A trompicones, avancé hasta el borde de
la acera, casi en la esquina de la calle, y me senté, dejándome caer derrotada.
Enterré el rostro entre mis manos,
apoyando mis codos sobre los muslos, mientras lloraba desconsoladamente.
No podía evitar el llanto. Jacob iba a
ser padre, iba a tener un hijo que ocuparía el lugar de nuestro bebé, Isaiah.
Era muy egoísta de mi parte llorar
porque Jake hubiera seguido con su vida, porque tendría lo que siempre había
anhelado: su propia familia, sus hijos de sangre. Pero no podía evitarlo, me dolía, porque era un
recordatorio de que yo era alguien incompleto, dentro de mi no había vida, era
tan árido como un desierto.
Me froté la cara bruscamente con mis
manos, intentando parar las lágrimas, respirando profundamente una y otra vez;
se me hacía tan difícil respirar, me ahogaba con el enorme nudo en la garganta
que tenía.
No era como que de pronto, al enterarme
de lo suyo con Emma hubiera tenido una especie de epifanía y hubiera decidido
que era a Jacob a quien quería como mi compañero por el resto de mi vida; Stan
era mi amor, mi vida, mi todo. Pero como le había dicho a mi padre momentos
antes, una parte de mí siempre amaría a Jake. La historia que compartimos era
demasiado fuerte, muy pesada como para intentar echarla al olvido.
Cuando estuvimos juntos, esperando la
llegada de nuestro bebé, una vez me contó que lo que más deseaba era tener su
propia familia, con tantos hijos como pudieran caber en la casa.
–Espero
que no quieras tener tu propio equipo de beisbol– le contesté
entre risas, apoyando mi mano sobre la de él, que reposaba sobre mi enorme
barriga –Tres, ese sería el número
perfecto.
–Ocho–Respondió, con
una sonrisa de oreja a oreja, recordándome al Gato de Cheshire
–Cuatro.
Y previa negociación.
–Nueve.
Y verás que cuando tengas a este pequeñín en tus brazos, me darás la razón.
Sonreí y lo besé con dulzura, intentando
distraerlo para que no siguiera subiendo el número de hijos.
–¿Por
qué quieres tantos? –pregunté después de un rato en pacífico silencio –No me digas que quieres tener tu propia
manada Black.
–No,
no es eso –dijo,
con una sonrisita ladeada –¿Recuerdas que
te conté que mamá murió cuando yo era muy pequeño? –asentí, sin decir
palabra alguna, esperando que continuara con lo que quería decir –Perderla me dejó un enorme hueco y… No es
que tenga alguna queja de cómo nos crió papá; hizo lo que pudo estando solo,
con nosotros tres. Pero no fue suficiente para evitar que mi familia terminara
alejándose. Ya vez, una de mis hermanas rara vez viene a vernos, la otra,
bueno, si no se hubiera imprimado de Paul, probablemente no se pararía por aquí
si no fuera por accidente. Básicamente, siempre hemos sido papá y yo, y muchas
veces deseé haber tenido más hermanos para no sentirme solo.
–Ahora
me tienes a mí. Mejor dicho, nos tienes a los dos.
–Lo
sé, y no tienes idea cómo agradezco al cielo cada día que sea así. Pero no
quiero que ninguno de mis hijos se sienta solo. Quiero que sean unidos, que sepan
que si algo nos pasara a nosotros, se tendrían ellos para apoyarse y cuidarse.
Que sientan lo que yo sentí en los primeros días que me uní a la manada de Sam.
»Va
a ser difícil que nuestros hijos no tengan el gen licántropo, y aunque crecerán con otros iguales a ellos, no
es lo mismo estar unido por un lazo de sangre que por ser parte de una
tradición de nuestro pueblo.
Sacudí la cabeza, intentando despejar
ese recuerdo. Jacob compartía con Emma la custodia de los hijos de Sam y Emily,
y ahora tendrían su propio hijo. Serían una familia. No, mejor dicho, eran una
familia. Pero él no lo sabía. Y de algún modo, la conciencia me decía que era
mi culpa.
Emma decidió callar a causa de mi
regreso a Forks. Ella no quería forzarlo a estar a su lado, no quería que Jake
se quedara por obligación. Podía entenderla perfectamente, podía entender sus
motivos, pero eso no evitaba que pensara que ella era una idiota, una egoísta. Emma debía
saber lo que para Jake era tener un hijo, ella debió decirle en cuanto lo supo.
–Idiota –mascullé entre dientes,
sintiendo un enorme coraje hacia la dulce Emma Young.
Y ahora, ¿qué? Jake debía saberlo, era
su derecho saber que iba a ser padre. Yo no podía callarme algo así.
–No. –La voz de papá sonó a mi lado. Me
llevé la mano al pecho, estremeciéndome de susto por su súbita aparición.
–¿No qué? –la voz me salió enronquecida
por el llanto.
–No puedes decirle nada a Jacob. No nos
corresponde ni a ti ni a mí meternos en ese tema.
–¡¿Cómo puedes decir algo así?! –Dije,
poniéndome en pie de un salto. –El tiene todo el derecho de saberlo. Que Emma
sea una egoísta, no significa que…
–No tienes idea de lo que Emma está
sufriendo por no decirle. No puedes juzgarla sólo por retazos que “escuchaste”
en mi cabeza.
–¿La estas defendiendo? –pregunté,
incrédula.
–No. Sólo digo que hay más de lo que
pudiste captar con tu don. –Papá exhaló con fuerza, mientras se mesaba el pelo
con la mano derecha, con frustración.
–No podemos dejar que Jake se meta en
esta guerra sin saber lo que Emma le oculta.
No sería justo.
–¿Crees que no lo he pensado? Pero este
secreto no nos pertenece, no es nuestra decisión.
»Me he quebrado la cabeza pensando si es
justo o no que él se entere del embarazo de Emma, sobre todo en estos momentos.
Si es sensato decirle o no. Porque si le decimos, ¿cómo va a llegar contra los
Vulturi? Conociendo a Jacob, su mente ya no estaría en la pelea, sino en Forks,
inquieto, pensando en Emma, en el niño que viene, en si la encontrará una que
vez que vuelva a la reserva. Y sería muy
peligroso entrar en esta guerra sin concentración.
–¿Cómo que si la encontrará cuando
regrese?
–Emma recibió una oferta de trabajo en
un hospital de Seattle. Y está considerando aceptarlo. De ser así, tendría que
irse de La Push, llevándose a los hijos de Sam con ella.
–¿Y tampoco sabe eso Jake?
–Ella se lo dijo.
–Papá, tengo qué decírselo. No puedo
callarme esto, no puedo verlo y fingir que no sé nada.
–¿Y qué vas a ganar con eso? ¿Su perdón?
¿Su gratitud? –agaché la mirada al escuchar las palabras de mi padre. –Por eso
no quiero que Jacob se vea envuelto en la pelea. Que se limite a encargarse de
Leah.
–Entonces, ¡dile lo que sabes! Volverá a
Forks en un dos por tres.
–Hija, tú y yo lo conocemos lo suficiente
como para saber que aún así, él se quedará aquí a pelear contra el clan de Aro.
