“¡Mierda!”,
pronuncié en mi mente, en sentido figurado y literal, cuando pisé por enésima
vez algo pastoso con la suela de mi bota. Trataba de no ser tan remilgosa,
teniendo en cuenta lo que se nos venía encima, pero no podía evitar arrugar la
nariz con el fétido olor del agua sucia que corría a través del oscuro túnel
subterráneo de Volterra. Caminaba por una especie de cornisa, negándome del
todo a entrar en el agua, como lo hacían los demás sin inmutarse. De vez en
cuando caía en ella, pero nuevamente retomaba mi camino.
Para alguien que había estado
acostumbrada a cazar con sus propias manos y dientes animales tan feroces como
pumas, osos y hasta un león, era bastante absurdo tenerles tanto miedo y asco a
las ratas que pululaban por ahí. Así que tenía que aguantar, morderme los
labios para no gritar y avanzar al lado de los demás.
Habíamos estado caminando en la
oscuridad desde hacía media hora, desde San Gimignano hasta llegar a la
compleja red de túneles subterráneos de Volterra. A medida que iban
presentándose bifurcaciones, el contingente había ido separándose, tomando su
lugar en el perfecto y temerario plan de ataque que habían armado en los días
previos. Por momentos, un frío temblor me recorría por la espina dorsal,
instándome a dar media vuelta y salir corriendo a toda velocidad, poniendo toda
la distancia entre el peligro y yo. Pero
luego, casi de inmediato, una voz resonaba en mi cabeza, recordándome todo lo
que estaba en juego ahí y por qué no podía huir como una cobarde. Eso era todo
lo que necesitaba para jalar la rienda al miedo y regresarme al juego.
–Alto –Susurró Emmet, mientras
levantaba la mano derecha, bien estirada y echaba una rápida mirada sobre el
hombro, enfatizando la orden. –Nos estamos acercando al lugar donde Alejandro
colocará las cargas de C4. A partir de aquí, nos dividiremos en grupos más
pequeños. Stan, Nessie y Freyja, ustedes
seguirán por la derecha, en el siguiente
tramo, cerca de uno de los accesos al gran salón.
No dije nada, ¿qué podría decir salvo
que sentía una corriente helada por mi cuerpo, parte anticipación, parte miedo
por lo que pasaría en un par de minutos?. Alguna vez había fantaseado vengar la
muerte de aquellos que perdimos esa fatídica noche, años atrás. Alguna vez
había imaginado qué se sentiría arrancar esa sonrisa tan autocomplaciente del
rostro de Aro; claro, lo había imaginado y disfrutado mientras me bebía solita
un par de botellas de tinto… pero desear una cosa y estar realmente frente a
ella, era todo un viaje muy diferente.
–Si el humano Swan está alojado en la
“habitación de invitados especiales” – enfatizó Neema haciendo con sus dedos
unas comillas al aire – los lobos y yo también tendremos que seguir ese túnel.
–Si mi padre está ahí, yo debería con
ustedes – pronunció mi madre, decidida a ser algo más que el escudo protector
portátil contra Jane, como había protestado mientras afinábamos últimos
detalles de nuestro ataque. El que mamá fuera de naturaleza tranquila, no
quería decir que no supiera dar un buen golpe; si algo había descubierto, es
que en estos años de mi ausencia, mamá
había estado aprendiendo a luchar, porque ella sabía que algún día los Vulturi
volverían por nosotros, y no pensaba quedarse simplemente de pie, haciendo lo
suyo, atenida a que alguien más se encargara de su protección. Odiaba pelear,
odiaba hacer daño, pero no era una tonta que se quedaba de brazos cruzados
mientras los demás arriesgábamos el pellejo.
–Bella – papá apretó la mano de mi
madre, atrayendo su mirada –Sé que quieres ir por Charlie, pero tenemos qué
atenernos al plan inicial. No podemos improvisar.
»Necesitamos atacar por todos los
frentes, arrinconar a los Vulturi mientras dejamos que Jake y Seth rescaten a
Charlie y… a Leah.
