Disclaimer

Nombres y personajes de esta historia son propiedad de Stephanie Meyer (menos los que no salieron en la saga original). Lo único mio es la historia que va uniendo a tan maravillosos personajes.
Esto es un homenaje a una de mis sagas favoritas, sin fines de lucro, por mera distracción.

martes, 23 de junio de 2009

ELECCIÓN

–Renesmee…

La voz de Stan me llamó con suavidad. Volví el rostro hacia él ansiosa; necesitaba comprobar que estaba bien. Se acercó hasta donde mamá y yo estábamos paradas. Al parecer, el tío Garrett, Neema y él habían terminado de incinerar los cuerpos de los Vulturis.

Stanislav estiró su mano y acarició mi mejilla con ella. Parecía inseguro, como si dudara en acercarse más a mí o mantener cierta distancia.

–¿Estás bien?

–Define “bien” –dije con una sonrisa triste. El nudo que sentía en la garganta se iba haciendo cada vez más grande, provocándome una sensación de asfixia mientras un nuevo par de lágrimas se asomaba por mis ojos –Mi tía Rose…

–Lo siento…

–Y no sólo ella… perdimos amigos, gente que amamos… y… Eleazar… – la angustia hacía que mis palabras salieran en una especie de balbuceó casi incoherente, aunque por su mirada, supe que Stan entendía lo quería decir.

–¿Eleazar? ¿Qué pasa con él? –La voz de tía Carmen llevaba una clara nota de ansiedad. Estaba abrazando a mi abuela, consolándola por la pérdida de la tía Rosalie, pero nada más escuchar el nombre de su pareja, hizo que volviera el rostro hacia mí –¿Por qué no ha venido esta noche con ustedes? ¿Qué ha sucedido? –exigió saber.

No pude evitar agachar la mirada, ¿cómo podía decirle que él también había muerto?

–¡No! ¡Dime que no es verdad! –su grito me provocó un nuevo desgarre en el alma. Mamá entrelazó sus helados dedos con los míos. No había necesitado decir nada, imaginé que el rictus de mi cara era por demás elocuente.

–¡No!.... Dímelo, por favor. Necesito escuchar que él está bien.

–Tía… –la voz me salió quebrada. En ese instante, Stanislav me rodeó los hombros con su largo brazo, en gesto protector. Agradecí su contacto, necesitaba de su apoyo, de su fortaleza porque no me sentía capaz de seguir en pie. Era demasiado en tan poco tiempo –Lo siento… lo siento mucho –aunque hubiera querido, ya era imposible controlar mi llanto, se deslizaba a raudales por mis mejillas. –el tío Eleazar está… ha muerto. Lo siento…

Carmen abrió los ojos como plato, moviendo rápidamente la cabeza en señal de negación al tiempo que se dejaba caer de rodillas al piso.

–No… ¡Nooooo! –se hizo un ovillo sobre el suelo cubierto de césped mientras Tanya y Kate se acercaban a ella con prontitud, rodeándola con sus brazos mientras Carmen seguía lanzando gritos de dolor e incredulidad.

Me volví entre los brazos de Stan, ocultando el rostro en su sólido pecho. Necesitaba de su consuelo, necesitaba mitigar mi propio dolor. Sentí cómo enterraba sus dedos en mi pelo y depositaba un suave beso en mi coronilla.

–Hija…

Alcé la mirada antes de romper el abrazo de Stan para refugiarme en los brazos de papá.

Había regresado a casa, había regresado al lado de mi familia, sólo que ya no estaba completa. Había alguien a quien jamás volvería a abrazar, a quien jamás le volvería decir cuanto la amaba.

Tía Rose…

Al instante siguiente, mamá estaba a mi lado, rodeada también por los brazos de papá y entonces me aferré a ellos, tal y como lo hacía cuando era una niña pequeña.

Cerré los ojos con fuerza, deseando por un momento poder retroceder el tiempo hasta cuando era una niña; al tiempo cuando todo parecía perfecto, cuando la vida parecía serlo. Desee con vehemencia regresar a los días cuando todos estábamos juntos, felices y los Vulturis no eran más que un lejano y mal recuerdo.

Papá aflojó la intensidad del abrazo, al tiempo que giraba hacia atrás su rostro. No pude evitar voltear yo también, curiosa por saber qué era aquello que había captado su atención. A unos diez metros de distancia de nosotros, estaba Paul, el cuñado de Jacob. Ya estaba en su forma humana, cubierto apenas por unos deshilachados vaqueros cortados a forma de short. Recordé que los quileutes solían llevar un atillo de ropa anudado a una de sus pantorrillas y por lo general, trataban de vestir lo más ligero posible para que la carga no fuera tan molesta a la hora de cambiar de fase.

–Llévense la camioneta de Esme… Insisto, es más práctico…

Al parecer, papá respondía una pregunta formulada en la mente de Paul, quien clavó su mirada furiosa en mí. Me estremecí instintivamente.

–Si tratan de llevarse a Jacob cargándolo en brazos, pueden lastimarlo más. No sabemos la magnitud de sus heridas. –mientras decía, se volvió por completo de frente a Paul. Al parecer, su enojo era tal que ni siquiera nos consideraba dignos en esos momentos para dirigirnos la palabra.

Algo se encogió en mi interior. Lo que había hecho con Jake no tenía nombre ni perdón.

–Déjenme revisarlo… O por lo menos dejen que lo haga Carlisle… No Paul, te equivocas. Jamás quisimos que las cosas terminaran así… No son los únicos que sufren, nosotros también perdimos parte de nuestra familia…

Se hizo un breve silencio. Papá frunció el ceño con tristeza primero y después con furia.

–El dolor te hace pensar así. Pero ella no tiene la culpa de nada, fue una víctima más de algo que ustedes jamás podrían imaginar ni en sus propias pesadillas –Mi padre extendió sus brazos hacia atrás, en gesto protector, como buscando cubrirme con su cuerpo que se había puesto en tensión. Stan comprendió también las intensiones de papá, con un ágil movimiento lo sentí pararse tras de mi y rodearme la cintura con su mano.

Ladeé la cabeza un poco más. Por las palabras de mi padre, imaginé que Paul y el resto de la manada me consideraban la culpable de todo lo sucedido. Detrás de aquél, los quielutes habían recuperado su forma humana. Seth trataba de mantener el gesto serio, pero en la rigidez de su rostro se evidenciaba el dolor que le producía el andar, incluso a pasos lentos y apoyando casi todo su peso en los hombros de Leah, quien le ayudaba para moverse.

Una camioneta, la que reconocí como la de Jake, apareció rodeando la casa hasta llegar a detenerse cerca de los hermanos Clearwater. Brady se bajó de ella y ayudó a Leah a subir con cuidado a Seth en el asiento del copiloto. Después de todo, el ofrecimiento de papá de que usaran la SUV de mi abuela había estado de más.

La pick-up era de doble cabina, así que nada más acomodar lo mejor posible a Seth, Leah abrió las puertas del compartimiento trasero mientras Quil y Jared trataban de mover con el mayor cuidado posible a Jacob hacia el asiento del vehículo. Dudé que el cuerpo tan largo y grande de Jake pudiera caber en ese espacio.

Dios mío… pueden lastimarle más. Es mi culpa, debería ir con él, debería estar a su lado y asegurarme de que…

–No –susurró casi imperceptiblemente papá hacia mí –No es buen momento, no te permitirán acercarte a él.

–No puedo quedarme de brazos cruzados. Se involucraron en una guerra que no era la de ellos, no hacer nada sería una… una traición…

–Hija, créeme que me estoy controlando por no cruzar estos metros y estar ahí ayudando a los chicos. ¿Crees que puedo quedarme indiferente ante sus propias pérdidas? –me sentí culpable. Mi padre era un hombre de altos valores y de gran lealtad hacia sus amigos; algo debió leer en la mente de los quileutes que lo hizo contenerse de ir en su ayuda, pero ¿qué? –Si uno de nosotros cruza la línea invisible que han marcado, nos veríamos envueltos en una nueva lucha. Los considero mis amigos, pero no puedo permitir que te hagan daño. No nos quieren cerca y creo que esta noche ya ha habido demasiadas pérdidas qué lamentar; no podemos dejar que el dolor nos haga perder aún más.

–Si tan solo el abuelo pudiera revisar a Seth y a Jake, comprobar que los están trasladando correctamente a la Push…

–No van a necesitar de la ayuda de tu abuelo, ni los van a llevar a la reserva

–¿Qué?

–Los llevan al hospital.

¿Qué? ¡Era una locura! Los quileutes no eran como los humanos, en el hospital iban a hacerles estudios, analizar su sangre… podían descubrir su secreto. Iba a ser un desastre.

–Hay alguien que puede ayudarlos –continuó papá, contestando a la pregunta de mi mente. –Y es lo mejor. Esas heridas no son algo que se puedan solucionar con alcohol y unas cuantas suturas.

Probablemente, mi padre estaba viendo las heridas de Jacob en la mente de los otros de la manda. Su tono de voz no era muy esperanzador.

–Nessie…

Mientras Quil y Jared lo trasladaban con cuidado hacia el vehículo, Jacob me llamó con voz áspera y débil.

–Jake…

Casi sin darme cuenta, intenté dar un paso adelante, pero la mano que Stan tenía sobre mi cintura se tensó al escucharme pronunciar su nombre. Y de la misma manera pude ver que Paul y el resto de los quileutes en pie se envaraban. Evidentemente, había pasado a encabezar la lista de sus enemigos.

Los vimos preparar el traslado de los heridos y de los caídos. El corazón se me encogió al ver cómo ponían en la parte trasera de la camioneta los cuerpos inertes de Sam y Colin. Quil, con la mirada cargada de amarga tristeza fue hasta el lugar donde estaba la cabeza de Embry para recogerla. No pude evitar volver el rostro mientras cerraba los ojos con fuerza; la atrocidad de la muerte de Embry era una muestra palpable de la crueldad de mi propia especie. No estaba segura del lugar donde estaría el resto de su cuerpo, sólo podía recordar vagamente algunas cosas de esa misma noche, antes de librarme del control de Awka. Aníbal había sido el encargado de dar caza a Embry, o por lo menos eso creía haber escuchado, aunque a decir verdad, la historia completa la desconocía. Empezaba a preguntarme cuántos días había estado bajo el control de Awka y qué es lo que había hecho él conmigo.

Supuse que los quieutes iban a buscar el resto del cuerpo para darle sepultura tal como sería con los cuerpos de Sam y de Colin. De pronto me pregunté, ¿cómo iban a explicar la muerte de los tres? ¿cómo iban a justificar las heridas de Seth y de Jacob? No tenía miedo de que me acusaran formalmente de intento de asesinato a Jacob Black, sabía hacerle frente a las consecuencias de mis actos. Lo que me preocupaba era que se pudiera develar el secreto de los quileutes y el de mi familia.

–Nosotros nos encargaremos de fabricar la historia –pronunció mi padre de cara a Paul. Observé que Jared se ponía detrás del volante del vehículo para echar a andar el motor con un potente rugido. Leah, Quil y Brody se internaron nuevamente en el bosque, mezclándose entre las sombras de los árboles. –De cara al mundo, esto será un terrible accidente carretero. Su secreto será protegido.

Paul debió de haber estado pensando en cómo explicar la tragedia y papá se ofreció a ayudarle, contestando de paso mi duda sobre eso.

–No, esto es asunto nuestro únicamente –la voz sonó fuerte y clara; por fin Paul parecía dignarse a dirigirnos la palabra –Les exijo que se mantengan todos apartados de nuestro camino. Si pasan los límites establecidos, no duden ni por un momento que no iremos tras ustedes. Sea quien sea –las últimas palabras las pronunció clavándome la mirada fijamente.

–El tratado sigue vigente –contestó papá.

–El tratado se rompe cuando uno de los suyos ataca a uno de los nuestros.

–Sólo el legítimo heredero de Ephrain puede…

–El legítimo heredero, como tú lo llamas, está mal herido gracias a tu hija. Si él se salva tal vez, y sólo tal vez, algo se pueda rescatar del pacto.

–¿Y si no?

–Vendremos por ustedes… y lo que esos no pudieron hacer, lo haremos nosotros.

Paul nos dio una última mirada cargada de puro odio antes de darse la media vuelta y perderse también entre los árboles del bosque. La camioneta salió en reversa, patinando las llantas antes de alejarse a toda velocidad.

El aullido de los lobos resonó con fuerza aunque a la distancia antes de dejarnos sumidos en el silencio.

–Edward…

–No va a pasar nada malo, amor. Te lo prometo. –Papá apretó con fuerza la mano de mi madre para infundirle confianza. –Es el dolor el que hizo que Paul hablara así.

Stanislav me envolvió por completo entre sus brazos.

–Tranquila, tu padre tiene razón. No va a pasar nada malo, jamás permitiría que te hicieran daño.

Me di cuenta de que estaba temblando. Eran tantas emociones acumuladas, tantas cosas qué asimilar, era demasiado para tan poco tiempo. Sentí el sabor amargo de la bilis colarse por mi garganta, y de manera brusca me solté del abrazo de Stan para alejarme un par de pasos antes de que las arcadas me acometieran con furia. Realmente empezaba a sentirme enferma.

–Renesmee, será mejor que entremos a la casa. –Mamá puso sus frías manos sobre mi frente y mi cuello mientras las nauseas remitían –Creo que tu abuelo debería echarle un vistazo a tus heridas.

–No es nada

–Dame gusto por favor. Esta noche ha sido difícil, por lo menos dame la tranquilidad de saber que físicamente estás bien. Ven. –Mamá me ayudó a incorporarme con cuidado, tal vez para evitar que las nauseas regresaran. Me sentía un poco mareada, pero aún así no se me escapó la mirada de mi padre: una mezcla de sorpresa, enojo y preocupación. A pesar de que mantenía un férreo control de su expresión, casi podría decir que lucía más pálido de lo normal.

Sacudí la cabeza, seguramente todo eran imaginaciones mías.

–Mamá, te prometo que no es nada. Además, creo que hay cosas más importantes de qué ocuparnos en estos momentos. –dije al tiempo que miraba en dirección a donde el tío Emmett estaba sentado, rodeándose las rodillas con sus largos brazos mientras la tía Alice le susurraba palabras de consuelo. Imaginé que tío Jasper había echado a andar su don, logrando que la manada no se nos viniera encima, y también, consiguiendo que Carmen y Emmett se controlaran un poco.

Sí, había cosas más importantes en esos momentos, pero ¿por dónde empezar? Era como si el mundo se nos viniera encima sin control.


Esa madrugada fue demasiado difícil y larga. Con pesar, tuvimos que encargarnos de los restos de la batalla, vigilar que el fuego que destruía los cuerpos de los Vulturi no se saliera de control y terminara convirtiéndose en un incendio forestal.

Tío Jasper se dio a la tarea de emplearse a fondo para controlar al tío Emmett, quien parecía como ido, como si lo hubiera dopado con una fuerte dosis de Valium o Prozac. La Abuela Esme había logrado que él entrara a la casa, y una vez ahí se había quedado sentado en un rincón de la sala, con el rostro desencajado y la mirada perdida, sin pronunciar ni una sola palabra.

El abuelo Carlisle fue quien se encargó de recoger las cenizas de tía Rose, una vez que el fuego había consumido por completo su cuerpo. Las colocó en una pequeña especie de urna de porcelana que originalmente se usaba como adorno en una de las mesillas de la sala. Le entregó las cenizas a Emmett, quien las acurrucó contra su pecho, como si temiera que alguien pudiera llegar e intentar arrebatárselas.

Ya muy entrada la noche, el clan de tía Zafrina hizo su aparición por la casa. Según entendí, ellas habían llegado a Forks para ayudara mi familia a buscarme y, si era necesario, rescatarme de mis plagiarios. Esa noche habían salido de caza y conociendo el tratado que había entre mi familia y los quileutes, decidieron ir lo bastante lejos, tanto como pasar la frontera con Canadá.

–No debimos alejarnos tanto… Si hubiéramos sabido… –se lamentó tía Zafrina cuando supo a quiénes habíamos perdido en medio de la batalla.

–Nos sentimos demasiado culpables… debimos haber estado a su lado. Ta vez hubiéramos podido ayudar en algo, tal vez no hubiéramos perdido a Rose o a Benjamin o a Tia… –terció Kachiri.