Él fue muy claro cuando dijo que luchará hasta el final si eso significa salvar
a su gente de la amenaza que representan los Vulturi.
»Si le decimos lo de Emma, no será capaz
de concentrarse como es debido y eso
sería ser muy peligroso para él. El menor descuido podría ser mortal.
–¿Y si le pasara algo? ¿Tu conciencia y
la mía podrían con el peso de haber callado algo como esto?
–¡¿Crees que no he pensado una y otra
vez en eso?! Me devano los sesos tratando de decidir qué hacer, qué es lo
correcto.
–Decirle es lo correcto. –Pronuncié,
tozuda.
–Sí, pero no creo que sea lo más
indicado. No es el mejor momento para hacerlo.
No puedo permitir que algo les pase a Seth y a Jacob mientras estén
aquí. Tengo qué sacarlos con sanos y salvos de esto, tengo que asegurarme que
salen de una pieza y regresan a sus vidas en La Push.
Me llevé las manos a la cintura mientras
lanzaba un bufido de frustración.
Entendía el punto de papá. Decirle a
Jake lo desconcertaría totalmente. Y no sería capaz de tomar el primer vuelo de
regreso a casa No, se quedaría a pelear porque ya había empeñado su palabra en
ello, se quedaría para asegurarse de que Leah no sufriera ningún daño y de
pasada, terminar con la amenaza que los Vulturi representaban para los
quileutes. Pero él tenía el derecho de saberlo. Era algo demasiado grande como
para callarlo.
Papá y yo guardamos silencio. Estábamos
en el cruce de dos callecitas desiertas, alumbrados por las lámparas que
colgaban del exterior de las casas.
Alcanzaba a escuchar el murmullo proveniente de algunas de esas casas.
Me imaginé que detrás de esas puertas, habría familias sentadas alrededor de
una mesa, disfrutando de la cena, hablando de cómo les habría ido el día. Cosas
simples y humanas, y deseé por un segundo que mi familia fuera como una de
esas. Todos los Cullen, más mi Stan, sentados en la mesa, riendo, hablando de
nimiedades. Una familia normal, y no una escondida debajo de una iglesia,
preparándose para una lucha a muerte contra sus enemigos.
–¿Puedo pregúntate algo?
–Claro. Siempre es agradable decirte las
cosas en lugar de que las “escuches” en mi cabeza –pronuncié con una mueca
torcida.
Papá no hizo caso de mi mordaz
comentario, limitándose a lanzar la pregunta.
–¿Por qué saliste corriendo así cuando
supiste lo de Jake y Emma?
–¿Qué el por qué del drama? –dije, con
un dejo de auto-burla sarcástica.
Papá guardó silencio, limitándose a
mirarme fijamente, como estudiando cada uno de mis gestos. Eso, o tal vez
estaba dando un paseo por mis pensamientos.
–No es fácil darme cuenta que él pudo
seguir adelante mientras yo me hundí en mi propia miseria personal –dije al fin
–Yo sé que entre Jake y yo ya no hay más historia qué contar, pero… Es como
meter el dedo en la llaga, ¿sabes? Él al fin tendrá todo lo que en algún
momento pensamos tener, la vida que soñamos compartir. Él podrá hacerlo, yo no.
»Me duele y, aunque me avergüence
reconocerlo, también me da envidia y coraje. Es como si la vida me recordara
todo lo malo que hice y que mi castigo es jamás tener más hijos. Yo… yo sé que estoy siendo egoísta,
irracional y hasta grosera, pero es como si con su nueva vida, con su nueva
familia remplazara a Isaiah –empecé a llorar nuevamente, al nombrar a mi hijo–
Jake tendrá una familia por la qué preocuparse, por qué velar y lo olvidará… mi
bebé estará solo.
–¿Solo?
–¿Quién se acordará de visitar su tumba
y llevarle flores? A mi no se me permite la entrada a la reserva. No tengo
permitido siquiera ir a llorar al lugar donde duerme mi niño.
»Ni siquiera pude tenerlo un momento en
mis brazos. Vivió apenas unos minutos, pero no pude verlo, no pude acariciar su
carita y decirle que lo amaba desde el primer día. Cuando dejé a Jake, lo que
más me dolía era que ya no se me iba a permitir regresar con mi bebé.
»Todos los días pienso en él, todos los
días me consolaba saber que Jacob no sería capaz de olvidarlo, que siempre habría
quien dejara flores y cuidara su sepulcro. Pero ahora, con su nueva familia…
–Jacob se ha encargado de llevar cada
jueves, tal como lo hacías tú, flores al cementerio. Y siendo como es, aunque
tuviera media docena de hijos más, jamás sería capaz de olvidar a mi nieto.
–Lo sé, lo sé –proferí un profundo
suspiro –Sé el gran ser humano que es Jake, pero no puedo evitar sentirme así.
Papá se acercó y me rodeó con sus
brazos, tratando de reconfortarme.
Duramos un rato así, en silencio,
mientras mis lágrimas fueron parando lentamente.
–Estoy medio loca, ¿verdad? –dije, en un
susurro, medio burlona.
–No. Loca no, solo un poco perdida. Lamento
no haber sido el padre perfecto y que no supe guiarte.
–Claro que no. Tú y mamá hicieron lo
mejor que pudieron con una hija como yo. Soy capaz de reconocer que yo tampoco
se las he puesto fácil; soy demasiado impulsiva, independiente e inconsciente.
Y aunque ustedes hubieran tratado de ponerme en una cajita de cristal para que
nada me pasara, siendo como soy, de todas formas hubiera terminado haciendo las
mismas tonterías y estupideces que me han traído hasta aquí.
Papá aflojó el abrazo, sin contestar.
Simplemente me dirigió una de esas profundas y reflexivas miradas tan
características de él.
–Será mejor regresar. Hemos estado
bastante tiempo fuera y tu madre debe estar preocupada.
Asentí con suavidad.
Papá me echó un brazo alrededor de los
hombros y empezamos a caminar a un ritmo pausadamente humano. Me dejé guiar por
él, porque realmente no tenía ni idea cual era el camino de regreso a la
iglesia.
–Necesito que me prometas que no le
dirás nada a Jacob.
–Papá…
–No pienso ceder al respecto en esto,
Renesmee. No es nuestro secreto, y contarle a Jacob únicamente hará que pierda
la concentración, ya te lo dije.
–Pero si le pasara algo y él no…
–Yo me encargaré de que nada les pase a
él o a Seth.
»Emma es quien debe hablar con él. Es
algo que únicamente le atañe a ellos dos.
–Supongo que si Jacob se hubiera
enterado por alguien más de que yo estaba embarazada, sin darme oportunidad de
decírselo, me hubiera puesto cabreadísima –concedí casi a regañadientes. –Está
bien, guardaré silencio y no diré nada a pesar de lo que pienso.
»Jake tiene que regresar a La Push, a su
vida… con Emma y los niños.
–Y así será. Me encargaré de ello.
–Te ayudaré en la medida en que pueda
hacerlo.
–¿Y Stan? ¿Qué pensará él?
–No pienso decirle nada.
–Será difícil que se lo puedas ocultar.
Con lo de… eso, él puede “sentirte”,
si sabes a lo que me refiero.