Fruncí el ceño, aprovechando que los
quileutes estaban a mi espalda. Yo no me tragaba el cuento que Leah era
inocente en todo este embrollo; cada minuto que pasaba, mi corazón y mi cabeza
se convencían de que la loba había sido quien había secuestrado y entregado a
mi abuelo.
–Bien, entonces, es hora de seguir.
Asegúrense de tener bien ajustados el equipo de comunicación –tío Emmett señaló
a los auriculares y pequeños micrófonos que nos habíamos ajustado antes de
partir de San Gimignano –Y no dejen de estar al pendiente de sus relojes.
Alejandro va a volar este maldito castillo justo cuando se marque la última
campanada de la media noche. Debemos estar fuera de las murallas antes de que
pase esto.
Volteando a mirar el reloj inteligente
que traía en la muñeca izquierda, me di cuenta eso nos daba menos de una hora
para atacar.
Tenía que reconocer que la parte de
volar un edificio con un montón de siglos de antigüedad, sin mencionar que
había un pequeño margen de posibilidad de víctimas humanas colaterales, era la
parte que menos me encantaba de nuestros planes, pero el tiempo del abuelo
Charlie se agotaba, nuestro margen de maniobras era muy estrecho.
Y para demoler un edificio, reducirlo a
algo tan fino como arena en el desierto, Alejandro era el indicado para que se
encargara de ese tipo de cosas, según había entendido. No había cruzado ni una
sola palabra con el socio del tío Emmett, no solo porque había estado demasiado
ocupada con mis propios problemas personales, sino porque el tipo me daba un
miedo hasta la médula. Se lo había comentado ha Stan, quien me respondió: –Mantente apartada de él. Está jodidamente
loco. Sinceramente, no sé por qué Emmett lo tiene a su lado, o como logra
controlarlo, pero es una bomba de tiempo andante. En vida humana, fue un
pirómano y asesino en serie. . Eso bastó para evitar cruzarme incluso por
accidente con el tal Alejandro. Ya no quedaban vacantes en mi vida para
“vampiros dementes y peligrosos”.
Sabía que mis padres tampoco estaban muy
felices de no estar conmigo en esta parte del plan; pero como había dicho tío
Emmett, era necesario atacar por todos los flancos, y eso significaba formar
pequeñas células de ataque.
Seguimos avanzando apenas un par de
metros más, antes de llegar un túnel mucho más estrecho y pestilente que por
que habíamos andado. Emmett hizo un ligero movimiento de cabeza, al que
Stan y Neema respondieron de la misma
manera; esa era nuestra señal. Con un profundo suspiro, y antes de dirigirles
una mirada a mis padres, que esperaba les diera la pequeña tranquilidad de que
nos veríamos más adelante, con el abuelo Charlie a salvo y muy lejos antes de
que se nos viniera un montón de escombros encima.
Fue inevitable que no arrugara aún más
el rostro del asco que sentía por los pútridos aromas que invadían mis fosas
nasales a medida que avanzábamos en la oscuridad. Y que el agua fuera subiendo
de nivel a medida que nos internábamos en este tramo del camino, tampoco
ayudaba en nada; había visto por lo menos flotar los cadáveres de 5 ratas, de
los cuales, uno me había rosado un brazo. Sabía que era una estupidez ponerme
en ese plan tan remolón, cuando íbamos a meternos de lleno a una pelea sin
cuartel contra nuestros peores enemigos. Y eso me enojaba, me enfurecía estar
molesta por una estupidez superficial. Y de eso tenía la culpa la maldita Señora.
Sí, al darme su sangre, mi cuerpo había
sido dotado de una fuerza casi similar a la de los vampiros; mis sentidos se
habían agudizado tanto que podía ver sin esfuerzo en la más profunda oscuridad,
como lo estábamos haciendo en ese momento; mi olfato podía percibir cualquier
aroma, así que la pestilencia me estaba acribillando la nariz en cada
inhalación que hacía. Incluso, después de beber esa maldita sangre, mis heridas
y malestares de días anteriores habían desaparecido por completo. Es más,
aunque parecía una locura, podía jurar que las horribles marcas de mi brazo
izquierdo, las que me había infligido Quil aquella fatídica noche, parecían
haberse atenuado un poco.