–Todo fue demasiado sorpresivo, no tienen por qué sentirse culpables. Sabemos que si hubieran estado aquí, habrían luchado a nuestro lado sin dudarlo ni un segundo –La tía Alice pronunció en tono conciliador, a pesar de que en su mirada se notaba la tristeza que sentía por la pérdida de su querida hermana.

Nos quedamos en silencio. Yo estaba sentada en el mullido sofá de la sala, apoyando casi todo el peso de mi cuerpo contra el duro pecho de Stanislav, quien me rodeaba con su brazo. A mi derecha, mamá sostenía mi mano con delicadeza, mientras mi padre nos lanzaba miradas cargadas de recelo y molestia. No quería ni imaginar que es lo que pudiera pensar sobre Stan y yo, o peor aún, qué pudiera estar “escuchando” es nuestras mentes en esos momentos. Era difícil de explicar, pues aún cuando había recuperado de golpe mi memoria, aún cuando estaba al fin con mi familia que me amaba profundamente, aún así sólo Stan me hacía sentir segura en esos momentos. Era como si él fuera mi red de seguridad, era en quien más confiaba más en esos instantes. El solo pensar en quedarme sola con los demás, sin tenerlo a mi lado, me llenaba de aprehensión.

–¿Por qué? –el abuelo Carlisle fue quien rompió el triste silencio. –¿Qué fue lo que hicimos para despertar la ira de los Vulturi?

–¿Hacer? En realidad, nada… o simplemente representar un peligro potencial para Aro –contestó Neema con voz casi casual.

–¿Peligro nosotros? ¡Eso es una estupidez! –masculló la abuela Esme seguida de una palabrota que jamás hubiera imaginado escuchar de su boca. –Hemos seguido todas y cada una de las reglas y desde a vez que vinieron a Forks, hace nueve años, nos hemos mantenido lo más apartados de ellos, ¿qué peligro podemos representar?

–Ustedes son un clan grande y son capaces de formar alianzas tanto con otros aquelarres como con los hombres lobo –al escuchar las últimas palabras de Stan, no pude evitar torcer un poco el gesto. Me estaba muriendo de la preocupación, ansiaba saber qué sucedía con los chicos de la manada, pero las amenazas de Paul habían sido lo bastante claras. –Además, por lo poco que sé de ustedes, entiendo que hay miembros con dones extraordinarios. –le lanzó una mirada de admiración a mamá. Supuse que el que ella pudiera mantener a raya el terrible don de Jane era algo digno de fascinación. –Si sumamos todo eso, bueno, Aro debió pensar que podrían llegar a representar algún tipo de problema si ustedes así lo quisieran.

–No entiendo, o mejor dicho, no me cabe en la cabeza tanta saña contra nosotros –mi madre apretó los dientes –¿Por qué llevarse a mi hija si lo que querían era acabar con la familia?

–Supongo que sería más fácil de entender si contamos la historia desde el principio. –sugerí.

Enderecé la postura y respiré hondo antes de empezar a narrarles los hechos desde el momento en que decidí encontrarme aquella noche con Awka en el bosque. Les conté todas y cada una de las cosas que viví durante el tiempo que estuve al lado de los Vulturi. Les hablé de la noche que desaparecí de Forks, de la retorcida historia de “Atena” la hija de Aro, el entrenamiento casi militar al que fui sometida para hacerle frente a la batalla de esa noche, mi amnesia, el control al que Awka había sometido mi mente… Stanislav me ayudó a profundizar el relato con detalles que yo desconocía, como su primer encuentro con el tío Eleazar y el acuerdo al que habían llegado para entregarme sana y salva a mi tío y preparar nuestro escape de Volterra.

A medida que nuestra historia avanzaba, algunos mascullaban por lo bajo o emitían gruñidos ininteligibles. Hablar de la muerte del tío Eleazar fue una de las cosas más duras que jamás hubiera tenido que hacer antes. No me sentía capaz de mirar a la cara a tía Carmen, me sentía demasiado avergonzada, demasiado culpable de su dolor por la pérdida de su compañero. Y el sentimiento era el mismo pero multiplicado miles de veces más intenso con respecto a tío Emmett.

Lo único que callé fueron los detalles de mi relación con Stanislav. No era el momento para que mi familia supiera la naturaleza y la intensidad de lo que vivimos. Tal vez nunca lo fuera, porque el hecho era que yo me había acercado a Stan, me había unido a él de una forma en la que no lo había hecho con nadie, así que ¿cómo hablarles de eso a mis padres? Claro que el simple hecho de contarles sobre mi vida íntima se me antojaba demasiado violento y si le sumábamos su amistad con Jacob…

Jacob. ¿Qué estaría pasando en esos momentos? ¿Cómo estaría? La preocupación me estaba matando. O mejor dicho, la preocupación, la culpabilidad, el remordimiento y un montón de cosas más estaban haciendo mella en mí.

–Fue una estupidez no avisarnos que estabas en Volterra. –la voz de mi padre me sacó de mis cavilaciones –Hubiéramos ido por ti, jamás hubiéramos dejado que Eleazar corriera tal peligro. –papá gruñó mientras miraba acusadoramente a Stan.

–Eleazar entendía la situación perfectamente –el tono seco de su respuesta dejaba en claro que Stanislav no iba a dejarse apabullar por mi padre. El choque de dos temperamentos tan fuertes era inminente. –Si les hubiera dicho que Renesmee estaba en poder de los Vulturi, ustedes hubieran acudido de inmediato.

–¡Por supuesto!

–Y eso hubiera sido una reverenda estupidez. Aro convocó a toda la guardia; éramos más de 40 vampiros acuartelados en la ciudad. Hubiera sido una masacre peor que la de esta noche si ustedes hubieran intentado tomar por asalto el palazzo –mi padre intentó interrumpir las palabras de Stan, pero éste siguió hablando para evitarlo –Con menos de la mitad de la guardia, su bando tuvo bajas significativas, ¿imaginas lo que hubiera pasado con ustedes, sin los lobos, enfrentándose a toda la guardia? Aún y cuando Neema y yo les hubiéramos ayudado, aún así nos hubieran borrado a todos de un plumazo. Imagino que lo último que hubieras querido es lleva a tu… familia al extermino completo.

»Eleazar fue uno de ellos, conocía la forma de trabajar y entendía que la única forma de sacar a tu hija de Volterra sin mandar a nadie más al matadero, era preparando la huída tal de esa manera.

–Aún así, el plan no resultó.

–No, las cosas no salieron como lo planeamos.

–Aro descubrió que Stanislav deseaba ayudar a Atena…, digo, a Renesmee a escapar. Supongo que tengo que reconocer mi culpa en eso. –agregó Neema.

–¿Qué quieres decir? –la pregunta de tío Jasper iba cargada de suspicacia.

–Stanislav me había contado algunas sobre ella… No sé, supongo que bajé la guardia, el caso es que permití que Aro me tocara y descubriera las sospechas que tenía Stanislav sobre quién era en realidad Renesmee y las intenciones que tenía para ayudarla a escapar de ellos una vez que todo hubiera terminado… Esa noche fuimos tras ellos, yo tenía que demostrar mi lealtad a Aro, por eso me ordenaron participar en el grupo de caza de los traidores. Además, la única forma de ayudar a Stanislav era atacarlo yo misma, hacerles creer que me había desecho de él.

–Vi como lo… –el recuerdo aún me ponía la piel de gallina –lo atacaste salvajemente, vi el resplandor del fuego, aspiré el olor a carne quemada, ¿cómo entonces…? Y luego, esta noche, estuviste a punto de hacer lo mismo con mi papá.

–Supongo que formando parte de una familia de vampiros, sabes bastantes cosas sobre nuestra raza, como el que podamos reconstituirnos a pesar de las heridas, ¿no? –asentí –Eso fue lo que pasó con él. En cuanto al olor de la carne quemándose, ¿recuerdas el callejón inmundo donde los atrapamos antes de la huída? Descubrí el cadáver putrefacto de un perro y… imagínate el resto.

»Y sobre tu padre, bueno, sólo estaba matando el tiempo en lo que reaccionabas o en lo que mi amigo llegaba, lo que sucediera primero. No pensaba hacerle daño, simplemente tenía que fingir que quería hacerlo.

–Es verdad. Leí tu mente y no pensabas en aniquilarme. –el tono de voz de mi padre seguía cargado de recelo. Imaginé que aún y cuando Stan y Neema habían peleado a nuestro lado, aún así los veía como parte del enemigo.

Neema se encogió de hombros. Parecía que el tener que estar dando explicaciones era algo que realmente le incordiaba.

–¿Por qué no vino Aro? Eso no me queda claro, el ama estas situaciones, ser la mano ejecutora de la sentencia a muerte. –la ácida voz de tía Tanya se hizo presente. Ellas también tenían mucho que reclamar al líder de los Vulturi; gracias a él, habían perdido a su “madre” y dos hermanos.

Neema enarcó la ceja antes de responder secamente

–Tiene que guardar las apariencias. Esto no fue una especie de juicio justo para declararlos inocentes o culpables de los delitos imputados, no había público que pudiera validar su sentencia de muerte. Esto fue una misión de exterminio total. Teníamos órdenes de eliminarlos a todos, incluyendo a los lobos o a los humanos que pudieran estar con ustedes. Si era preciso, debíamos arrasar con el pueblo entero.

»Aro sabía que si el clan de ustedes desaparecía misteriosamente de buenas a primeras, sin un motivo aparente, las sospechas de los demás apuntarían directamente hacia ellos. Al parecer, el enfrentamiento que casi se da entre ustedes hace nueve años fue bastante conocido.

Stan y yo nos volvimos a mirarla, ¿cómo sabía tanto?

–Estos tres días que Awka te tuvo bajo la influencia de su don, los elegidos para la misión recibimos una especie de curso intensivo sobre tu familia y algunos de sus aliados. Sé que tu padre puede leer nuestros pensamientos, tu madre tiene un escudo que protege de los dones que afectan a la mente, hay una adivina, una que puede dar descargas eléctricas con sus manos… –mientras hablaba, ibaa señalando uno a uno con la mirada. Era como si hubiera podido escuchar la pregunta que había formulado en mi cabeza –En fin, como iba diciendo, Aro sabe que para poder conservar la posición de poder que tiene, debe seguir fingiendo que los Vulturi representan la balanza de la justicia de nuestro mundo.

»Incluso dentro de la misma guardia hay jerarquías, hay información que se maneja exclusivamente a ciertos niveles. Aro nos mandó llamar a todos, incluidos aquellos miembros ubicados al otro lado del hemisferio. Justificó esta misión diciendo que ustedes habían solicitado la ayuda de los Vulturi para solucionar no se qué problema en su clan, pero que en realidad había terminado siendo una trampa donde Gianna fue eliminada. Así que para los miembros más bajos de la organización, los que no conocen la verdadera historia, el ataque a ustedes es una vendetta perfectamente justificada.

»De cara al exterior, soltó el rumor de que los rumanos estaban planeando una especie de invasión, así que con pretexto de mostrar fortaleza al enemigo, decidió quedarse en su trono, rodeado de la mayoría de la guardia y hacer frente al posible ataque. No sé que tan cierto sea eso de los rumanos, pero le dio la coartada perfecta. Nadie podría decir que su mano estaba detrás de la desaparición de ustedes. Aro ama la guerra, pero ama más el poder y el status que tiene.

–Pareces conocer bien la forma en que operan –pronunció tío Jasper.

–Mejor de lo que pudieran imaginarse… Lo mío con los Vulturis es casi como un muy mal matrimonio de conveniencia. –La mueca de Neema dejó entrever un gesto de amargura, pero rápidamente se recompuso. De pronto me pregunté cuál sería la historia detrás de ella.

–Supongo que deberíamos agradecerles su ayuda, y sobre todo, que trataran de proteger a mi hija…

–Pero no puedes –concluyó Stanislav

–Edward… –dijo mamá con una ligera nota de amonestación.

–¡Papá! –protesté a la vez –Stan se portó bien conmigo, me ayudó en todo momento…

–Lo siento, pero no puedo ignorar el hecho de que se la llevaron. Si no hubieran venido por ella desde un principio, nada de esto hubiera pasado.

–No puedo borrar lo hecho –contestó Stan – pero al menos intenté enmendar algo del daño.

–¿Si?, ¿cómo? ¿Aprovechándote de ella?

oh, oh… aquí vamos a la parte que no quería llegar

–Papá… –pronuncié con voz chillona mientras sentía que un incómodo sofoco, el mismo que sentía siempre que me ruborizaba por completo. –Por favor…

Lo mío con Stan era algo que no pensaba discutir en esos momentos y menos delante de tantos testigos. Lo que fuera que hubiera entre nosotros era algo que únicamente nos incumbía a él y a mí.

Un pensamiento bastante desagradable cruzó mi mente de repente, haciendo que abriera los ojos como platos.

–Neema, ¿dijiste que estuve tres días bajo el control de Awka?

–Sí…

Oh por Dios…

–¿El…? –¿cómo preguntar delante de mi familia? Recordé que Awka había tratado por todos los medios de que me metiera en la cama con él, y si había estado tres días bajo su poder, a solas…. Me estremecí de horror y papá bufó furioso. –¿Sabes qué fue de mí en esos días?

–¿No recuerdas nada?

–No. Apenas si puedo recordar unas cosas de antes de la batalla… mi mente está completamente en blanco entre esta noche y la noche en que tío Eleazar… Neema, por favor, dime qué pasó conmigo. ¿Awka… él… cuánto tiempo estuvo a solas conmigo?

El silencio se instaló densamente en el ambiente. Agaché la mirada, incómoda, avergonzada, pero sobre todo, temerosa. Era bastante obvio que los demás habían entendido hacia donde iba mi pregunta. Papá y Stan mascullaron sendas maldiciones que en otro momento me hubieran ruborizado, al tiempo que mi madre me rodeó con su brazo para reconfortarme.

–Renesmee…

–Neema, por favor. Quiero saberlo. Lo que haya pasado, quiero saberlo…

–Bueno, yo… la verdad es que yo no estuve todo el tiempo con ustedes. Lo que yo vi fue que únicamente se encargó de manejarte como un títere, probando qué tanto podía controlarte. Aro dio órdenes de que siempre alguno de nosotros los vigilara, no quería que Awka se distrajera con sus adicciones. No vi que abusara de ti, no creo que lo hiciera…

–Pero no puedes asegurarme que no lo haya hecho.

–¡Podría volver a matarlo por esto! –la furia de Stan me sobresaltó

¿Y si…? No, no quería ni imaginarme en la posibilidad. Es cierto que la primera vez, Stanislav y yo no habíamos sido nada precavidos, bueno, de hecho, también habíamos olvidado tomar precauciones otras dos veces, pero las otras siete Stan se había encargado del asunto del control natal. Tener un hijo de Stan no me daba miedo; pero tener uno de Awka me llenaba de repulsa.

–Renesmee, Aro nos dio la orden de no permitir que Awka se distrajera con nada. Y eso te incluía a ti. Como dije antes, no estuve todo el tiempo ahí, pero yo era quien más tiempo pasaba vigilándolos, casi podría jurar que no pasó nada entre ustedes… Lo más “divertido” que hizo contigo fue hacer que te alimentaras al estilo tradicional.

–¿Me alimenté de un humano? ¿Maté a alguien?

No estaba segura de querer seguir escuchando más. Tal vez no hubiera sido una mala idea dejar que esos tres días en blanco siguieran siendo un misterio.

–¿Cómo crees que estás tan fuerte? –contestó Neema –Antes de una batalla, nos alimentamos hasta decir basta para fortalecernos. La sangre humana es como gasolina para nuestros cuerpos.

Enterré el rostro entre mis manos, sintiéndome como derrotada. ¿Qué más había sucedido en esos tres días? Me había convertido en una asesina y probablemente Awka por fin había conseguido de mí lo que no había querido darle…

–¡Oh! –la exclamación de tía Alice llamó nuestra atención, sacándome de mi propio drama personal. Alice tenía los ojos semi cerrados y el rictus tenso. Comprendí que estaba en el trance habitual de sus visiones del futuro – ¿Qué hace…?

–Alice, ¿qué sucede? –preguntó mi abuelo

–Jane…

El nombre de la pequeña Volturi me produjo un nuevo escalofrío. ¿Por qué veía a Jane? Se suponía que habíamos acabado con todos, ¿qué no?

