Disclaimer

Nombres y personajes de esta historia son propiedad de Stephanie Meyer (menos los que no salieron en la saga original). Lo único mio es la historia que va uniendo a tan maravillosos personajes.
Esto es un homenaje a una de mis sagas favoritas, sin fines de lucro, por mera distracción.

domingo, 28 de febrero de 2010

+*+*+*+*+*+*+

Chic@s, estoy en un bache creativo... Por más que lo intento, estoy como "ciclada" y me quedé a medias del capítulo 19. Así que, creo que no voy a publicar hoy. Lo siento, pero mi cabeza no quiere cooperar. Se los pongo así: tengo dos horas tratando de avanzar, pero lo único que he conseguido es escribir dos párrafos antes de borrarlos y volverlos a escribir y borrarlos nuevamente.
Disculpen las molestias y gracias por su comprensión.


Y bueno, quiero aprovechar para mandarles un abrazo y mi solidaridad a los hermanos chilenos. No hay palabras para describir lo sucedido ayer. Siento mucho lo que están pasando, de corazón deseo que encuentren la fuerza necesaria para levantarse en medio de la tragedia. Hace casi 25 años, mi país, México despertó en medio de una pesadilla como esa. Y en ese entonces, en medio de la tristeza y la desolación, encontramos la solidaridad y la amistad del resto del mundo.

Como yo, muchos mexicanos les mandamos desde aquí nuestra solidaridad y nuestras oraciones.

FUERZA CHILE

domingo, 21 de febrero de 2010

MIEDO


Conté mentalmente hasta veinte antes de pegar el grito.

–¡Ya puedes bajar de ahí, Stanislav!

En un parpadeó, estaba delante de mí, primero en cuclillas para después erguirse en toda su perfecta gloria.

–¿Te divertiste jugando a Tarzán? –continúe, sonriendo con sarcástica burla.

–¿Cómo?

–Digo, quiero pensar que de pronto te dio un irrefrenable deseo de ponerte a brincar entre los árboles como Tarzán, y no que en realidad te pusiste a espiar mi conversación con Emma.

–No te estaba espiando, sólo te estaba cuidando. Tu padre dejó órdenes precisas de que no te quitara el ojo de encima.

–Pero apuesto que eso no implicaba que te husmearas en lo que Emma y yo hablamos.

–Tal vez no, pero es mi deber cuidarte, y a como están las cosas con los lobos, lo siento, yo no me fío de ninguno de ellos. Por muy amigos que los puedas llegar a considerar, no me imagino dejándote sola y a merced de una raza tan voluble.

–Emma no es un lobo y es totalmente inofensiva.

–No me lo creo… aún las aguas mansas se pueden volver turbias cuando menos te lo esperas.

Guardé silencio por un momento, sin saber qué decir. Por más que intentaba, no podía imaginarme a Emma convertida en una fiera; al contrario, siempre me había parecido tan pacífica como un cachorrito recién nacido.

–Supongo que escuchaste todo… –dije al fin.

Stan asintió a modo de respuesta, ahorrándose las palabras.

Empecé a andar de regreso a la cabaña, sin mirar atrás para asegurarme que Stan me seguía; no era necesario hacerlo, estaba segura que era cosa de nada que me diera alcance y acoplara sus pasos a los míos.

–Y supongo que tendrás tu propia opinión sobre lo que escuchaste –continúe al fin.

–No.

–¿De verdad?

–¿Por qué te extraña? Lo que hayas hablado con esa mujer no tiene nada que ver conmigo.

Otro silencio.

Nos acercábamos a la cabaña, y a decir verdad, se me antojaba poco regresar a ella. Era volver a sumirme en la agonía de la espera de noticias de lo que sucedía en Denali, o con el tío Emmett o con lo que decidieran los Vulturis. Estaba harta del ambiente de ansiedad reinante en la cabaña. Necesitaba un respiro antes de regresar y pasarme las horas contemplando en silencio a tía Alice en espera de lo que sus visiones pudieran rebelarnos.

–¿Me acompañas a dar un paseo por ahí? –pronunció Stan, moviendo ligeramente la cabeza para instarme a acompañarlo.

Pasamos de largo la cabaña; tía Alice ya no estaba afuera, supuse que habría regresado al interior. Me sentí mal por ella, prácticamente obligada a no dejar de vigilar lo que sucedía a kilómetros de distancia. Sólo le quedaba observar, sin poder hacer nada más para ayudar a los otros.

–¿Vamos a seguir con lo del entrenamiento? –pregunté, recordando lo que habíamos dejado a medias antes de la visita de Seth y Emma.

–Si quieres… aunque si no te importa, me gustaría dar una caminata primero. Necesito estirar un poco las piernas.

Lo miré de reojo, suponiendo que eso de que necesitaba estirar las piernas era alguna especie de broma. Pero el rosto de Stan se mantuvo sereno, sin un atisbo de sonrisa siquiera.

Anduvimos buen rato en silencio, rodeados únicamente por los sonidos propios del bosque. No intenté buscar conversación, segura de que había algo que Stan quería decir, y más segura estaba que tenía relación con lo que había conversado con Emma.

Esperé paciente a que él fuera el primer en pronunciar palabra; gracias al lazo que compartíamos a raíz del intercambio de sangre, sabía que algo lo turbaba, había algo que le estaba provocando cierta ansiedad. Me pregunté qué sería, pero decidí no presionarle, si había algo que Stan tuviera qué decirme, me lo diría sin chistar.

Prácticamente habíamos llegado a la orilla del río cuando por fin rompió el silencio entre nosotros.

–¿Es verdad lo que le dijiste a Emma? ¿Es cierto que no vas a pelear por recuperar al tal Black?

Stan… –la voz me salió con un dejo de cansancio, poniendo los ojos en blanco, mostrando así que realmente no estaba segura de querer tener ese tipo de conversación con él.

–¿Qué sientes por él? –insistió –¿Qué quieres de el?

Aunque su voz era calmada y su rostro no perdía ni un ápice de serenidad, en sus ojos café-rojizos detecté un brillo de urgencia e inquietud. Stan ansiaba escuchar la respuesta, pero al mismo tiempo, era como si temiera lo que pudiera oír de mí.

–Pensé que habías dicho que lo que había hablado con Emma no tenía qué ver contigo.

Esta vez, Stan no pudo disimular la nota atormentada de su mirada. Sentí que el corazón se me encogía. Aunque trataba de no demostrarlo, le dolía que tratara de evadir una respuesta directa a sus preguntas. Pero yo tenía miedo del derrotero al que nos podía llevar esa conversación. Era una grandísima cobarde.

–¿Podrías contestar a mis preguntas? Por favor…

–Está bien –pronuncié dando un largo suspiro que demostraba mi derrota. Había sido la forma en que había pronunciado el “por favor” que había terminado con mi resistencia. Stan rara vez pedía las cosas, era más fácil que tomara lo que quisiera avasallando a quien se le pusiera por delante. Pero en esos momentos, con la mirada un tanto atormentada, con la voz derrotada, simplemente acabó con mi renuencia. –No, no pienso ni pretendo hacer nada para regresar con Jacob.

–¿De verdad?

–Sí. Escuchaste cuando se lo dije a Emma… no sé por qué lo preguntas.

–Tengo que estar seguro de que lo dices sinceramente. Necesito saber qué es verdad, que Jacob Black ha quedado atrás, que ya no hay lugar para él en tu vida.

–¿Por qué? –Lo increpé, molesta. No creía que hablar de Jacob con Stan fuera correcto. Mi historia con Jake era algo que nos incumbía únicamente a él y a mí. Si nunca había querido tocar el tema de Stanislav con Jacob, ¿por qué debería de hablar con Stan de lo que viví o lo que sentí al lado de Jake?

–Porque necesito comprender el significado de la forma en que lo ves cada vez que estás junto a él.

–¡Yo no veo a Jacob de ninguna forma en particular!

–Miéntete si quieres, pero así es.

–¡Claro que no! Lo único en lo que pienso cuando lo veo es en todo lo que lo lastimé, en todo el daño que le he hecho… Tal vez lo que crees ver no es más que el remordimiento de no haber podido ser la mujer que se merecía y…y … ¡Arrgh! No, lo siento, no quiero hablar de esto, no puedo hablar de Jacob contigo… No tiene sentido, así que no entiendo por qué quieres escarbar en esa parte de mi pasado.

Nos miramos fijamente, con la respiración irregular. Yo empezaba a sentirme alterada, ansiosa y con una especie de miedo corriendo por mis venas; de esa clase de miedo nacido de la anticipación, de la espera a algo decisivo que puede cambiar el curso del destino. Y sabía muy bien que esos sentimientos no eran míos únicamente, eran de Stan también; gracias a nuestro lazo, podía saber lo que estaba experimentando en esos momentos.

Stan tomó mi rostro entre sus manos, obligándome a mirarlo a la cara.

–¿Quieres saber por qué? Es porque… porque te amo. Y me duele vete junto a él, me vuelve loco pensar que aún puedas amarlo; es como si me arrancaran la piel sólo imaginarlo.

Me estremecí. Era la primera vez que escuchaba a Stan decírmelo.