–Seth y yo también tenemos qué
apañárnoslas. –murmuró entre dientes Jake, sobresaltándome al sacarme de mis
pensamientos. No me había dado cuenta que él ya me había dado alcance, mientras
Stan y Neema iban a la cabeza, abriendo y marcando el camino a seguir.
–Pobrecitos de ustedes… –dije, medio
sarcástica mientras pisaba con la punta del zapato algo de una consistencia
medio extraña
–¿Y qué vas a hacer cuando el agua
llegue hasta aquí? –levantó su mano hasta la altura de su barbilla. Abrí los
ojos, sorprendida. No sabía hasta dónde podía llegar el agua, pero lo cierto es
que ya me llegaba por arriba de las caderas. Imaginarme nadando en medio de esa
inmundicia, pensar en que el cadáver de algún animal muerto, o algún desecho
humano pudiera rosarme el rostro.
Quería salir corriendo a toda marcha de
ahí, pero Emmett y Neema nos habían advertido que íbamos a tener que andar con
cuidado. Aunque mi tío había recorrido cientos de veces ese pasaje, y estaba
seguro que nadie salvo él, Neema y Stan habían estado al tanto de la existencia
de esos túneles, no quería llevarse la sorpresa de que Aro y sus monstruos
habían descubierto el lugar y correr el
riesgo de toparse con alguien de la guardia Vulturi.
–Puedo llevarte en mi espalda, si
quieres… como en los viejos tiempos.
Esbocé una sonrisa ladeada. No supe qué
contestar… Era extraño recuperar esa
sensación de camaradería entre Jake y yo;
una sensación de un tiempo muy atrás,
cuando no había habido dramas, sentimientos confusos, ni tristeza. Cuando había
sido simplemente mi mejor amigo.
Antes de contestar cualquier cosa,
desvié la mirada hacia más adelante y me encontré con la de Stan, quien al
parecer, no descuidaba ningún detalle sobre mí, aún con una guerra encima.
El gesto no había pasado desapercibido
por Jacob, que atinó a decir: –O tal vez no.
Un incómodo silencio se instaló entre
nosotros, recordándonos en qué punto de nuestras vidas estábamos parados.
Recordándonos que apenas si quedaban fragmentos de lo que alguna vez fue
nuestra amistad.
–Será mejor que nos apresuremos, creo
que ya nos llevan una buena distancia –realmente no era mucha, tal vez unos cinco
metros a lo más. Pero necesitaba decir algo que rompiera esa incomodidad.
–Sí… tengo que ir a vigilar a Seth. No
vaya a ser que se le ocurra alguna estupidez al amparo de la oscuridad.
Asentí y proseguí mi camino, con pasos
más largos, dejando que Jacob se alejara hasta ponerse a un lado de Seth.
“Todavía no es tarde para dar media vuelta y
huir.” Esa pequeña idea que había cruzado fugazmente por mi consciencia me
sorprendió. Debía ser mi instinto de supervivencia. ¿Podía alguien culparme de
sentir miedo a cada paso que me acercaba al palacio de los Vulturi? Porque por
mucho que estuviera dispuesta a arriesgar mi vida para rescatar al abuelo Charlie,
por más que hubiera recibido una dosis del equivalente a “anabólicos para
vampiros” cortesía de la Señora, por
más que me mentalizara en que saldríamos victoriosos de esa pelea, aun así no
podía controlar el miedo que me recorría de arriba a abajo por cada una de mis
terminales nerviosas. Porque siempre existía la posibilidad de no salir con
vida de ahí; de perder seres queridos, de terminar en una peor condición… Años
atrás, habíamos perdido a tantos, había cambiado todo en nuestras vidas o
existencias, o como se pudiera decir.
“Pero
esta vez eres más fuerte, más rápida, más lista”.