–Sí. No puedo ocultarle mis emociones,
sólo espero que crea que mi preocupación es por la pelea en general, y no por
Jacob en particular.
No fui consiente de que nos
encontrábamos a unos metros de las escalinatas de la iglesia. Y justo en la
entrada, apoyado en al lado izquierdo del marco de la puerta, Stan estaba de
pie, cruzado de brazos, pero con la ansiedad reflejada en el rostro.
Era como si hubiera un imán entre
nosotros, pues nada más sentir mi mirada sobre él, sus ojos se encontraron con
los míos. Enderezó la postura y en un parpadeo, se puso en marcha en nuestra
dirección. Yo misma me encontré soltándome
del brazo de papá para avanzar hacían Stan.
Lo vi bajar la escalinata y unos cinco
metros a distancia de ella, me encontré estrechada fuertemente entre sus
brazos.
–Moje
láska–pronunció mientras enterraba su rostro en mi cuello –Estaba preocupado
por ti.
–¿Por qué? –dije con dulzura, con el
corazón acelerado como las alas de un colibrí, disfrutando la misma sensación
que siempre sentía al estar en sus brazos, como si al fin hubiera llegado a
casa –Estaba con papá.
–Sentí aquí –dijo, enderezándose para
llevarse la palma derecha a mitad del macizo pecho –Angustia, dolor… algo sucedió.
–tomó mi barbilla entre sus dedos, estudiando mi rostro con detenimiento
–Lloraste.
–Un poco –dije. No tenía caso negarlo.
Seguramente tenía los ojos rojos e hinchados.
Stan dirigió su mirada sobre mi hombro,
seguramente con dirección a mi padre. Frunció el ceño antes de volver su
atención en mi.
–¿Estas bien?
Asentí.
–Los tres tenemos qué hablar –dijo papá,
acercándose a nuestro lado. –Lo sé
–pronunció significativamente, con la voz en un susurro, viendo directamente a
Stan–Y no se puede decir que esté saltando de alegría; fue algo bastante
estúpido y precipitado de su parte. Mientras estemos aquí, tendrán que ser excesivamente
discretos para que no lo sepan los demás. Ella es demasiado joven para saber en
qué se estaba metiendo, pero ¿tú? No hay excusa, sobre todo después de trabajar
para Aro, debías saber que eso es tabú, puede ser peligroso para
ustedes si alguno que no sea de nuestra familia lo descubre.
–Señor, tiene mi palabra de que no
pienso poner en riesgo a Renesmee, jamás, bajo ninguna circunstancia.
–Eso espero, de lo contrario, te las
verás conmigo. Y esto no se queda así, vamos a hablar largo y tendido, una vez
que toda esta locura pase.
–Papá… –pronuncié con cierta nota de
advertencia en la voz. No quería que papá volviera a meterse en mi relación con
Stanislav.
–No pienso meterme entre ustedes. Es una
decisión de mi hija, y si tú eres lo que necesita para ser feliz, que así sea. Solo
necesito que entiendan la enormidad de lo que han hecho.
–Soy muy consciente de ello, señor.
Puse los ojos en blanco. Hasta cierto
punto, podía ser un tanto cómico ver la forma en que papá y Stan se dirigían
entre sí. Uno un tanto seco y rudo, y el
otro, aguantando de forma estoica por mi. Iba a pasar mucho tiempo antes de que
llegaran a un punto de acuerdo, de eso estaba segura. Porque de alguna forma,
Stan y mi padre tenían muchos puntos en común en cuanto a su carácter. Ninguno
era una pieza fácil de roer, y podían llegar a ser bastante obstinados cuando
tomaban una decisión. Dios me amparara con este par.
La plaza ya no estaba tan concurrida
como cuando habíamos llegado, pero todavía había una que otra persona paseando
por ahí, y había notado algunas miradas indiscretas en dirección nuestra.
–Creo que será mejor que vayamos dentro.
No se si se han dado cuenta, pero creo que estamos llamando la atención.
–Supongo que tienes razón –pronunció
papá –Pero antes, ¿puedes enseñarme la herida que te suturó Stanislav?
Fruncí el ceño, pero no dije nada al ver
la determinación en la mirada de papá. Así que rápidamente, enrollé la manga de
la blusa y tendí mi brazo hacia él para dejarle ver mi herida.
Papá agarró mi brazo y lo estudió
concienzudamente. Esperaba que no prestara demasiada atención al otro corte,
más pequeño, que estaba cerca de los puntos. No quería tener qué contarle a
papá que había tenido que ofrecer mi sangre como ofrenda a la Señora.
–No están tan mal los puntos.
–Stan estudió medicina –dije, con
orgullo –Sabe lo que hace.
–Supongo –concedió secamente –Aunque sospecho
que fue hace mucho tiempo. –Claro, papá no iba a impresionarse tan fácilmente.
El abuelo Carlisle era un excelente médico, y mi padre incluso había estudiado
6 veces medicina en las mejores universidades de América.
–Así es, pero lo que bien se aprende,
jamás se olvida –respondió secamente Stan.
–Tus heridas cicatrizan más rápido de lo
normal –dijo, obviando la respuesta de Stan –pero no me gusta que esta parte de
aquí –señaló ligeramente el borde bajo de la herida –tiene un ligero tono
verdoso, lo notas, ¿no?
–Sí –respondió Stan –y durante el viaje,
sentí la temperatura de Renesmee más alta que lo habitual en ella.
–¿Qué? ¿Significa que se me va a podrir
el brazo y a caer?
–Significa, láska, que tendré que ir a conseguir algún antibiótico y un par de
cosas más para cuidar tu herida.
–Será mejor que yo vaya –intervino papá
–Es preferible utilizar mi American
Express en esta ocasión y ya no seguir tomando cosas “prestadas” del
vecindario.
»Entren. Dile a tu madre que regreso en
unos minutos.
Dio media vuelta y avanzó con paso
rápido sobre la plaza. Yo le miré alejarse, con una sonrisa mortificada en mi
rostro. Por lo visto, papá no tenía ningún reparo en hurgar descaradamente en
la mente de todos nosotros. Y de solo imaginarme qué más podía haber
averiguado, me ruboricé hasta la raíz del pelo mientras seguía a Stan al
interior de la iglesia.
Cuando llegamos con los demás, me
sorprendí encontrarlos en una aparente calma, divididos en grupos esparcidos a
través de las catacumbas. Ya no discutían ni estudiaban los planos extendidos
en una de las tumbas. Supuse que habían llegado a un acuerdo o habían decidido
tomar un receso antes de terminar arrancándose la cabeza unos a otros.
Las Erinias se agrupaban entorno a Eros,
al fondo. Parecía que se limitaban a estar de pie, observando cuando pasaba,
estudiándonos y evaluándonos. Alice y Jasper estaban junto a Emett, Neema y
Alejandro, enfrascados en una plática cerrada entre susurros. Mis abuelos se mantenían
a un par de metros del grupo de tío Emmett, acompañados de los tíos de Denali.
Pero yo buscaba ansiosamente a mi madre. La encontré varios metros más atrás de
todos, apartada del grupo pero en compañía de Seth y Jake. Involuntariamente,
recordé lo que había descubierto sobre él, y no pude evitar sentir cierto
desasosiego.