Stanislav me miraba con desesperación, como si fuera un prisionero a punto de alcanzar la libertad después de un largo martirio.

Di un paso hacia atrás, trastabillando en el intento de poner distancia entre nosotros.

–No… no es verdad. –pronuncié con voz ahogada

¿? –Stan me miraba confundido, sin entender mi reacción.

Empecé a sentirme frenética, asustada y con ganas de salir corriendo lo más lejos de ahí.

–Tú no me quieres… no es cierto.

–Claro que sí, sino ¿por qué crees que regresé? ¿Por qué crees que me quedé, aún cuando me duele profundamente verte al lado de Jacob? Sólo por ti, sólo tú eres quien me retiene aquí.

– No puedes amarme… –repetí con voz débil –Por favor, no lo digas… no lo repitas. No me amas. No puede ser…

–¿Por qué? ¿Dejaste de amarme?

–Tú me rompiste el corazón… cuando yo te dije lo que sentía por ti, tú simplemente te fuiste. Me dejaste ahí…

me dejaste con el corazón roto, igual que el alma”, terminé la frase en mi cabeza

–Me fui porque tenía que ser así, yo no era bueno para ti en ese entonces… Además, si yo no me iba, tú me ibas a dejar primero. Cuando regresaste, lo supe. Supe que habías elegido quedarte con él.

Tenía razón, había elegido a Jacob, había elegido la vida que estaba perfectamente planificada desde un principio para mí. Había elegido hacer lo correcto, hacer lo que todos esperaban que hiciera.

–Con una sola palabra tuya, me hubiera ido contigo. Con la más mínima señal de tu parte yo me hubiera quedado a tu lado. Hubiera mandado al diablo todo por estar contigo… Pero simplemente, decidiste que no, que mi amor no era más que una mentira, que no era suficiente y… te fuiste.

–Me fui para que siguieras con tu vida, quedarte a mi lado era imposible. ¿Qué podía darte yo entonces? Tenía que regresar con mi hija, se lo debía. No quería arrastrarte a vivir a mi lado, cuidando de Annie durante los años más duros de su enfermedad; no podías regresar a Europa, con los Vulturi preparando la revancha. ¿Cómo condenarte a vivir escondiéndote de ellos, alejarte de tu familia, además de cargarte con el stress emocional que implica cuidar de un paciente con Alzheimer?

»Era demasiado para ti, una niña que apenas empezaba a vivir, que apenas empezaba a entender lo que era la vida…

–Otra vez con el asunto de la edad… ¿Por eso le hiciste caso a papá?

–Lo dices como si yo fuera tan dócil como para dejarme mangonear tan fácilmente –esbozó una sonrisa un tanto burlona, como si la idea le pareciera sarcásticamente divertida–Tu padre y yo llegamos a un punto común: no era bueno que estuviera a tu lado.

Cerré los ojos mientras flexionaba los brazos por lo alto, enterrando los dedos en mi cabello.

No sabía qué hacer con eso y menos en esos momentos. No sólo era la angustia por la espera de noticias de lo que sucedía en Denali y la desaparición del abuelo, ni el montón de cosas que habían ido sucediendo en los últimos días. Tenía miedo, miedo de lo que pudiera pasar, miedo de lanzarme de lleno y volver a sufrir, miedo de hacerle daño porque yo no era buena.

–Entonces….

–Entonces… ¿qué? –dije, abriendo los ojos con lentitud, tratando que los engarrotados músculos de mi cuerpo se relajaran aunque fuera por un momento. Luchaba por no dejar que las lágrimas salieran, pero podía sentir el picor que provocaban en mis ojos por el esfuerzo de detenerlas. –¿Qué quieres que te diga? No puedes venir y decirme que me amas cuando han pasado tantas cosas… no es tan sencillo.

– Haz dejado de amarme entonces…

–¡No he dicho eso! –la voz salió más chillona de lo que esperé –Es sólo que… ¡diablos! Me arrojas esto cuando estoy parada no sé donde, cuando hay tantas cosas con las que tengo que lidiar y… no puedes esperar a que simplemente corra a tus brazos y sea así tan sencillo…

»Ha pasado tiempo, ha pasado tanto que… ya no soy la misma persona que conociste en Italia. He cambiado… y… y…

Tenía que decirlo. Tenía que ser honesta con él. Había tomado la decisión de retomar las riendas de mi vida, dejas atrás las mentiras y las verdades a medias.

Stan guardó silencio, paciente, esperando que tomara aire y que recompusiera mis ideas. Yo misma era consciente de que no estaba de lo más brillante, tropezándome con mis propias palabras.

–Tengo miedo. Tanto que estoy petrificada –dije al fin, después de una breve pausa.

–¿De mi? –lo dijo como si la idea lo lastimara, haciendo que el corazón se me encogiera. Me miraba atormentado, dolido, pareciéndome desvalido. Hubiera querido abrazarlo, consolarlo, borrar la tristeza de sus ojos.

–De mí, de ti… de todo.

»Tengo miedo de volverte abrir el corazón y sufrir, tengo miedo de acercarme demasiado a ti y arruinarte la vida, causarte daño, porque para eso parece que tengo talento innato.

–Eso no es cierto. Tú nunca podrías hacerme daño. Serías incapaz de ello.

–¿No? Eso díselo a los quileutes, ellos son testigos de los destrozos que dejo a mi paso –pronuncié con una triste sonrisa forzada –No soy buena, lo he ido comprobando de la forma más dura....

»Preguntaste que qué podrías darme entonces, y yo te hago la misma pregunta, ¿qué podría darte yo ahora, cuando mi alma está tan fragmentada que no estoy segura de poder recoger todos los pedazos de ella? Estoy rota por dentro y dudo que alguna vez pueda sanar, que pueda acercarme a alguien sin miedo a no ser bueno para él. Tengo miedo de ser feliz porque sé que si lo logro, entonces la vida me cobrará todas y cada una de las facturas. Todo terminará por explotarme en la cara y… simplemente ya no puedo más. Ya no puedo soportar más dolor en mi vida.

»Debí hacerte caso cuando nos conocimos. Eras todo un mujeriego, alguien que no quería compromisos, que me pidió que no me enamorara de él ni tratara de salvarlo si no quería llevarme una decepción por no lograrlo, quien me dijo una y otra vez que era mejor alejarnos… Y del que me enamoré como una estúpida sin remedio.

Enterré el rostro entre mis manos, llorando desconsoladamente. Era difícil ponerle voz a mis más profundos miedos, a mi dolor. La declaración de amor de Stan tenía tintes agridulces. Deseaba con todo mi ser abrirme a ella, pero el miedo era más fuerte… no podía dar ese paso, era un acto de fe y esa se me había terminado hacía mucho tiempo. .

–Renesmee… –con suavidad, puso sus manos sobre mis brazos, obligándome a descubrir mi rostro. No tenía fuerzas para resistirme, así que lo dejé hacer.

Me rodeó con sus firmes brazos, apoyando mi cabeza en su macizo pecho. Con suavidad, deslizó de arriba a bajo una de sus manos por mi espalda, reconfortándome. De una forma un tanto ilógica, sentí el dulce calor que desprendía su frío cuerpo, haciéndome sentir de regreso a un lugar que había añorado durante mucho tiempo.

–¿Quieres que me vaya? –preguntó quedamente.

–No –contesté sin titubeos, encogiéndome interiormente al imaginarme esa posibilidad. No podía irse, no podía dejarme. Lo necesitaba.

–No me daré por vencido –dijo mientras besaba mi frente. –Voy a luchar por ti, por nosotros… Volverás a tener fe, te demostraré que mereces ser feliz y que yo puedo darte esa felicidad.

»Voy a probarte que mi amor por ti es sincero, que te amo… que siempre lo he hecho, aunque nunca lo hubiera expresado con palabras. Miloval jsem vás od začátku a budu tě milovat navždy

Levanté la mirada. No había entendido el significado de las últimas palabras de Stan, pero las había dicho de tal manera que me habían estremecido hasta la médula. Como a cámara lenta, posó su mano bajo mi mentón y elevando mi rostro hacia él. Su rostro acercándose al mío, su frío aliento chocando contra mis labios. Sentí que el aliento me fallaba al ver cómo él inclinaba la cabeza al igual que una especie de cosquilleo en el cuerpo y el latido irrefrenable de mi corazón. Cerré los ojos, deleitándome con esa cálida sensación, como el abrazo del sol en una tarde de verano.

Y seguía atónita cuando Stan, de hecho, me besó. Él me hizo abrir los labios con los suyos y tomó mi boca con una seguridad aplastante y salvaje que me dejó helada, inmovilizando todos los átomos de mi cuerpo con magnífica eficacia. Me abracé a él, estrechándome contra él y manteniéndome firme, con los pies vagamente sobre la tierra, inconsciente de mi propia existencia.

Una ola de calor invadió mi cuerpo hambriento, hinchando mi pecho, enervando mis sentidos y enviando una corriente de sangre cosquilleante por todo mi ser. Mientras la lengua de Stan recorría cada recoveco de mi boca buscando los puntos más sensibles, una cruda excitación de alta intensidad comenzó a recorrerme, convenciéndome de que estaba a punto de incendiarme.

