Disclaimer

Nombres y personajes de esta historia son propiedad de Stephanie Meyer (menos los que no salieron en la saga original). Lo único mio es la historia que va uniendo a tan maravillosos personajes.
Esto es un homenaje a una de mis sagas favoritas, sin fines de lucro, por mera distracción.

domingo, 1 de febrero de 2009

LA INVITACIÓN

Sacudí la cabeza un poco para despabilarme y dejar a un lado esos recuerdos que me acosaban. Me sentía tan reconfortada, tan feliz estrechada entre sus brazos. Hacía un año que no me había abrazado de esa forma a él, pero parecía como si nunca hubiera estado lejos de esos brazos. Era como si de alguna forma, ese fuera el lugar a donde yo pertenecía.
Permanecimos así por quien sabe cuánto tiempo, antes de que él rompiera el silencio.
–Imagino que si viniste a Forks no fue únicamente para disculparte conmigo –la voz de Jacob tenía un aire casual, pero no me engañaba. Yo sabía que en sus palabras había una pregunta implícita.
–Esa fue una de las razones.
–¿Cuáles son las otras?
–Pues quería ver a mi abuelo
–Ok, esa es una.
–¿No es más que suficiente?
–Dijiste que eran “razones”, así que imagino que hay más, ¿o no?
–Mmm… –el cansancio empezaba a hacer mella en mí, y estar abrazada en los literalmente cálidos brazos de Jake no ayudaba a mantenerme despierta y alerta
–¿Nessie? –me separó un poco para verme a la cara. Realmente no le presté mucha atención a eso, sino más bien al tono cariñoso con el que me había dicho “Nessie”, ¡bien! Parecía que había esperanzas en recuperar nuestra vieja relación –¿Te estás durmiendo aquí, de pié?
¿Lo estaba haciendo? Creo que sí, porque los ojos me pesaban y después del alivio que sentí cuando de alguna manera entendí que él me había perdonado, el estrés abandonó mi cuerpo, dando paso al cansancio para empezar a sumirme en el sopor del sueño.
–Noooo, yo nooo me estoy durmiendo –pero el bostezo que escapó de mi boca, distorsionando mis palabras, me contradijo por completo.
–Señorita, es hora de irte a dormir. Un minuto más y creo que tendré que cargarte como un costal hasta tu cama.
–Pero no tengo sueño –otro maldito bostezo me contradijo –además, no puedo hacerles la grosería a ti, Seth y Sue de dejarlos aquí como si nada para irme a dormir. Esme se moriría de la mortificación si se enterara de mis malos modales.
–Eso tiene remedio: mientras te vas a la cama, nosotros regresamos a casa.
–¡No! –la voz me salió con más fuerza de la que pretendía –No se vayan. Es más, ahorita me tomo un café o una coca-cola para que se me quite el cansancio y podamos estar juntos un par de horas más. Hay tantas cosas que me tienen que contar tú y Seth.
Jacob pareció sopesar por un momento mis palabras, pero al final, terminó moviendo su cabeza en señal de negación.
–Nessie, sabes que siempre termino dándote aquello que más quieres y se nota que en estos momentos, aunque no lo quieras aceptar, lo que tu cuerpo pide a gritos es una buena noche de sueño. –al percatarse de mis intenciones por seguir protestando, continúo –Sé buena y hazme caso; te prometo que mañana te contaremos todo lo que quieras saber.
–¿Mañana? ¿Vas a venir mañana a verme?
–Mejor aún: mañana vas a venir conmigo, o mejor dicho, con nosotros a La Push.
Al escucharlo, sentí que mis ojos y mi rostro en general resplandecían como el de una niña en la mañana de Navidad.
–¿De verdad?
–De verdad. Mañana vendré por ti y por Charlie para que pasen el día con nosotros en La Push. Billy ha estado insistiendo para que Charlie vaya a pescar este fin de semana con él, y conociendo a tu abuelo, a él le encantaría ir siempre y cuando no implique dejarte sola y aburrida en casa. Así que matamos un pájaro de dos tiros: tu abuelo puede salir de paseo con mi padre, y tú conocerás mi hogar.
Estaba realmente entusiasmada con la posibilidad de conocer la tierra de Jacob. A pesar de los dos años que viví en Forks, esta era la primera vez que pisaría territorio quileute.
–¡Jake, eso será maravilloso! –me abracé a su cuello de felicidad, en un impulso de mi parte
–¡Qué bueno que te guste la idea! Pero antes señorita, usted se tiene que ir a dormir… sin protestas. –Jacob se separó de mis brazos y sin más, me giró en media vuelta de frente a la puerta de la casa. Con movimientos rápidos, abrió la puerta mientras me empujaba suavemente al interior.
