánimos ni ganas de sangre. Y eso era bastante raro en mí.
Empezaron a discutir si salir de caza o no, si salir en grupos a diferentes horas o marcharse al mismo tiempo. Realmente no les presté mucha atención, lo único que quería era recostarme y dormir un rato. Tal vez fuera la montaña rusa de emociones de ese día, haber llorado un rato antes, o tal vez, la comida me había caído de peso, no sé, el caso es que me sentía exhausta como para andar corriendo tras un ciervo, jabalí, conejo o sabrá Dios qué animales abundaran en la Toscana italiana.
–Ustedes podrán alimentarse de las alimañas que quieran –refunfuñó Freyja –pero yo no estoy dispuesta a probar esa asquerosidad.
–Nosotros no pretendemos meternos en la forma en que ustedes decidan alimentarse –pronunció el abuelo Carlisle en forma educada y tranquila –Simplemente mi familia y yo seguiremos con el estilo de vida que hemos llevado desde hace tiempo.
–Son unos estúpidos –dijo Eros, bastante burlón –podrían devorar un zoológico entero si quieren, pero jamás les dará la misma fuerza ni energía que da la sangre de un solo hombre.
»¿Son los mejores soldados que pudiste conseguir, Emmett? Honestamente, si no fuera porque mi Señora ha pedido que los acompañemos, no me tomaría la molestia de estar aquí con ustedes.
–Si mal lo recuerdo, ustedes nos necesitan para justarle las cuentas a los Vulturi por lo que pasó en Praga –pronunció tío Emmett, sin dejarse amedrentar por Eros. –En fin, será mejor que salgamos a través de los túneles. Hay uno que nos lleva fuera del pueblo, a unos cuantos metros de la muralla que lo rodea.  De ahí, cada quien que decida cómo alimentarse.
–Mamá –pronuncié con voz baja, intentando no llamar la atención de los demás –Deberían ir. Tal vez mañana no haya tiempo para eso.
–Pienso lo mismo. Stan y tú podrían acompañarnos a tu padre y a mí.
–Prefiero quedarme –mamá frunció el ceño, confundida. Rápidamente expliqué:– No tengo apetito, además, me siento un poco cansada, preferiría quedarme y buscar donde dormir.
–¿Te sientes bien, cariño? –mamá puso su fría palma sobre mi mejilla izquierda, preocupada.
–Sí, solo estoy cansada.
–Yo me quedo contigo –Stan apareció en a mi lado casi por arte de magia. Giré el rostro hacia él, rompiendo el contacto con mi madre.
–No es necesario. Además, necesitas alimentarte –dije mientras acariciaba las ojeras que iban marcándose bajo sus ojos, cuyos iris rojo-naranja empezaban a oscurecerse, señal de que la sed ya era una necesidad. –Te necesito fuerte, lo sabes, ¿verdad?
–No quiero dejarte sola aquí.
–Me quedaré yo con ella. –Pronunció papá –Ustedes vayan.
–No –volví a negar, esta vez con decisión –Tienen que estar listos para lo que se viene. Eso significa que vayan a perseguir pumas, leones o elefantes.
–Esos no pertenecen a la fauna italiana –Stan sonrió ante mi tonta sugerencia.
–Bueno, lo que sea que encuentren y les sirva. Vayan, por favor, si se quedan entonces sí me sentiré mal.
–Seth y yo nos quedaremos, le haremos compañía a Nessie.
Me sorprendió escuchar la voz de Jacob tan cerca de nosotros, no me había percatado que se había acercado hasta donde nos encontrábamos. Y su repentino ofrecimiento les cayó como bomba a Stan y a papá, lo supe nada más echarles una mirada a sus rostros.  El primero, por sus celos hacia Jake; el segundo, porque no se fiaba de que yo no terminara contándole lo de Emma.
–¿Ya ven? No me voy a quedar sola. –Decidí hacerme la tonta y hacer como que no me había dado cuenta de las adustas muecas de papá y Stan.