Lentamente, fuimos separando nuestros labios, pero sin romper el círculo protector del abrazo. Me acurruqué más contra él, negándome a alejarme del refugio que significaba para mi atribulada mente. De repente, una ráfaga de recuerdos aparecieron en mi cabeza, proyectándose como una película; recuerdos de nuestro tiempo en Italia. Eran tanto suyos como los que yo había guardado en el rincón más profundo de mi cerebro. Supuse que estaba tan vulnerable emocionalmente que mi don se había echado a andar y por primera vez no me importó.

Probablemente tenía una vena masoquista, pues me negaba a romper el contacto y por ende, suspender la “transferencia” de recuerdos de la mente de Stan a la mía. Pero simplemente no podía. Eran recuerdos de una época donde fui feliz, sin tantas ataduras, sin tantas cadenas ni remordimientos. Simplemente era una mujer al lado del hombre que había amado más que a su propia existencia. Era la felicidad que se me había negado, a la que probablemente jamás volvería a tener derecho.

Suspiré melancólica. Si tan sólo el tiempo se hubiera podido detener en ese momento, si esa pequeña burbuja de felicidad jamás se hubiera roto. Si hubiera… pero el “hubiera” no existe, sólo quedaba ceñirse a la realidad y espera que el futuro no fuera tan sombrío como el pasado.


El resto del día, pasé en una especie de letargo melancólico. Después de nuestra plática, apenas si habíamos cruzado palabras Stan y yo. Era como si entendiera que necesitaba tiempo para asimilar todo lo que habíamos hablado.

De una forma un tanto infantil, la única forma que se me ocurrió de estar a solas, de escapar de la incisiva mirada de tía Alice y de la tentación de dejarme llevar por el deseo que provocaba en mí Stanislav, terminé encerrándome en la habitación.

Traté por todos los medios poner la mente en blanco, fracasando estrepitosamente. A mi mente venía lo que había hablado con Emma, la confesión de Stan sobre sus sentimientos por mí, los recuerdos de mi vida con Jacob. Cualquier decisión que tomara, afectaba irremediablemente a los tres.

“… El amor siempre estará presente en tu vida, pero habrá demasiadas lágrimas de por medio; dos hombres jugarán un papel importante, tu destino está enlazado al de ellos de forma irremediable.

»Mientras estés con uno, el otro seguirá presente en tu vida, no podrás separarte de él. Son tres destinos que se vienen unidos desde vidas pasadas, son tu karma, un círculo que no tiene fin…

Recordé a la gitana que había leído mi futuro en la plaza de Volterra, la noche de mi primera y única cita con Stanislav. Había dicho que nuestros destinos estaban enlazados, un círculo sin fin… Pero debía tenerlo, debía de haber una forma en que detuviera el dolor.

–Si dejara de existir, sólo así se detendría… –Murmuré casi inconscientemente.

Me estremecí. No sé de donde había salido, pero sacudí la cabeza intentando despejar ese pensamiento casi suicida. Lamenté no tener a la mano ni una cajetilla de cigarrillos o una pastilla de Alprazolam.

Me hice un ovillo, abrazando fuertemente la almohada para calmar los temblores de mi cuerpo, la desazón de mi interior. De alguna manera, terminé por quedarme dormida, cansada física y mentalmente, tanto que mi cuerpo había cedido al sueño profundo.

Sólo que el descanso no duró; el grito de tía Alice me despertó como si me hubieran tirado un baldazo de agua fría en la cara.

Me desperté desorientada, con el corazón latiéndome como poseído a causa del susto. Me levanté a prisa, sin importarme que mi pelo estuviera todo revuelto o que estuviera descalza, protegiéndome los pies del frío piso únicamente con un par de calcetines rosados.

–¿Qué sucede? –dije casi agitada, no tanto por la carrera, sino que en el corto trayecto de la habitación a la sala se me ocurrieron varias posibilidades. Una era que los Vulturi nos hubieran atacado por sorpresa, la otra que al fin hubiéramos tenido noticias de Denali.

Stanislav ya se encontraba ahí, abrazando el crispado cuerpo de tía Alice. Por un momento sentí el aguijón de los celos, recordando mis iniciales sospechas de que entre Stan y mi tía había algo más que una simple amistad. Me reñí mentalmente, no era momento para eso.

–¿Qué sucede? –repetí nuevamente –¿Tía? ¿Stan? –los miré alternativamente, esperando que cualquiera de los dos me diera una respuesta.

–Lo vi… en Denali…

El corazón me palpitó más a prisa al comprenderlo. Si no me daba un infarto sería todo un milagro. Sentí como la sangre empezaba a abandonarme, dándome con toda seguridad una palidez casi sepulcral.

¿Quién habría sido? ¿Alguno de mis abuelos? ¿Tío Jasper? No quería ni pensar que pudiera ser mamá o papá. No lo resistiría. No, era algo que definitivamente no podía soportar…

–Carmen… la tomaron por sorpresa y… ella no fue la misma desde la muerte de Eleazar. Se limitaba a existir, era como si con la muerte de su pareja, hubiera muerto ella también.

»No estaba preparada para luchar, no podía enfrentar un ataque así… fue muy fácil para los Vulturi terminar con Carmen.

–¿Y los demás?

–Siguen peleando… Son cinco italianos, pero son muy fuertes. Están dando la pelea…

Tía Alice se soltó de los brazos de Stan, dejándose caer sin gracia sobre el sillón. Volvió a cerrar los ojos, supuse que para regresar sus visiones al campo de batalla. Me senté a un lado de ella, con el corazón en la boca, expectante a cualquier cambio de su semblante.

–Oh…

–¿Qué sucede?

–Kate…

–¿Tía Kate también…?

–No, sólo está herida. Garrett la ha ayudado a tiempo… –abrió sus ojos, como buscando un respiro de lo que su don le mostraba. –Dios mío, vienen dispuestos a todo para acabar con nosotros.

Esa noche fue una muy larga, esperando a que tía Alice anunciara el fin del combate y el resultado del mismo. Estaba desesperada por saber si mi familia estaba bien, si los miembros de la guardia Vulturi habían sido derrotados. Decidí guardarme mi angustia y mis preguntas, no deseaba presionar a mi tía; su don era agotador y agregarle encima mi inquietud no servía para nada.

Cerca del anochecer, supimos al fin que todo había terminado. Habían acabado con tres de los Vulturi, mientras los otros dos habían corrido como ratas al ver la batalla perdida. Tía Kate estaba herida, pero se recuperaría. Mientras que tía Carmen… Era duro perder un miembro más de la familia.

Me sentía triste, pero al mismo tiempo, mi vena egoísta se alegraba de que no hubieran sido mis padres o alguno de los Cullen los caídos en batalla. Sabía que estaba mal sentirme así pero… Lo lamentaba, de verdad que sí, pero era un alivio saber que los Cullen no habían perdido un miembro más a causa de los Vulturi.

Papá llamó por teléfono, para darnos la triste noticia que ya sabíamos. Prometió que regresarían de inmediato; supuse que llegarían durante las primeras horas de la mañana siguiente. Sentí alivio, pronto volvería mi familia, listos para hacerle frente a cualquier cosa nos deparara el futuro.

Pero sobre todo, pronto podría aclarar con papá de una buena vez y por todas el misterio que era para mí aquella conversación que años atrás había sostenido con Stanislav. Estaba dispuesta a llegar al fondo del asunto y descubrir qué tanto había afectado el curso de mi propia historia.

domingo, 14 de febrero de 2010

EMMA


Esa noche, Stan y yo salimos de cacería acompañados de mis padres. Papá insistió en ir con nosotros, alegando que no quería forzar la de por sí tirante situación con los quileutes; lo último que quería era que si nos llegábamos a topar con Jacob y los demás, éstos pensaran que no estábamos cumpliendo a raja tabla con todas las cláusulas del tratado, incluyendo la que se aplicaba exclusivamente a Stan y a mí: no andar a nuestras anchar por los bosques de Forks.

Había sido una salida rápida, lo suficiente como para que la sed de los cuatro se aplacara. Claro, con el clima tan crudo, era complicado conseguir una buena pieza de caza.

Lo cierto es que al principio me había sentido un tanto fuera de lugar. Habían pasado más de cuatro años desde la última vez que había cazado (sin contar el incidente con Claire). Me había habituado a comprar la sangre que necesitaba en una carnicería del Meatpack District mientras viví en Nueva York, así que volver a la alimentación estilo Cullen había sido bastante torpe de mi parte al principio. Papá y Stan tuvieron que ayudarme al ver lo desastroso de mi “técnica”. Lo bueno que, al final, pude agarrar el ritmo; fue como andar en bicicleta, algo que nunca olvidas realmente.

Durante nuestra excursión de cacería, estuve dándole vueltas en la cabeza al cómo abordar a papá para que me contara lo que había hablado con Stan años atrás. No era un tema fácil de tocar, pues a parte de que deseaba tener esa conversación a solas con mi padre, sabía que no iba a ser nada fácil. Mi intuición me decía que esa charla había sido parte importante en la forma en como terminaron desarrollándose las cosas.