–¡Seth, es hora de irnos! –gritó mientras cerraba tras de él la puerta
–¿Ya? Pero… –al ver mi cara de cansancio, Seth calló lo que iba a decir –Sí, es hora de irnos… ¡mamá, es hora de regresar a casa!
Charlie y Sue salieron de la cocina y llegaron hasta la sala. Solo voltearon a verme (¿realmente mi cara reflejaba el sueño y el cansancio que sentía?) y sin agregar nada más, empezaron a despedirse nuestros invitados, a la vez que Jacob les informaba de la visita que haríamos mi abuelo y yo a La Push al día siguiente.
Entre abrazos, prometimos vernos al día siguiente. Seth me recordó que llevara el traje de baño, porque quería retarme a una competencia de natación en las playas de la reserva. Sue solo se limitó a decirme “hasta luego”, pero con Charlie sí fue un poquito más afectuosa, si se podía decir así. El último en salir de la casa fue Jacob, que me dijo “Duerme bien. Descansa” y me besó en la frente.
En cuanto se fueron, no pude reprimir una serie de bostezos que manifestaban el estado de agotamiento que tenía. Recordando que mi equipaje aún se encontraba en el auto, me dispuse a ir por él, a pesar de las protestas de Charlie en el sentido de que él solo podía cargar con las maletas. Lo convencí de ayudarlo argumentándole que entre los dos bajaríamos más rápido mis cosas, y por ende, más rápido podría ponerme mi pijama para irme a dormir.
Ya con las maletas dentro de la habitación que alguna vez fuera de mi madre, saqué de una de las maletas mi pijama, un juego de ropa interior limpia y mi neceser con mis artículos de limpieza. Por más cansada que estuviera, no iba a poder dormir si no me daba mi religioso baño nocturno.
En cuanto terminé con mi ritual de aseo, me acerqué a la puerta de la habitación de Charlie para desearle buenas noches. Justo cuando el abuelo me daba un beso en la mejilla, ¡zaz! Otra vez las lucecitas multicolores atravesaron mi mente y sentí como “descargaba” unos recuerdos de la mente de mi abuelo a la mía. Me despedí de él y me dirigí lo más humanamente rápido a mi cuarto. Sabía que enseguida mi cerebro le daría al “play” y empezaría a reproducir el “video” (como yo había empezado a llamar a esas descargas de memoria). En cuanto cerré la puerta a mi espalda y me apoyé en ella, mi cerebro empezó a reproducir los recuerdos de Charlie como si de los míos propios se tratara.
Algo le había pasado a Jacob en ese instante, un accidente en motocicleta y mamá había llegado a casa después de haberlo ido a ver. Ella mencionó “No creí que alguna vez superarían ese absurdo prejuicio que tienen allí contra los Cullen, pero a alguien se le ocurrió llamar a Carlisle y Billy se mostró de lo más agradecido cuando apareció”. Y más adelante, Charlie había puesto mayor énfasis en este recuerdo, cuando le dijo a Bella que tenía el presentimiento de que pronto la perdería, ella parecía dispuesta a restarle importancia a los temores del abuelo, pero Charlie fue muy enfático cuando le aseguró que no montaría ningún escándalo, pero que le avisara con algo de antelación, ya que quería tener la oportunidad de abrazarla y decirle adiós. Fin de la proyección.
Casi arrastrando mis pies me acerqué a la cama y me dejé caer encima de ella sin el menor ápice de gracia. Tenía preguntas que no dejaban de darme vueltas en mi aturdida cabecita. Primero, ¿porqué sentían aversión por mi familia “allí”? Ese “allí” me imagino que era La Push, pero entonces, ¿Jacob alguna vez había tenido algo contra mi familia? Y si había sido así, ¿qué había provocado que las cosas fueran diferentes? ¿Por qué el abuelo estaría recordando precisamente ése pasaje de su vida?
No estaba muy segura de cómo era que funcionaba esta nueva forma de mi don, que había aparecido un par de meses atrás. No le había contado nada de esto a mis padres o a algún otro de mis parientes. Era muy difícil mantener secretos estando mi padre cerca, así que me las había ingeniado para no pensar en mi don cuando estaba junto a él. A veces envidiaba el escudo que poseía mamá, ya que no sabía si papá se la pasaba metido en mi mente, desvelando todos y cada uno de mis pensamientos, o si, por el contrario, había decidido concederme mi propio espacio “privado y confidencial” en mi mente, aquél espacio donde estarías mis más secretos pensamientos, anhelos y sueños.
Pensando en ello, me quedé dormida profundamente.