–¡Edward! –alzó la voz tío Emmett –Será mejor que nos pongamos en marcha. Stanislav, Bella, andando.
–Nos vemos al rato. Cuídense –dije besando rápida y seguidamente la mejilla de mamá, de papá y la de Stan. –¡Bye!.
Bye, babe – y con total descaro, Stan me plantó un beso que me tomó totalmente desprevenida.
Me estrechó entre su musculoso y duro cuerpo, mientras sus labios se movían suavemente en contraste contra los míos. Su boca anhelante, cálida, pero posesiva. Cuando sentí su lengua en los labios, no pude evitar un gemido; y cuando la sentí en mi interior, una explosión de pasión pura estalló en el centro de mi cuerpo.
Sin importarme en lo más mínimo estar rodeada de mi familia, amigos, aliados, de mi expareja, me dejé llevar. Stan pasó los brazos alrededor de mi cuello, y me apretó contra él, mientras un torrente de emociones descontroladas corría por mis venas con furia.  Los brazos de Stan parecían de hierro, aumentado el fuego entre nosotros, haciéndome temblar de los pies a la cabeza.  No supe quién de los dos emitió un sonido gutural, pero fue suficiente para que papá empezara a carraspear con fuerza, intentando regresarnos a la cordura y realidad.
Nos soltamos de repente, sintiendo la sangre hirviendo en mis venas, con la respiración desbocada. El pecho me subía y bajaba por la entrecortada respiración. Traté de aferrarme a cualquier atisbo de realidad para controlar mis hormonas.
Stan no dijo nada, solo esbozó una sonrisa de maliciosa satisfacción, y entendí que ese beso había sido la forma de dejar en claro que yo era suya. Si no hubiera seguido tan afectada por el beso, posiblemente hubiera intentado borrarle esa sonrisita con un golpe o con una sarcástica respuesta. Stanislav dio media vuelta y empezó a alejarse,  perdiéndose entre los muros que conformaban el laberinto de las catacumbas. No sabía exactamente cuál era el camino hacia los famosos túneles que había descubierto tío Emmett,  me limité a observar como los demás empezaban a seguir el mismo camino.
Respiré un par de veces más, antes de prestar atención a mis padres y sus desconcertadas miradas. Eso me bastó para recordar dónde me encontraba y sobre todo, con quiénes. Sin necesidad de mirarme al espejo, sabía perfectamente que me estaba poniendo tan roja como un tomate.  ¡¿En qué diablos estaba pensando Stan?!
En dejar bien claro a todo el mundo que eres suya”, respondió una vocecita en mi cabeza.
–Será mejor que se vayan –dije nerviosa y algo apenada por la pequeña exhibición pública de mi intensa relación con Stan –antes de que los demás les dejen muy atrás.
–Estaremos fuera poco tiempo. Regresaremos pronto –mamá nos miraba alternativamente a Jake y a mi, como preguntándose de repente si sería una buena idea dejarnos solos… bueno, Seth nos acompañaría.
–Pórtate bien –dijo mi padre, mirándome intensamente. No necesité pensar mucho para entender su mensaje. Portarme bien significaba no terminar liando más las cosas entre Jacob y yo, y sobre todo, cumpliendo mí promesa de quedarme callada.  
No dije nada, sólo asentí con firmeza antes de ver como mis padres se dirigían, agarrados de la mano,  por el mismo camino que habían recorrido los demás. Me quedé de pie, viéndolos desaparecer tras uno de los muros, y durante un largo rato me mantuve en la misma posición. Porque como una cobarde, no me atrevía a girar apenas unos milímetros y encontrarme con la mirada de Jacob.




Todo era silencio, sin que nadie dijera palabra alguna. Lo único que podíamos escuchar era el sonido de nuestras tres respiraciones.
Cuando al fin comprendí que no podía quedarme de pie cual estatua de marfil hasta que los demás llegaran, di la media vuelta y empecé a buscar con la vista un lugar donde sentarme. No es que tuviera muchas opciones de cómodas sillas o sillones, lo único que había ahí eran tumbas y lechos funerarios en las paredes. El espacio entre las tumbas era ridículamente estrecho, así que el suelo no era una opción viable.