Sonreí burlona. Tal vez fuera en mejores
condiciones físicamente, pero “lista”, bueno,
creo que a pesar de los miles de libros que había leído en mi vida, ese
adjetivo definitivamente no me lo había ganado. Si fuera lista, no hubiera cometido tantos errores que al final me habían
llevado al lugar donde estaba en esos momentos.
“Piensa
que esta vez, tendrás la oportunidad de patearle el trasero a Aro y Jane sin
que te rompan el esqueleto en el intento”.
La sonrisa se hizo más amplia al
imaginarme dándole una paliza a Jane. Sí, tenía qué animarme a mí misma con ese
tipo de pensamientos. No había nada como levantar el ánimo la imagen mental de
mi puño estrellándose contra el perfecto rostro de la “enana malévola”.
Después de todo, tal vez sí había salido
algo bueno después del desastroso encuentro con la Señora. Claro, sin contar
con el hecho de que había accedido a que mi conversión a vampiro dependiera
única y exclusivamente de ella, y si eso sucedía, sería su esclava por el
tiempo en que ella lo deseara, y bien podría ser un día o una eternidad.
Beber esa pequeña cantidad de sangre no
solo había puesto coléricos a mis padres y a Stan; las Erinias estaban encabronadísimas. Al parecer, solo Eros y Freyja
habían tenido el honor de beber la sangre de su creadora. Las demás se sentían
realmente ultrajadas y no entendían por qué su madre había tenido tal detalle
con un bichito insignificante como yo. Y tampoco yo lo tenía en claro, era un
completo misterio para mí.
Todavía trataba de asimilar de lo que me
había enterado después de despertar, totalmente desubicada, el día anterior.
Gracias a esa inesperada visita y lo sucedido después de, habíamos tenido que
retrasar un día nuestro ataque.
Según lo poco que pudimos sacarle de
información a Freyja y Eros, la Señora jamás
daba su sangre a nadie, a menos que supusiera una ventaja para sus propios
planes. Antes de que yo despertara, Freyja les había advertido a los demás que
yo podría sentirme algo perdida una vez que despertara. Eran trocitos de
información los que se habían dignado a darnos. No sé si por tozudez o porque
era tal el domino de la Señora en su clan, que estos quisieran o no, no
podían decir más de lo que ella les estuviera permitido pronunciar.
Así que mi padre había tenido que
recurrir a su don, sondear sus cabezas para saber qué era lo que se traían en
manos. Fue como supo lo mal que había sentado entre el resto de las Erinias el “privilegio” que se me había otorgado. Si
no fuera porque tenían la orden tajante de que yo debía llegar entera, vivita y
coleando a nuestra cita en Volterra, entre todas se hubieran encargado de
destrozarme.
Mi familia tampoco se había tomado nada
bien lo de la sangre y todo lo sucedido en el encuentro con la Señora. Papá, Emmett y Stan se habían
encargado de decirles lo que había sucedido allá arriba. Mi padre sabía más que
Emmett, obviamente. Cuando vio el arribo de Stefan y Vladimir, algo no le dio
buena espina, así que se puso a rondar por las mentes de todos, tanto en las
catacumbas como lo que sucedía metros más arriba.
Papá “escuchaba”, ataba cabos, iba
hilando retazos de pensamientos, ideas… pero no terminaba de soltar prenda.
–Algo
no anda bien– había dicho. –Eso de tu
enfermedad, de que tienes los días contados, no me lo termino de creer. Esa
mujer buscó la forma de acorralarte, de acorralarnos para obligarte a aceptar
el trato.
–¿Pero
por qué? – yo no me podía imaginar por qué haría tal cosa la Señora.
Los demás trabajaban a marchas forzadas,
mientras los Cullen y Masaryk (como me consideraba ya) nos habíamos reunido
para discutir lo que había sucedido conmigo. No es que tuviéramos el tiempo del
mundo para intercambiar opiniones, filosofar o armar complots y consecuencias
de lo que había pasado. De hecho, no podíamos obviar que nuestra prioridad era
Aro y Volterra. Pero mi madre, mis tíos y abuelos querían detalles de nuestro
encuentro con la Señora.