En un momento dado, la mirada de papá se encontró con la mía y leí en sus ojos un brillo significativo. Supuse que había leído en mi cabeza mis atribulados pensamientos. Movió la cabeza en un apenas perceptible asentimiento y no se puede decir que me sentí precisamente feliz porque hubiera aceptado, sino más bien nerviosa porque parecía que un viejo secreto sería resuelto.

Al regresar a casa, tuve que llegar directo a la ducha. Había terminado hecha un desastre, toda salpicada de sangre, como si fuera la asesina de una muy mala película de terror. Me bañé a toda prisa y me vestí en el doble de rápido, deseando abordar de una buena vez el tema que me tenía tan inquieta.

Pero parecía que el destino tenía sus propios designios, en los cuales jamás entraba en consideración mis deseos. Esa noche sucedieron dos cosas que postergaron la plática con mi padre.

Primero, mientras yo aún estaba en la ducha, Jacob se había aparecido nuevamente por la cabaña, esta vez sin ánimos de pelea, como después nos relataría papá. El encuentro no se había prolongado mucho, sólo lo suficiente para que Jake le comunicara a mi padre que había comprobado que lo que le había contado sobre la participación de Leah y Rachel en lo de la entrega de las fotos y datos a los de la revista era verdad, así como que había sido Rachel quien había denunciado anónimamente a la policía que yo estaba en Forks.

–El rostro de Jacob estaba desencajado tanto por la furia como por la decepción. –Había dicho mi padre mientras nos relataba lo sucedido en el breve encuentro con Jake –Nunca imaginó que su hermana o Leah pudieran llegar a hacer algo así…

–Me cuesta creer que las dos actuaran tan fácilmente a espaldas de los demás.

–Jacob me contó que ni siquiera Paul sabía lo que su mujer tramaba. Y sé que si Seth hubiera conocido las intenciones de su hermana y de su prima, hubiera hecho hasta lo imposible por detenerlas.

»Sondeé en su mente, vi sus ojos mientras me contaba todo y le creo. Jacob estuvo ajeno a todo plan contra Renesmee.

Opté por guardar silencio. Había conocido a Jacob muy bien durante mucho tiempo y por eso la imagen de él como un ser vengativo y rencoroso no me entraba para nada en la cabeza. Pero nuestros caminos se habían separado de una forma brusca hacía años. Había habido tanto dolor, tanto daño de por medio que, a decir verdad, no podía decir que él siguiera siendo el mismo. ¿O cómo esperar eso cuando yo misma había cambiado tanto que había llegado a un punto que no era capaz de reconocer mi propio reflejo en el espejo?

Papá nos contó además, que las cosas habían regresado por lo menos a un punto de no agresión. El resto de la manada seguía sin fiarse de nosotros, y preferían que nos largáramos cuanto antes de ahí, pero en vista de que tanto Leah como Charlie habían desaparecido misteriosamente el mismo día, y en la participación de ésta en el complot en mi contra, una vez más quileutes y vampiros íbamos a tener que trabajar unidos. Por lo pronto, la cláusula de “No agresión” seguía vigente y lo siguiente sería empezar a averiguar dónde estaban Leah y Charlie, si alguien (o algo) los tenía en su poder y por qué.

Yo tenía esa sensación extraña de que algo no andaba bien, pero no podía definir el qué o el por qué. Las palabras del mensaje de tío Emmett de que la desaparición del abuelo Charlie apestaba a lobo y Vulturi no dejaban de dar vuelta en mi cabeza. Di un largo suspiro mientras decidía dejar eso para el día siguiente, por lo pronto papá y yo teníamos una charla pendiente.


La visita de Jacob no fue lo único que evitó que papá y yo habláramos. Durante el transcurso de la noche, tía Alice tuvo una visión bastante aterradora: los tíos de Denali serían atacados.

–¡Maldita sea! ¿Es que no piensan dejarnos en paz? –masculló papá con furia. Por la forma en que fruncía el ceño, supuse que había “leído” en la mente de tía Alice la magnitud de sus visiones.

–Tenemos que ir en su ayuda. No podemos permitir que les suceda algo a Tanya y los demás… Son nuestra familia. –Había dicho apasionadamente mi madre.

–Tenemos que partir cuanto antes. Tenemos el tiempo justo para llegar y evitar que los Vulturis acaben con ellos –pronunció con un leve tartamudeo tía Alice. Me pregunté que tan horribles serían las imágenes de su cabeza que le habían hecho trastrabillar al hablar.

–Pues andando –agregué con urgencia. La perspectiva de perder a más miembros era insoportable. Aún escocía la muerte de tía Rose y tío Eleazar, y la desaparición del abuelo Charlie no estaba haciendo mucho por mi paz mental. Dejar que mis tíos de Denali sufrieran algún daño estaba fuera de todo lugar.

–Un momento señorita… –me paró en seco papá –Tú no vas a ningún lado.

–¡¿Queeé?! Pe-pe-pero papá…

–Ningún pero. Te vas a quedar fuera de esto, y nada de lo que me digas me hará cambiar de opinión –Agregó rápidamente, frustrando toda queja de mi parte. –No pienso permitir que te expongas de esta manera, poniéndote prácticamente al alcance de los Vulturis.

»Ellos vienen por ti, eres su objetivo principal, así que arrastrarte al campo de batalla sería un movimiento bastante estúpido de nuestra parte.

–Pero puedo ayudar…

–Renesmee, entiende, hemos pasado por mucho para mantenerte a salvo como para arriesgarnos a que en medio de la pelea, alguno de los italianos aproveche un descuido de nuestra parte y te haga daño o te secuestre.

»Y no lo tomes a mal, pero dudo que en estos momentos puedas ayudar en mucho. –Abrí los ojos como platos, mientras papá se iba como hilo de media con sus palabras –Aún no estás físicamente fuerte y tampoco creo que estés en forma como para enfrentar una pelea de la magnitud que se nos viene encima.

–Supongo que mamá no va tampoco, entonces.

–Ella va con nosotros. Necesitamos su don para inclinar la balanza a nuestro favor.

–Edward, –intervino mi madre –¿y quién se va a quedar con nuestra hija? No podemos dejarla sola.

–Tiene razón mamá, ¿qué tal que los lobos aprovechan su ausencia y vienen por mi? –ok, era un golpe bajo, pero tenía qué aferrarme a lo que fuera con al de que no me dejaran por fuera de la acción.

–Ellos no harán tal cosa. Jacob jamás lo permitiría cuando el tratado sigue vigente. Y por eso mismo, es más seguro que te quedes aquí, porque los Vulturis jamás se arriesgarían a internarse al territorio de los lobos sabiendo lo peligrosos que pueden llegar a ser como rivales en la lucha.

Papá hizo una pausa que se me antojó un tanto dramática. Los demás se habían puesto en acción, moviéndose de aquí para allá a toda velocidad, alistándose para salir rumbo a Denali. Me imaginé el interior de la cabeza de papá, trabajando con tal celeridad y precisión como la maquinaria de un reloj suizo.

–Stanislav… –pronunció al fin papá, mientras el susodicho se dirigía a la puerta. Stan se detuvo justo en el quicio, con gesto levemente sorprendido.

–¿Si?

–Tú también te quedas.

–Creo que puedo ser de más utilidad si los acompaño. Yo…

–Eres de más utilidad cuidando a Renesmee. Necesito que la protejas mientras estamos fuera. Además, ese fue el trato, ¿no?

Parpadeé perpleja. Eso sonaba como si la función de Stan fuera ser mi niñera-guarura permanente. ¿Y luego qué era eso del trato? ¿A qué trato se referían?

–Antes de que te imagines algo que no es, será mejor que te lo aclare –agregó papá rápidamente –Una de las condiciones que le puse a Stanislav para no echarlo de aquí es que se encargue de tu seguridad… Mal que bien, él hizo lo mismo mientras estuviste con los Vulturis y por lo menos ellos regresaste físicamente entera.

»Además, reconozco mis limitaciones, y una de ellas es no poder partirme en dos para cuidar tanto de tu madre como de ti. Las dos son el codiciado botín por el que nuestos amigos han luchado durante años.

Fruncí el ceño. Por lo visto, papá nunca dejaría de verme como una niña pequeña a la que había que cuidar entre algodones, pero decidí dejar pasar de largo cualquier comentario. El momento no estaba como para que yo protestara por la tendencia a la sobreprotección por parte de mis padres.

Y no podía negar que no dejaba de sorprenderme que, a pesar del recelo con el que aún lo veía, papá pusiera en manos de Stan mi seguridad. O era que papá estaba muy desesperado o simplemente había comprendido que Stanislav no era nuestro enemigo.

Noté que mamá miraba a mi padre de una forma bastante peculiar, y enseguida él agregó:

–Y tú también te quedas, Alice.

–¿Y yo por qué?

–Porque eres la única que pude predecir cualquier ataque de los Vulturis. Si ellos decidieran venir hacia acá, podrías verlo y poner a salvo a Renesmee…

–¿Nada más por eso? –preguntó irónica tía Alice.