–Está viva… y muy furiosa. –Prosiguió la tía –Quiere… venganza.

–¿Viva? ¿Dónde está? –papá se acercó hacia el taburete donde estaba sentada mi tía y se puso de cuclillas, a la altura de ella. Ahora él parecía concentrado también, como si estuviera contemplando al mismo las visiones de mi tía.

–No estoy segura… cambia de parecer… duda entre regresar a Italia o ir a… ¿a Londres?

–¡Annie! –pronuncié una octava más aguda de lo normal –Stan, tu hija.… –Me sentí frenética. No podía permitir que Annie, completamente inocente de toda esta locura, se viera arrastrada por mi culpa. No me sentía capaz de cargar un peso más en la conciencia –Tenemos que hacer algo, Jane es capaz de todo…

–Tranquila… –sujetó con delicadeza mi mentón con su mano derecha –No le va a pasar nada malo a mi hija –de refilón, alcancé a ver las muecas confusas de mi familia al escuchar lo de la hija de Stanislav, pero no había tiempo de explicaciones.

–¡Jane va a Londres! ¡Es obvio que te vió y va a querer cobrárselas con Annie!

–Mi hija ya no está en la ciudad… Antes de venir aquí, llevé a mi hija a un lugar seguro. Ni siquiera está en Inglaterra. Sabía que las posibilidades de que yo saliera bien de esto eran pocas, así que me aseguré que ella no cayera en manos de los Vulturi. Sus útimos días no se verán empañados por el horror de mi mundo.

–De nuestro mundo… –corregí con un susurro

–¡Maldita sea! – rezongó tía Alice –No puedo ver claramente. Cambia de parecer de prisa, es como si supiera cómo eludir mis visiones… También contempla la posibilidad de regresar a Forks y hacernos frente…

–¡Es una locura! Jane no es tonta, pero sí una cobarde que en cuanto vio la batalla perdida, no dudó ni un minuto en salir corriendo para salvar su pellejo –Neema se puso de pie y avanzó un par de pasos hasta donde había estado la enorme pared de cristal, la cual estaba fragmentada sobre el piso de la habitación. El viento empezó a colarse a través de ella, haciendo que el largo cabello de la vampira ondeara suavemente a su ritmo –Aunque… Jane es demasiado peligrosa. Aún cuando puedan contener su don con el escudo de Isabella, eso no quita que es un enemigo de cuidado. –Neema, se giró en redondo, mirándonos fijamente con el rostro serio.

–Si había alguien a quien Jane quería, era a su gemelo Alec… Nos odia por su muerte, nos odia por su fracaso. –Alice hablaba pausadamente. –No puedo ver más… –su voz salió en un forzado jadeo, parecía como si le doliera la cabeza del esfuerzo.

Cerré los ojos con fuerza y me undí entre los cojines del mullido sofá preguntándome si esto sería alguna especie de pesadilla de la que no podía despertar.


El resto de la noche transcurrió lentamente, sumidos en un ambiente tenso, extraño, triste y hasta cierto punto, confuso. A veces algunos hablaban sobre qué es lo que podríamos esperar de los Vulturi cuando se enteraran del fracaso de la misión; otras, la habitación quedaba sumergida en el silencio, cada quien lidiando con sus propio dolor o sus propios temores.

Mi cabeza en particular era un lío de culpas, miedos y preguntas que no me atrevía a contestarme a mi misma. Culpa al observar a mi tío Emmett sumido en una especie de catatónia mientras la abuela Esme lo abrazaba y le susurraba palabras de consuelo; también la sentía al mirar el gesto devastado de tía Carmen, o al recordar las heridas de Jacob.

La culpa me estrujaba hasta la última terminal nerviosa. En mi fuero interno había una tortuosa vocecita que no dejaba de repetirme que gracias a mí se habían desencadenado tantas desgracias, y no eran sólo las sucedidas esa noche. No, esa misma vocecita me decía que debido a mi nacimiento nueve años antes, era que esta especie de maldición de los Vulturi había caído sobre nosotros. Porque gracias a que se habían enterado de mi existencia fue que se aparecieron tiempo atrás para acabar con mi familia. Y aunque no lograron su cometido en esa ocasión, yo siempre fui el pretexto perfecto para reanudar la cacería. Habían esperado que yo cometiera un error para caer con el peso de su “justicia” sobre los Cullen o sino, me veían como la trampa perfecta para atraparnos.

La otra parte de culpa que me atosigaba era la relacionada con Jacob. Era imperdonable la forma en que le había atacado, si algo malo le sucedía… Además, no sólo era eso, también estaba lo sucedido con Stan. Podía justificarme con argumentos como que técnicamente yo había dado por rota nuestra relación a raíz de lo sucedido en mi fiesta de cumpleaños, o que estaba amnésica cuando terminé liada con Stanislav o un montón de excusas más, pero siendo brutalmente honesta conmigo, a pesar de todo, no me arrepentía para nada de haber estado con él. No era como que de pronto hubiera dejado de querer a Jake o que dejara de ser importante para mí, sólo que de pronto sentía el corazón fraccionado en partes iguales. Era como si hubiera estado andando por un largo camino que parecía seguro y de pronto, se viera dividido en dos, sin un solo señalamiento hacia dónde había que seguir.

El día que me habían secuestrado, había creído descubrir que yo era el objeto de la impronta de Jacob, que éramos dos almas gemelas, la pareja perfecta del otro. Se suponía que era un amor más allá de lo místico, a prueba de todo, tan eterno como el tiempo. Si era así, ¿por qué Stan me había calado hasta los huesos? ¿Por qué de pronto una vida lejos de él se me antojaba insoportable? ¿Por qué no soportaba ni siquiera la idea de estar sentada a centímetros de distancia de él?, porque desde el instante en que habíamos entrado a la casa, no había permitido que se apartara de mi, llevábamos lo que me parecían horas, sentados en la misma posición, en el mismo lugar y tan cerca como era posible, a pesar de las miradas extrañadas de mi familia o de la mirada furiosa de mi padre en particular.

Tenía miedo de lo que pudiera venir después. ¿Qué iba a suceder cuando Jake se recuperara? ¿Y si no lo hacía? ¿Qué iba a pasar con mi familia? ¿Se rompería el tratado? ¿Tendríamos qué abandonar para siempre Forks? ¿Qué significaba que Stan hubiera venido a Forks a pelear contra los Vulturis? ¿Qué había me había sucedido en esos tres días bajo el control de Awka? Esas y mil preguntas más daban vuelta por mi cabeza sin control.

–Deberías de intentar dormir un poco – pronunció muy bajito contra mi oído, interrumpiendo el tortuoso derrotero de mi pensamientos. Casi podría afirmar que sólo había podido escucharlo yo, pero conociendo el super oído que los vampiros poseían, no estaba tan segura.

–No puedo. Si cierro los ojos, el corazón me late demasiado a prisa y empiezo a ver cosas que realmente quisiera poder olvidar… –En ese momento, un chirrido llamó mi atención. El abuelo había accionado el mecanismo que cubría la entonces existente pared de cristal con una placa de metal. No me había dado cuenta que había empezado a llover, imaginé que habían tenido que recurrir al “sistema de emergencia” (como le decían a la pared de acero) para evitar que el agua entrara a la habitación. De pronto, la habitación me pareció demasiado pequeña, asfixiante. –Siento que me ahogo… necesito aire –me levanté bruscamente.

–¿Hija?

–Estoy bien, mami… sólo necesito tomar aire. Voy a salir un momento al porche…

–No creo que sea una buena idea que estés fuera. Voy contigo.

–No, voy a estar bien… sólo necesito estar un momento a solas… necesito aire.

–Renesmee…

Giré en redondo y con pasos veloces abrí la puerta, dejando que el viento me diera de lleno en la cara, aspirando una profunda bocanada de aire. A mi espalda alcancé escuchar decir a papá, “Dénle un poco de espacio. Lo necesita desesperadamente”. Me acerqué apenas al borde del primer escalón, no era tan tonta como para alejarme de la casa e intentar dar un paseo por el bosque. Jane suelta y furiosa era todo un peligro. Dejé que las gotas de de la lluvia empaparan mi rostro, mientras cerraba los ojos y dejaba que el aire impregnado con el aroma de los árboles y de la tierra mojada llenaran por completo mis pulmones.

Mantuve los ojos cerrados por quien sabe cuanto tiempo, intentando que mi mente se quedara en blanco por lo menos un segundo para no terminar volviéndome loca.

–¿Mejor?

–No en realidad… –dije abriendo los ojos con lentitud para descubrirlo a mi lado, observando la lluvia caer.

–Será mejor que te resguardes de la lluvia si no quieres pescar un resfriado.

–Nunca he tenido uno y no creo que a estas alturas me enferme de eso. –Aún así, retrocedí para protegerme del agua. Me di cuenta que la puerta de la casa se había quedado abierta, supuse que Stan lo había hecho para la tranquilidad de mi familia, para que pudieran vigilarnos. –Debí parecer una loca, con mi pequeño ataque de claustrofobia… Es sólo que hay tantas cosas… me siento agobiada.

–Tu familia entiende que no es fácil para ti. De hecho, no creo que sea fácil para nadie de ellos, sobre todo para tu padre.

–Siento que papá esté siendo algo rudo. Él no es así normalmente, sólo que…

–Lo comprendo perfectamente. Yo también soy padre y si estuviera en su lugar, lo último que quisiera ver es que mi hija termina siendo amiga de un asesino que encima participó en su secuestro.

Torcí el gesto al escuchar lo de “amiga”. Parecía que Stan no tenía tantas dudas ni cosas qué aclarar sobre nosotros. Recordé una conversación que tuvimos una vez:

Necesito que me prometas algo más y en eso voy a ser inflexible.

¿Qué?”, pregunté suspicazmente

“Prométemelo primero”

Está bien, te lo prometo. ¿De qué se trata?

Que pase lo que pase, no te vas a enamorar de mí ni vas a tratar de salvarme

¿Cómo?

No quiero que pongas tu amor ni tu corazón en algo como yo, ni que pretendas salvarme de algo que soy y que no se puede cambiar. No quiero decepcionarte al ver que no consigues aquello que deseas”.

–Me hubiera gustado que los conocieras en otras circunstancias. Me hubiera encantado que los conocieras a todos, contarte sus historias… –la voz se me engrosó al pensar en tía Rose. A ella le hubiera caído bien Stanislav, estaba segura.

–Sí, a mi también me hubiera gustado eso… ¿Sabes? Al verte con ellos, ver a tu familia, me ha dado mucho qué pensar.

¿? –lo miré sin estar segura de entender.

–Verlos me ha hecho preguntarme qué hubiera sido si… –se interrumpió como buscando las palabras adecuadas –No sé, es que de pronto me doy cuenta que si hubiera sabido que era posible vivir de este modo, que era posible el no convertirte en una bestia del todo, tal vez hubiera podido estar con mi hija… tal vez no hubiera tenido que renunciar a ella, tal vez no hubiera terminado envuelto en tanta miseria. Ojalá hubiera adivinado o descubierto por mi mismo que esto es posible…

–Nunca es tarde para intentarlo.

–A un perro viejo no se le pueden enseñar trucos nuevos.

–El tío Jasper vivió a la manera “tradicional” casi un siglo antes de encontrarse con mi familia. No es fácil, pero se puede lograr…

Esperé una respuesta de él, pero se limitó a quedarse callado.

–Aún no puedo creer que estés vivo –dije en un intento desesperado de romper el silencio.

–Bueno, técnicamente no lo estoy –dijo con sorna

–Tonto… –pronuncié esbozando una sonrisa torcida. –Sabes a lo que me refiero.

–Si…–Suspiró profundamente, al tiempo que ponía sus manos en los bolsillos traseros del pantalón– Supongo que debo ofrecerte una disculpa.

–¿Por…?

–Por lo sucedido esa noche. Por hacerte ver la bestialidad con la que podemos comportarnos, por fracasar en el plan para sacarte de Volterra, y porque por ese fracaso Eleazar pagó las consecuencias…

–Hiciste lo que pudiste, trataste de ayudarme y siempre estaré agradecida por eso. Pase lo que pase, todo lo que has hecho por mi jamás podré olvidarlo.

–¿Te arrepientes de algo?

–¿Cómo...?

–Ya sabes… ¿hay algo de todo lo que pasamos de lo que te arrepientas?

Me miró con intensidad, como si mi respuesta fuera importante para él.

–No –pronuncié honesta, sin dudas –Tal vez haya cosas de las que no me siento completamente feliz o que hubiera querido evitar, pero lo que sucedió entre tú y yo… Mentiría si te dijera que me arrepiento porque no es cierto.

–Renesmee, ¿qué voy a hacer contigo? –tomó con cuidado mi mano derecha y acarició suavemente los nudillos con su pulgar mientras me dedicaba una mirada tierna.

–No sé, tenerme paciencia, quererme, aguantarme… hay muchas opciones, aunque para serte sincera, ahora mismo ni siquiera sé que hacer conmigo misma…

–¿Te gustaría?

–¿El qué?

–Una de las opciones que mencionaste fue el quererte, ¿te gustaría que te quisiera?

¿Realmente lo había dicho en voz alta?

–Yo… eee…

–Nessie, ¿podrías venir por favor? –la aparición de mi padre se me antojó casi una intervención divina. Quería hablar con Stanislav, pone las cosas en claro entre nosotros, pero ese no era el lugar ni el momento, no con tantas cosas sucediendo a tal velocidad. –Tu madre está al teléfono con Charlie y quiere que hables con él.

–¿Con mi abuelo? –dije extrañada mientras entraba a toda prisa al interior de la casa sin detenerme hasta llegar al lado de mamá.

–Aquí está, sí… Te la voy a pasar, pero por favor promete no alterarte… Ella está bien… No, no te estoy mintiendo… Papá, sí, te lo prometo… espera, te la paso –mi madre tapó ligeramente la bocina del teléfono antes de pasármelo –Es tu abuelo, quiere hablar contigo, asegurarse de que estás bien.

–¿Supo que desaparecí?

Mamá asintió ligeramente antes de darme del todo el aparato.

–¿Bueno?

–Nessie, ¿eres tú?

–Sí, abuelito, soy yo.

–¡Has vuelto! –Su voz iba cargada de tal emoción que me sentí abrumada por la intensidad –¿Estás bien? ¿Dónde has estado?, ¿Cómo regresaste?, ¿Por qué te llevaron?, ¿Quién fue?

–Abue, abue… –dije tratando de frenar un poco el aluvión de preguntas –Estoy bien, regresé esta noche. Es una larga historia, pero lo importante es que al fin estoy en casa.

–Te extrañé mucho, Nessie.

–Y yo a ti –y era cierto. Aún y cuando apenas había tenido un par de destellos de mi pasado en los días que estuve con los Vulturi, en dichos destellos había estado el rostro de mi adorado abuelo Charlie y su recuerdo me había provocado una sensación de anhelo. –Te quiero mucho, abuelito.

–No más que yo… Quiero verte, comprobar que estás bien.

–Te prometo que voy a ir a tu casa en la mañana.

–¿Por qué no vienen ahora? Si no fuera porque tu madre es una mandona y no me deja poner un pie fuera de la cama, en estos momentos estaría en camino a verte.

¿Qué quería decir el abuelo con lo de que mamá no lo dejaba poner un pie fuera de la cama? ¿Qué más había pasado en mi ausencia?

–Es… es de madrugada, tienes que dormir y…

–¡Tonterías! Son las cinco y media de la mañana, a esta hora suelo despertarme. Además, con lo que pasó con los chicos de la reserva… Supongo que tú tampoco has podido pegar un ojo en toda la noche por eso. ¡Que desgracia!

Me quedé trabada, sin saber qué decir. No sabía qué tanto y cómo se había enterado mi abuelo de lo sucedido con los quileutes, pero lo que me había dejado paralizada era el tono lastimero con el que había pronunciado “qué desgracia”.

–¿Nessie? ¿Estas ahí?

–Sí… este… sí. Lo siento, es…

–Comprendo cómo debes sentirte. Espero que Jacob salga bien de esa operación; según lo que me dijo Sue, parece que es muy riesgosa…

El piso pareció moverse descontroladamente bajo mis pies y si no hubiera sido por mi padre que apareció en un parpadeo a mi lado, hubiera caído estrepitosamente contra el suelo. Mamá agarró el teléfono y musitó un par de cosas más, no le presté demasiada atención, pues mi mente estaba en eso de la operación de Jake.