–Quiere
dominarnos. – sentenció Stan –He
estado en contacto con el clan como para saber que aun moviéndose en las
sombras, el deseo de dominar y someter a los demás es algo que no pueden dejar
de lado.
Si después de todo resultaba que la Señora había montado todo un teatro con
tal de acorralarme y no dejarme otra salida más que aceptar las condiciones que
había puesto para seguir con nuestra alianza, lo importante era el por qué.
¿Por qué se había tomado tantas molestias?
“Algún
día, ella poseerá algo que tal vez yo deseé. Y entonces, tal vez llegue el
momento de volver a negociar.”. Esas palabras no dejaban de retumbar en mi
cabeza. Las había escuchado casi a la distancia, con la mente casi ahogada en
la neblina de la inconsciencia y el dolor apoderándose se mi cuerpo una vez que
bebí la sangre. Pero habían sido reales; mi padre y Stan me lo habían
confirmado.
¿Qué es lo que podría querer de mí? ¿Un
donante de riñón, médula ósea o de un pulmón? Lo dudaba, pero ¿qué podía ser?
Lo único material que poseía era las joyas heredadas de tía Rose (que la Señora había dejado en claro que no le
interesaban). Y Stan. Él era la posesión más importante de mi vida… pero si
ella lo quisiera, lo hubiera podido apartar de mi lado cuando él había estado
dispuesto a dejarme con tal de salvarme.
Odiaba esa sensación de incertidumbre,
de que mi destino, mi vida no me pertenecería una vez más. Había luchado tanto
por no tener que estar regida por leyendas y designios, por trazar mi propio
camino, aunque no había sido ni el más fácil, ni mucho menos perfecto, pero lo
había hecho. O eso había creído hasta la noche anterior.
Mi futuro, efímero o eterno, dependía de esa mujer y lo que
decidiera hacer con él.
Lancé un suspiro.
Había sido una estupidez haber callado
ante mi familia el pequeño “detallito” de la hepatitis C que había contraído.
Pero era parte de mi aún más estúpida naturaleza; no podía evitar esa necesidad
de guardarme cosas… Era la fuerza de la costumbre, sabiendo que cualquier
pensamiento, cualquier sueño, cualquier cosa dentro de mi cabeza estaría
expuesta, ya fuera por el don de mi padre, o a causa del mío propio.
“Cuando
regresemos a casa, Carlisle te hará un chequeo completo.”, había dicho
tajante mi madre. “Y no es algo opcional.
Por una vez en la vida vas a hacerme caso sin protestas ni pretextos. Estoy
cansada de que nos dejes fuera, y que por tu cabezonería, una vez más te pongas
el peligro”. Lo único que atiné a hacer fue a asentir y quedarme dócilmente
callada. Mi madre no había gritado, pero en sus ojos pude ver todo el dolor y
el miedo que cargaba por dentro. No solo por Charlie, sino por mí, por mi
padre, por la familia y amigos al completo. Mi encuentro con la Señora había sido la guinda en ese pastel
de angustia emocional. Su reprimenda me había hecho sentir como una niñita
atrapada mientras metía la mano en el jarrón de las galletas, pero no podía
culparla… Exactamente, mi cabezonería me había vuelto a llevar a un lugar
bastante complicado.
Di un paso y choqué contra el cuerpo de
Neema.
–¡Epa! –la vampira me dio un vistazo
con el ceño fruncido sobre su hombro derecho, mientras trastabillaba su paso.
Cuando vio que se trataba de mí, relajó su expresión –¿Estás bien?
–Sí… Lo siento… –murmuré, todavía incapaz de controlar del
todo mi nueva fuerza. Antes, había sido capaz de luchar contra un vampiro, dar
pelea y aguantar un par de minutos en pie, pero sin lograr hacerles mucho daño.
Ahora, era capaz de igualar su fuerza, provocarles dolor. Stan me había dejado
probar con él, al asestarle un buen puñetazo en el abdomen, logrando doblarlo
del dolor y de pasada, yo no me había roto ni un solo hueso de la mano.