“Si
algo le pasara… No, es muy pesado tener qué callar lo que sé. Prometí no decir
nada, pero no estoy segura que sea lo correcto”
–¿Qué sucede, láska? –Stan me rodeó por los hombros con su brazo izquierdo, y
plantó un beso sobre la coronilla de mi cabeza.
–¿Qué pasa de qué? –dije, sin desviar la
mirada de mi madre y sus acompañantes
–Algo de preocupa –Stan miró en
dirección a donde yo lo estaba haciendo – O mejor dicho, alguien te está preocupando. Demasiado.
–Me preocupan todos. Temo por lo que
pueda pasar en Volterra; recuerda que ya perdí a parte de mi familia y amigos
hace unos años, peleando contra los Vulturi.
»No es raro que me sienta preocupada,
¿verdad?
Enarqué la ceja, mientras le miraba con
fijeza. Tal vez mi respuesta había sonado más cáustica de lo que pretendía,
pero tenía demasiado en la cabeza como para además tener que manejar los celos
de Stan.
–Nadie dice lo contrario –respondió en
el mismo tono –pero te recuerdo que puedo sentirte. Y también, que soy bastante
posesivo con lo que es mío.
Puse los ojos en blanco, decidida a
dejar el tema.
–Nessie –Mi madre me llamó, con su suave
voz. Había notado mi regreso y pude ver cómo su mueca preocupada daba paso a
una sonrisa tranquila. Estiró uno de sus delgados brazos en mi dirección, y con
la mano me hacía gesto de que nos acercáramos a ella.
–Ven, vamos con mamá.
–Creo que será mejor que vayas tú
–pronunció con ceño fruncido. –Yo tengo que hablar unas cosas con Emmett.
–Stan, si es por que ella está con…
–No –cortó de inmediato –Pero es
preferible dejar que las aguas sigan calmadas como hasta ahora.–Me dio un
rápido beso en los labios. – Ve con ella.
Me di la media vuelta y no había dado ni
un paso cuando sentí una palmada en el trasero. Giré el rostro sobre el hombro, un poco sorprendida.
–¡Hey!
Stanislav tenía una sonrisa bastante
pícara pintada en la cara, como la de un niño deleitándose de una travesura
bien realizada.
–Lo siento, no pude evitar la tentación.
–Era evidente que no sentía ni una pizca de arrepentimiento.
No pude evitar una sonrisita. ¡Hombres!
Lo conocía tan bien como pasa saber que era una manera de decir “es mía”. Reanudé mi marcha en dirección
de mi madre, con la vista abajo, intentando no ruborizarme. La nalgada no le
había pasado desapercibida a nadie, estaba segura de ello.
No me llevó más de veinte pasos llegar
hasta donde mamá, Jake y Seth estaban. Nerviosa, me mordí el labio inferior.
Era la primera vez que estaba tan cerca de ellos.
–¿Estas bien? –la voz de mi madre
reflejaba preocupación.
–Sí –dije, intentando tranquilizarla
–Solo necesitaba un buen plato de comida y aire fresco.
–¿Y tu padre?
–Fue a conseguirme unos antibióticos
–tres pares de ojos me miraron entre perplejos y confundidos. Supuse que
tendría que explicarme –En Praga, me hice una herida que Stan tuvo que coserme.
–¿Herida? ¿Cómo? ¿Por qué no me habías
dicho nada?
–Ma, no es la gran cosa. Una cortada en
el brazo –me hice la loca para omitir el detalle de que había sido gracias a un
encuentro nada agradable con un Vulturi que había terminado remendada –Ya sabes
que me curo rápido, pero papá y Sta… –me
detuve de pronunciar el nombre, recordando incómoda, quién más estaba con
nosotros –y este… ah, sí, papá creé que se ve un poquitito verdoso una parte
del corte.
»No debe tardar en regresar.
–Cuando te desmayaste, quise ir con
ustedes, pero me convenció que no era necesario.
–Ya te dije, no fue nada. Solo se me
había olvidado comer.
–¿Sigues haciéndolo? –me sorprendió
escuchar a Jake.
–Si. Cuesta dejar ciertos hábitos.
Se instaló un tenso silencio entre los
cuatro. Cuando llegué, mi madre conversaba animadamente con los chicos; mi
presencia, había logrado tensar en ambiente. “Bien por mi”, pensé sarcásticamente.
Justo cuando buscaba frenéticamente en
mi mente algo qué decir, mamá giró el rostro hacia su derecha.
–Edward.
Papá se acercó a toda velocidad hasta
donde nos encontrábamos, estrechando a mi madre entre sus brazos. Era claro que
mi madre había estado preocupada por nosotros dos allá afuera, y solo hasta que
nos tuvo a los dos de regreso, fue cuando realmente se sintió aliviada.
–Ya estoy aquí. –pronunció en un susurro
tranquilizador contra el cabello de mamá.
Ella no respondió, simplemente le abrazó
más fuerte.
Pasaron varios segundos antes de que
recordaran que no estaban solos. Aflojaron el abrazo, mi madre se puso a un
lado de papá, quien la envolvía con su brazo por la estrecha cintura.
–Traje un antibiótico y algo para la
fiebre. –Dijo papá, mientras extendía
hacia mí una botella de agua y una bolsita de plástico blanco.
Abrí la bolsa y me encontré dos cajas de
medicamentos, un termómetro, una botella de alcohol y una bolsa con
algodón.
–Ponte el termómetro. Quiero saber si
tienes temperatura.
Como una niña pequeña, obedecí a papá y
me puse el termómetro bajo la axila izquierda. Conté hasta sesenta antes de
quitármelo y extendérselo de regreso a mi padre.
–Dos grados más de lo normal. Será mejor
que te tomes la medicina.
–Realmente creo que están exagerando, no
es para tanto.
–Nena, has caso a tu padre, por favor
–pronunció mamá con preocupación.
A regañadientes, hice lo que me
pidieron. No me sentía mal… bueno, no taaaan mal. Solo un poco cansada, y tal
vez algo acalorada, pero se lo achacaba más al estar encerrada en ese
asfixiante lugar. Me eché el par de píldoras a la boca y le di un largo trago a la botella de agua.
–El antibiótico te lo tomas cada ocho
horas.
–Ok…
–Edward, Bella, ¿pueden venir un
momento? –tío Emmett llamó a mis padres, moviendo ligeramente la cabeza en
señal de que se acercaran hasta donde estaba.
Sonreír forzadamente a Jake y Seth y
seguí a mis padres un par de pasos atrás, aún cuando yo no había sido convocada
por mi tío. Pero tenía qué alejarme de Jake, porque no me sentía capaz de cumplir
con la promesa que le había hecho a papá de no decir nada sobre el embarazo de
Emma.
–¿Qué pasa?
–Necesitamos alimentarnos. Queremos
salir en un rato más, y como somos un grupo grande, necesitamos coordinarnos
para salir de aquí.
–Creo que Bella y yo podemos aguantar
hasta mañana para eso.
–No es buena idea. Mañana tenemos que
afinar los últimos detalles, y será complicado alimentarnos. Estamos con el
tiempo justo, así que lo más viable es que partamos hoy de caza.