–¿Qué sucede? –preguntó la tía Alice.

–Jacob, al parecer sus heridas son tan graves como lo imaginamos –contestó papá por mi. Debió de escuchar en mi cabeza la conversación que había tenido con el abuelo Charlie.

–Nena, ¿estás bien? –mamá ya había dado por terminada la llamada, y por la forma en que fruncía el ceño noté su preocupación por mi.

–Sí, estoy bien… ¿el abuelo te dijo algo más sobre Jake? –dije casi con desesperación.

–No sabe mucho. Sue le llamó para contarle que los chicos habían sufrido un accidente en la carretera donde Sam, Embry y Colin perdieron la vida, mientras Jacob había quedado gravemente herido y Seth había salido con un brazo roto. Por eso me llamó tu abuelo, pensó que debíamos saber lo que estaba sucediendo.

–Mencionó que estaban operando a Jake, supongo que está en el hospital… –pronuncié prácticamente para mi misma –Tengo que ir allá, tengo que saber qué es lo que está pasando.

–No creo que sea buena idea, escuchaste a Paul –me recordó papá.

–¡Al diablo con Paul! Me estoy volviendo loca sin saber cómo están Jake y Seth; la culpa, la angustia me están matando…

–Nena, el abuelo me pidió que fueramos a su casa ahora mismo –dijo mamá suavidad – Podemos ir y tal vez por medio de él podamos saber más, sin exponernos a un enfrentamiento con los chicos…

–Vamos entonces –dije presurosa. A mi tampoco se me antojaba iniciar una guerra contra nuestros viejos amigos, pero tampoco podía aguantar más sin saber qué estaba pasando con Jacob. Mi pobre Jacob.

Mamá encaminó sus pasos hacia la puerta que llevaba al garaje de la casa y me dispuse a seguirla. Apenas si había dado un par de pasos cuando vi a Stan y a Neema parados uno frente al otro con el gesto serio. A primera vista, daba la impresión de que se limitaban a mirarse mutuamente, pero fijando bien la mirada, se podía observar el rápido y discreto movimiento de sus labios.

–¿Qué sucede? –dije al tiempo que me acercaba a ellos.

–Neema se va.

–¿Por qué?

–Ya no me necesitan aquí –respondió ella – Además, Jane está suelta y enfurecida, y lo más seguro es que termine regresando con los Vulturi en busca de refuerzos para la revancha. Tengo que regresar a casa a proteger a lo mío.

Me pregunté a qué se referiría con lo de “regresar a casa a proteger lo mío”, pero preferí guardarme mis dudas. Mi madre me esperaba par ir a casa del abuelo. Tal vez más tarde podría inquirirle a Stanislav qué había querido decir su amiga.

–Entonces, ¿vienes conmigo o no? –preguntó ella desviando la mirada hacia Stan.

–¡No! –constesté yo a la vez que le miraba también. –Quédate, por favor…

–Renesmee…

–No puedes irte, no puedes dejarme nuevamente –apreté los dientes con tensión al hablar. Sabía que sonaba patéticamente desesperada, pero no podía evitarlo. Cuando creí que había muerto, el dolor había sido insoportable; no me creía capaz de pasar por eso una vez más.

Stan mi miró detenidamente, con una especie brillo cuyo significado supe descifrar. O mejor dicho, al que no quise ponerle nombre para no crearme falsas ilusiones.

–Quieres que me quede? –preguntó al fin

–Sí… tenemos que hablar.

–Nena, ¿vas a venir? –al voz de mamá llegó desde las escaleras del garaje.

–¡Si, ya vooooy! –respondí a todo pulmón –Stan, tengo que ir a ver a mi otro abuelo, mi abuelo humano –Stan frunció el ceño entre confundido y asombrado – Luego te explico… ¿vas a estar aquí cuando regrese?

–Si es lo que quieres.

–Sí, eso quiero. Promételo, júrame que aquí estarás cuando regrese.

–Renesmee…

–Prométemelo.

–Te prometo que aquí estaré.

–Bien… –Giré el rostro hacia Neema. Por un momento había olvidado que estaba junto a nosotros. Parecía bastante divertida observándonos –Neema, gracias por todo. Ojalá pudieras quedarte más tiempo, pero entiendo que tengas que irte.

–No tienes nada qué agradecer. Creeme, había esperado bastante tiempo por una oportunidad así… –las palabras de Neema iban despertando mi curiosidad cada vez más. Su historia empezaba a intrigarme. –Entonces, hasta luego –dijo y me abrazó suavemente mientras susurraba muy por lo bajo contra mi oído “recuerda lo que te dije aquella noche en tu habitación. No dejes que el viejo y atormentado Stanislav regrese”.

Con un rápido movimiento, tanto que parecía un acto de magia, salió disparada hacia el exterior de la casa. Esperaba volver a verle alguna vez, con todo y que la vampiresa de aspecto de diosa de ébano me intimidaba un poco.

–¡Neeeessie! –volvió a gritar mamá. Ella rara vez me llabama por mi apodo infantil, y cuando lo llegaba a utilizar era únicamente cuando empezaba a perder la paciencia.

–Tengo que irme… ¿No te importa quedarte aquí? Papá…

–No pasa nada. Al parecer, tengo aliados en tus tíos Jasper y Alice –esbocé una mueca lo más parecida a una sonrisa. Durante un momento de la noche, el tío Jasper le había dado las gracias a Stan por ayudar a tía Alice durante la pelea. El que hubiera sacado a mi tía sana y salva del ataque de los Vulturi, había sido má que suficiente para que se ganara el agradecimiento eterno de mi tío. –Ahora, ve, antes de que tu madre pierda la poca paciencia que me tiene…

–Ok… recuerda, prometiste que vas a estar aquí.

–Sí, te estaré esperando.

Sonreí y giré en redondo para alcanzar a mamá en el garaje. Pero antes de dar un paso siquiera, recordé algo.

–Mentí –dije mirándolo nuevamente.

–¿De qué hablas?

–Cuando me preguntaste que si me arrepentía de algo de todo lo que había sucedido entre nosotros. Y sí, hay algo de lo que me arrepiento.

–¿El qué? –preguntó secamente con su voz profunda.

–Me arrepiento de no haberte dicho cuánto te amo.

Abrió lo ojos sorprendidos. De hecho, yo misma estaba sorprendida por atreverme a decírselo, pero había perdido tanto, había pasado por demasiadas cosas que me habían abierto los ojos. Era una tontería guardarse los sentimientos por un estúpido sentido del orgullo.

–No me respondas nada –dije sellando sus labios con mi mano –ya habrá tiempo después. Sólo necesitaba decírtelo.

Stan me hizo caso, no dijo ni una palabra, pero en respuesta me besó con intensidad. Un beso rápido, pero tan vehemente y significativo que me dejó temblando hasta la última terminal nerviosa de mi cuerpo.

Medio aturdida corrí hacia el garaje, lo último que deseaba es que mamá subiera por mí y me llevara prácticamente a rastras hasta el auto. Iba algo atontada que ni siquiera me detuve a reparar del todo en las miradas asombradas de mi familia, que habían sido espectadores de mi momento con Stan. Pero eso, tendría que esperar para después, había otras cosas más urgentes.


Estuvimos en casa del abuelo hasta casi las nueve de la mañana, justo cuando la enfermera que se encargaba de cuidarlo en las mañanas hizo su arribo. Mamá me había contado que el abuelo había sufrido un pre-infarto y aunque ya estaba mejor, aún tenía que estar en constante vigilancia, siguiendo una dieta estricta y específica. Cuando vi a mi abuelo me sorprendí encontrarlo más canoso, como si hubiera envejecido unos diez años en mi ausencia; me pregunté si mi madre no me estaría ocultando la gravedad de su salud cuando me dijo que había contratado a dos enfermeras para que lo cuidaran, por turnos, las 24 horas del día.

Mamá iba todos los días a visitarlo, era la única de los Cullen que podía hacerlo, pues según sus palabras, había cambiado tanto físicamente que la gente lo achacaba al paso del tiempo, aún cuando su cuerpo se había detenido en la perfección de los diecinueve años. Papá apenas si había podido ir a visitar a mi abuelo un par de veces al igual que el resto de la familia. Tenían que tener demasiada precaución, pues corrían el riesgo de que alguno de sus viejos conocidos en el pequeño Forks les reconociera y pudiera empezar a sospechar el por qué no habían cambiado nada después de tantos años.

–Vaya, no puedo creer todo lo que tuvieron que pasar por mi culpa… –suspiré mientras veía con desgana a través del cristal de la ventana del auto. Mamá conducía a una velocidad humanamente moderada, pues decía que mientras estuviéramos en Forks, teníamos que respetar las leyes del tránsito, tal y como se esperaría de la familia del jefe Swan.

–Deja de culparte, por favor, todo lo que ha sucedido, no ha sido responsabilidad tuya; has sido una víctima más en este macabro juego de Aro. No cabe duda que eres hija de tu padre, cargando culpas que no debes…

–Mamá…

–Nena, sé que esto no es fácil para ti, de hecho, no lo es para nadie, pero tienes que parar de pensar que la muerte de Rose, de Eleazar y del resto de nuestros amigos son culpa tuya. Tu padre está demasiado preocupado por ti.

–Así que papá se ha dado varias vueltas por mi cabeza –dije poco sorprendida. Era algo que esperaba por parte de mi padre, estaba en su naturaleza.

–No te molestes con él

–Y no lo estoy, sé que lo hace porque se preocupa por mí, porque me quiere… pero también me gustaría que no se hubiera enterado de ciertas cosas.

–¿Te refieres a ese chico, Stanislav?

Me sentí enrojecer mientras mamá hacía alto al ponerse en rojo uno de los tres semáforos de la ciudad. El mismo donde había chocado accidentalmente y Awka había aprovechado para hablar conmigo por primera vez. Al recordar al malvado semivampiro de fríos ojos azules no pude evitar estremecerme de miedo y repulsa.

–Hija, sabes que me gusta respetar tu privacidad –siguió mi madre al ver que no contestaba –Lo último que quiero es ser la típica madre “métome-en-todo”, pero…

–Pero quieres saber qué hay entre Stan y yo.

–Sí. Es obvio que no son simplemente amigos, ¿qué sucede entre ustedes dos?

Buena pregunta, pero sin una repuesta cien por ciento segura. Porque tenía que hablar con Stanislav, despejar el montón de cosas que había entre nosotros. Sabía lo que sentía por él, pero lo cierto es que el amor es cosa de dos y aunque le había dicho que lo amaba, lo cierto es que no sabía si él se sentía de la misma manera por mí.

–Es… es complicado. Aún tenemos cosas de qué hablar.

–Pero lo quieres. –la miré con los ojos abiertos como plato, ¿cómo sabía eso? –Es obvio, nena. Alguna vez yo también fui demasiado joven y demasiado intensa a la hora del amor… –suspiró levemente antes de girar con cuidado el volante para esquivar un auto estacionado en doble fila –¿Y Jacob?, ¿dónde encaja él en todo esto?

–Oh… mamá, sé que es tu amigo, sé que le debemos mucho, pero… yo…

–¿Dejaste de quererlo? Si mal lo recuerdo, jurabas que no habría nadie más aparte de él, que él sería al único que amarias para siempre, ¿qué pasó con eso?

– No es como que de un plumazo hubiera borrado a Jacob. Lo quiero, me importa y… sólo que todo es complicado, es como si tuviera el corazón dividido y tuviera que deshacerme de una de esas partes porque juntas no pueden existir. Jacob es alguien importante para mí, significa mucho, es solo que… no sé, sólo que no esperaba que alguien como Stanislav apareciera en mi vida y me calara tan hondo. Mami, no sé que vaya a pasar a continuación, pero lo último que quisiera es te enojaras conmigo si al final Jacob y yo no estábamos destinados a estar juntos. Es tu amigo y sé cuanto lo quisiste, o mejor dicho, cuánto se quisieron… –no pude evitar tocer el gesto. No solo había recuperado mi memoria, sino también los recuerdos de los demás que había ido añadiendo a mi colección de “recuerdos ajenos”. A pesar de todo, aún me incomodaba que Jacob alguna vez hubiera amado a mi madre de un modo que casi rayaba la locura.

–Renesmee, sí, Jacob es mi amigo, ha sido parte importante de nuestras vidas durante mucho tiempo, pero tú eres mi hija y lo que más me importa en esta existencia es tu felicidad, sea quien sea, un vampíro, un licántropo, un humano o un alien, no importa, mientras seas feliz eso basta para ser feliz yo también. –Mamá aparcó el auto y apagó el motor. Por fin habíamos llegado al hospital de Forks. Había insistido tanto para que me acompañara a averiguar como estaban Jacob y Seth, que al final había accedido, pues incluso había amenazado con venir sola si ella no quería acompañarme. –Lo único que te pido es que no tomes una decisión apresurada y de la que te puedas arrepentir después. Aún eres muy jóven, tienes toda una eternidad por delante para comprometerte con alguien; no ha sido fácil lo que has vivido, lo que hemos tenido qué pasar y situaciones así nos hacen querer vivir demasiado a prisa por temor a perder aún más si dejamos correr el tiempo.

»Date tiempo para pensar las cosas, para ponerlas en perspectivas. Tal vez Stanislav sea tu destino, tal vez sólo estás confundida… ¿Sabes lo que es el Síndrome de Estocolmo? –asentí rápidamente –Tu padre y yo creemos que tal vez puedas estar experimentándolo…

–¿De verdad? –dije con sarcástica sorpresa. ¿Realmente mi familia reducía mis sentimientos por Stan a un mero padecimiento sicológico? No sabía si sentirme incrédula o insultada. –¡Mamá!

–No estoy queriendo descalificar lo que puedas o no sentir, sólo tú puedes conocer lo que en realidad guarda tu corazón. Sólo digo que no descartes la posibilidad de tomar las cosas con calma, de estar segura de que no has confundido las situaciones. Después de todo, a Stanislav lo conoces hace muy poco y lo hicieron en circunstancias excepcionales… Date tiempo y dáselos a ellos también… En fin, ¿estas segura de que quieres entrar? Podemos regresar a casa si quieres. –no nos habíamos bajado aún del auto, ni siquiera me había desabrochado el cinturón de seguridad. Tenía nervios, sentía el estómago encogido de la aprensión, pero asentí con decisión antes de abrir la puerta y disponerme a bajar del Maserati GranTurismo S gris de mamá.

Mamá y yo bajamos del auto. Entrelazó su mano con la mía y avanzamos al interior del hospital de Forks, donde años antes el abuelo Carlisle había trabajado. A pesar de que el día había amanecido lluvioso y gris, como cualquier otro día en Forks, mi madre llevaba unas enormes gafas que le tapaban casi medio rostro. Cualquiera que nos viera, nos confundiría con hermanas, o mejor dicho, con la hermana pobre y la hermana rica de una familia, pues si bien mamá iba vestida informalmente con unos simples jeans y un suéter azul marino de casimir, parecía salida de un anuncio de Abercrombie & Fitch, mientras yo tenía una pinta espantosa, con el pelo algo enmarañado y unas profundas ojeras que delataban la espantosa noche en vela que había tenido. Antes de salir de casa del abuelo Charlie, me había lavado la cara, esperando mejorar un poco mi apariencia.

No estaba segura si en la recepción nos darían algún tipo de información acerca de Jacob y Seth, es más, dudaba que siquiera nos dieran el número de sus habitaciones.

–Mamá, ¿cómo podremos…?

–Ven –empezó a caminar con paso decidido, interrumpiendo mi pregunta. Recorrimos los pasillos sin que alguien nos detuviera o se molestara en darnos más de un segundo de su atención, guiadas por el efluvio tan característico de la manada. Nos detuvimos en una especie de sala de espera, ocupada únicamente por cuatro personas: Billy Black, su hija Rachel, Leah y Sue Clearwater. Para mi alivio, no había rastro de Paul, el integrante con el peor genio de la manada. Sus amenazas aún retumbaban en mis oídos.

La primera en vernos fue Leah, quien con gesto feroz se puso de pie para encararnos.

–¡Qué demonios están haciendo aquí! Fuimos bastante claros que no los queríamos cerca, que tenían qué mantenerse apartados de nuestros caminos.