Pero eso no era lo importante, sino que
al fin nos habíamos detenido, justo donde una vez más el túnel volvía a
dividirse en dos caminos a seguir. Neema se volvió hacia Jake y Seth y dijo:
–Nosotros tres seguimos por aquí –con la cabeza indicó hacia la derecha. –Stan,
ya sabes hacia dónde va esa escalerilla.
Levanté la vista y me percaté que sobre
nuestras cabezas, había una especie de ducto, de donde se podía ver la
escalerilla que había mencionado Neema; probablemente el metal había visto y
tenido días más gloriosos. Si significaba lo que yo creía, que me iba a tocar
subir por ahí; esperaba que fuera lo suficientemente resistente para soportar
mi peso. Dudaba que la sangre de la Señora
me hubiera dado también la capacidad de trepar por muros como los demás
vampiros.
Los lobos y la vampira avanzaron sin
vacilación. Tragué saliva una vez más, y por un momento estuve lista para
gritarle a Jake que se detuviera. Sentí la mirada vidriosa y solté la mano de
Stan para llevarme la mía hacia los labios y fruncirlos con ella, para
asegurarme que ni un solo sonido histérico salía de mi boca.
Jacob volvió su rostro sobre el hombro
izquierdo, mirando hacia mi dirección y me dirigió un breve guiño, como si
esperara que eso me infundiera tranquilidad. Pero en lugar de eso, me pareció
una despedida, un adiós tan breve pero tan definitivo.
Deshice el puño que aprisionaban mis
labios, y estiré los dedos, lista para decir adiós con un gesto. Pero no pude,
y el gesto murió a medio camino; así que cerré los ojos y agaché la cabeza,
casi con cobardía. De repente recordé la pesadilla que había estado rondándome
en los últimos días, esa donde estaba en un oscuro y húmedo túnel,
recorriéndolo como si fuera un enorme laberinto sin fin, atormentada por los
gritos de auxilio del abuelo Charlie y siendo perseguida por los furiosos
gruñidos de un lobo. Era un sueño, una simple y aterradora pesadilla, producto
de mi subconsiente, me recordé. Pero parecía haber cobrado vida en ese
instante. Y no porque temiera que Jacob estuviera listo para hacerme daño, sino
porque temía que Leah pudiera aprovecharse de cualquier cosa y dar la última
estocada de su traición haciéndole algo a Jake o a Seth, su propio hermano.
–Estará bien, te lo prometo –susurró
Stan –Neema no permitirá que le suceda algo.
Levanté la mirada hacia Stan, y no supe
qué fue lo que me sorprendió más: si el hecho de que en su voz no había ningún
vestigio de celos o resentimiento hacia Jake, o la mirada de entendimiento de
Stan. Sabía qué Jake me preocupaba, pero no porque hubiera un motivo romántico
de fondo. Era como si entendiera que Jacob era un capítulo importante en el
libro de mi vida, y que una parte de mí siempre le querría.
Me tomé un segundo más para respirar y
componer la forma, pero sin previo aviso, Stan me tomó de la cintura y con un
rápido impulso, me montó sobre sus hombros; no tardé ni un parpadeo en entender
que me estaba ayudando a alcanzar la parte baja de la escalerilla; con
ligereza, me puse de pie sobre sus hombros y con un ligero salto, llegué hasta
el segundo barrote. Al tiempo que subía por los 17 peldaños, Stan y Freyja
hacían lo mismo, pero trepando la pared contraria. Llegaron primero que yo a
una especie de escalón o plataforma, justo donde terminaba o empezaba, según se
viera, la escalera.
Stan nos miró alternativamente a Freiya
y a mí, con un “¿Listas?” silencioso
en la mirada. Con manos suaves, palmeó un conjunto de viejos ladrillos, y para
mi sorpresa, una parte de la pared, no más grande que una ventana de las que
hay en los baños, empezó a recorrerse hacia la derecha con lentitud. Recé por
que no hubiera nadie al otro lado y se percatara del sonido y de nuestra
presencia.
Stan salió primero por el estrecho
hueco, seguido de la poderosa Erinia.