–Y porque no soy tan tonto ni tan liberal como para dejar a mi hija y a su novio solos, lejos de toda civilización y en una cabaña que puede ser el marco perfecto para la seducción.

Sentí que me ponía roja desde la raíz del pelo hasta el dedo gordo del pie. Tío Jasper soltó una risita desde fuera de la casa mientras mamá reprendía a papá con un “¡Edward!”. No estuve segura si lo que me hizo sonrojar fue el comentario de Stan y yo solos, o que se refiriera a él como mi novio.

No hubo tiempo de replicar nada más, ya que todos se estaban poniendo en acción para partir en ayuda de los tíos de Denali. Todo fue tan rápido que para cuando me vine a dar cuenta, ya estaba afuera de la cabaña, escoltada por Stan y Tía Alice, mientras les decía “adiós” a mis padres y los demás.

Mientras agitaba la mano y observaba cómo iban alejándose las luces traseras del auto de tío Jasper a toda velocidad, en mi cabeza empecé a recitar las oraciones que el abuelo Carlisle me había enseñado de pequeña. Puse mi fe en que el cielo escucharía mis plegarías y protegería a mi familia; quería creer que podía hacerlo, aún cuando no estaba segura de que tuviera derecho a ello.

–No llores… todos van a regresar.

No me había percatado que un par de lágrimas cruzaban mi rostro. Me las limpié con el dorso de la mano, mientras con voz algo pastosa respondía a tía Alice.

–Lo has visto.

–No, pero me aferro a creer que podrán cambiar el curso del destino.


Las horas siguientes las pasé con el alma en vilo, rezando, implorando por el bienestar de toda mi familia. Era tal mi preocupación que no podía emitir ni una sola palabra, me dolía hasta respirar.

Stan se mantuvo a mi lado, aunque al mismo tiempo intentaba comunicarse con tío Emmett; era necesario que supiéramos exactamente lo que había querido decir en el críptico mensaje que había enviado. No podíamos darnos el lujo de malentender las cosas cuando la situación con los quileutes era tan tirante.

Mientras tanto, tía Alice estaba usando su don al máximo, tratando de ver cómo se desarrollarían los acontecimientos en Denali; y no sólo eso, también trataba de mirar en dirección de tío Emmett y de los Vulturis. No decía ni una palabra, pero su rostro era baste expresivo; su ceño se fruncía de tal manera que hacía que mis niveles de ansiedad alcanzaras nuevas cotas.

–¡Maldita sea! –pronunció al fin, mascullando las palabras como si fueran una palabrota.

–¿Qué pasa, tía?

–Emmett… otra vez tengo interferencia para verlo.

–¿Cómo que otra vez?

–A veces sucede… simplemente desaparece del radar.

Enarqué la ceja, un tanto confundida. Yo sabía que había dos formas para que alguien pudiera desaparecer del don de tía Alice, una era la muerte y la otra, que el destino de quien se estaba observando se entrelazara con el de uno de los quieutes. Entonces eso significaría que… ¿sería posible que tío Emmett se hubiera topado con Leah? Podía ser, pero tía Alice había dicho que otra vez había tenido interferencia para verlo. Eso significaba que no era la primera vez que le sucedía.

–¿Qué quieres decir con que “a veces sucede”? –me atreví a preguntar al fin.

–Que en el grupo de Emmett hay un cambia-formas –intervino Stan.

–¿Cambia-formas? ¿Un lobo como los quileutes?

–No, nada de lobos. Zeke es mucho más… especial. –Pronunció esbozando una sonrisa torcida.

Estoy segura que puse una mueca que reflejaba mi perplejidad. Incluso, me quedé boqui-abierta por unos segundos. ¿Cómo que ese cambia-formas en el grupo de tío Emmett era más especial? ¿Existirían otros allá afuera? O más bien, ¿qué otros monstruos rondarían ocultos del mundo humano?

Estuve a punto de hacer las preguntas en voz alta, pero el jadeo horrorizado de tía Alice truncó mis intenciones.

–¿Qué sucede?

–No… no, tengo que hablar con tu padre…. El teléfono, ¡rápido!

–Tía, ¿qué pasa?

Me ignoró mientras buscaba el móvil entre los cojines del sillón. Una vez que lo encontró, marcó las teclas del aparato a tal velocidad que ni siquiera podía ver los movimientos de los dedos.

–¿Edward? Sí… todo bien aquí, pero acabo de ver algo… Es Tanya. No va a lograrlo, uno de ellos logra acabar con ella.

Se me puso la piel de gallina al escuchar las palabras de mi tía. Tanya, una de las tías de Denali caía en la batalla. Involuntariamente vino a mi mente los recuerdos de cuando tío Eleazar había ido en mi rescate a Volterra y la forma tan cruel como habían acabado con él.

Mi tía colgó, asegurándole a mi padre que todo estaba bien en la cabaña, es más, que todo estaría bien con nosotros, pues no había “visto” que los Vulturis decidieran venir a atacarnos.

El silencio se instaló nuevamente, cargando el ambiente de tensión y desazón. El panorama no era nada alentador. Apreté los ojos, mientras elevaba una nueva plegaria al cielo, pidiendo que fuera posible cambiar el futuro que había visualizado tía Alice. Ésta, por su parte, empezó a moverse inquieta, de un lado a otro por la cabaña.

–¿A dónde vas? –preguntó Stan, al ver que tía Alice abría la puerta, con clara intención de salir.

–Necesito un respiro, un tiempo a solas… Me estoy volviendo loca con tantas visiones, tantos lugares que observar al mismo tiempo… Sólo… sólo quiero estar sola. No iré lejos…

No me sentí capaz de detenerla, se merecía el respiro que pedía. Nunca me había detenido realmente a pensar lo difícil que podía llegar a ser para mi tía poseer un don como el suyo, tener la capacidad de ver en el futuro y a pesar de ello, no tener la seguridad de poder evitar tragedias y desastres.

Me hice un ovillo en el sillón, mirando el exterior por la ventana, viendo la pequeña figura de tía Alice cargada de tensión, parada inmóvil como estatua. Me pregunté qué más rondaría por su cabeza, que más había que no nos dijo. Pero por una vez, me guardé mis preguntas para mí misma, temerosa de lo que pudiera descubrir.

En algún momento de la madrugada, había logrado quedarme dormida. Abrí los ojos, un tanto desorientada sin poderme acordar cómo había llegado a la cama. Al final, supuse que habría sido Stan o tía Alice quien me habría llevado a la habitación, pues lo último que recordaba era haber estado en la sala, en compañía de ellos a la espera de cualquier noticia.

Me lavé la cara con agua fría y me cepillé los dientes a toda velocidad. Aún no me acostumbraba a tener de nuevo una larga melena, incluso me costaba acostumbrarme a mi nuevo reflejo en el espejo. Me recogí el pelo en una coleta descuidada, mientras me vestía con un par de jeans y una sencilla blusa de algodón azul marino. No tenía ni tiempo ni ánimos como para reparar demasiado en mi aspecto, habiendo tantas cosas importantes de las cuales ocuparse; como en ese momento, que lo único que me importaba era reunirme con mi tía y con Stan para saber si había alguna novedad.

Los encontré en la sala. Ella con la mirada perdida en el espacio, como si estuviera nuevamente en trance; él, con móvil en el teléfono, hablando en checo a través de él.

Potřebuju s tebou mluvit Emmett, je naléhavá. Kde je teď? ... Chápu, ale je důležité dostat se do kontaktu s ním…

Identifiqué el nombre de mi tío en medio de las frases. ¿Habría podido encontrarlo al fin?

Stan sintió mi presencia. Ladeó el rostro hacia mí, dirigiéndome apenas una leve sonrisa. Esperé con paciencia a que terminara la llamada antes de preguntarle qué había pasado durante mis horas de sueño.

Budu-li zkontrolovat. Zatím.

–¿Y bien? –pregunté mientras él presionaba la tecla para finalizar la llamada.

–Nada. Emmett sigue fuera, es imposible ponerse en contacto con él.

–Demonios, parece que no tenemos la suerte de nuestro lado… Y, ¿ella?

–No sé –pronunció mientras encogía los hombros para enfatizar sus palabras –Tiene un rato así.

–Y podría estar más tiempo así, concentrada en ver lo que puede suceder si ustedes se callaran –pronunció con los labios apretados tía Alice, aflojando la postura mientras enfocaba su mirada en nosotros. –En fin las cosas no han cambiado mucho así que… supongo que puedo tomar un descanso. ¿Ya desayunaste, sobrina?

–¿Eh?

–Tu padre me dio órdenes expresas de que tengo que cerciorarme que te alimentas bien, y no únicamente con la dieta familiar.

Fruncí el ceño. Otra vez iban a empezar con la letanía de mi peso, de que si estaba pálida y debilucha. Suspiré, sin el menor deseo de comenzar con la discusión de siempre, así que me di media vuelta y me dirigí a hacerme algo de comer en la cocina. Me preparé una tasa de café y un sándwich; no tenía hambre, pero supuse que con ese desayuno tranquilizaría a mi tía.

Tía Alice frunció el ceño al ver lo que me había preparado, pero no dijo nada al respecto. Si por ella hubiera sido, me habría hecho comerme por lo menos media docena de huevos y una canasta completa de frutas.