–Leah, por favor… –intervino Billy, quien en su enjuto rostro se veía la tristeza y la mortificación que estaba sintiendo. –No es el lugar ni el momento.

–Billy, todo esto es culpa de ellas. Tienen qué irse, es una burla que sigan aquí, fingiendo preocupación, tratando de ocultar la clase de monstruos que son…

–Leah, si estamos aquí es porque nos preocupa lo que suceda con ustedes. Hemos sido amigos demasiado tiempo, Jacob siempre ha sido mi mejor amigo, casi un hermano.

–¿Y de qué le ha servido eso? Lo único que ha conseguido es acarrear desgracias a su vida y a la del resto de nosotros. –cada una de las palabras de Leah eran como un dardo envenenado de odio y resentimiento.

–Billy –pronuncié lastimosamente mientras me acercaba hasta ponerme en cunclillas, a la altura de su silla de ruedas –por favor, ¿cómo está Jacob?

–Estamos esperando a que salga de cirugía. Las heridas de su espalda… –la voz del viejo lider de los quileutes se engrosó, haciendo que la culpa creciera a nuevas proporciones en mi interior.

–No te desgastes dándole explicaciones, ella sabe lo mal que está, fue quien lo atacó.

–¡Leah! –la amonestó mi madre

–¿Es cierto eso? –preguntaron al únisono Rachel y Billy sorprendidos. Agaché la mirada, avergonzada, pues a pesar de cualquier justificación que pudiera dar, la verdad es que yo era la responsable del estado de Jacob.

–Todo tiene una explicación, Billy, Rachel… –intervino mi madre, tratando de mediar la tensión.

–¡No hay mas explicación que al fin se muestran como los monstruos que son! Hace nueve años temíamos que fueras una cosa maligna, capaz de acabar con todo aquello que se pusiera frente a ti, y resulta que al final fue verdad. Pobre de Jacob, que arriesgó su vida, su familia, a su pueblo por defender a una aberración como tú.

–Leah, no voy a permitir que insultes a mi hija o a mi familia. Entiendo su dolor, nosotros también perdimos a Rose esta noche, pero no voy a dejar que descargues tu furia en Renesmee…

–¿Todo bien por aquí? –una voz femenina interrumpió la tensa escena. Levanté la mirada y me encontré con la menuda figura de una mujer enfundada en un traje verde agua, como los que había visto alguna vez en los cirujanos de una serie de televisión. Había algo en el rostro de la mujer que se me antojó familiar, pero no sabía el qué. Tal vez la había visto en la reserva, pues su tono de piel y sus rasgos eran característicos a los de las chicas quileutes.

–Emma, ¿cómo está mi hijo?

–Billy, voy a ser honesta contigo. La herida de la espalda de Jacob fue seria, hicimos todo lo que estaba en nuestras manos. Sea lo que sea con lo que se hirió, le cercenó uno de los nervios de la espina dorsal, una herida T-4 Asia C. Tenemos que esperar a que despierte para poder evaluarlo mejor, pero ten por seguro que lo que viene no es fácil

.–¿El no va a…? –Billy miró sus piernas, inhertes desde hacía demasiado tiempo. Entendimos su pregunta, su miedo. –No quiero que mi muchacho termine como yo…

–Va a ser una recuperación demasiado larga y dolorosa. Tendrá que seguir una terapia, poner mucho de su parte para recuperarse… –al mirarla con detenimiento, noté cierta tristeza en su mirada. –Billy, te prometo hacer todo lo que esté en mi mano para ayudar a Jacob… será mejor que regrese, tengo que revisarlo yo… –pronunció con cierta complicidad. ¿Sería posible que supiera el secreto? Si era así, ¿cómo…? Era algo que sólo los miembros de la manada sabían, algo que compartían únicamente con el objeto de su impronta –Tía Sue, en cuanto termine con Jacob, voy a darle un vistazo al primo Seth.

–Gracias, Emma.

La menuda doctora desapareció tras un par de puertas abatibles.

–Papá… vas a ver que todo saldrá bien. Jacob es joven, fuerte, lo va a lograr.

–Rachel, no quiero que mi hijo termine sus días, atado a una maldita silla como yo… No podría soportar verlo condenado a un futuro así.

–¿Y bien? ¿Qué vas a hacer ahora, Nessie? –Leah pronunció mi apodo con acidez – ¿Cuándo piensas decirle a Jacob que lo vas a dejar por un maldito chupasangres? ¿O vas a escoger la salida cobarde y simplemente desaparecer, sin darle la cara? Vas a abandonarlo después de dejarlo inválido. Claro, no puedes estar al lado de alguien que ya no sea perfecto.

Escuché el jadeo de sorpresa de Rachel y Billy.

–Leah, no es así…

–¿Qué? ¿Acaso no escuché a la sanguijuela decir que tú y ese… ese tipejo que llegó al final eran novios? Vamos, niégalo, di que entre ustedes no hay nada. Era más que evidente, todos nos dimos cuenta, vimos la forma en que te pegabas a él, aún y cuando Jacob estaba ahí tirado por tu culpa.

–¿Es cierto eso? ¿Vas a dejar a mi hijo?

–Billy, yo… no es lo que creen.

–Por favor, no acosen así a mi hija… han sido horas demasiado largas y duras para todos...

–Creí que la impronta era indestructible, irremediable –susurró Rachel a su vez –¿cómo puedes hacer algo así? ¡Vas a matar a mi hermano del dolor!

–Claro, vas a terminar lo que no pudiste con esos cuchillos. Pobre Jacob, otra vez eligió mal; parece que su destino en esta vida es servirle de juguetito a las Swan. De tal madre, tal hija…

–¡No te permito que insultes a mi madre! –le gruñí –Sé que estás sufriendo, pero eso no es una excusa para descargar en nosotros el dolor por la muerte de Sam.

–¡No te atrevas a pronunciar su nombre siquiera! ¡Maldita seas!, ¡maldigo el día que naciste!, ¡maldigo el día que tu madre decidió venir a Forks! ¡Si no hubiera sido por ella, nada de esto estaría pasando! ¡Ustedes han destuído mi vida dos veces, me han arrancado la felicidad nuevamente! –por el rostro de Leah empezaron a correr ríos de lágrimas de rabia y dolor –Ustedes nos han condenado a todos, nos han vuelto unas abominaciones…

–¡Basta Leah! No es el momento ni el lugar para recriminaciones.

–Lo siento, Billy, pero es la verdad. Nos hemos callado demasiado tiempo, ya no puedo más… Jacob ha sacrificado demasiado por ellas, nos ha sacrificado a todos, nos ha arrastrado a una vida demasiado dura y sombría, ¿y todo para qué? Le han pagado mal, con ingratitud y traciones.

» Esta noche, dos niños se han quedado sin padre; unas madres lloran a sus hijos, ¿qué sigue después? Mientras Jacob siga atado a ellos, nuestras vidas también lo estarán. Y si Jacob se recupera y decide seguirla, a pesar de su traición, él sigue siendo el líder legítimo, seguiremos arrastrados en el mundo de pesadilla. Y aunque no quieras reconocerlo, el que Jacob se haya largado, dándole la espalda a su verdadera familia, a su pueblo y a sus tradiciones, eso casi acaba contigo…. Empiezo a preguntarme si esto de la impronta realmente vale la pena tanto sacrificio.

No supe que responder, sabía que Leah tenía razón. Jacob había dado demasiado, era el único que realmente se había sacrificado una y otra vez por mí, por nosotros.

–Si alguna vez quisiste aunque fuera un poco a Jacob, lo mínimo que podrías hacer por él es largarte. Si no puedes amarlo como se merece, si no puedes compensarle todo lo que ha hecho y dado por ti, vete, déjalo buscar su felicidad y a nosotros permítenos vivir en paz.

Tenía un enorme nudo en la garganta, provocándome una sensación de ahogo. Nos quedamos callados, con las duras palabras de Leah aún retumbando en el ambiente.

–Será mejor que nos vayamos –pronunció mi madre tomándome con firmeza por el antebrazo, en señal de que esperaba que no pusiera resistencia e insistiera en quedarme –Billy, realmente siento todo lo que ha pasado, sabes cuánto quiero a Jacob, ustedes siempre han sido como una familia para Charlie y para mi. Me duele mucho todo esto…

Billy guardó silencio, limitándose a endurecer su expresión. Era evidente que no nos querían ahí a mi madre y a mí.

Dejé que mamá prácticamente me arrastrara por los pasillos. Yo estaba demasiado ensimismada, las palabras de Leah habían calado hondo en mi conciencia.

–Espero que no hayas creído ni una sola palabra de lo que dijo Leah. Ni tú ni nadie tiene la culpa de lo que ha sucedido. O en todo caso, es culpa de la ambición de Aro…

–Mama, ¿podemos ver a Seth, por favor? –dije, ignorando las palabras de mamá.

–Nena, no creo que sea buena idea…

–Por favor, sólo un momento. Ya estamos aquí, y solo quiero ver que esté bien. Es lo mínimo que se merece después de ayudar a la abuela Esme.

–Está bien –aceptó mi madre nada más recordar que la abuela no hubiera tenido ni una sola oportunidad en la batalla si no hubiera sido por Seth –Vamos a buscarlo.

No fue difícil encontrar la habitación donde estaba el pequeño de los Clearwater. Con un poco de persuasión al estilo Cullen con uno de los enfermeros, mi madre consiguió el número del cuarto donde estaba.

Seth estaba recostado sobre una cama, con los ojos cerrados. Noté que tenía un leve moretón en el pómulo izquierdo y que la mano drecha estaba completamente escayolada y reposando sobre un cabestrillo. Fuera de eso, parecía tan sano y fuerte como siempre.

–Parece que esta dormido. Será mejor que lo dejemos descansar –susurró mamá bajito.

–No estoy dormido –dijo con voz ronca y pastosa Seth, abriendo lentamente los ojos –Sólo descansaba los párpados… Parece que después de tantos años durmiendo a pierna suelta, por fin el insomnio me ha hecho su presa.

–Lo siento, no queríamos molestarte. Sólo queríamos saber cómo estas.

–He estado mejor, pero no me puedo quejar, Bella. Esto es nada en comparación a lo que me puso haber pasado. –Seth esbozó una sonrisa triste.

–Seth, perdóname… de verdad lo siento mucho…

–¿Qué tengo que perdonarte, Nessie? Esta noche hemos perdido a muchos que amábamos… Siento lo de Rosalíe.

–Debes odiarme por lo que hice con Jacob… esta grave y por mi culpa

–Hija, por favor.

–Es la verdad mamá.

–Nessie, te conozco y sé que si enfrentaste a Jacob, fue por una razón. Algo debió suceder para que lo hicieras…

–¿No crees que lo hiciera a propósito?

–No, pequeña, claro que no… Sé cuanto amas a Jacob y sé que en tus cinco sentidos jamás le harias daño a propósito. Y lo mismo que tu familia –desvió la mirada hacia mi madre – sé que ustedes son tan víctimas como nosotros en todo esto.

–Parece que eres el único que lo cree así. Paul y Leah fueron bastante claros al culparnos.

–No es fácil para nadie, el dolor a veces hace decir cosas que en realidad uno no piensa o siente… Paul siempre fue muy allegado a Sam y mi hermana… –Seth suspiró profundamente, y el esfuerzo le hizo poner una leve mueca de dolor. Me pregunté si tendría además algún par de costillas rotas también. –Les cuento esto para que entiendan el dolor de mi hermana; no quiero que se sientan culpables, son cosas que pasan… Anoche, Sam le había propuesto a Leah intentar ser una familia. Hace mucho tiempo, ellos se habían amado, no de la misma forma en que Sam amó a Emily, pero sí lo suficiente para ser felices y desear en su momento casarse y pasar la vida juntos… Leah siempre quiso ser madre y con esto de ser lobos, su sueño se frustró. La vida parecía darle una nueva oportunidad con los hijos de Sam y Emily, los niños ya le dicen “mami”… Mi pobre hermana creyó que al fin la vida le estaba comensando tantas amarguras, que por fin iba a ser su oportunidad de ser feliz al lado del que siempre fue el amor de su vida. Y pasa esto, Sam muere y Leah… –la voz de Seth se engrosó de emoción. –Sé que está de más pedirles que no permitan que Leah se entere que les he contado esto, pero quiero que la comprendan. Perder dos veces su más preciado sueño, y esta vez de forma definitiva ha sido devastador, aunque trata de ser fuerte por mamá y por los hijos de Sam.

–Gracias por contárnoslo, Seth… Pobre Leah. –dijo mi madre. En eso, su teléfono celular empezó a sonar insistentemente. Se disculpó rápidamente y salió de la habitación para atender la llamada, dejándome a solas con mi viejo amigo.

–¿Es verdad?

–¿Qué cosa?

–Que el vampiro que hizo “flotar” a mi hermana es tu novio

–Oh… lo escuchaste también.

–Ya sabes que en fase, podemos oir y ver lo mismo que el resto de la manda… Entonces, ¿es verdad? ¿Te has enamorado de otro?

Desvié la mirada, avergonzada.

–¿Y Jacob? ¿Has dejado de amarlo?

–No es tan sencillo… es complicado.

–Vaya… –dijo con una mueca burlona –parece que después de todo, algunas leyendas del pueblo sí tienen sus fallos.

–Lo dices por lo de la impronta.

–Sí, bueno, es que se suponía que era algo asi como una sentencia divina, algo imposible de romper. Es la primera vez que sé de alguien que decide abandonar sin más a su alma gemela.

–No voy a abandonar a Jacob.

–¿Entonces? ¿Vas a dejarlo a él? –preguntó extrañado – Porque, chica, sinceramente ustedes parecían demasiado…, no sé cómo describirlo, pero era evidente.

–¿Me odiarías si eligiera a Stanislav?

–¿Odiarte? ¡Claro que no!, eres mi amiga… bueno, Jacob es como mi hermano y no me gusta la idea de verlo sufrir, pero los quiero a los dos y lo único que importa es que sean felices, juntos o por separado. Si tu corazón no está con él, no se pueden forzar las cosas, por más que la impronta diga lo contrario… ¿Puedo pedirte algo?

–Claro.

–No lo destruyas, ¿quieres? No importa a quién elijas, yo sé que Jacob será feliz al ver que tú lo eres. Si ese Esteban…

–Stanislav –corregí

–Como sea, si él es el indicado, díselo sinceramente a Jacob, no trates de maquillarle la verdad pensando en no hacerle daño. La mentira, por más piadosa que creas que sea, es lo que realmente lo destruiría. Sea lo que sea que decidas, sé honesta con él.

–Nena, es hora de irnos –pronunció mi madre, asomando la cabeza por la puerta entreabierta –Hay que dejar descansar a Seth.

–Gracias por pasar a verme, no todos los días las chicas más guapas de Forks tocan a mi puerta –pronunció sonriendo Seth. Agradecía tener un amigo como él, alguien de corazón tan noble y puro. Esperaba que pronto encontrara alguien que lo hiciera feliz, tal y como se lo merecía.

Mamá y yo nos despedimos de él, prometiéndole que cuando las aguas se calmaran un poco, regresaríamos a verle.

–Puedo decirle a Emma que las deje pasar sin que mamá o mi hermana se enteren.

–¿Emma?

–La doctora Emma Young, es la hermana menor de Emily. Es ella quien se está encargando de mí y de Jacob… Ningún otro doctor puede hacerlo, o de lo contrario descubrirían nuestro secreto.

–¿Ella sabe lo de…?

–Sí. Es una larga historia, pero en síntesis, cuando murió Emily, ella vino, Sam perdió el control y entró en fase delante de Emma… Es un poco como Charlie, dice que no quiere saber ni los detalles ni la historia completa, le basta con saber que hay cosas que a veces se escapan de la ciencia.

Nos despedimos al fin. Una vez en el pasillo, camino a la salida principal, noté que mi madre llevaba una pequeña bolsa de papel color café.

–¿Y eso? –dije extrañada.

–Oh, aproveché para ir a la farmacia de enfrente cuando salí de la habitación de Seth.

–¿A la farmacia? ¿Para qué? –no le encontré caso, no es como que alguien de la familia pudiera necesitar banditas para las heridas o aspirinas.