Yo me paré a penas un segundo, esperando controlar el latido de mi corazón, que
bombeaba al ritmo del aleteo de un colibrí. Tragué saliva de manera grave,
intentando apartar los recuerdos que me asaltaban sobre la última estancia en
ese lugar.
Stan,
tío Eleazar, Awka/Apolo, los Volturi, el “banquete “… el latido de
mi corazón retumbaba hasta mis propios oídos, como si se tratara de un
descontrolado tambor de guerra.
– laska–
Stan tendió su mano hacia mí, para ayudarme a pasar al otro lado del pasillo.
Ajustándome mentalmente mis pantalones
de chica dura y grande, salí al pasillo y por un instante me congelé al
reconocer el lugar. Era el pasillo que llevaba directamente al salón principal,
donde estaban los tronos de los Vulturi. No había cambiado ni un ápice en estos
años: el mismo lustre sobre el blanco mármol, las mismas antiquísimas pinturas
y estatuas adornaban las paredes y el corredor, el cual barrí de izquierda a
derecha en un segundo, sorprendiéndome el encontrarlo vacío.
Volví a mirar el reloj, habían pasado
apenas quince minutos desde la última vez que lo había checado; eran las 11:29
de la noche. Supuse que por ser Noche Vieja, los Vulturi estarían reunidos en
la cámara principal, listos para degustar el banquete de celebración por el
nuevo año. Dimos un par de pasos, recorriendo apenas unos 2 metros hasta llegar
a una puerta; si mal lo recordaba, era un minúsculo cuartito del tamaño de un
ascensor que se utilizaba para guardar productos de limpieza. Con esfuerzo, los
tres entramos ahí, yo en medio de los dos vampiros, para ocultarnos y esperar
nuestra señal.
Habían decido atacar cuando los Vulturi
estuvieran todos reunidos. Y eso sucedía a “la hora de la cena”. Alejandro se
encargaría de vigilar el regreso de Heidi con las “presas” recolectadas entre
un los turistas que pululaban por Volterra. Era la parte más dura del plan; no
estaba de acuerdo con ella, pero no había encontrado una alternativa a ello.
¿Era egoísta anteponer la vida del abuelo Charlie sobre las de 20 o 30 personas?
Jodida y decididamente sí. Pero ese no
era el momento de que el remordimiento machacara mi conciencia; tendría el
resto de mi vida para ello.
“En
toda guerra, hay daños colaterales. Vidas inocentes sacrificadas”, eso
habían dicho Emmet y Neema. Y aunque me lo había repetido una y otra vez,
tratando de dejarlo grabado en mi mente, era difícil digerirlo. Veinte vidas a
cambio de la de mi abuelo… Egoísta, duro, y definitivamente terminaría
pudriéndome en el infierno por esto, pero ahí estaba yo, esperando la señal
para entrar en acción.
–Pyro en posición. Cambio
–Esperamos señal. Cambio
El intercambio de murmullos entre
Alejandro y tío Emmett apenas si era perceptible en los pequeños audífonos que
todos traíamos como sistema de comunicación. Es cierto, el sentido del oído de
un vampiro era mucho mejor que el de un humano, al habernos dividido en grupos
de ataque teníamos qué coordinarnos; obviamente, el único capaz de
“escucharnos” a todos, amigos y enemigos, era mi padre con su don de telépata; los demás teníamos qué
buscar la manera de comunicarnos entre sí y hacerlo a grito pelado quedaba totalmente
descartado.
A cada líder de grupo se le había
asignado un dispositivo de treinta centímetros de largo, hecho a base de
carbono, unido a una base cilíndrica de otros ochos centímetros de alto y diez
de diámetro. A simple vista, parecía una simple linterna, pero al girar la base
de lo que vendría siendo la lámpara en sentido de las manecillas del
reloj, se escuchaba un chispazo y de
inmediato, una furiosa ráfaga de fuego salía de la apertura, alcanzando la
misma altura que el mango del dispositivo. Era una versión más sencilla y mucho
más moderna del arma que habían utilizado los Vulturi contra sus enemigos con
anterioridad. La misma arma con la que tía Rose había muerto interponiéndose
entre el chorro de fuego y mi cuerpo, justo cuando Awka había intentado
matarme. Stan estaba a cargo del dispositivo en nuestro grupo; a Freyja le
había sentado muy mal no estar a cargo del arma, pero como dijo Stan, era preferible
tenerlo nosotros, no fueran las Erinias a
cambiar de opinión en el último minuto e intentaran incinerarnos a lo demás.