Decidí sentarme sobre la lisa lápida que habían estado usando antes para poner los planos del tío Emmett. Con cuidado, los enrollé y los puse a un lado. Me senté casi al borde de la tumba, porque aunque no era particularmente supersticiosa, no podía evitar sentir como un mal augurio descansar sobre el frío mármol.
Aunque no me había atrevido a mirarle, había estado muy consciente de que Jake no había apartado su mirada de cada uno de mis movimientos. Y aún ahí, sentada como una niña bien portada, podía sentir sus ojos sobre mi.
Busqué en mi mente algo qué decir, algo que rompiera el odioso silencio de ese lugar. Pero no se me ocurría nada, o por lo menos nada que no pudiera terminar siendo un tema espinoso e incómodo.
–No deberías morderte las uñas. –Dijo al fin Jacob, de pie a unos cuantos de distancia.
Tardé un poco en entender a qué se refería. Había estado tan sumida en mis pensamientos que no me había dado cuenta que estaba mordiéndome las uñas de la mano izquierda con nerviosismo.
–Oh, si… tienes… tienes razón.
–No recuerdo la última vez que estuvimos los tres  juntos y en el mismo lugar –pronunció Seth, con un tono forzadamente calmado.
Me mordí nuevamente el labio inferior, nerviosa. No me atrevía a decirle que recordaba perfectamente bien la última vez que habíamos estado los tres juntos: había sido aquella fatídica noche que ataqué a Claire.
–Así que están juntos –la voz de Jake sonó relajada. No necesité preguntarle a qué se refería; lo entendí perfectamente.
Lo miré detenidamente, buscando un atisbo de reproche o dolor en su rostro o en su mirada. Nada, estaba impasible, como si me hubiera hecho algún comentario sobre el clima.
Lancé un largo suspiro antes de hablar. No tenía caso mentirle, ni tampoco podía hacerle la grosería de negar lo que era evidente.
–Si –pronuncié, sin desviar la mirada de él. No tenía por qué hacerlo, no me avergonzaba amar a Stan ni reconocerlo ante los demás.
Jacob esbozó una sonrisa ladeada, con un dejo de tristeza.
–Espero que esta vez seas feliz.
No pude evitar una mueca de sorpresa. No me esperaba escuchar algo así de él, y sobre todo, que lo decía con sinceridad, sin ningún rastro de sarcasmo o burla.
–El que no haya funcionado entre nosotros no quiere decir que te desee algún mal o que no quiera que seas feliz.
–Yo también quiero que seas feliz, Jake. Te mereces una vida llena de felicidad.
–¿Saben? Me acabo de acordar que hay una momia por allá que quería ver… –Seth dijo, de pronto, con cierta incomodidad. Era evidente que se sentía que sobraba en esos momentos.
–No tienes por qué irte –dije, sin ganas de quedarme a solas con Jacob. Eso significaría un enorme, un titánico esfuerzo para no terminar por escupir lo del embarazo de Emma.
–Quédate. Después de todo, tú conoces bien nuestra historia.
–La verdad es que… –Seth se rascó la cabeza, con incomodidad –Mejor me voy. Esto es cosa suya…
Y con cierta brusquedad, giró en redondo y con largos pasos, se perdió entre los muros del lugar.
–¿Qué piensas hacer después de que todo esto termine? –preguntó con verdadero interés.
–No lo sé. –Dije, con sinceridad –Realmente no he pensado más allá de la pelea con los Vulturi. Mis pensamientos sobre el futuro no pasan de ahí.
–¿Temes que acaben con nosotros?
–¿Tú no?
–No soy tan estúpido como para no tenerles cierto temor, después de todo, son los vampiros más poderosos que existen. Pero creo que nos irá bien.
No son los más poderosos. Hay una que te pondría los pelos de punta nada más con verla”, pensé, recordando la intimidante imagen de la Señora. Aro podía darte un buen susto, pero la Señora causaba verdadero terror.