–Toma, ábrela –me la entregó, algo incómoda. De pronto tuve la sensación de que no me iba a gustar nada el “regalo” de mamá. Con una sonrisa nerviosa, abrí la bolsa, metí la mano y levanté las tres cajitas alargadas que había en el interior, con la intención de leer las etiquetas. Nada más lee la primera, casi me voy de espaldas. –¿Tres? ¿En serio? ¿Por qué…?

–Para estar seguros… Tu abuelo no tiene a la mano lo necesario para hacerte la prueba y obviamente no podemos dejar que alguien más te saque sangre y la analice –enunció mi madre en voz baja, mirando de un lado a otro para asegurarse de que nadie pudiera estar escuchándonos.

–Pero, ¿tres? –repetí incrédula. No sabía si me había sorprendido más el que mi propia madre me estuviera entregando las pruebas caseras de embarazo o que haya comprado tres para estar segura del resultado… –¿de quién fue la idea? ¿De papá?

–Hija, por favor. Estamos preocupados por ti, y bueno, tu padre... “escuchó” accidentalmente que tal vez…

–¿Accidentalmente? –pronuncié sarcástica –Por favor, ha estado merodeando en mi cabeza y en la de Stan toda la noche…. –sentí que me ponía roja por completo. ¡Qué bochornoso que mi padre supiera de mi vida íntima! ¡Con razón no había hecho más que mascullar y gruñir cada cinco segundos al verme junto a Stanislav –No puedo creerlo…

–Entiéndenos. Si estás embarazada, bueno, eso cambia muchas cosas… Tenemos que tomar precauciones.

–¿Precauciones? ¿Me pedirían que no tuviera al bebé? –me estremecí y torcí el gesto, recordando lo que había sucedido cuando descubrí que la mitad de mi familia, incluyendo mi padre, habían querido evitar que yo naciera. Cabía la posibilidad de que si estaba embarazada, el niño fuera de Awka, si es que él… no, ni siquiera podía pensarlo. Por mi salud mental, iba a tener que guardar en mi “cajita de miedos” las dudas sobre lo que Awka pudo haber hecho o no conmigo durante esos tres días. Él era el único que podría haberme dicho la verdad y estaba muerto, así que si quería seguir adelante sin volverme loca, tenía que hacerme a la idea que no había tenido oportunidad de abusar de mí. Por otro lado, era más probable que el padre de mi hijo fuera Stanislav, y más que miedo, lo que me provocaba esa idea era una especie de vuelco en el corazón.

–No, jamás podría pedirte algo como eso. Sólo que, bueno, tú sabes cómo tuvo que ser para mí al final, y en tu caso… no sabemos que tal te irían las cosas. Tal vez vaya a ser necesario convertirte, y va a costar convencer a tu padre de ello.

–Vaya, esto de ser de las pocas de mi… clase deja demasiados huecos sin responder. –suspiré resignada –Está bien, pero no pienso hacerme las pruebas en casa. Ya es bastante malo que tú y papá estén tan enterados de mi vida sexual –mamá encogió los hombros y entrecerró los ojos, incómoda al escuchar la expresión –no quiero que el resto sea testigo de esto… Vamos al baño que está junto a la recepción del hospital.


El viaje de regreso lo hicimos en silencio. Agradecí que mamá no intentara rellenarlo con cháchara insustancial.

“¿Cuándo piensas decirle a Jacob que lo vas a dejar por un maldito chupasangres?

Sólo tú, Jacob Black

No quiero tener más hijos… no pienso volver a pasar por eso nunca más

Vas a abandonarlo después de dejarlo inválido. Claro, no puedes estar al lado de alguien que ya no sea perfecto

Renesmee, ¿quieres ser mi novia? ¿quieres tratar de quererme de la misma forma que te quiero yo?

La impronta es irrompible, tan fuerte y duradera como el mismo tiempo… dos almas gemelas, el verdadero amor

Mientras estés con uno, el otro seguirá presente en tu vida, no podrás separarte de él… veo tres hijos en tu futuro, dos niños y una niña, que al igual que tú, serán muy especiales

No lo destruyas, ¿quieres?… Sea lo que sea que decidas, sé honesta con él.

Soy peligroso… tienes que alejarte de mi, de todo esto antes de que sea demasiado tarde

Sin ataduras… sin remordimientos…

El legítimo heredero, como tú lo llamas, está mal herido gracias a tu hija. Si él se salva tal vez, y sólo tal vez, algo se pueda rescatar del pacto… Vendremos por ustedes… y lo que esos no pudieron hacer, lo haremos nosotros

No quiero que pongas tu amor ni tu corazón en algo como yo, ni que pretendas salvarme de algo que soy y que no se puede cambiar. No quiero decepcionarte al ver que no consigues aquello que deseas”.

–Estás muy callada… –dijo mamá mientras giraba el volante para tomar la desviación hacia la casa de la familia.

–Estaba pensando… tomando algunas decisiones.

–No te apresures a nada, ¿quieres? Recuerda que aún eres joven y tienes toda una existencia por delante.

–Mamá, tu elegiste tu destino a los diecisiete años.

–Nena, pero tú apenas…

–Mamá, no me salgas con lo de los años porque ya lo hemos discutido antes. Tal vez nací hace nueve años, pero crecí el triple de rápido que un humano. Parezco de veinte, pero por dentro, de pronto me siento de treinta… –dije con una mueca triste, sumiéndome en el silencio nuevamente. Desde que salimos del hospital, no había dejado de pensar una y otra vez en lo mismo. Tenía que tomar una decisión, tenía que hacer lo correcto… Aunque sinceramente, no sabía qué era exactamente “lo correcto”.

–¿Y qué vas a hacer? –me preguntó mamá antes de bajar del auto.

–Lo correcto.

–No me gusta como suena eso. No quiero sonar repetitiva, pero por favor no te apresures, piensa las cosas con calma, para que tu elección sea lo que realmente deseas.

–Pero a veces no sólo se trata de lo que uno desea; a veces, todo se limita a lo que es necesario, a lo que es lo correcto.

–Renesmee…

–No, por favor… –dije pasando saliva, tratando de mantenerme tranquila. Lo que tenía que hablar con Stanislav no iba a ser nada fácil.

Subimos las escaleras que llevaban del garaje a la casa. Me sorprendió encontrarla semi-vacía. El abuelo Carlisle y tía Alice estaban demasiado ensimismados hablando entre sí, en voz baja. Sólo alcancé a escuchar la palabra “funeral”, imaginé que estarían preparando algo así para tía Rose; al percatarse de nuestra presencia, nos saludaron y mamá aprovechó para preguntarle por los demás. El clan de la tía Zafrina habían decidido regresar al Amazonas, partiendo al poco tiempo de que mamá y yo habíamos salido rumbo a casa del abuelo Charlie. Los tíos de Denali también habían decidido regresar a su hogar, necesitaban su propio tiempo y espacio para sobrellevar el dolor de la muerte de tío Eleazar. La abuela Esme y tío Jasper estaban con tío Emmett en su habitación.

–¿Y Edward? –inquirió mamá

–Está en su antigua cabaña. Dijo que necesitaba un poco de aire.

–Voy a ir a buscarle. Tal vez me necesite.

–Ya lo creo. Han sido demasiadas cosas en un día y él ha tenido que ser fuerte por todos nosotros, pero también necesita un poco de consuelo –asintió Alice.

–Bien… –mamá giró el rostro hacia mí y noté que estaba preocupada. Esbocé una sonrisa, tratando de tranquilizarla un poco –¿Estas bien?

–Sí.

Esperé a que se fuera antes de preguntar por él.

–¿Y Stan?

–Afuera, creo.

–Voy a buscarlo.

Salí al exterior, rodeando la casa. Levanté la mirada al cielo al escuchar el tronido proveniente de él. Parecía que iba a caer una buena tormenta sobre Forks, pues a pesar de ser apenas las tres de la tarde, el cielo etaba prácticamente negro. Stanislav estaba de espaldas al jardín donde la noche anterior habíamos peleado por nuestra supervivencia, parecía muy concentrado mirando el río cuyas aguas se deslizaban lentamente.

El corazón me latía más a prisa a cada paso que me acercaba hasta él. Aunque no se había girado a verme, sabía que él ya había sentido mi presencia.

–Has vuelto. –dijo cuando me detuve a su lado, hombro con hombro.

–Sí, siento haber tardado tanto… Pasamos por el hospital después de visitar a mi abuelo. Queríamos saber cómo estaban Seth y…

–¿Cómo está Jacob? –se me antojó bastante extraño escuchar en sus labios el nombre del otro. Stan al fin giró su rostro hacia mí, clavándome con una penetrante mirada.

–Tuvieron que operarlo y tienen que esperar a que despierte para valorarle. Al parecer, corté uno de sus nervios medulares y…

Stanislav emitió un silbido asombrado –Vaya, parece serio.

–Sí…

Era evidente que entre nosotros se había instalado un ambiente incómodo, más propio de dos perfectos extraños que de dos amantes.

–Siento haberte dejado solo tanto tiempo –repetí nerviosa –Espero que no te hayas aburrido mucho.

–Alice ha sido muy buena anfitriona.

–¿Si?

–Sí. Me mostró un montón de fotos tuyas y de tu familia –“Oh, no”, pensé abochornada– Eras una niña hermosísima, Renesmee. Es increíble que toda tu infancia, o mejor dicho, toda tu vida hasta hoy se resuman en apenas nueve años.

¡Demonios!”, recordé lo quisquilloso que se había puesto con el asunto de la edad.

–Si, bueno… yo… crecí más rápido de lo normal…

–Nunca hubiera pensado que algo de lo que pudiera decir Jane fuera verdad. Después de todo, sí me estaba acostando con una niña.

–¡Por favor…! –dije torciendo la mirada –Es difícil de entender, pero no es como te lo imaginas… Sí, nací hace nueve años, pero mi infancia y mi pubertad la dejé atrás a toda velocidad…

–Descubrí algo interesante –continuó, sin darle importancia a mis palabras.

–¿Cómo qué?

–Ambos nacimos un 10 de Septiembre, sólo que en diferente año…

Mmm… es cierto.

–También descubrí que Jacob ha sido parte de tu vida desde un principio, como si fuera un designio del destino. Como si estuviera escrito que sus vidas estarían enlazadas desde el inicio.

–Sí, él fue… es alguien importante para mí.

–Casi se podría decir que son pocas las fotografías que no aparece al lado tuyo… En cada una te mira con un grado de adoración que podría rayar en la obsesión.

Guardé silencio, mirándolo largamente antes de agachar la mirada. Su cuerpo se notaba tenso, guardando las manos en los bolsillos traseros del pantalón. Yo me crucé de brazos, observando la percudida ropa oscura que estaba usando desde la noche anterior. Ni siquiera se me había pasado por la mente darme una ducha y cambiarme de ropa hasta ese momento, al recordar que todavía usaba parte del uniforme de la guardia.

–Por lo visto, el que soñaras con él aún cuando habías perdido la memoria significa algo demasiado grande, demasiado importante como para ignorarlo.

–¿A dónde quieres llegar exáctamente? –le pregunté, alzando la mirada hacia sus ojos. Su perfecto rostro parecía inmutable, aunque en sus ojos me pareció ver por un momento un brillo extraño, con un dejo de dolor. No estaba segura, tal vez fue algo producto de mi imaginación.

Stan se agachó rápidamente y tomó una piedra, para lanzarla al río y hacerla rebotar tres veces sobre el agua. Ambos seguimos la trayectoria de la piedra; él como pensando detenidamente sus palabras, yo aguardando su respuesta.

–Te estuve esperando sólo para decirte adiós.

El corazón se me encogió, provocándome una sensación helada en su lugar.

–¿Adiós? Eso suena definitivo.

–Lo es.

–Creí que ibas a quedarte, lo prometiste.

–No, prometí que aquí estaría cuando volvieras de ver a tu abuelo. Jamás prometí que me quedaría. Sin ataduras, eso dijimos

–Sin remordimientos –concluí.

Era cómico hasta cierto punto. Había regresado con toda la intención de decirle algo parecido a Stanislav. Tenía que decirle adiós, eso era lo correcto. Porque mi destino estaba con Jacob, ¿verdad? Era lo que todos decían, lo que se esperaba… Se suponía que lo nuestro era tan perfecto, diseñado por los propios dioses para hacer feliz al otro. Él era mi alma gemela, mi otra mitad hecha a la medida para mí. ¿Cómo iba a darle la espalda a eso? Incluso aquella vieja gitana que me había leído el futuro en Volterra me había dicho que iba a tener tres hijos y que mientras estuviera con uno no podría olvidar al otro. Eso era una señal. Stanislav ya no quería tener otro hijo, mucho menos tres, y hasta donde sabíamos, era casi imposible sobrevivir al embarazo de un vampiro, ¿cómo hacerlo al de tres? Por muy semi-inmortal que fuera, dudo que mi cuerpo lo resistiera. Además, si eligía a Stan, como en esos momentos mi traicionero cuerpo deseaba, al final jamás podría dejar de pensar en Jacob, no sería feliz, terminaría arrepintiéndome de haberle dado la espalda a mi perfecto futuro con Jake.

–Te prometí que recuperarías tu vida, que regresarías con tu familia y que todo lo que habías vivido en Volterra sería una pesadilla que con el tiempo olvidarías, ¿recuerdas? –asentí, apretando la quijada, tratando de que el traicionero llanto no hiciera su aparición –Y así ha de ser. Se feliz y trata de olvidar todo esto. Olvida Volterra, olvida la pesadilla…olvídame a mi.

–Me pides algo imposible. Nunca podría hacerlo…. Aunque quisiera, no puedo. Estás grabado a cal y a canto en mí.

–Quisiera poder prometerte que me olvidaré de ti, pero tampoco puedo… Fuiste especial, me regresaste tantas cosas que creí perdidas. Y eso es algo que te agradeceré siempre.

–¿Por qué…? –Me callé, ¿para qué hurgar en la herida? No tenía caso preguntar, no tenía caso desear imposibles.

–¿Por qué…?

–Nada… no tiene caso…

–¿Por qué no puedo quedarme? –insistió, adivinando la pregunta que dejé morir en mi labios – Porque así debe de ser. Como te dije antes, verte a ti, a tu familia, me hizo darme cuenta de muchas cosas… Te confieso que en algún momento pensé que tal vez, después de que pasara todo esto, tal vez hubiera una forma de estar junto a ti, pero…–suspiró profundo– reconozco lo que soy, lo que puedo o no hacer. Y el jugar a ser humano, el tratar de vivir la vida de una familia “normal”, no es para mí. La monogamía y el compromiso a largo plazo no es para alguien como yo, y tú mereces algo más que eso.

»He visto cómo sufren por la pérdida de tu tía, y sinceramente, creí que esa clase de dolor sólo se puede experimentar siendo humano. Es tan intenso como lo que yo sentí al perder a Maia, y aunque suene cobarde, me niego en rotundo a pasar nuevamente por ahí.

Un relámpago rompió con violencia en el cielo, seguido de un ensordecedor trueno, y sin más, empezó a caer la lluvia furiosamente, convirtiéndose rápidamente en una cortina de agua que apenas dejaba ver. Pero aún así, nos quedamos ahí, empapados. El cuerpo me empezó a temblar, pero más que de frío, del dolor que empezaba a destrozarme, ¿por qué era tan difícil decir adiós?

–¿Y qué es lo que quisieras de mí, entonces?

–Exactamente todo lo que yo no puedo darte. Suena ilógico, egoísta y desventajoso… Por eso es mejor decir adiós, es lo más decente que puedo hacer por ti.

¿Y qué hago con el “te amo” de esta tarde?”, gritó mi corazón.

Hacer de cuenta que nunca lo dijiste”, respondió la razón.

–¿A dónde irás?

–Con mi hija… Alice vio que Jane iba con Aro y después se dirigía a Londres, en busca de Annie. Aunque ahora está en Praga, más vale tomar precauciones. No pienso permitir que los últimos días de mi hija sean los peores.

Praga, la ciudad natal de Stanislav, de Maia y su hija… Imaginé que era una forma de cerrar el círculo de lo que fue su vida humana.

Otra señal. Si tía Alice puede ver su futuro, quiere decir que no es nuestro destino estar juntos. Si así fuera, su futuro desaparecería de la visión de mi tía

–Mi orgullo se opone a que lo pregunte, pero... tengo qué saberlo, necesito saberlo… ¿qué pasa con lo que te dije esta tarde?