Tragué saliva con esfuerzo, mientras el
corazón me martillaba a cada segundo con más intensidad, a la espera de las
instrucciones.
––¿Cosecha
empacada? Cambio
–Hasta
la última pieza. La puerta ha cerrado. Cambio
Heidi venía en camino, junto con la
“cena”. Mentalmente, repasé el recorrido que llevaba desde la puerta principal
hasta el recinto donde estarían esperando a Heidi. A paso humano promedio, no
llevaba más de 7 minutos recorrerlo. Siete minutos que podían significar ser
los últimos en esta tierra para muchos de nosotros.
Cerré los ojos, apoyando mi frente en la
amplia espalda de Stan, mientras que con mi mano derecha busqué su mano
izquierda y la apreté, echando a andar mi don; le mostré cada uno de los
recuerdos que más atesoraba sobre nosotros; la primera noche que pasamos
juntos; la primera vez que bailamos juntos en nuestra cita en Volterra; apenas
un par de días atrás, en Praga, decirle “te
amo” una y otra vez mientras yacía en sus brazos. Y el más importante,
nuestra boda y las promesas que nos habíamos hecho un día antes en la iglesia,
sin sacerdote, reverendo o juez de paz. No los habíamos necesitado, porque
nuestro amor y nuestros juramentos habían bastado para sellar nuestra unión.
–No –susurró volteando para abrazarme
–Esto no es un adiós.
–Por si acaso no… –el susurro se quebró
en mi voz. No quería pensar en un adiós, no quería pensar en no vivir un día
más a su lado pero… ¿quién podría predecir el final de esta guerra? La única
vidente del grupo tenía el don “bloqueado” gracias a la intervención de los
quileutes y a mi origen mestizo. La moneda estaba en el aire, y aunque una gran
parte de mí se concentraba en visualizar un resultado positivo, la victoria
sobre nuestros enemigos, otra parte, muy pequeña pero muy pesada, no dejaba de
gritar en mi cabeza que el resultado podría ser no favorable
Freyja emitió un ligerísimo carraspeo,
rompiendo mi abrazo. Esperé algún comentario ácido de su parte, pero solo nos
dirigió una larga mirada, sin pronunciar palabra.
Esbocé una forzada sonrisa torcida hacia
el amor de mi vida, dispuesta a concentrarme en lo que venía. Nuevamente miré
la pantalla del reloj: faltaban 2 minutos más para que Heidi llegara a su
destino. Apenas unos segundos después, escuchamos al otro lado de la puerta los
pasos y animadas voces indiscutiblemente humanos. Los sonidos duraron tan poco,
pero pareció durar una eternidad hasta que el pasillo nuevamente quedó en
silencio.
–Show
time –pronunció en un lúgubre tono Emmett a través del “chícharo” de
comunicación –Es hora de romper trastos viejos.
Oh por Dios! Con este capítulo me hiciste regresar al pasado! TE LUCISTE MID! no te vayas por favor 🙏😭
ResponderEliminarTe luciste, el show va a empezar literal!! Tantos años pero valio la pena la espera
ResponderEliminarEspero pronto el siguiente capítulo y que esté bien preciosa
ResponderEliminarEl siguiente cap por favor ✨✨✨
ResponderEliminarWOWOWOWOWOW NO ACREDITO
ResponderEliminarAhhhhhh me encanta!
ResponderEliminarValió totalmente la pena, estoy super emocionada
ResponderEliminargracias por continuar esta historia
ResponderEliminarOh por dios necesito leer más!!! Me pasó a la siguiente entrada, beneficios de llegar 3 años después jajaja
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