–¿Vas a regresar con tu familia una vez que terminemos con los Vulturi? –la pregunta de Jake me regresó a la realidad.
–Tal vez… No sé. Después de todo, no puedo regresar a Estados Unidos. Gracias a las artimañas de los Vulturi para sacarme de mi escondite, resulta que soy una fugitiva, sospechosa de haber matado al hijo de un Senador. Sin contar que mi rostro y parte de mi historia fueron publicados un tabloide y eso hace imposible que me suma en el anonimato.
–Supongo que te debo una disculpa por eso… Debí de haber resguardado mejor todas las cosas que dejaste en casa cuando te marchaste.
–Me extraña que no las quemaras o las metieras a una trituradora
–No podría haberlo hecho nunca. También eran recuerdos míos. Recuerdos de una época feliz.
–¿De verdad?
–¿Qué?
–¿De verdad fue feliz?
–Sí. Estaba en casa, con la mujer de mi vida, esperando un hijo, iniciando mi propia familia. ¿Qué hombre no sería feliz con eso?
–Pensé que…
–¿Si?
–No sé, es que… pensé que maldecirías cada momento de nuestro pasado. Después de todo, terminé haciendo un desastre al final.
–A pesar de lo que pasó después, esos primero meses fueron maravillosos. Y jamás podría renegar de ellos. Si tengo algo qué lamentar, es que no supimos manejar nuestra desgracia, no supimos lidiar con nuestro dolor. Ambos tuvimos la culpa de que no funcionara.
–¿Alguna vez me odiaste? –mi voz sonó extrañamente relajada, serena. Era raro tener esa conversación, estando los dos tranquilos, sin gritos ni reproches. Era como si estuviera el tío Jasper entre nosotros y nos hubiera aplicado su don de “Valium emocional”
–No. –pronunció enfáticamente, moviendo a la vez la cabeza ligeramente de un lado a otro.
–¿Ni en los peores momentos? Vamos, si yo me aborrecí a mi misma.
–No, ni en los momentos más oscuros pude hacerlo. Dolía, y me enojé contigo por huir, por dejarme así… te maldije, lo reconozco, pero aún así, no pude odiarte. ¿Cómo hacerlo después de una historia como la nuestra?
»¿Y tú? ¿Me odiaste alguna vez?
–No, ¿por qué tendría que hacerlo? Lo único que recibí de ti fue amor. Me cuidaste, me protegiste, trataste de hacerme feliz.
–Sí, lo intenté, pero nunca pude lograrlo del todo. Podías odiarme; después de todo, yo no era él.
–¿?– fruncí el ceño, interrogante.
–Yo no era Stanislav.
Me estremecí, quedándome en silencio, pues ¿cómo podía responder a eso? Era tan raro escucharle pronunciar ese nombre. Cerré un momento los ojos, exhalando con fuerza. A mi mente vinieron los recuerdos de cuánto me había esforzado por no pensar en Stan, por no mencionar su nombre, por olvidarlo durante el tiempo que estuve con Jake. Pero evidentemente, había fallado.
–Desearía tanto que todo hubiera acabado ya. Desearía estar en casa, con mi padre, con Mary y Sam jr…
–¿Y con Emma? –pregunté, levantando nuevamente la mirada hacia él.
–Y con Emma. –Un atisbo de tristeza empañó la mirada de Jake; algo había recordado al pronunciar el nombre de ella.
–¿Vas a casarte con ella? –solté, arrepintiéndome al instante al preguntar algo tan personal –Perdón, perdón… no debí preguntarte algo así.
–No pasa nada –dijo, encogiéndose de hombros, restándole importancia –Después de todo, quiero creer que seremos capaces de ser amigos, y los amigos se cuentan estas cosas. Digo, de algo debe servir que seamos almas gemelas.
–Jake…
–Almas gemelas no significa algo romántico necesariamente. Ya vimos que eso no funciona entre nosotros. También puede significar ser los mejores amigos o los mejores aliados. Cualquier cosa que el uno necesite del otro.  