–Dijiste que me amabas…

Asentí, no creí que pudiera hablar sin que la voz me fallara. A pesar de mis esfuerzos, las lágrimas corrían por mi rostro, camuflajeadas por la lluvia.

–Gracias por decirlo, pero yo sé que no es verdad… –sentí una llamarada furia al ver cómo minimizaba mis palabras, mis sentimientos –Tal vez lo creas así, pero a la distancia te darás cuenta estabas confundida, que no sentías eso; que fue producto de los días que estuvimos juntos, prácticamente en tu cautiverio. Si mal lo recuerdo, hay un nombre para eso, creo que lo llaman el “Síndrome de Estocolmo”

Abrí los ojos, sorprendida. ¿Por qué mis padres y Stanislav parecían convencidos de que estaba sufriendo de ese mentado síndrome? De pronto me pareció una coincidencia demasiado extraña…

–Creo que es mejor que me vaya.

¡No!”, dijo mi parte egoísta.

Déjalo ir, no tiene caso alargar algo que no tiene futuro ni es sano”.

–¿Alguna… alguna vez volveré a verte?

–¿Quién sabe? Nuestra existencia puede ser bastante larga y este mundo es demasiado pequeño… Además, todavía nos quedan por lo menos otro par de vidas, ¿lo recuerdas? –asentí, recordando aquella charla sobre las religiones que creían en que un alma vivía siete vidas –Y si no es en esta, ya nos tocará encontrarnos en la siguiente. Tal vez ahí las cosas sean mejores… tal vez ahí a mi me toque ser tu alma gemela.

–¿Lo prometes?

–¿Qué?

–Que nos encontraremos en la siguiente vida… y que me vas a esperar esta vez.

–Te lo prometo… si no fue en esta vida, será en la siguiente. Es lo justo.

Stanislav dio un par de pasos hacia atrás, y con cada uno de ellos sentía mi alma sangrar…

Es lo correcto… Es lo que tienes que hacer

–Una última cosa… bueno, dos.

–¿Qué? –dije de inmediato, aferrándome a cualquier cosa que retrasara su partida.

–¿Cuál fue el resultado de la prueba de embarazo?

–¿Lo sabes?

–Escuché accidentalmente a tu padre hablando de ello por teléfono… ¿y bien?

¿Realmente serías capaz?

Respiré profundamente, indecisa.

–¿Qué pasaría si te dijera que vas a ser padre nuevamente?

–Cambiarían algunas cosas, pero de todas maneras me iría… Mi hi... –era evidente que le costaba decir la palabra –El niño merece un padre mejor de lo que yo podría ser jamás… ¿Eso quiere decir que…?

–Fue negativo. No estoy embarazada… Sólo quería saberlo.

–Ya veo.

–Dijiste que eran dos últimas cosas. Lo del resultado fue una, ¿cuál es la otra?

–Esto…

Con dos largas zancadas recorrió la distancia que había puesto entre nosotros. La rapidez con la que me vi estrechada entre sus brazos me provocó un leve mareo. Sentí la dureza de sus fríos labios contra los míos y jamás me parecieron más dulces y cálidos. Me aferré con fuerza a él, rodeando su cuello con mis brazos, entregándole en ese beso esa parte de mi corazón que siempre sería de él. Porque dijera lo que dijera, con síndrome o sin él, lo cierto es que había un lugar que sólo pertenecería a Stanislav Masaryk. Entrelazó su lengua con la mía, me besó con desesperación. Era el beso del adiós, el beso de dos amantes cuya historia llegaba a su fin.

Era un acto puramente egoísta. Quería que ese fuera el último recuerdo que tuviera de mí, que sin importar cuántas Renatas, Chelseas o Neemas pasaran por su vida, ninguna pudiera borrar mi huella. Era una estupidez, un capricho, pero mi lado egoísta se resistía a dejarlo ir sin más.

No supe quién fue el que se separó primero, lo cierto es que ambos teníamos la respiración agitada, luchábamos por recuperar el control a como diera lugar.

Lo correcto. Tiene que ser lo correcto…

–No te apresures, no te ates a nada ni a nadie aún… Sbohem, můj sladký láska –susurró antes de echar a correr rápidamente, perdiéndose entre la densidad del bosque y la lluvia que caía a raudales.

Me quedé de pie, sintiendo un dolor intenso que me clavó al suelo. No podía respirar. Sólo podía pensar en cómo seguir con mi vida, como evitar pensar que había terminado. Porque si por fin iba a ser feliz con mi verdadero amor, ¿por qué sentía que todo se había derrumbado?



–¿Vas a llegar a tiempo?

–Sí mamá. Te prometo que voy a estar a tiempo para el funeral de tia Rose. –respondí mientras me daba un último vistazo en el espejo que colgaba en el recibidor de la casa. Me había puesto una sencilla blusa de algodón de tres cuartos de manga, un par de pantalones de vestir y unos cómodos zapatos tipo ballerina, todo en color negro. Últimamente se había convertido en mi color favorito, me sentía extraña usando prendas que no fueran de ese color o blancas. Tal vez fuera por el luto que vivía la familia o porque todo lo sucedido no invitaba a un ánimo más festivo.

O tal vez porque te recuerda alguien que has decidido enterrar en lo más profundo de tu mente, aunque no puedes

¡Basta!”, reprendí a mi voz interior. No tenía caso pensar en… no podía pensar en… en él.

–¿Crees que es buena idea? Tal vez debería ir contigo o tu padre.

–No te preocupes. Seth me va a acompañar… no va a pasar nada.

–Pero…

–Tranquila… Ya pasó una semana, y necesito ver a Jacob. Ayer por fin lo cambiaron de habitación, ahora puede recibir visitas. Seth prometió estar conmigo y que íbamos a ir a una hora en que ni Paul ni Leah o Rachel estuvieran presentes…. En fin, será mejor que me vaya de una vez si quiero regresar a tiempo.

–Es a las cinco de la tarde, recuérdalo.

–Sí. Eso quiere decir que tengo… –miré el ligero reloj que colgaba de mi muñeca izquierda –tres horas y media. Volveré para entonces.

Tomé mi bolso, la canasta preparada para la ocasión y las llaves de mi “viejo” Aston Martin y conduje hasta el hospital de Forks.

Había pasado una semana desde el enfrentamiento con los Vulturi y apenas iba a poder ver a Jake. Su familia, junto con Leah incluída, se habían opuesto a toda costa a que yo lo visitara. Me consideraban, y con justa razón, la culpable del estado de Jacob. Seth había durado apenas dos días en el hospital, pues la fractura de su brazo iba sanando perfectamente. Él era quien me mantenía al tanto del estado de salud de mi ¿novio? (no sabía en qué punto estaban las cosas entre nosotros).

Según lo que me había dicho el pequeño Clearwater, Emma era la única que podía auscultarlos, escudándose en que ella era nativoamericana y que los quileutes sólo confiaban en los médicos de su propia etnia. Habían tenido que inventarse ese pretexto para evitar que cualquier otro echara un vistazo en los casos de los chicos y terminara descubriendo que no eran como el resto de los humanos. Jacob estaba recuperándose bien, las cicatrices habían cerrado pronto, pero aún quedaba lo de la lesión de la espalda.

A pesar de la velocidad con la que podemos soldar nuestros huesos o con la que podemos cicatrizar, eso del nervio lesionado es harina de otro costal”, había dicho Seth, lamentándose después al ver mi cara de culpabilidad y remordimiento. Era el único de todos los de la manada y de los que conocían el secreto, que me había perdonado. Sabía que había estado bajo el control mental de Awka, que jamás le hubiera hecho daño de forma consciente a Jacob. En síntesis, era el único que no le había puesto precio a mi cabeza.

Después de rodear dos veces el estacionamiento, por fin encontré donde aparcar. Apagué el motor, me desabroché el cinturón de seguridad y tomando con una mano mi bolso y con el otro la cesta con bollitos de chocolate (los favoritos de Jake), bajé para encontrarme con Seth, quien me esperaba impaciente frente a la puerta del hospital.

Nos saludamos brevemente y entramos presurosos.

–Está solo. Prácticamente nos corrió a todos, nos ordenó ir a descansar a casa y a comer algo decente.

–¿Y tú no obedeciste la orden del jefe?

–Estaba esperándote. En cuanto te deje con él, me voy a casa.

Sonreí nerviosa. Sentía que las manos me sudaban por primera vez en mi vida, al tiempo que sentía un enorme hueco en el estómago. Era la primera vez que lo veía después de tanto tiempo, la primera vez que hablaría con él siendo Renesmee y no una especie de super asesino a sueldo.

Seth detuvo nuestra marcha frente a una puerta marcada con el número 6. Sentí el bombeo de mi corazón retumbar hasta mis oídos.

–Aquí es… ¿Quieres que entre contigo?

–¿Sabe que estoy aquí? –respondí

–No. Aunque se muere por verte… Ayer me preguntó por ti.

–¿De verdad?

–Sí.

–Estoy nerviosa…

–No tienes por qué… Todo va a salir bien, vas a ver. Sólo tienen que ser sinceros el uno con el otro… Creo que si desde un principio hubieran evitado tantos secretos y verdades a medias, nos hubiéramos ahorrado un montón de cosas…

Asentí, segura de que Seth tenía razón. Si desde un principio hubiéramos hablado con la verdad, si no hubiéramos tratado de ocultar cosas bajo el pretexto de evitarle dolor a nuestros seres queridos, o de proteger nuestros estúpidos egos…

–Creo que será mejor que entre. Prometí a mamá que estaría a tiempo para el funeral de la tía Rose.

–¿A qué hora es?

–A las cinco… Tía Alice dice que hará buen clima, que incluso habrá un poco de sol… Tardamos un poco en hacerlo, tuvimos que convencer al tío Emmett porque no quería separarse de la urna con las cenizas de mi tía.

–¿Crees que se molestará tu familia si voy?

–Claro que no. Seth, tú siempre has sido uno más de nosotros… Sabes cuánto te aprecian mis padres. Papá te considera un gran amigo.

–Y él también lo es para mí… Bueno, Nessie, es todo tuyo.

Le dije adiós a Seth con la mano y respiré profundamente varias veces antes de tocar la puerta.

–Pase –respondió al otro lado una gruesa voz que de pronto me sonó extraña, lejana.

Abrí la puerta lentamente, quedándome en bajo el umbral, indecisa si entrar de una vez o esperar a que él me invitara a hacerlo.

La televisión estaba encendida en el canal del noticiero local. Pero Jacob no le prestaba atención, tenía la vista perdida en el vacío. Era evidente que sus pensamientos estaban bastante lejos de ahí.

Debió sentir mi presencia, pues de pronto dirigió sus ojos hacia mí.

–Nessie… –pronunció suavemente. Su mirada se tiñó con calor al pronunciar mi nombre, iluminado su rostro como el de un niño en la mañana de Navidad.

–¿Puedo pasar?

–Adelante.

Di un paso, algo aprensiva. No podía evitar sentirme avergonzada, culpable. Y más difícil se me antojaba sostenerle la mirada, así que la desvié hacia el piso, como si repentinamente tuviera que cuidar cada paso que iba dando.

–¿Y esos bollitos?

–Ejem, ejem… son para ti… Sé que son tus favoritos y te los traje. Estaba indecisa entre traerte estos o unos con chispas de chocolate o si traerte de sabores surtidos, no sé, tal vez termines empalagándote con el sabor o… –empecé a farfullar, nerviosa y atropelladamente.

–Está bien. Los de chocolate son los únicos que me gustan… Supongo que tendré que esconderlos para que ninguno de los glotones de la manada me los arrebate –dijo con un poco de humor. Era claro que se había dado cuenta de mi nerviosismo, y estaba tratando de aligerar un poco el ambiente entre los dos.

No respondí nada, simplemente esbocé lo que esperé fuera lo más parecido a una sonrisa y dejé la canasta sobre la primera superficie plana que ví, una pequeña mesita de noche junto a un sillón.

–¿Quieres sentarte –dijo indicándome con su larga mano izquierda una silla que estaba de ese lado.

–Sí… claro –con la mirada aún gacha, tomé asiento. Puse mis manos sobre las rodillas, nerviosa e inconsientemente empecé a tronarme los dedos uno a uno.

–No deberías hacer eso. Es malo, dicen que se te pueden enchuecar los dedos.

–Oh… perdón.

Silencio. Él parecía estudiarme detenidamente, sin decir palabra alguna. Y yo no sabía qué decir o qué hacer, no tenía ni idea por dónde empezar.

–¿Hay algo interesante en el piso?

–¿Cómo? –dije, alzando la mirada hacia él por primera vez.

–Es que desde que entraste te has limitado a observar el suelo. Tal vez hay algún tipo de grabado antiguo en los mosaicos y no me había dado cuenta. –dijo medio burlón.

Mirar su rostro fue una especie de impacto. Me pareció más maduro, con el rostro más delgado, con los pómulos más marcados, haciendo que su cara pareciera más angulosa. Tampoco recordaba esas pequeñas arruguitas que empezaban a márcarsele en las comisuras de los ojos. Era tan… extraño. Era como si hubiera pasado toda una vida desde la última vez que lo ví, en lugar de semanas. O tal vez así fuera, porque lo cierto era que después de lo sufrido, sentía que había pasado una vida para mí. Era como si hubiera un “antes” y un “después” demasiado marcado en mi vida. La vida de “antes” pertenecía a “Nessie”, la alocada y voluntariosa niña que quería comerse el mundo a puñados. La vida del “después”, a la que tenía que hacerle frente de ahora en adelante era la de Renesmee, la mujer que era consciente de que todo acto tiene sus consecuencias y que no se puede ir por la vida andando a base de egoísmo.

Jacob estaba reclinado sobre la cama, con su melena oscura y lisa desparramada sobre la almohada. Un catéter corría desde su mano izquierda hasta una bolsa de donde goteaba un líquido incoloro.

–Es para el dolor –dijo al seguir el recorrido de mi mirada – sólo por si acaso.

Volví a desviar la mirada hacia el rincón del lado de la puerta, incómoda al escuchar la palabra “dolor”. Gemí al descubrir una silla de ruedas.

–Jacob… perdóname. Te lo juro que jamás quise hacerte daño…

–Nessie.

–Por favor, déjame hablar. Esta culpa me está matando. No tienes idea de lo que han sido estos días para mí, sabiendo que…. Es mi culpa. Estuve a punto de matarte, te ataqué como una maldita bestia salvaje… no tengo excusas para lo que hice. No me va a alcanzar la existencia para compensarte lo que hice.

–¿Por eso estás aquí, por remordimientos?

–¡No! ¡Claro que no! –dije poniéndome en pie de un salto para acercarme a un lado de la cama –Estoy aquí porque me importas, porque estaba preocupada por ti… Tenía que verte, comprobar que estabas bien.

–¿Sólo por eso?

No estuve segura de comprender.

–¿Únicamente por eso has venido?

–¿Por qué más? Eres importante para mí, siempre lo has sido… No podía estar lejos sin saber de ti, sin verte.

–No sé… –dijo con aire triste. Clavó su mirada en mí, deteniéndose a estudiar mi rostro concienzudamente, como buscando algo. –Vaya.

–¿Qué?

–Has cambiado.

–¿Cambiado? Bueno… tal vez. No fueron días precisamente buenos. Supongo que después de vivir rodeada de los Vulturis, la experiencia me dejó un poquito… rara.

–No, es algo más. Tu mirada es diferente, tu forma de hablar, de compórtate… La Nessie de antes no hubiera dudado ni un segundo en decirme que la razón de estar aquí es por que me quiere.

–Yo… claro que te quiero, Jacob. Siempre lo he hecho, siempre ha sido así… Siempre será así.

–Siempre es una palabra importante y que no debemos decir a la ligera. Dime la verdad, ¿por qué estás aquí?

–Ya te lo dije, porque te quiero, porque me importas…

–Eso dice tu boca, pero las palabras no llegan a tus ojos. Y sospecho que tampoco a tu corazón.

–Jacob, creo que no te sigo… Tal vez debí haber venido antes, pero no quería complicar las cosas.

–Supe que mi familia y algunos de los chicos no te lo han puesto fácil. Lo siento.

–Tienen razón de ponerse así… Después de lo que pasó… Siento mucho lo de Sam, Embry y Colin. Todos lo sentimos… Supimos del funeral, hubiéramos querido estar ahí pero creímos que los demás lo habrían tomado a mal.