–¿Ha pasado algo mientras estuve dormida? –pregunté antes de darle una mordida al emparedado.

–Nada, realmente. He estado tratando de ver y…. todo sigue igual.

–Entonces, ¿qué hacemos ahora?

–Esperar, es todo lo que nos queda por hacer.

–Nunca se me ha dado bien lo de esperar.

–Lo sé, pero no hay más.

–Me voy a subir por las paredes de la preocupación –dije, frustrada. Sentía que quedarme ahí, sin hacer nada, era una total pérdida de tiempo.

Más a fuerzas que con gusto, terminé mi improvisado desayuno. Me moví inquieta, de un lado a otro, demasiado ansiosa como para permanecer en un solo lado. Pensé leer un rato, pero recordé que el único libro a la mano era el que me había regalado tía Alice, y sinceramente, que abochornaba un poco que Stan me viera con él.

–¿Podrías dejar de tronarte los dedos, por favor? Me estas poniendo más nerviosa, Renesmee.

–¡Ups! Perdón, no me había dado cuenta…

–Sólo… sólo trata de estarte quiera un rato, ¿quieres? –pronunció con irritación. No recordaba alguna vez que la tía Alice se pusiera así de quisquillosa, y eso aumentó mi tensión; por lo general, ella se mostraba más apacible. Entendí que la magnitud de sus visiones eran mucho más serias de lo que me había imaginado.

–Renesmee, vamos fuera, ¿quieres?

–¿?

–Tu tía necesita un respiro y tú sacar la tensión. Así que, ¿por qué no vamos a entrenar un rato?

–Errr… sí, creo que es una buena idea… ¿Tía…?

–Sí, si vayan…

Stan me tomó de la mano y de un salto me puso de pié para encaminarnos al exterior. No puse resistencia ni protesté, porque la perspectiva de salir de la cabaña y poder respirar un poco de aire se me antojaba un buen remedio para la inquietud que sentía. Y agregándole una sesión de duro entrenamiento físico, bueno era como la guinda del pastel para combatir la ansiedad que sentía desde la partida de mis padres y los demás a Denali.

–Gracias. –Pronuncié al fin, cuando nos habíamos alejado apenas unos diez metros de la cabaña.

–Necesitabas salir de ahí. La ansiedad te está matando, y si mal lo recuerdo, cuando estás ansiosa, inmediatamente te pones pesada. –Dijo burlón.

–¡Claro que no!–A manera de respuesta, le di un puñetazo en el hombro. Sabía que la puya de Stan era una forma de hacer que por un momento me olvidara de mis problemas.

–¡Ouch! Pegas duro… –pronunció mientras se acariciaba con gesto exagerado ahí donde le había golpeado.

–Y lo que te espera…

–¿Ah, sí? En marcha, entonces… veamos qué tienes para mí, princesa. –Pronunció divertido, usando el adjetivo que solía decirme en Italia cuando quería hacerme enojar.

Y sin más, nos enzarzamos de lleno en el entrenamiento.

Patadas, puñetazos, saltos. La adrenalina del combate era por demás liberadora; la ansiedad, los nervios y la preocupación habían desaparecido de mi mente, y en esos momentos, en lo único que pensaba era en derribar a Stanislav. Era divertido tratar de derrotarlo y abollar un poco del excesivo ego que poseía. Siempre había sido así entre nosotros, esa camadería un tanto ruda. Y agradecía haberla recuperado, tener cerca a Stan en esos momentos era un gran alivio; si él no estuviera ahí, en esos momentos conmigo, bueno, no podía ni imaginarlo siquiera…. Stan había sido mi roca durante la parte más dura mientras estuve con los Vulturi, y nuevamente, lo volvía a ser en medio de la crisis familiar que atravesábamos.

En eso pensaba mientras lanzaba una patada al plexo solar de Stan, quien de pronto se había quedado muy quieto, por lo que mi golpe lo tomó desprevenido, haciendo que su perfecto trasero diera de pleno en el suelo.

–¡Ja! Te gané…

–Shhh… –pronunció, ignorando mi proclamación de victoria –Tenemos compañía.

–¿Qué…?

A toda velocidad, Stan se puso de pié y se colocó delante de mí, como si se tratara de una especie de escudo protector. Fue inevitable no ponerme nerviosa nuevamente.

–Es uno de ellos… –susurró mientras ladeaba el rostro hacia mí.

–¿De quién…?

–Lobos.

Nuevamente sentí una oleada de aprensión. Jacob había ido la noche anterior a hablar con mi padre, así que dudaba que hubiera regresado nuevamente… a menos que hubiera un buen motivo para ello.

Aunque también existía la posibilidad que fuera cualquiera de los otros chicos.

–¿Qué quieres? –gritó con autoridad Stanislav. Yo no veía a nadie, pero supuse que nuestro visitante estaría no muy lejos de nosotros.

Esperamos lo que me pareció una eternidad. Escuché a mi espalda cómo se abría la puerta de la cabaña. Tía Alice también había salido; si había un quileute cerca, entonces sus visiones se habían visto truncadas.

Había un camino, o mejor dicho, apenas una brecha entre los árboles cubiertos de nieve, por la cual apareció una figura apenas cubierta por un par de desgastados vaqueros y una camiseta de algodón gris que había visto sus mejores días tiempo atrás.

Me costó un poco reconocerlo, pues nuestros últimos encuentros habían sido él en forma de lobo y yo detrás de papá o de Stan (como en esos momentos), en un intento de ellos de protegerme de cualquier posible agresión.

–Seth… –pronuncié casi en un susurró, un tanto sorprendida por su presencia.

Tiempo atrás, había sido un gran amigo de toda mi familia, incluyéndome yo misma. Durante el tiempo que había vivido en La Push, había sido el único a parte de Jake, en el que había podido apoyarme cuando los demás recelaban mi presencia.

Pero habían pasado muchos años y muchas cosas desde entonces. No podía estar segura de cómo estaban las cosas entre nosotros, si aún me veía como una vieja amiga o si su percepción de mí había cambiado por completo, si él también me odiaba como el resto de su pueblo.

–Hola... Yo… yo… –Seth se rascó la cabeza, en un gesto un tanto nervioso. No sabía a qué había ido, pero cualquier que fuera el motivo, era bastante incómodo para él.

–Hola, Seth –respondí con el que esperé que fuera un tono calmado. Con paso lento, caminé hacia él, abandonando la protección que me proporcionaba el firme cuerpo de Stanislav ante cualquier posible ataque. –Yo… me alegra verte, aunque sinceramente no esperaba que vinieras por aquí.

–Lo sé, es sólo que… bueno, quería hablar con ustedes. Con todos. –Pronunció, deslizando la mirada hacia tía Alice, que en menos de un suspiro se encontraba a mi lado.

–Hola, Seth… Creo que no va a ser posible. El resto ha salido… mmm tenían que resolver algunos asuntos. –mi tía fue cuidadosa de no dejar entrever que la ausencia podía ser prolongada. Aunque estimábamos a Seth, no podíamos evitar tomar precauciones sobre lo que decíamos; después de todo, él era un quileute y tenía un líder al qué obedecer.

–No vienes sólo. –pronunció Stan a su vez, con hosquedad.

–No, no vengo sólo… Alguien me acompaña.

–¿Viene alguno de los otros chicos contigo?

–Es un humano –respondió Stan por él.

–Emma. Ella me ha pedido venir conmigo.

Me sorprendí. ¿Por qué querría Emma acompañarle? Dudaba que ella supiera la verdad sobre mi familia y sobre mí, y aunque así fuera, no tenía sentido su presencia. ¿Se sentiría amenazada por mi regreso? Bueno, hasta donde yo tenía entendido, ella era ahora la pareja de Jacob, y yo había desaparecido demasiado tiempo atrás como para que se sintiera amenazada por mí.

–¿Por qué?

–Porque quiere hablar contigo, Renesmee.

Fruncí el ceño, confundida.

–¿Tú y… Emma quieren hablar con nosotros? –preguntó tía Alice, con un tono de voz que no dejaba lugar a dudas que le parecía bastante extraña la situación.

–No, no… yo quiero hablar con todos ustedes. Emma únicamente quiere hablar con Nessie.

–No se si sea una buena idea...

–Por favor, escúchenme. He venido para pedirles una disculpa por lo sucedido ayer… Siempre los he considerado mis amigos, y estos últimos días han sido una locura, lanzándonos acusaciones de un lado a otro, sospechando de todo.

–Es difícil creerlo cuando ayer parecías bastante dispuesto a atacarnos.

–Lo siento, Alice, de verdad. Y creéme, jamás hubiera podido hacer nada contra ustedes. Si vine, fue para tratar de mediar las cosas entre los demás y ustedes.

»No olvido los años de amistad entre nosotros y es muy duro todo esto. Odio estar en medio de mis hermanos y de mis amigos, pero, entiéndanme por favor. Los quileutes son mi pueblo, mi familia, simplemente no puedo darles la espalda.