Estudié al grupo que me rodeaba. Vampiros
con dieta tradicional, vampiros “vegetarianos” y uno en proceso de cambiar de
dieta. Sabía que mi familia se inclinaría por buscar animales y beber de ellos.
El grupo de las Erinias irían tras sangre humana. Solo el tío Emmett y su
elección eran un enigma para mí.
Yo realmente no tenía ganas de salir a
cazar. Me sentía cansada y lo único que quería era dormir. Además, ya papá se
había encargado de alimentarme con comida humana. No tenía ánimos ni ganas de
sangre. Y eso era bastante raro en mí.
Empezaron a discutir si salir de caza o
no, si salir en grupos a diferentes horas o marcharse al mismo tiempo.
Realmente no les presté mucha atención, lo único que quería era recostarme y
dormir un rato. Tal vez fuera la montaña rusa de emociones de ese día, haber
llorado un rato antes, o tal vez, la comida me había caído de peso, no sé, el
caso es que me sentía exhausta como para andar corriendo tras un ciervo,
jabalí, conejo o sabrá Dios qué animales abundaran en la Toscana italiana.
–Ustedes podrán alimentarse de las
alimañas que quieran –refunfuñó Freyja –pero yo no estoy dispuesta a probar esa
asquerosidad.
–Nosotros no pretendemos meternos en la
forma en que ustedes decidan alimentarse –pronunció el abuelo Carlisle en forma
educada y tranquila –Simplemente mi familia y yo seguiremos con el estilo de
vida que hemos llevado desde hace tiempo.
–Son unos estúpidos –dijo Eros, bastante
burlón –podrían devorar un zoológico entero si quieren, pero jamás les dará la
misma fuerza ni energía que da la sangre de un solo hombre.
»¿Son los mejores soldados que pudiste
conseguir, Emmett? Honestamente, si no fuera porque mi Señora ha pedido que los acompañemos, no me tomaría la molestia de
estar aquí con ustedes.
–Si mal lo recuerdo, ustedes nos
necesitan para justarle las cuentas a los Vulturi por lo que pasó en Praga
–pronunció tío Emmett, sin dejarse amedrentar por Eros. –En fin, será mejor que
salgamos a través de los túneles. Hay uno que nos lleva fuera del pueblo, a
unos cuantos metros de la muralla que lo rodea.
De ahí, cada quien que decida cómo alimentarse.
–Mamá –pronuncié con voz baja,
intentando no llamar la atención de los demás –Deberían ir. Tal vez mañana no
haya tiempo para eso.
–Pienso lo mismo. Stan y tú podrían
acompañarnos a tu padre y a mí.
–Prefiero quedarme –mamá frunció el
ceño, confundida. Rápidamente expliqué:– No tengo apetito, además, me siento un
poco cansada, preferiría quedarme y buscar donde dormir.
–¿Te sientes bien, cariño? –mamá puso su
fría palma sobre mi mejilla izquierda, preocupada.
–Sí, solo estoy cansada.
–Yo me quedo contigo –Stan apareció en a
mi lado casi por arte de magia. Giré el rostro hacia él, rompiendo el contacto
con mi madre.
–No es necesario. Además, necesitas
alimentarte –dije mientras acariciaba las ojeras que iban marcándose bajo sus
ojos, cuyos iris rojo-naranja empezaban a oscurecerse, señal de que la sed ya
era una necesidad. –Te necesito fuerte, lo sabes, ¿verdad?
–No quiero dejarte sola aquí.
–Me quedaré yo con ella. –Pronunció papá
–Ustedes vayan.
–No –volví a negar, esta vez con
decisión –Tienen que estar listos para lo que se viene. Eso significa que vayan
a perseguir pumas, leones o elefantes.
–Esos no pertenecen a la fauna italiana
–Stan sonrió ante mi tonta sugerencia.
–Bueno, lo que sea que encuentren y les sirva.
Vayan, por favor, si se quedan entonces sí me sentiré mal.
–Seth y yo nos quedaremos, le haremos
compañía a Nessie.
Me sorprendió escuchar la voz de Jacob
tan cerca de nosotros, no me había percatado que se había acercado hasta donde
nos encontrábamos. Y su repentino ofrecimiento les cayó como bomba a Stan y a
papá, lo supe nada más echarles una mirada a sus rostros. El primero, por sus celos hacia Jake; el
segundo, porque no se fiaba de que yo no terminara contándole lo de Emma.
–¿Ya ven? No me voy a quedar sola.
–Decidí hacerme la tonta y hacer como que no me había dado cuenta de las
adustas muecas de papá y Stan.
–¡Edward! –alzó la voz tío Emmett –Será
mejor que nos pongamos en marcha. Stanislav, Bella, andando.
–Nos vemos al rato. Cuídense –dije
besando rápida y seguidamente la mejilla de mamá, de papá y la de Stan. –¡Bye!.
–Bye,
babe – y con total descaro, Stan me plantó un beso que me tomó totalmente
desprevenida.
Me estrechó entre su musculoso y duro
cuerpo, mientras sus labios se movían suavemente en contraste contra los míos.
Su boca anhelante, cálida, pero posesiva. Cuando sentí su lengua en los labios,
no pude evitar un gemido; y cuando la sentí en mi interior, una explosión de
pasión pura estalló en el centro de mi cuerpo.
Sin importarme en lo más mínimo estar
rodeada de mi familia, amigos, aliados, de mi expareja, me dejé llevar. Stan
pasó los brazos alrededor de mi cuello, y me apretó contra él, mientras un
torrente de emociones descontroladas corría por mis venas con furia. Los brazos de Stan parecían de hierro,
aumentado el fuego entre nosotros, haciéndome temblar de los pies a la
cabeza. No supe quién de los dos emitió
un sonido gutural, pero fue suficiente para que papá empezara a carraspear con
fuerza, intentando regresarnos a la cordura y realidad.
Nos soltamos de repente, sintiendo la
sangre hirviendo en mis venas, con la respiración desbocada. El pecho me subía
y bajaba por la entrecortada respiración. Traté de aferrarme a cualquier atisbo
de realidad para controlar mis hormonas.
Stan no dijo nada, solo esbozó una
sonrisa de maliciosa satisfacción, y entendí que ese beso había sido la forma
de dejar en claro que yo era suya. Si no hubiera seguido tan afectada por el
beso, posiblemente hubiera intentado borrarle esa sonrisita con un golpe o con
una sarcástica respuesta. Stanislav dio media vuelta y empezó a alejarse, perdiéndose entre los muros que conformaban
el laberinto de las catacumbas. No sabía exactamente cuál era el camino hacia
los famosos túneles que había descubierto tío Emmett, me limité a observar como los demás empezaban
a seguir el mismo camino.
Respiré un par de veces más, antes de
prestar atención a mis padres y sus desconcertadas miradas. Eso me bastó para
recordar dónde me encontraba y sobre todo, con quiénes. Sin necesidad de
mirarme al espejo, sabía perfectamente que me estaba poniendo tan roja como un
tomate. ¡¿En qué diablos estaba pensando
Stan?!
“En
dejar bien claro a todo el mundo que eres suya”, respondió una vocecita en
mi cabeza.
–Será mejor que se vayan –dije nerviosa
y algo apenada por la pequeña exhibición pública de mi intensa relación con
Stan –antes de que los demás les dejen muy atrás.