Mentalmente, quise patearme a mi misma. De alguna u otra manera, terminaba tocando temas peliagudos entre nosotros. Que difícil era cumplir el “pórtate bien¨ que papá me había ordenado antes de irse de caza.
–Espero que ella acepte.
–¿Cómo?
–Cuando regrese a casa, espero que esta vez acepte casarse conmigo.
–¿Ya… ya se lo pediste?
–Sí, pero me dio “calabazas”. Parece que tengo mala suerte para que acepten mis propuestas de matrimonio –dijo con una sonrisa triste y burlona.
Él me había pedido que nos casáramos, y yo me había negado una y otra vez, argumentando que no necesitaba un papel para ser feliz. Pero lo cierto es que en mi subconsciente resonaban las palabras de Stan cuando se marchó de Forks años atrás., “No te apresures, no te ates a nada ni a nadie aún…” Y aunque me había metido a absurdamente a prisa en mi relación con Jacob, me negaba a atarme a él, a asumir el compromiso que implica el matrimonio.
–Tal vez, si se lo preguntas una vez más, esta vez no podrá decir que no.
Ok, ya no estábamos en el siglo XVII, y un embarazo no era un motivo para obligar a alguien a casarse, pero Emma no podía negarle la oportunidad a Jake de hacer bien las cosas.
–¿Y tú? ¿Esta vez si piensas casarte? No me imagino a tu padre permitiendo que vivan bajo su mismo techo y sin pasar por el registro civil.
Encogí los hombros, a forma de respuesta.  No sabía si Stan me pediría alguna vez matrimonio, pero si lo hacía, aceptaría sin dudarlo. Pero eso no tenía por qué saberlo Jacob; era algo únicamente entre Stanislav y yo.
–Sinceramente, y te lo digo de todo corazón, espero que Emma y tú se casen, que tengan un montón de hijos y seas tan feliz como no pudiste serlo conmigo –expresé, después de un breve silencio– Te lo mereces, eres un buen hombre, Jacob Black. Lástima que yo no soy y nunca pude ser la mujer que mereces.
Jacob me lanzó una larga y profunda mirada, limitándose a asentir. Me permití estudiarlo con calma, reconociendo los pequeños cambios que había sufrido en estos años sin vernos. Todavía seguía siendo joven, pero emanaba madurez, autoridad e inteligencia. Era evidente que era el gran líder que estaba predestinado a ser. Algo que probablemente no hubiera logrado de seguir a mi lado.
Lancé un largo suspiro nuevamente.
–Gracias, Jake.
–¿Por qué?
–Por todo, por estar desde un principio conmigo, por quererme aunque no lo merecía y no supe devolverte ese amor de la manera más adecuada. Gracias por los meses que estuvimos juntos, porque supe lo que es sentir una vida creciendo dentro de ti. Por Isaiah –la voz se me quebró, pero me mantuve fuerte, sin derramar una lágrima.
–¿Por qué ese “gracias” ahora?
–No sé –dije casi en un susurro –Dicen que cerca de final, te acuerdas del principio… Esta pelea contra los Vulturi, esta sensación de fatalidad, me hace recordar lo que ha sido mi vida.
–Ya te dije que vamos a ganar. No puede ser de otra manera.
No respondí, simplemente fruncí la mueca, esperando que Jacob tuviera razón.
–Jamás creí que podríamos volver a hablar así nuevamente–dije, recostándome al fin sobre la lápida, mientras intentaba ahogar un bostezo.
–¿Con tranquilidad y sin que Quil o Paul intenten lanzarte un mordisco, o que uno de los Cullen esté más que listo a darme un puñetazo a la menor sospecha de que te puedo hacer llorar?
–Algo así… Ojalá hubiera una forma de que el tratado entre ustedes y nosotros pudiera salvarse –lamenté, con pesar.