–Lo entendemos, pero tampoco puedes esperar que nos quedemos con los brazos cruzados mientras es evidente que buena parte de la manada se muere por hincarnos el diente. No puedes creer que Edward y Bella se van a quedar sin hacer nada mientras tratan de hacerle daño a su hija.

–Yo jamás le haría daño a Nessie… jamás te lo haría, de verdad.

–¿Y a mi abuelo? ¿A él sí le harían daño? –dije sin pensarlo. En cuanto terminé de pronunciarlas, me arrepentí de haber dicho esas palabras.

–Te refieres a Charlie, ¿verdad? –dijo en tono triste, como si le hubiera lastimado con lo que había dicho –Claro que jamás le haríamos daño a Charlie. Sabes que siempre le hemos estimado, no sólo por ser un gran amigo del pueblo. He llegado a estimarlo muchísimo por la relación que tiene con mi madre. Ella está destrozada por su desaparición.

–Y por la de Leah, también, ¿no?

–Sí. No saber nada de ellos está volviéndola loca de dolor.

–Pero ella se ha llevado a mi abuelo. Sabrá Dios por qué decidió tomarlo como rehén de su venganza…

–Nessie, por favor, es de mi hermana de quién estamos hablando. Tal vez no sea la mujer más fácil de entender, pero ella ha sufrido mucho. Y aún así, se que ella jamás le haría daño a Charlie a propósito.

»Quien se ha llevado a tu abuelo, también ha hecho lo mismo con mi hermana. Ella lo estaba cuidando esa noche, ¿lo recuerdas?

No respondí. No podía dejar de ser escéptica en cuanto a la participación de Leah en la misteriosa desaparición de mi abuelo. Ok, no era bueno lanzar acusaciones sin tener las pruebas necesarias para ello, pero no podía impedirlo… Sabía el gran rencor que la loba había ido acumulando en contra de mi familia y de mí, así que de alguna forma era natural que mis sospechas dieran con ella.

–En fin… lo último que quiero es venir a pelear con ustedes. Simplemente quiero que sepan que no tengo nada contra ustedes, es más, creo que vamos a tener que luchar nuevamente codo a codo si queremos recuperar a Charlie y a mi hermana. Aún los considero mis amigos y haré todo lo que esté de mi parte para mediar la situación con el resto de la manada.

–Gracias, Seth –respondió tía Alice –Sé que no es fácil para ti, no lo es ni siquiera para nosotros… Encontraremos la forma de solucionar las cosas; no nos gusta estar enfrentados con ustedes, menos cuando hemos pasado por tantas cosas juntos.

–¿Cuándo regresan los demás? De verdad, quiero hablar con todos ustedes y dejarles en claro mi posición. Jamás haré nada que pueda perjudicarles.

–Más tarde –tía Alice seguía respondiendo con cautela sobre el regreso de mi familia. –Les diré que quieres hablar con ellos. Prometo llamarte en cuanto sea posible.

–Gracias… bueno, supongo que será mejor regresar a casa.

–¿Y Emma? –dije de pronto, recordando que la doctora le había acompañado, aunque no estaba ahí presente. –Dijiste que quería hablar conmigo.

–Oh, sí… lo había olvidado por un momento. ¿Y bien? ¿Quieres hacerlo?

–Yo…

–No te sientas presionada. Si no quieres, no hay problema

–Bueno, supongo que no ha sido fácil para ella venir hasta acá, así que… ¿Dónde está ella?

–Me está esperando, no lejos de aquí.

–Vamos pues.

–Espera –pronunció Stan, tomándome por le antebrazo –¿Crees que sea una buena idea?

–Stan… Seth a dicho que no piensa hacernos daño

Stan no respondió, pero no necesitó hacerlo. Con un simple vistazo a sus ojos, supe que él no estaba seguro de las buenas intenciones de Seth. Claro, él no conocía al quileute como yo, era natural su recelo.

–Todo va a estar bien, te lo prometo… Regresaré pronto.

Posé mi mano en su hombro para darle un suave apretón, antes de reanudar mi marcha. Le lancé una rápida mirada a tía Alice, quien me miraba con el rostro serio. Tampoco creía que fuera una buena idea, pero no intentó detenerme.

Avancé al lado de Seth, sumidos en silencio, cada uno con su propio pensamiento. Nos habíamos alejado unos metros de la cabaña, cuando al fin Seth fue el primero en hablar.

–¿No sigue, verdad? –no necesité que me dijera su nombre, rápidamente comprendí a quién se refería –Supongo que es difícil para un vampiro fiarse de las buenas intenciones de un lobo.

–Lo siento… Stan a veces es un poco sobre-protector. Además, él no te conoce como tan bien como tía Alice y como yo; se toma muy a pecho su papel de mi guardián.

–No pasa nada… Supongo que cuando se quiere tanto a alguien, es imposible no tratar de protegerle todo el tiempo y de todo aquello que pueda hacerle daño, por más pequeño que sea.

–Tú no eres pequeño, precisamente. Y tampoco quieres hacerme daño

–Gracias por creerme… Y bueno, ¿finjo que no me he dado cuenta de que tu novio nos sigue o…?

–Stan no es mi novio… –atajé de inmediato, mientras Seth me dedicaba una mirada un tanto incrédula.

Era extraño que aquellos que me rodeaban empezaran a etiquetar a Stan como mi “novio” cuando no era así. Sinceramente, ponerle un nombre a nuestra relación era complicado. Sabía que yo le importaba, que se interesaba en mí, incluso, era muy consciente que Stanislav me deseaba. No iba a hacerme la tonta, fingir que no lo sabía… pero, eso no significaba que sintiera algo más profundo por mí. Nunca me había dicho que me quisiera, mucho menos que me amara. Es más, cuando yo me había atrevido a reconocer que lo amaba, él simplemente minimizó mis sentimientos y se fue. Dejándome con el corazón roto y un vacío que nunca pude llenar, a pesar de mis desesperados intentos por lograrlo.

Caminamos un poco más en silencio hasta detenernos justo donde Emma nos esperaba.

Me sorprendió un poco ver lo poco que había cambiado con los años, es más, me dio cierta envidia observar cómo la belleza serena de Emma seguía intacta, intensificada por una mirada profunda, llena de madurez. Llevaba el cabello negro sujeto en una trenza, vestida con una gruesa chamarra negra con capucha, un par de sencillos jeans grises y unas botas para la nieve. Tenía las manos metidas en los bolsillos de las chamarras, supuse que para calentarlas un poco, resguardándolas del aire frío.

Dudé un momento en acercarme, pero al final decidí terminar con eso. Ya había llegado hasta ahí como para echarme para atrás en el último momento; asimismo, imaginé que tampoco había sido fácil para Emma tomar la decisión de ir a verme,

Así que, al mal paso darle prisa”, pensé mientras reducía la distancia que había entre la doctora y yo.

–Renesmee…

–Emma…

–Supongo que querrán que las deje a solas.

–Por favor, primo… No tardaré mucho, lo prometo, sólo dame unos minutos, ¿quieres?

–Está bien… estaré por… por allá. –dijo haciendo un ligero movimiento de cabeza hacia su derecha.

Esperamos lo suficiente a que Seth se alejara, aunque yo sabía que mi viejo amigo tenía un oído tan fino que bien podría escucharnos a metros y metros de distancia. Y luego estaba Stan, que estaba escondido en alguna de las copas de los árboles, sin perderme de vista de un segundo.

Me sentí un poco culpable con Emma, pues ella había querido intimidad en nuestro encuentro, pero no podía advertirle que no iba a ser posible, no cuando había un vampiro y un cambia-formas tan cerca. Claro, no podía decirle eso, pues aunque ella sabía lo que había sido Sam en vida, dudaba que estuviera al tanto que Seth también fuera capaz de transformarse en lobo.

–Seth dijo que querías hablar conmigo.

–Así es.

–Y es sobre…

–¿Has vuelto por Jacob?

–Vaya, qué directa.

–Lo siento, pero no tiene sentido andarnos con rodeos.

–Eso veo.

–¿Y bien? ¿Has regresado para recuperar tu lugar en su vida?

–¿Y si así fuera, qué? No sé que tendría que ver eso contigo.

Decidí fingir que desconocía la relación de Emma con Jacob. Quería ver qué cartas estaba dispuesta a jugar la mujer.

A decir verdad, me sorprendía un poco que ella me hubiera abordado de forma tan directa; no encajaba con la Emma del pasado. Años atrás, se había hecho a un lado sin dar pelea ni armar alboroto cuando regresé y me instalé al lado de Jacob. En ese entonces, yo sabía que Emma y Jake habían empezado a acercarse, así que egoístamente me reaparecí con el firme propósito de recuperar aquello que era mío, sin importarme en lo más mínimo si era lo mejor o no para Jacob.

–Tal vez no tenga nada que ver conmigo… tal vez no soy nadie para preguntarte esto.

–¿Y por qué lo haces?

–Porque Jacob me importa, me importa muchísimo y no quiero verlo sufrir una vez más por ti.

–¿Te importa o… más bien lo amas?

–Eso no es relevante… mis sentimientos están al margen de todo esto.

–No lo creo. Si decidiste meter tu cuchara en esto, es porque esperas obtener algo a cambio.