El suelo estaba cubierto de una espesa nieve en esa parte del bosque. Hacía un viento helado, pero no me calaba como debería de hacerlo a una persona normal, ya que mi temperatura normal era un poco más elevada que la de mayoría. Mamá me ponía un vestidito muy adornado y femenino, con una cara que reflejaba agonía. Toqué su rostro y le mostré la imagen que veía de ella. Yo quería saber el por qué de su angustia.
Mamá abrió los ojos rojizos como platos y me dijo “Te quiero más que nada en el mundo
Yo también te quiero mamá” respondí en voz alta mientras acariciaba el guardapelo que me había regalado, “Siempre estaremos juntos” concluí.
“Siempre estaremos juntos en nuestros corazones, pero hoy, cuando llegue el momento, tienes que dejarme.”
Sus palabras produjeron en mi pecho una angustia y un dolor equiparables al que momentos antes había visto en su rostro. Toqué su rostro con mi mano para transmitirle mi desgarrada negativa.
“¿Lo harás por mí, por favor?”
Con mis pensamientos y con mi voz traté de decirle que sí, pero dolía mucho pensar estar lejos de ella y de papá. Mamá repetía el “por favor” mientras unas sinistras manos me arrancaban de sus brazos y me alejaban de ella y del resto de mi familia.
–¡No! – abrí los ojos de golpe a la vez que me levantaba hasta quedar prácticamente sentada en la cama. En un impulso, busqué con mi mano derecha el guardapelo que siempre llevaba en mi cuello desde la primera navidad de mi vida.
Estaba un poco desorientada mientras veía clarear el día a través de una ventana que no me parecía conocida. Poco a poco, mientras con mis ojos recorría la pequeña habitación con sus muebles algo pasados de moda, comprendí dónde me estaba así como caí en cuenta que había tenido otra vez la pesadilla que a veces me acosaba desde niña.
Era una mezcla de sueños y recuerdos de aquella vez que los Volturi habían estado a punto de arrasar con mi familia y nuestros amigos a causa de mi existencia. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había soñado con eso. Sacudí la cabeza, como si asi pudiera borrar esas escalofriantes imágenes.
Vi que los números rojos de un radio-reloj que estaba a un lado del buró de la cama marcaban las 6:12 a.m. No estaba segura si podría volver a quedarme dormida nuevamente, o si de hacerlo, seguiría soñando con la pesadilla, por lo que opté por levantarme y empezar a arreglarme para la visita a La Push.
No recordaba a qué hora había quedado con Jacob, pero si el abuelo pensaba ir a pescar con Billy, imaginé que la cita sería lo más temprano posible. Arrastré un pié tras otro para levantarme de la cama y empezar a buscar entre mis maletas qué ponerme ese día.
Me quedé mirando varias opciones de vestuario hasta que me decidí por unos shorts de mezclilla azul marino y una especie de blusa-túnica en azul cielo. Debajo me pondría uno de los 10 bikinis que Alice me había comprado la última vez que habíamos ido a Paris de compras. No pude evitar sonreír al recordar a mi pequeña y elegante tía andar como torbellino por las muy elegantes tiendas parisinas.
Me metí a bañar, me vestí y en cuanto terminé de calzarme un par de finas sandalias de cuero, baje a la cocina. Charlie ya estaba ahí, tomando una taza de café mientras leía el periódico. En cuanto se percató de mi presencia, dobló el diario y me dedicó una enorme sonrisa.
–¡Buenos días, cariño! ¿Cómo dormiste?
–Como un tronco – No tenía caso contarle de mi pesadilla, era algo que me había acompañado desde pequeña. Me senté en la silla frente a él.
–Deberías de haberte quedado un rato más en la cama. Ayer parecías muy agotada.
–No era necesario, hoy me levanté con mucha energía. Además, supongo que si vas a ir a pescar con Billy, querrás ir lo más temprano posible, ¿o me equivoco?