–Estaremos fuera poco tiempo.
Regresaremos pronto –mamá nos miraba alternativamente a Jake y a mi, como preguntándose
de repente si sería una buena idea dejarnos solos… bueno, Seth nos acompañaría.
–Pórtate bien –dijo mi padre, mirándome
intensamente. No necesité pensar mucho para entender su mensaje. Portarme bien
significaba no terminar liando más las cosas entre Jacob y yo, y sobre todo,
cumpliendo mí promesa de quedarme callada.
No dije nada, sólo asentí con firmeza
antes de ver como mis padres se dirigían, agarrados de la mano, por el mismo camino que habían recorrido los
demás. Me quedé de pie, viéndolos desaparecer tras uno de los muros, y durante
un largo rato me mantuve en la misma posición. Porque como una cobarde, no me
atrevía a girar apenas unos milímetros y encontrarme con la mirada de Jacob.
Todo era silencio, sin que nadie dijera
palabra alguna. Lo único que podíamos escuchar era el sonido de nuestras tres
respiraciones.
Cuando al fin comprendí que no podía
quedarme de pie cual estatua de marfil hasta que los demás llegaran, di la
media vuelta y empecé a buscar con la vista un lugar donde sentarme. No es que
tuviera muchas opciones de cómodas sillas o sillones, lo único que había ahí
eran tumbas y lechos funerarios en las paredes. El espacio entre las tumbas era
ridículamente estrecho, así que el suelo no era una opción viable.
Decidí sentarme sobre la lisa lápida que
habían estado usando antes para poner los planos del tío Emmett. Con cuidado,
los enrollé y los puse a un lado. Me senté casi al borde de la tumba, porque
aunque no era particularmente supersticiosa, no podía evitar sentir como un mal
augurio descansar sobre el frío mármol.
Aunque no me había atrevido a mirarle,
había estado muy consciente de que Jake no había apartado su mirada de cada uno
de mis movimientos. Y aún ahí, sentada como una niña bien portada, podía sentir
sus ojos sobre mi.
Busqué en mi mente algo qué decir, algo
que rompiera el odioso silencio de ese lugar. Pero no se me ocurría nada, o por
lo menos nada que no pudiera terminar siendo un tema espinoso e incómodo.
–No deberías morderte las uñas. –Dijo al
fin Jacob, de pie a unos cuantos de distancia.
Tardé un poco en entender a qué se
refería. Había estado tan sumida en mis pensamientos que no me había dado
cuenta que estaba mordiéndome las uñas de la mano izquierda con nerviosismo.
–Oh, si… tienes… tienes razón.
–No recuerdo la última vez que estuvimos
los tres juntos y en el mismo lugar
–pronunció Seth, con un tono forzadamente calmado.
Me mordí nuevamente el labio inferior,
nerviosa. No me atrevía a decirle que recordaba perfectamente bien la última
vez que habíamos estado los tres juntos: había sido aquella fatídica noche que
ataqué a Claire.
–Así que están juntos –la voz de Jake
sonó relajada. No necesité preguntarle a qué se refería; lo entendí
perfectamente.
Lo miré detenidamente, buscando un
atisbo de reproche o dolor en su rostro o en su mirada. Nada, estaba impasible,
como si me hubiera hecho algún comentario sobre el clima.
Lancé un largo suspiro antes de hablar.
No tenía caso mentirle, ni tampoco podía hacerle la grosería de negar lo que
era evidente.
–Si –pronuncié, sin desviar la mirada de
él. No tenía por qué hacerlo, no me avergonzaba amar a Stan ni reconocerlo ante
los demás.
Jacob esbozó una sonrisa ladeada, con un
dejo de tristeza.
–Espero que esta vez seas feliz.
No pude evitar una mueca de sorpresa. No
me esperaba escuchar algo así de él, y sobre todo, que lo decía con sinceridad,
sin ningún rastro de sarcasmo o burla.
–El que no haya funcionado entre
nosotros no quiere decir que te desee algún mal o que no quiera que seas feliz.
–Yo también quiero que seas feliz, Jake.
Te mereces una vida llena de felicidad.
–¿Saben? Me acabo de acordar que hay una
momia por allá que quería ver… –Seth dijo, de pronto, con cierta incomodidad.
Era evidente que se sentía que sobraba en esos momentos.
–No tienes por qué irte –dije, sin ganas
de quedarme a solas con Jacob. Eso significaría un enorme, un titánico esfuerzo
para no terminar por escupir lo del embarazo de Emma.
–Quédate. Después de todo, tú conoces
bien nuestra historia.
–La verdad es que… –Seth se rascó la
cabeza, con incomodidad –Mejor me voy. Esto es cosa suya…
Y con cierta brusquedad, giró en redondo
y con largos pasos, se perdió entre los muros del lugar.
–¿Qué piensas hacer después de que todo
esto termine? –preguntó con verdadero interés.
–No lo sé. –Dije, con sinceridad
–Realmente no he pensado más allá de la pelea con los Vulturi. Mis pensamientos
sobre el futuro no pasan de ahí.
–¿Temes que acaben con nosotros?
–¿Tú no?
–No soy tan estúpido como para no
tenerles cierto temor, después de todo, son los vampiros más poderosos que
existen. Pero creo que nos irá bien.
“No
son los más poderosos. Hay una que te pondría los pelos de punta nada más con
verla”, pensé, recordando la intimidante imagen de la Señora. Aro podía darte un buen susto, pero la Señora causaba verdadero terror.
–¿Vas a regresar con tu familia una vez
que terminemos con los Vulturi? –la pregunta de Jake me regresó a la realidad.
–Tal vez… No sé. Después de todo, no
puedo regresar a Estados Unidos. Gracias a las artimañas de los Vulturi para
sacarme de mi escondite, resulta que soy una fugitiva, sospechosa de haber
matado al hijo de un Senador. Sin contar que mi rostro y parte de mi historia
fueron publicados un tabloide y eso hace imposible que me suma en el anonimato.
–Supongo que te debo una disculpa por
eso… Debí de haber resguardado mejor todas las cosas que dejaste en casa cuando
te marchaste.
–Me extraña que no las quemaras o las
metieras a una trituradora
–No podría haberlo hecho nunca. También
eran recuerdos míos. Recuerdos de una época feliz.
–¿De verdad?
–¿Qué?
–¿De verdad fue feliz?
–Sí. Estaba en casa, con la mujer de mi
vida, esperando un hijo, iniciando mi propia familia. ¿Qué hombre no sería
feliz con eso?
–Pensé que…
–¿Si?
–No sé, es que… pensé que maldecirías
cada momento de nuestro pasado. Después de todo, terminé haciendo un desastre
al final.
–A pesar de lo que pasó después, esos
primero meses fueron maravillosos. Y jamás podría renegar de ellos. Si tengo
algo qué lamentar, es que no supimos manejar nuestra desgracia, no supimos
lidiar con nuestro dolor. Ambos tuvimos la culpa de que no funcionara.