–Lo único que quiero es que Jacob sea feliz, que no salga lastimado nuevamente por ti.

–Yo jamás le haría daño a Jake.

–Tal vez no a propósito pero… La última vez que estuviste aquí, él salió muy mal parado. Que lo dejaras estuvo a punto de matarlo… Fue… fue una época demasiado triste, demasiado dura para él. No quiero que tenga que volver a pasar por algo así una vez más. Por eso te pregunto, ¿has vuelto por él? ¿Has decidido regresar para siempre a su lado?

–Yo no…no lo creo. –Respondí después de un breve silencio.

–¿No estás segura?

Me sentí incómoda sabiendo que Stanislav me escuchaba y podía malinterpretar mis problemas, acarreándome un nuevo problema justo cuando habíamos hecho las paces.

–Emma, si lo que quieres saber es si una vez más pienso interponerme entre tú y Jacob, puedes estar tranquila. Sé que le hice mucho daño, sé que lo lastimé de todas las maneras posibles, así que pensar en una nueva relación con Jacob sería algo bastante egoísta de mi parte y bastante estúpido por parte de él.

»Sé que arruiné cualquier oportunidad que tuviera de ser feliz al lado de Jacob y lo asumo con todas sus consecuencias. No pretendo volver a meterme entre ustedes, tal y como lo hice años atrás.

–¿De qué hablas? Nosotros n-n-no…

–Sé que hace más de cuatro años, mientras ayudabas a Jacob a recuperarse de las heridas de aquel accidente, tú y él se acercaron demasiado, estaba surgiendo algo especial entre ustedes dos.

»Y fue precisamente por eso que regresé. Porque había considerado a Jacob algo mío durante muchos años; era demasiado egoísta y mimada como para permitir que él fuera feliz con alguien que no fuera yo. Vine dispuesta a acabar con cualquier cosa que hubiera entre ustedes, a destruirte si fuera necesario.

–Yo nunca fui, ni seré rival para ti. –Pronunció mientras me miraba sorprendida.

–No te menosprecies Emma, eres una mujer muy hermosa, una mujer inteligente y madura.

–Eso no significa que Jacob pueda llegar a mirarme del modo en que te miraba a ti.

–Eso no lo sé… pero lo que sí sé es que hay cosas que sí le puedes dar que yo no.

–¿Como qué?

–Paz, felicidad… y un hijo.

–Jacob no es tan vil como para despreciarte por lo que sucedió… Tú eres la mujer a la que ama, más allá de si puedes tener hijos o no.

–Dudo que Jacob me amé… no creo que pueda después de tanto daño. Dudo que quede algo de ese amor por mí, cuando yo misma me desprecio por lo que le hice.

Nos quedamos calladas, sin saber qué decir. La conversación era incómoda, pero supuse que era algo que Emma necesitaba y que yo le debía.

–¿Me culpas por no haber podido salvar a tu bebé? –Me preguntó al fin, y pude ver en su mirada cierta tristeza.

–No. Sé que no tuviste nada que ver en eso… hiciste lo que pudiste, dadas las circunstancias. Créeme, en todo caso, la culpa de la muerte de… de Isaiah, es mía. Sé que eres una buena persona, que eres una doctora con un alto sentido de la ética; cualquier sentimiento que pudieras tener contra mí, lo dejaste de lado aquella noche para salvar mi vida y tratar de salvar la de mi hijo.

Lo cierto es que durante los primeros días, sí había creído que Emma había dejado que Isaiah muriera y que yo no pudiera volver a embarazarme. Había tenido la idea de que ella me odiaba tanto pro haberle arrebatado a Jacob, que se había vengado de mí. Así que, aprovechando una de las veces que había ido a revisarme, que usé mi don para accesar a los recuerdos de esa noche. Descubrí la culpabilidad que sentía por no haber podido salvar a mi bebé, por no haber podido hacer más de lo humanamente posible para que Isaiah viviera. Le dolía ver a Jacob destrozado e incluso, sentía pena por mí, por haber perdido a mi hijo y que las posibilidades de tener otro se vieran reducidas cero.

–¿Puedo darte un consejo? –continué. Emma enarcó la mirada, sorprendida, limitándose a asentir con la cabeza –No vuelvas a hacerte a un lado sin dar la batalla. No dejes a Jacob sin pelear por él.

–No puedo obligarlo a permanecer a mi lado... Todos queremos ser elegidos, ¿sabes? Todos queremos que aquellos que amamos nos elijan libremente, sin presiones, sin actos de lástima de por medio. Y eso es lo que quiero para mí, porque me merezco que me amen por decisión propia, no que se conformen con quererme a su lado por un sentido del deber o por soledad.

–Pero a veces tienes que pelear por ello… Te voy a ser sincera, hace años, cuando te diste por vencida tan fácilmente, te odié por eso, por hacerte a un lado sin más.

–Lo hice porque sabía lo que Jacob sentía por ti. Sí, tomé la salida más cobarde, hacerme a un lado con facilidad, pero no quería sufrir más de lo que ya estaba padeciendo al verlos juntos, sabiendo que su corazón siempre ha sido tuyo.

–Debiste pelear, nunca debiste dejar que él se quedara conmigo… Nos hubiéramos ahorrado tanto dolor.

–Pero entonces como ahora, él te amaba demasiado como para ver a nadie más. Era inevitable que él no corriera a tu lado.

–Imagino que si has venido a hablar conmigo, es porque esta vez sí piensas dar batalla.

–No… hoy como entonces, sigo pensando lo mismo. Si Jacob quiere estar conmigo, que sea por decisión propia, no porque crea que me debe algo.

–Pero ustedes son pareja…

–No, no lo somos.

–Eso tenía entendido.

–He roto con él.

–¿Por qué?

–Hace un par de noches, me contó que habías regresado. Que se había topado contigo en la casa del jefe Swan.

La misma noche que regresé a Forks”, pensé.

–No profundizó en detalles… simplemente me dijo que habías vuelto. –Continuó Emma –Y vi en sus ojos un brillo que no había visto en mucho tiempo, desde antes que tú desaparecieras. Ahí supe que no podía continuar con lo nuestro, no cuando él tenía cosas pendientes contigo. Su historia estaba truncada, había demasiados círculos abiertos como para dejarlos pasar por alto.

»Por eso decidí terminar con él, darle el tiempo necesario para que mirara en su interior y descubriera lo que sentía por ti. Porque yo no lo quiero a medias, Renesmee. Si Jacob ha de estar a mi lado, lo quiero completo, lo quiero todo mío.

»Y eso me lleva al por qué me atreví a pedirle a Seth que me trajera a verte. Él no quería, pero terminó cediendo a mis ruegos. Tenía que verte, tenía que hablar contigo para asegurarme que si habías regresado por Jacob, esta vez no le partirías el corazón. No pretendo apelar a tus sentimientos para que te hagas a un lado y me dejes el campo abierto. No, no. Lo único que me importa es que él sea feliz.

–Ya te he dicho que no pienso atravesarme en el camino de Jacob otra vez.

–¿Realmente estás segura de eso? Porque decidas lo que decidas, tienes que estar segura de qué es lo que quieres.

»Si decides que deseas recuperar tu lugar en su vida, en su corazón, está bien. Pero hazlo feliz, por favor. Jacob ha sufrido demasiado, merece tener su final feliz.

»O, por el contrario, te das cuenta que él no es lo que quieres entonces… entonces libéralo, permítele se feliz. Rompe esa cadena de destructiva dependencia y déjalo encontrar su felicidad.

–¿Contigo?

–Conmigo o con quien sea… No me importa, mientras él sea feliz de verdad.

Me quedé sin palabras. Emma Young me estaba dando cátedra de cómo amar desinteresadamente. Y no perdía el porte, ni el aire sereno mientras hablaba.

–Supongo que será mejor que me vaya. Seth me está esperando y falta poco para que empiece mi turno en el hospital. Por favor, piensa en lo que te he dicho y no tomes ninguna decisión apresurada. Lo último que necesitan tú y Jacob es más dolor en sus vidas.

Con una ligera sonrisa, Emma dio media vuelta y echó a andar, llamando con voz fuerte y clara a Seth.

Yo me quedé clavada observándole alejarse de ahí, repasando en mi mente nuestra conversación.

Sentí envidia.

Envidié la forma de amar tan desinteresada de Emma, sin dobleces ni motivos ocultos. Cualquier otra mujer jugaría todas sus cartas, incluso con trampas para retener a un hombre. Pero ese no era el caso de la más pequeña de las hermanas Young.

Y también envidié a Jacob, por tener a su lado alguien que pudiera amarlo de esa manera. Era raro encontrar esa clase de amor, era algo que les sucedía a muy pocas personas a lo largo de su vida.

Miré hacia arriba, descubriendo a Stan parado en la rama de un árbol, justo a varios metros de mi cabeza. Lancé un suspiro. Sí, sentía envidia de ello, porque no estaba segura si yo pudiera amar y recibir esa misma clase de amor. Es más, no sabía si habría alguien que pudiera llegar a amarme cuando mi alma estaba tan fragmentada.

Añadir/Share

Bookmark and Share