Charlie esbozó una sonrisa y no necesitó más para confirmar lo que pensaba.
–Bueno, en cuanto desayunes algo, salimos hacia la reserva.
–Pues entonces no tardaré mucho, no tengo hambre así que podemos irnos ya mismo. –Dije a la vez que me ponía de pie
–Un momento señorita. –¿Por qué fruncía de esa manera el ceño? –No nos vamos de aquí sin que comas algo. Tu madre me mataría si se entera que no te cuido bien y que permito que empieces el día sin desayunar como Dios manda.
–Abuelo, no es necesario, yo nunca….
–Sí lo es. –me atajó a la vez que me dirigía una ceñuda mirada –Mientras estés aquí, me encargaré de que te alimentes bien. Un par de kilitos más no te caerían nada mal. Esta juventud, tan obsesionada con tener cuerpos de paletitas “lollipops”.
No quise discutir con mi abuelo porque eso me llevaría a darle una larga explicación sobre por qué no podía engordar aunque me comiera un trailer lleno de hamburguesas dobles con queso. Mi cuerpo quemaba demasiado rápido las calorías que consumía y, aunado a que prefería la dieta líquida de todo vampiro vegetariano, por eso lograba estar en forma. Explicar todo eso rompería con la decisión del abuelo de “saber sólo lo absolutamente esencial y necesario sobre la familia Cullen”.
Con la mayor resignación del mundo, saqué la jarra de leche del refrigerador y me serví un vaso. Bajo la atenta mirada del abuelo, saqué también una rebanada de jamón y después, busqué un par de rebanadas de pan para improvisarme un sándwich. Observé mi desayuno e imaginado que era un puma muy enojado, procedí a ingerir mis alimentos. Charlie no quedó satisfecho sino hasta que vio que me comía hasta el último bocado del sándwich y que el vaso de leche estaba completamente vacío.
–¡Esa es mi niña! –exclamó gustoso el abuelo, como el gato que se comió al ratón –Cuando hable con tus padres, les diré lo buena y obediente que eres.
¡Fantástico! Ahora, le daba por hablarme como a una niña de 8 años. Bueno, técnicamente esa era mi edad, pero ¿por qué demonios no recordaban que yo había madurado en la mitad del tiempo que hacen los humanos? Odiaba cuando se ponían así, porque yo no era ni física ni mentalmente una niña ya. Si en mi mente todavía tuviera ocho años, probablemente estaría jugando con muñecas y creyendo en la existencia de Santa Claus, sin importar que mi estatura fuera de más de un metro setenta y tuviera el cuerpo de una mujer de 18 o 20 años. Pero no, mi mente funcionaba de acuerdo a la edad que aparentaba. Incluyendo lo de experimentar la atracción física de hombres de casi dos metros de altura, con un cuerpo como para quitar el aliento, con una piel bronceada en tonos rojizos y un…
–¿Te sientes bien, Nessie? Te noto algo sofocada, con las mejillas algo rojas. ¿No tendrás temperatura?– El abuelo hizo el ademán de estirar la mano para tocar con ella mi frente.
–No lo creo abuelo… en fin, será mejor que nos pongamos en marcha para irnos a La Push. Tengo muchas ganas de ver a Billy y conocer la reserva de nuestros amigos quileutes. Anda, vamos a llegar tarde si no nos ponemos en marcha.
Mis palabras parecieron distraer a mi abuelo. ¡Excelente! Lo último que necesitaba es que se diera cuenta que pensar en cierta persona en especial, efectivamente elevaba mi temperatura corporal. Y no precisamente a causa de una enfermedad.

2 comentarios:

  1. oola me yamo merari y en cuanto me encontre con tu blog e puse aleer la historia y la verdad es k esta muy padre =)

    bueno ya k lea más t escribo otro comentario
    bye

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  2. woooo esta super genial, tu histori e leido algunas de estos personajes pero la historia han resultado demasiado sexistas o crueles por eso esta es la mejor

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