–No todo está perdido. Una vez que derrotemos  a los Vulturi y regresemos a casa con tu abuelo y Leah, es posible que…
–¿Crees que sea posible? –lo interrumpí –Lo que hizo Leah de entregar a mi abuelo a Aro es imperdonable. Y si algo le pasara a mi abuelo a causa de ello… Sería una brecha insalvable.
–Me niego a creer que Leah fuera capaz de traicionarnos así.
–Y yo no puedo creer que Leah esté con los Vulturis en contra de su voluntad. Es un hueso duro de roer, y dudo mucho que no hubiera dado pelea antes de terminar cautiva en Volterra. Lo siento, pero en mi cabeza la única explicación es que ella está ahí por decisión propia.
–Todos tenemos el beneficio de la duda.
–No para Leah.
–¿Y por qué para mi hermana no? –la repentina aparición de Seth me tomó por sorpresa. Me volví a sentar, regañándome a mi misma por no controlar mi boca. Pero era fácil de olvidar que Seth era hermano de Leah, siendo de temperamentos diametralmente opuestos.
–Dime, Nessie, ¿por qué mi hermana no se merece el beneficio de la duda? –Seth estaba cabreado. Era lógico, era su hermana, su sangre, obviamente intentaría defenderla.
–Seth, no quiero pelear contigo.
–Anda, quiero que me expliques eso que acabas de decir.
–Ok, siento mucho si te incomodan mis palabras, pero es la verdad: si Leah hubiera intentado resistirse a los Vulturi, estaría muerta y no instalada con ellos en el Palazzo dei Priori.
»Si sigue viva y a su lado, es porque ella así lo decidió. Y de pasada, se llevó al abuelo Charlie. Se los entregó para hacernos daño.
–¡Estás equivocada! A pesar de su carácter, mi hermana jamás sería capaz de usar a un inocente como un instrumento de venganza.
–Es tu hermana y es lógico que intentes defenderla, pero…
–¿¡Pero qué!? –explotó– Y lo irónico de todo es que seas precisamente tú quien hable así…
–¿Disculpa?
–Seth… –Jake uso un tono de advertencia.
–A pesar de todo, Nessie, yo fui uno de los que siempre te dio el beneficio de la duda; siempre creí en ti, te apoyé cuando los demás de la manada estaban en contra de ti.
»Cuando los demás dudaban que fuera idea que estuvieras entre nosotros, era yo quien siempre decía “hay que darle el beneficio de la duda”, ¿y no eres capaz de darle ese mismo beneficio a mi hermana?
–¡Leah es una maldita arpía!
–¡Y tú, un monstruo capaz de matar a una niña!
Sentí como si me hubieran dado un puñetazo directo en la boca del estómago. Saqué todo el aire de mis pulmones de un tirón, sofocándome de la sorpresa de escuchar esas palabras de quien jamás pensé que podría decirlas.
–¡Seth! ¡Basta! –el enérgico grito de Jake retumbó en el lugar.
Yo no me sentía capaz de articular palabra alguna. Las palabras de Seth me habían hecho daño, y no porque no fueran verdad, sino todo lo contrario.
–¿Es una orden, jefe? –masculló Seth, con las quijadas apretadas –No puedo quedarme callado mientras escucho como juzgan y condenan a mi hermana. ¡No puedo!
Un monstruo capaz de matar a una niña”, la frase seguía resonando en mi cabeza. ¿Las palabras de Seth realmente querían decir eso…? Si fuera así, explicaría por qué Quil me odiaba con tanta fuerza.
–¿Claire está muerta? –pregunté con voz ahogada, segura de que el color había abandonado por completo mi rostro. Después de aquella noche, me había sumido tanto en mi propia pena de perder a mi hijo que no había podido pensar en nada… Ni siquiera era capaz de recordar si había preguntado por Claire.
Seth y Jacob se quedaron callados. El primero, mirándome todavía con furia, mientras que el otro la desvió hacia el suelo.
