Disclaimer

Nombres y personajes de esta historia son propiedad de Stephanie Meyer (menos los que no salieron en la saga original). Lo único mio es la historia que va uniendo a tan maravillosos personajes.
Esto es un homenaje a una de mis sagas favoritas, sin fines de lucro, por mera distracción.

jueves, 11 de octubre de 2012

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La Señora enarcó una ceja, lanzándonos una larga mirada y guardó silencio, a pesar de las palabras de Stan. No es que él hubiera dicho algo como para sorprenderla o avasallarla, era más bien como si estuviera estudiándonos.
Sentía el corazón repiqueteándome sin control; me mordí el labio, nerviosa, y de vez en cuando, echaba una mirada de reojo en dirección de la puerta de la sacristía. ¿Por qué los demás no venían? Los rumanos ya deberían de haber llegado a las catacumbas y haber transmitido las órdenes de la Señora a Eros y las Erinias. Mi familia debió de haber sentido el temblor minutos antes de que ella apareciera, ¿dónde estaban? ¿Qué estaría sucediendo con ellos?
–Entonces, ¿qué es lo que está buscando en realidad?
–Stanislav Masaryk, siempre tan temerario, siempre listo para el ataque, sin miedos, sin remordimientos –la mujer al fin se dignó a hablar, esbozando una sonrisa ladeada, casi burlona –Dispuesto a plantarse, sin importar quién es el enemigo. Admirable, definitivamente estúpido, pero admirable.
Y antes de que pudiera darme tiempo de respirar o parpadear, o incluso, para temer, la Señora se movió con una rapidez impresionante, hasta llegar atrás de mi y rodearme con su brazo por el cuello, apretando con facilidad, imposibilitándome moverme o respirar bien.
–¡No!
–¿No qué, Stanislav? ¿Estarías dispuesto a tomar su lugar?
–Si.
Sentí que las órbitas de mis ojos estaban a nada de estallar por la presión del brazo sobre mi frágil cuello. El pánico empezaba a correr con violencia por mis venas; me costaba respirar, y  sentía que las fuerzas empezaban a abandonarme a toda velocidad. Pero a pesar de todo, intenté gritar, evitar que Stan terminara en mi lugar.
Lo intenté, pero en vano. No podía moverme, no podía hablar, y la mente empezaba a sentirme abotargada, a punto de sumirme en una especie de bruma oscura… ¿De verdad ese sería mi fin? ¿Así, tan fácil, sin siquiera poder un poco de lucha? ¡Dios! El terror se apoderaba de mí, mientras los pulmones luchaban por recibir algo de aire, faltaba poco, casi nada para que la penumbra de la inconsciencia se apoderara de mí.
Las voces de Stan y la Señora se escuchaban tan distantes, que ni siquiera estuve segura de entender lo que decían. A pesar de mis esfuerzos, cerré los ojos, totalmente vencida y me sentí caer por un abismo tan profundo, como si no tuviera fin. 

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