–Gracias, no ha sido fácil para nadie. Siento lo de Rose, sé cuánto querías a tu tía… ¿Qué tal está Emmett?

–Mal… Casi no habla, está como encerrado en su propio mundo. Ayer lo tuvieron que llevar a cazar casi a rastras… Papá temía que pudiera perder el control si no saciaba su sed. Le preocupa mucho mi tío, nos preocupa a todos. No sé si alguna vez podrá ser como antes, si volverá a sonreír nuevamente.

Guardé silencio. Las cosas no estaban saliendo como lo esperaba. Creí que serían más fáciles, más cómodas entre los dos ahora que conocía lo de la impronta de Jacob conmigo.

–La noche que desapareciste, habíamos quedado de vernos en mi taller. –pronunció Jacob con voz serena, rompiendo el silencio entre nosotros.

–Lo recuerdo.

–Esa noche pensaba decirte toda la verdad, contarte acerca de algo de lo que tal vez debí hablarte antes. Mi excusa es que no quería que te sintieras presionada ni que apresuráramos las cosas. Deseaba que todo fluyera naturalmente entre nosotros, que nuestra relación tomara su curso natural, que madurara a su ritmo.

–Pensabas decirme lo de la impronta, ¿verdad?

Me miró sorprendido.

–¿Quién te lo dijo?

–Ese mismo día, casi por accidente empecé a recordar cosas, a atar cabos… Esa noche pensaba contarte lo que había descubierto, o mejor dicho, pensaba obligarte de alguna manera a que me confesaras que yo era el objeto de tu impronta, que ese amor inconcluso del que alguna vez me habías hablado era yo…. ¡Ay, Jacob! No tienes idea de lo feliz que me sentí al descubrirlo, había deseado tanto escuchar que me amabas, que yo era la única… Cuando creí que te habías imprimado de otra mujer, odié con toda mi alma a esa supuesta mujer, la detestaba por tener tu corazón y no ser capaz de amarte como yo…

»Por eso me sentí tan herida cuando descubrí todas esas cosas la noche de mi cumpleaños. Cuando descubrí cuánto habías amado a mi madre, todo lo que habías estado dispuesto a hacer por ella… Fue como una puñalada, una tración de dos de las personas que más quería en este mundo.

»Pero esa noche… salí de casa, segura de que a partir de ese momento, mi vida no sería la misma. Y no me equivoqué… No fue la misma, sólo que no de la forma en que lo había imaginado.

–Yo también creí que a partir de sa noche, todo sería distinto, todo sería perfecto al fin. Por fin iba a poder decirte cuánto te amo, contarte todo acerca de la imprimación, de lo que significaba… No sé, incluso empezar a hacer planes para el futuro.

–Vaya trastada que nos preparó el destino, ¿no?... O tal vez fue una lección. Quizá fue la forma en que la vida nos enseñó que ocultar cosas, por más piadoso que nos parezca, no es lo correcto. Tal vez si desde un principio hubiéramos hablado con la verdad y no solo hablo de lo de la imprimación… Tal vez si yo no hubiera sido tan orgullosa y desde un principio te hubiera contado lo que había escuchado decir a la tía Rose sobre que tu único interés en mi era el dinero de mi abuelo… tal vez no hubieras tenido que regresar, tal vez yo no habría tenido que venir y no hubiera caído como una estúpida en la trampa de los Vulturi. Tal vez, si te hubiera dicho lo que sentía, sin dejar que mi orgullo se entrometiera, las cosas hubieran sido tan distintas.

–Si, tal vez si hubiéramos hecho o dicho muchas cosas, nada hubiera salido así… Pero el hubiera no existe. Lo que tenemos es esto, es la consecuencia de nuestros actos y de todas las buenas intenciones que pudimos tener detrás de ellos.

–Pero ahora ya sabemos la verdad. . Esto puede ser un nuevo comienzo para nosotros.

–¿Eso es lo que quieres? ¿Realmente?

–Claro… después de todo, somos almas gemelas. Es nuestro destino estar juntos, es algo irremediable, irrompible.

–Eso es lo que dicen, pero lo cierto es que no es algo que esté grabado en piedra. Siempre tendremos elección. El que seamos almas gemelas no significa que tengamos que estar casados, con hijos y todo lo demás… Hay almas gemelas que nacieron para ser amigos. No se trata de ser un mero amor carnal.

–Pero… Nosotros debemos estar juntos, es nuestro destino, es lo que todos creen, lo que esperan. Sam y Emily, Quil y Claire, Paul y Rachel, lo de ellos es amor verdadero, almas gemelas destinadas a estar irremediablemente unidas… Así es como se supone que debe ser para nosotros.

Jacob me miraba en silencio, con una sonrisa triste. Esperé que dijera algo, que me diera la razón. Tenía que recordar cómo habían sido las cosas entre nosotros siempre, cómo habían sido antes de que yo desapareciera.

–¿Quién es él? –dijo al fin, tomándome por sorpesa.

–¿Él? No entiendo…

–Yo creo que sí… ¿Quién es él? –repitió nuevamente, con voz serena. –Háblame de tu novio.

–Oh…

¡Leah!”, protesté en mi interior. Imaginé que ella le había ido con el cuento, pues estaba tan furiosa contra mí, que contarle a Jacob lo que había escuchado acerca de Stanislav sería una especie de pequeña venganza.

–No es con afan de reclamarte o hacerte sentir mal… Sólo quiero saber si te hace feliz.

–Jacob, por favor… No tiene caso hablar de él. Fue un malentendido, algo que… no fue importante.

–Te conozco mejor que tú misma y sé cuando mientes. Por favor, no lo hagas.

–Jacob… –casi sin pensarlo, tomé su mano izquierda entre las mías y de inmediato vi desfilar ante mis ojos las lucecitas multicolores formando una blanca deslumbrante. Los recuerdos de Jacob durante el tiempo que duró mi cautiverio fueron demasiado dolorosos, demoledores…

Me solté rápidamente, como si su contacto me quemara.

–Oh… realmete lo pasaste mal. Lo siento…

–¿Otra sesión de recuerdos robados? –Preguntó irónico –Deberías dejar de hacerlo, no es bueno…

–Lo siento, no puedo controlarlo.

–¿Podrías dejar de decir “lo siento”? Empieza a sonar hueco…

–Lo… –me detuve a tiempo –Perdón.

–¡Por favor! –dijo entrecerrando los ojos. –En fin…. ¿en dónde estábamos? Oh, sí, me íbas a contar sobre él.

–No hay nada que decir. Él fue simplemente alguien que me ayudó en medio de mi peor pesadilla… Se ha ido y dudo que alguna vez nuestros caminos se vuelvan a cruzar.

–No me lo creo. Nessie, mírame a los ojos y dime que él no significa nada para ti, que realmente lo que pudo haber entre ustedes fue algo sin importancia. Júrame que si él apareciera por esa puerta en estos instantes no dudarías ni por un segundo en darle la espalda.

Sea lo que sea que decidas, sé honesta con él”, las palabras de Seth retumbaron en mi cabeza.

–Él… yo… –cerré los ojos, derrotada. Tenía que ser sincera, si quería que esta vez las cosas funcionaran –No puedo decir eso… Él significó algo, pero… eso ya no importa. Él no tiene cabida en mi vida, la vida que quiero contigo.

–¿Sabes? Si esto me lo hubieras dicho hace semanas, me hubieras hecho el hombre más feliz de este mundo. Pero ahora…

–¿Ahora qué?

–Ahora me doy cuenta que lo quiero todo, Nessie. Y eso significa que te quiero conmigo, sí, pero te quiero entera, no con un amor a medias.

–¡Yo te quiero!

–Pero a él también. Aunque no lo digas, tus ojos lo hacen por ti... No sé realmente qué habrás pasado en Italia, qué es lo que te haya tocado vivir, pero sé que fue algo demasiado grande, tanto para cambiarte. No eres la misma, no eres la “Nessie” de la que me enamoré. Tus ojos, tu sonrisa, incluso tu forma de moverte, todo es distinto.

–Puedo volver a ser la misma, sólo dame tiempo. Puedo intentarlo, quiero intentarlo por ti.

–No, no me uses de excusa. Lo que hagas, lo que elijas, hazlo por ti y no para darle gusto a alguien más. Sino, serás infeliz y harás infeliz a aquellos que te rodeen.

–¡Te elijo a ti, Jacob Black! Te quiero a ti, quiero estar contigo, quiero darte la vida que estamos destinados a vivir.

–Haces que suene como una penitencia y el amor jamás debe de serlo. Tal vez me elegiste a mí, pero es una elección que no cuenta.

–¿Por qué? –proferí incrédula.

–Porque es una elección basada en la culpa. –Abrí los ojos como plato, sorprendida –¿Crees que no me he dado cuenta de la forma en que miras de reojo hacia la silla de ruedas? Tus ojos siempre han sido demasiado transparentes para mí, por eso puedo darme cuenta cuánto has cambiado; en ellos veo las sombras de la culpa y el remordimiento por lo que pasó la noche de la pelea… Yo no te culpo de nada, Seth me ha hablado de la amnesia y lo del control mental bajo el que estabas. Fue algo que sucedió, algo que nadie hubiera deseado que pasara.

–¿Ya no me quieres?

–Nessie, podrás olvidarme, podras matarme, pero eso jamás haría que dejara de amarte.

–¿Entonces?

–Te quiero, pero también me quiero a mí. Y por eso mismo, no puedo aceptarte a medias, los dos nos merecemos algo más que eso. No quiero sonar petulante o egoista, pero realmente creo que merezco alguien que me quiera completo, estoy harto del amor compartido.

Sentí sus palabras como si se hubieran tratado de un gancho al hígado.

–Primero mi madre, después yo… Realmente las mujeres Swan te hemos jugado mal, ¿no?

–No ha pasado nada que yo no haya aceptado. Tal vez en el fondo soy un poco masoquista, pero estoy a tiempo de cambiar las cosas; creo que me gustaría que por una vez en la vida alguien pelee por mí.

Nos miramos en un incómodo silencio. Tenía que reconocer que Jacob tenía razón. Él no se merecía que lo amaran a medias, necesitaba alguien que pudiera darle todo de sí, no un corazón incompleto.

–Jacob, es hora de… ¡Oh! Disculpa, no pensé que tuvieras visitas.

La Doctora Emma Young pareció sonrojarse levemente. Había entrado de improvisto, abriendo la puerta al tiempo que revisaba con interés los papeles que llevaba en la mano. Recordé que Seth había mencionado que Emma era hermana de Emily, la difunta esposa de Sam; entendí por qué la primera vez que la había visto, su rostro me parecía conocido. Poseía un atisbo de la misma belleza serena que alguna vez fue su hermana mayor.

–Adelante, Nessie ya se iba.

–¿Nessie? –preguntó curiosa Emma, mirándome con interés –¿Eres Renesmee Cullen?

–Sí

–Vaya, he escuchado mucho de ti.

Imaginé que nada bueno si lo había oído de alguno de los quileutes que no fuera Seth Clearwater.

–Bueno, supongo que tengo que irme… Me esperan en casa.

–Bien. Gracias por venir a verme.

–No tienes por qué agradecerlo. Sabes cuánto me importas, Jacob.

–Lo sé, pero eso no basta.

Esbocé una sonrisa forzada. Jacob Black me estaba dando “calabazas”

–Entonces, hasta luego… –dije dado la media vuelta.

–Espera.

–¿Sí? –volví el rostro. Tal vez, después de todo, había reconsiderado su postura.

–Dile a tu familia que el tratado sigue en pie. No hay nada que haya podido romperlo.

–¿De verdad? Paul dijo…

–Paul no es el legítimo heredero de Ephraim Black –pronunció orgulloso, y por primera vez lo vi como el líder quileute, el legítimo macho alfa de la manada que estaba destinado a ser. –Mientras ambas partes mantengan su palabra, el tratado sigue vivo. Nadie de mi gente irá tras de ustedes.

–Se los diré. Gracias

Le dediqué una rápida mirada a Emma, quien parecía demasiado concentrada checando el expediente clínico de Jake. Era como si las palabras que había escuchado de nosotros no hubieran despertado en ella la menor curiosidad o temor.

–Ah, una última cosa.

–Dime.

–Esto –dijo palmeando sus piernas –es temporal. No me voy a rendir sin luchar.

Le creí. Conocía demasiado bien a Jacob, y sabía que a parte de su gran corazón, también tenía un enorme orgullo y tesón, y hacía falta más que una semi-vampira amnésica e hipnotizada para acabar con él.

Abandoné el hospital, preguntándome de pronto por qué la decisión de lo justo y lo correcto de pronto ya no me parecían tales. Por primera vez me pregunté si realmente elegir esas dos opciones servian de algo.



–Renesmee, ¿dónde estás?

–Aquí –susurré en la oscuridad, meciéndome en el viejo columpio que alguna vez el abuelo Carlisle había hecho para mí.

–¿Qué pasa cariño?

–Nada, mamá… Sólo quería estar un momento a solas. El funeral me ha puesto melancólica.

–Sí, a mi también.

Esa misma tarde, le habíamos dado el último adiós a mi adorada tía Rosalie. Había sido un servicio pequeño, con mi familia y Seth como testigos. Incluso el abuelo Charlie había asistido, ya que como él dijo “después de todo, los Cullen también son mi familia”. El abuelo Carlisle había echado mano de un antiguo libro de oraciones y los demás hablamos sobre los más preciados recuerdos que teníamos de la tía Rose. Había llorado durante todo el funeral, tanto que llegué a pensar que estaba volcando incluso las lágrimas que el resto no podían derramar.

El momento más triste y conmovedor fue cuando el tío Emmett esparció las cenizas en el río mientras tía Alice interpretaba con su melódica voz una de las canciones favoritas de tía Rose, “Edelwisse”.

–No puedes detenerme, Edward.

–¡No puedo permitir que hagas una locura! ¡No puedes hacerle eso a Esme! ¡No soportaría perder otro hijo!

Los gritos de papá y tío Emmett llamaron nuestra atención. Provenían de la entrada de la casa, estaban peleando en los escalones de la entrada principal.

–Si ella hubiera sido quien dejó de existir, tú harías lo mismo. –entendimos que ese “ella” se refería a mi madre. Y era cierto, si algo le hubiera sucedido a mamá, papá se hubiera vuelto loco de la rabia y hubiera tratado de ir a prenderle fuego al Palazzo dei Priori con todo y Vulturis dentro.

–Hermano, por favor –por el tono de voz de papá, imaginé que lo que estaba escuchando en la mente de mi tío no era precisamente agradable. –La venganza no es el camino, no podemos…

–Van a pagar por lo que le hicieron a mi Rose… uno a uno van a pagarlo…

–¡Emmett!

Mi tío salió corriendo como una centella, aprovechando el impulso de la carrera para cruzar con un espectacular salto el río.

–Tenemos que detener a Emmett antes de que comenta una locura.

Genial. Justo cuando tío Jasper junto con tia Alice y mis abuelos habían salido de caza, era cuando se le ocurría a Emmett volverse vengativo. Sin el don tranquilizante de tio Jasper, estábamos en desventaja para controlar a mi descomunalmente fuerte tío.

Papá salió tras de él, seguido por mi madre.

–¡Renesmee, quédate y trata de llamar al resto de la familia! –gritó mamá –Necesitamos a Jasper de inmediato.

–Ni hablar, yo también voy –respondí poniéndome en pie de un salto. –Ya les llamaré en el camino… Corre, antes de que lo perdamos de vista.

Mientras corría, desee poseer un don más útil. En esos momentos no me vendría nada mal el don tranquilizante de tio Jasper, o el de Neema, capaz de paralizar el cuerpo aún y cuando la mente de la victima luchara contra ello.

Sacudí la cabeza, no tenía caso pensa en eso. Lo importante era detener a mi tío, evitar que hiciera una locura. Era hora de que yo también empezara a proterger a mi familia; era una Cullen, y los Cullen cuidamos los unos de los otros.



A la distancia, una oscura figura oculta en el amparo de las sombras, observaba la escena con regocijo. Sí, uno a uno iban a pagar, uno a uno iban a caer. Tal vez no esa noche, tal vez no mañana, pero algún día habrían de pagar.

Le habían quitado todo, le habían arrebatado aquello que realmente amaba. Venganza. Uno a uno hasta llegar a ella.

Ella había iniciado todo. Con ella acabaría todo.

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