–¿Alguna vez me odiaste? –mi voz sonó
extrañamente relajada, serena. Era raro tener esa conversación, estando los dos
tranquilos, sin gritos ni reproches. Era como si estuviera el tío Jasper entre
nosotros y nos hubiera aplicado su don de “Valium emocional”
–No. –pronunció enfáticamente, moviendo
a la vez la cabeza ligeramente de un lado a otro.
–¿Ni en los peores momentos? Vamos, si
yo me aborrecí a mi misma.
–No, ni en los momentos más oscuros pude
hacerlo. Dolía, y me enojé contigo por huir, por dejarme así… te maldije, lo
reconozco, pero aún así, no pude odiarte. ¿Cómo hacerlo después de una historia
como la nuestra?
»¿Y tú? ¿Me odiaste alguna vez?
–No, ¿por qué tendría que hacerlo? Lo
único que recibí de ti fue amor. Me cuidaste, me protegiste, trataste de
hacerme feliz.
–Sí, lo intenté, pero nunca pude lograrlo
del todo. Podías odiarme; después de todo, yo no era él.
–¿?– fruncí el ceño, interrogante.
–Yo no era Stanislav.
Me estremecí, quedándome en silencio,
pues ¿cómo podía responder a eso? Era tan raro escucharle pronunciar ese
nombre. Cerré un momento los ojos, exhalando con fuerza. A mi mente vinieron
los recuerdos de cuánto me había esforzado por no pensar en Stan, por no
mencionar su nombre, por olvidarlo durante el tiempo que estuve con Jake. Pero
evidentemente, había fallado.
–Desearía tanto que todo hubiera acabado
ya. Desearía estar en casa, con mi padre, con Mary y Sam jr…
–¿Y con Emma? –pregunté, levantando
nuevamente la mirada hacia él.
–Y con Emma. –Un atisbo de tristeza
empañó la mirada de Jake; algo había recordado al pronunciar el nombre de ella.
–¿Vas a casarte con ella? –solté,
arrepintiéndome al instante al preguntar algo tan personal –Perdón, perdón… no
debí preguntarte algo así.
–No pasa nada –dijo, encogiéndose de
hombros, restándole importancia –Después de todo, quiero creer que seremos
capaces de ser amigos, y los amigos se cuentan estas cosas. Digo, de algo debe
servir que seamos almas gemelas.
–Jake…
–Almas gemelas no significa algo
romántico necesariamente. Ya vimos que eso no funciona entre nosotros. También
puede significar ser los mejores amigos o los mejores aliados. Cualquier cosa
que el uno necesite del otro.
Mentalmente, quise patearme a mi misma.
De alguna u otra manera, terminaba tocando temas peliagudos entre nosotros. Que
difícil era cumplir el “pórtate bien¨
que papá me había ordenado antes de irse de caza.
–Espero que ella acepte.
–¿Cómo?
–Cuando regrese a casa, espero que esta
vez acepte casarse conmigo.
–¿Ya… ya se lo pediste?
–Sí, pero me dio “calabazas”. Parece que
tengo mala suerte para que acepten mis propuestas de matrimonio –dijo con una
sonrisa triste y burlona.
Él me había pedido que nos casáramos, y
yo me había negado una y otra vez, argumentando que no necesitaba un papel para
ser feliz. Pero lo cierto es que en mi subconsciente resonaban las palabras de
Stan cuando se marchó de Forks años atrás., “No te apresures, no te ates a nada ni a nadie aún…” Y aunque me
había metido a absurdamente a prisa en mi relación con Jacob, me negaba a
atarme a él, a asumir el compromiso que implica el matrimonio.
–Tal vez, si se lo preguntas una vez
más, esta vez no podrá decir que no.
Ok, ya no estábamos en el siglo XVII, y
un embarazo no era un motivo para obligar a alguien a casarse, pero Emma no
podía negarle la oportunidad a Jake de hacer bien las cosas.
–¿Y tú? ¿Esta vez si piensas casarte? No
me imagino a tu padre permitiendo que vivan bajo su mismo techo y sin pasar por
el registro civil.
Encogí los hombros, a forma de
respuesta. No sabía si Stan me pediría
alguna vez matrimonio, pero si lo hacía, aceptaría sin dudarlo. Pero eso no
tenía por qué saberlo Jacob; era algo únicamente entre Stanislav y yo.
–Sinceramente, y te lo digo de todo
corazón, espero que Emma y tú se casen, que tengan un montón de hijos y seas
tan feliz como no pudiste serlo conmigo –expresé, después de un breve silencio–
Te lo mereces, eres un buen hombre, Jacob Black. Lástima que yo no soy y nunca
pude ser la mujer que mereces.
Jacob me lanzó una larga y profunda
mirada, limitándose a asentir. Me permití estudiarlo con calma, reconociendo
los pequeños cambios que había sufrido en estos años sin vernos. Todavía seguía
siendo joven, pero emanaba madurez, autoridad e inteligencia. Era evidente que
era el gran líder que estaba predestinado a ser. Algo que probablemente no
hubiera logrado de seguir a mi lado.
Lancé un largo suspiro nuevamente.
–Gracias, Jake.
–¿Por qué?
–Por todo, por estar desde un principio
conmigo, por quererme aunque no lo merecía y no supe devolverte ese amor de la
manera más adecuada. Gracias por los meses que estuvimos juntos, porque supe lo
que es sentir una vida creciendo dentro de ti. Por Isaiah –la voz se me quebró,
pero me mantuve fuerte, sin derramar una lágrima.
–¿Por qué ese “gracias” ahora?
–No sé –dije casi en un susurro –Dicen
que cerca de final, te acuerdas del principio… Esta pelea contra los Vulturi,
esta sensación de fatalidad, me hace recordar lo que ha sido mi vida.
–Ya te dije que vamos a ganar. No puede
ser de otra manera.
No respondí, simplemente fruncí la
mueca, esperando que Jacob tuviera razón.
–Jamás creí que podríamos volver a
hablar así nuevamente–dije, recostándome al fin sobre la lápida, mientras
intentaba ahogar un bostezo.
–¿Con tranquilidad y sin que Quil o Paul
intenten lanzarte un mordisco, o que uno de los Cullen esté más que listo a
darme un puñetazo a la menor sospecha de que te puedo hacer llorar?
–Algo así… Ojalá hubiera una forma de
que el tratado entre ustedes y nosotros pudiera salvarse –lamenté, con pesar.
–No todo está perdido. Una vez que
derrotemos a los Vulturi y regresemos a
casa con tu abuelo y Leah, es posible que…
–¿Crees que sea posible? –lo interrumpí
–Lo que hizo Leah de entregar a mi abuelo a Aro es imperdonable. Y si algo le
pasara a mi abuelo a causa de ello… Sería una brecha insalvable.
–Me niego a creer que Leah fuera capaz
de traicionarnos así.
–Y yo no puedo creer que Leah esté con
los Vulturis en contra de su voluntad. Es un hueso duro de roer, y dudo mucho
que no hubiera dado pelea antes de terminar cautiva en Volterra. Lo siento,
pero en mi cabeza la única explicación es que ella está ahí por decisión
propia.
–Todos tenemos el beneficio de la duda.
–No para Leah.
–¿Y por qué para mi hermana no? –la
repentina aparición de Seth me tomó por sorpresa. Me volví a sentar,
regañándome a mi misma por no controlar mi boca. Pero era fácil de olvidar que
Seth era hermano de Leah, siendo de temperamentos diametralmente opuestos.