–Por favor, díganme… ¿la maté? –No respondían, seguían en silencio –¡Hablén! Por favor, tengo qué saberlo… aquella noche y después… No pregunté, solo podía pensar en mi bebé y… no pregunté –enterré las manos entre mi cabello, desesperada, con miedo de la respuesta. –Es por eso que Quil me odia tanto.
Después de lo que me pareció una eternidad, Jacob exhaló profundamente, y con cierto pesar en sus ojos, al fin decidió hablar.
–Claire no murió aquella noche.
–¿No está muerta? –la losa que había parecido caer encima de mi, de pronto había desaparecido.
–Claire sobrevivió al ataque –Jake hizo una pausa, y un escalofrío recorrió mi espina dorsal, una señal de que no me iba a gustar lo que estaba a punto de escuchar –Sobrevivió pero… para ella fue un trauma lo que sucedió, estaba aterrorizada.
»Comprender lo que somos, la manada y que no somos los únicos…
–Los únicos monstruos, dilo, esa es la palabra que buscas –señaló Seth.
–El shock fue muy grande para ella, le afectó emocionalmente. No podía estar cerca de Quil, mucho menos a solas con él, le tenía terror. Lo había visto transformarse cuando él intervino para que tú no… ya sabes. Sus padres trataron de ayudarla, pero los médicos pensaron que era una esquizofrénica, que los hombres-lobo y los vampiros de los que hablaba solo eran producto de sus alucinaciones.
»Trataron de internarla en una clínica varias veces, pero ella se reusó, se ponía histérica cuando intentaban llevarla. La atiborraban de medicamentos, pero ella lograba engañarlos y no tomarlos. En el último intento de llevarla a un hospital psiquiátrico en Seattle, Claire escapó de su casa, echándose a correr a través de la reserva, camino a los acantilados.
Sentí que el corazón se me paralizaba, mientras un par de lágrimas se deslizaban por las mejillas. Me cubrí la boca con la mano derecha, al tiempo que mi pecho subía y bajaba con la respiración bastante errática. Me imaginaba lo que seguía a continuación, pero no quería creerlo, no podía ser.
–Se lanzó del mismo lugar que solíamos tirarnos cuando éramos adolescentes. Pero ella no estaba preparada para ese tipo de saltos.
Se hizo un hueco sonido. Era como si los oídos se me hubieran tapado, solo era capaz de percibir un pequeño zumbido.
–Tardaron en encontrar su cuerpo tres días –finalizó Seth, con la voz triste. El recuerdo de lo sucedido con Claire había borrado todo rastro de furia, remplazándolo por una enorme tristeza en su rostro.  –Quil no ha sido el mismo desde entonces.
No pude decir nada, no me salían las palabras. Y no necesitaba que ellos me contaran lo obvio: Quil me odiaba porque si yo no hubiera atacado a Claire, ella no hubiera terminado con los nervios destrozados, no se habría arrojado del acantilado. Y no habría muerto.  Su muerte era culpa mía; otra más qué agregar a mi lista.
Lloraba a mares, pero me mordía los labios para no emitir ni un sonido. Jamás podría encontrar perdón por lo que había provocado.
–No debes culparte por lo de Claire –dijo Jake, adivinando mis pensamientos.
–¿No? –dije, escapándoseme un hipido –Porque por donde lo vea, todo se reduce a lo que hice aquella noche… ¡Dios, cuántas vidas arruiné!
Ninguno dijo nada, porque ¿qué podían decirme para aliviar mis remordimientos? No había forma de justificar lo sucedido. Claire había muerto a consecuencia de mis actos. Es cierto, no lo había hecho por las heridas físicas que le había producido, pero sí por las emocionales que le dejé.
Me hice un ovillo sobre la tumba en la que estaba, llorando en silencio, sintiendo como las lágrimas escocían mi piel al deslizarse sobre ellas.
Había empezado a perdonarme, a comprender y aceptar mis errores, a seguir con mi vida a pesar de ellos sin el deseo de auto-flagelarme. Pero ¿cómo hacerlo después de descubrir que mis acciones sí le habían arrebatado la vida a alguien?

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