–Dime, Nessie, ¿por qué mi hermana no se
merece el beneficio de la duda? –Seth estaba cabreado. Era lógico, era su
hermana, su sangre, obviamente intentaría defenderla.
–Seth, no quiero pelear contigo.
–Anda, quiero que me expliques eso que
acabas de decir.
–Ok, siento mucho si te incomodan mis
palabras, pero es la verdad: si Leah hubiera intentado resistirse a los
Vulturi, estaría muerta y no instalada con ellos en el Palazzo dei Priori.
»Si sigue viva y a su lado, es porque
ella así lo decidió. Y de pasada, se llevó al abuelo Charlie. Se los entregó
para hacernos daño.
–¡Estás equivocada! A pesar de su
carácter, mi hermana jamás sería capaz de usar a un inocente como un
instrumento de venganza.
–Es tu hermana y es lógico que intentes
defenderla, pero…
–¿¡Pero qué!? –explotó– Y lo irónico de
todo es que seas precisamente tú quien hable así…
–¿Disculpa?
–Seth… –Jake uso un tono de advertencia.
–A pesar de todo, Nessie, yo fui uno de
los que siempre te dio el beneficio de la duda; siempre creí en ti, te apoyé cuando
los demás de la manada estaban en contra de ti.
»Cuando los demás dudaban que fuera idea
que estuvieras entre nosotros, era yo quien siempre decía “hay que darle el beneficio de la duda”, ¿y no eres capaz de darle
ese mismo beneficio a mi hermana?
–¡Leah es una maldita arpía!
–¡Y tú, un monstruo capaz de matar a una
niña!
Sentí como si me hubieran dado un
puñetazo directo en la boca del estómago. Saqué todo el aire de mis pulmones de
un tirón, sofocándome de la sorpresa de escuchar esas palabras de quien jamás
pensé que podría decirlas.
–¡Seth! ¡Basta! –el enérgico grito de
Jake retumbó en el lugar.
Yo no me sentía capaz de articular
palabra alguna. Las palabras de Seth me habían hecho daño, y no porque no
fueran verdad, sino todo lo contrario.
–¿Es una orden, jefe? –masculló Seth,
con las quijadas apretadas –No puedo quedarme callado mientras escucho como
juzgan y condenan a mi hermana. ¡No puedo!
“Un
monstruo capaz de matar a una niña”, la frase seguía resonando en mi
cabeza. ¿Las palabras de Seth realmente querían decir eso…? Si fuera así,
explicaría por qué Quil me odiaba con tanta fuerza.
–¿Claire está muerta? –pregunté con voz
ahogada, segura de que el color había abandonado por completo mi rostro.
Después de aquella noche, me había sumido tanto en mi propia pena de perder a
mi hijo que no había podido pensar en nada… Ni siquiera era capaz de recordar
si había preguntado por Claire.
Seth y Jacob se quedaron callados. El
primero, mirándome todavía con furia, mientras que el otro la desvió hacia el suelo.
–Por favor, díganme… ¿la maté? –No
respondían, seguían en silencio –¡Hablén! Por favor, tengo qué saberlo… aquella
noche y después… No pregunté, solo podía pensar en mi bebé y… no pregunté
–enterré las manos entre mi cabello, desesperada, con miedo de la respuesta.
–Es por eso que Quil me odia tanto.
Después de lo que me pareció una
eternidad, Jacob exhaló profundamente, y con cierto pesar en sus ojos, al fin
decidió hablar.
–Claire no murió aquella noche.
–¿No está muerta? –la losa que había
parecido caer encima de mi, de pronto había desaparecido.
–Claire sobrevivió al ataque –Jake hizo
una pausa, y un escalofrío recorrió mi espina dorsal, una señal de que no me
iba a gustar lo que estaba a punto de escuchar –Sobrevivió pero… para ella fue
un trauma lo que sucedió, estaba aterrorizada.
»Comprender lo que somos, la manada y
que no somos los únicos…
–Los únicos monstruos, dilo, esa es la
palabra que buscas –señaló Seth.
–El shock fue muy grande para ella, le
afectó emocionalmente. No podía estar cerca de Quil, mucho menos a solas con
él, le tenía terror. Lo había visto transformarse cuando él intervino para que
tú no… ya sabes. Sus padres trataron de ayudarla, pero los médicos pensaron que
era una esquizofrénica, que los hombres-lobo y los vampiros de los que hablaba
solo eran producto de sus alucinaciones.
»Trataron de internarla en una clínica
varias veces, pero ella se reusó, se ponía histérica cuando intentaban
llevarla. La atiborraban de medicamentos, pero ella lograba engañarlos y no
tomarlos. En el último intento de llevarla a un hospital psiquiátrico en
Seattle, Claire escapó de su casa, echándose a correr a través de la reserva,
camino a los acantilados.
Sentí que el corazón se me paralizaba,
mientras un par de lágrimas se deslizaban por las mejillas. Me cubrí la boca
con la mano derecha, al tiempo que mi pecho subía y bajaba con la respiración
bastante errática. Me imaginaba lo que seguía a continuación, pero no quería
creerlo, no podía ser.
–Se lanzó del mismo lugar que solíamos
tirarnos cuando éramos adolescentes. Pero ella no estaba preparada para ese
tipo de saltos.
Se hizo un hueco sonido. Era como si los
oídos se me hubieran tapado, solo era capaz de percibir un pequeño zumbido.
–Tardaron en encontrar su cuerpo tres
días –finalizó Seth, con la voz triste. El recuerdo de lo sucedido con Claire
había borrado todo rastro de furia, remplazándolo por una enorme tristeza en su
rostro. –Quil no ha sido el mismo desde
entonces.
No pude decir nada, no me salían las
palabras. Y no necesitaba que ellos me contaran lo obvio: Quil me odiaba porque
si yo no hubiera atacado a Claire, ella no hubiera terminado con los nervios
destrozados, no se habría arrojado del acantilado. Y no habría muerto. Su muerte era culpa mía; otra más qué agregar
a mi lista.
Lloraba a mares, pero me mordía los
labios para no emitir ni un sonido. Jamás podría encontrar perdón por lo que
había provocado.
–No debes culparte por lo de Claire
–dijo Jake, adivinando mis pensamientos.
–¿No? –dije, escapándoseme un hipido –Porque
por donde lo vea, todo se reduce a lo que hice aquella noche… ¡Dios, cuántas
vidas arruiné!
Ninguno dijo nada, porque ¿qué podían
decirme para aliviar mis remordimientos? No había forma de justificar lo
sucedido. Claire había muerto a consecuencia de mis actos. Es cierto, no lo había
hecho por las heridas físicas que le había producido, pero sí por las
emocionales que le dejé.
Me hice un ovillo sobre la tumba en la que
estaba, llorando en silencio, sintiendo como las lágrimas escocían mi piel al
deslizarse sobre ellas.
Había empezado a perdonarme, a
comprender y aceptar mis errores, a seguir con mi vida a pesar de ellos sin el
deseo de auto-flagelarme. Pero ¿cómo hacerlo después de descubrir que mis
acciones sí le habían arrebatado la vida a alguien?